ENTREVISTA A MARK WEISBROT, CODIRECTOR DEL CENTER FOR ECONOMIC AND POLICY RESEARCH DE WASHINGTON
En diálogo con Página/12, Weisbrot analizó la crisis económica internacional y la responsabilidad que tienen las autoridades europeas y el Fondo Monetario.
Por F. K. Desde Washington
Por F. K. Desde Washington
“En comparación con el presidente del Banco Central de Europa, Jean Claude Trichet, el titular de la FED, Ben Bernanke, parece socialista”, afirma Mark Weisbrot para graficar la gravedad de la situación. En su oficina de Dupont Circle, en el noroeste de esta ciudad, este economista estadounidense de ideas heterodoxas afirma en diálogo con Página/12 que se necesitan políticas de estímulo fiscal y monetario para salir de la crisis, pero remarca que no hay voluntad política de llevarlas adelante porque lo que están haciendo las autoridades de Europa es defender los intereses de los acreedores. También critica a los países emergentes por no ejercer mayor presión dentro del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Fernando Krakowiak–¿Qué medidas deberían llevar adelante los países avanzados para tratar de superar la crisis actual?
Mark Weisbrot–Se necesitan políticas de estímulo fiscal y monetario. En este momento es fácil hacerlo porque la inflación es muy baja y no hay riesgo de que se dispare. Al contrario, si hubiese más inflación sería mejor para la economía. El problema es que no hay voluntad política.
F.K.–¿Por qué sería mejor que haya más inflación?
M.W.–Porque reduce la deuda de las personas en relación con sus activos y el porcentaje de interés de la deuda que pagan los países en relación con su Producto Interno Bruto (PIB). La deuda como porcentaje del PIB no es la mejor medida en muchos casos. Por ejemplo, Japón tiene una deuda equivalente al 220 por ciento del PBI, pero eso no es un problema porque una mitad se la debe al Banco Central y la otra mitad tiene tasas de interés muy bajas. El único riesgo en un caso de esas características es la inflación, pero fue sólo de 5 por ciento en 20 años. En Estados Unidos, por ejemplo, ahora los intereses de la deuda equivalen a 1,4 por ciento del PIB. Es uno de los porcentajes más bajos desde la Segunda Guerra Mundial.
F.K.–Sin embargo, en Europa están aplicando una política fiscal contractiva.
M.W.–Es difícil de explicar. Es una combinación de estupidez e intereses.
F.K.–¿Qué intereses defienden?
M.W.–Los intereses de los acreedores, que quieren reducir su exposición en los países endeudados. Además, es una política de castigo. Sería muy fácil darle a Grecia el dinero que necesita, permitirles crecer con políticas de estímulo, pero si hicieran eso los deudores de España, Portugal e Irlanda querrían el mismo trato.
F.K.–También se afirma que los ciudadanos de potencias como Alemania se oponen porque sienten que financian el gasto de otros a costa de su ahorro.
M.W.–Eso no lo creo. Le quieren adjudicar la responsabilidad a la gente. Es como cuando acá en Estados Unidos dicen que tenemos guerras porque la gente quiere. Si en Alemania, la canciller Angela Merkel le explicara a la gente que es necesario apoyar a Grecia para salvar a la propia economía alemana, creo que la gente lo entendería.
F.K.–Igual la deuda de Grecia es tan grande que ni aun creciendo podrían pagarla.
M.W.–No pueden pagar todo, pero no es tan difícil reestructurar la deuda, como lo hizo Argentina. Incluso la Unión Europea tiene tanto dinero que podría impulsar una reestructuración ordenada. Hubo muchas oportunidades para resolver el problema y prevenir el contagio, pero insisten en empujar a Grecia al precipicio, buscan disciplinarla y cambiar la sociedad con sus reformas. Lo más grave es lo que les están haciendo a los trabajadores y jubilados.
F.K.–¿Cómo influye Estados Unidos en ese escenario?
M.W.–En julio escribí una columna preguntando justamente dónde están los Estados Unidos. Ellos controlan el FMI y no estaban diciendo nada, pese a que lo que ocurre en Europa también está perjudicando a Estados Unidos. Finalmente, el secretario del Tesoro, Timothy Geithner, viajó a Europa hace algunas semanas y los presionó preguntándoles qué es lo que estaban haciendo.
F.K.–¿Usted dice que si el FMI tuviera mayor poder de decisión en Europa la situación sería diferente?
M.W.–Las autoridades europeas son peores. Resulta increíble, pero el FMI en algunos casos es la voz de la razón. En Letonia se dio cuenta de que era un error que mantuvieran el tipo de cambio fijo como la Argentina, pero las autoridades europeas decidieron preservarlo para proteger a sus bancos. Eso hizo que Letonia perdiera el 25 por ciento del PIB en sólo dos años. Es la peor caída del producto en un siglo. Ni siquiera durante la gran depresión de Estados Unidos se perdió tanto. Ellos quedaron con el tipo de cambio fijo y perdieron todo. Fue un desastre. En comparación con el presidente del Banco Central de Europa, Jean Claude Trichet, el titular de la FED, el republicano Ben Bernanke, parece socialista.
F.K.–¿Qué porcentaje de los préstamos del FMI están colocados en Europa?
M.W.–El 57 por ciento. Antes de la crisis argentina la distribución era muy diferente, pero entre 2003 y 2007, los préstamos del FMI a América latina disminuyeron de 49 billones a 741 millones de dólares y desde el estallido de la crisis mundial subieron a apenas 1,1 billón de dólares. Lo mismo pasó en la mayoría de los países de ingreso medio del resto del mundo. El FMI ahora tiene una alta exposición en Europa, pero las decisiones son tomadas por las autoridades europeas y sólo acompaña como un socio subordinado.
F.K.–¿Qué pueden hacer en este contexto los países emergentes?
M.W.–Hay varias cosas que podrían hacer y no hacen. Por ejemplo, en la Organización Mundial del Comercio hay una fuerte disputa y los países en desarrollo defienden sus intereses, forman bloques y negocian de manera articulada.
F.K.–El sistema de votación es diferente.
M.W.–Pero eso no es lo más importante. En el FMI no pelean con el mismo énfasis. La mayoría de las decisiones que toma el FMI son por consenso. No luchan porque están representados por neoliberales dentro de sus países.
F.K.–El gobierno argentino cuestiona con dureza las políticas del FMI.
M.W.–Es posible que su representante cuestione lo que se hace, pero no se observa organización, los emergentes no operan como bloques.
F.K.–Los BRICS fijaron una posición común frente a la crisis europea.
M.W.–Lo mejor sería que apoyen a los gobiernos europeos que rechazan políticas de austeridad. Pueden decirle a Grecia que si deja de pagar su deuda, ellos le prestarían el dinero necesario para equilibrar su balanza de pagos, pues muchos capitales se fugarían. La podrían ayudar con préstamos sin interés. Los BRICS podrían poner reservas a disposición de los países que quieran dejar atrás las políticas de austeridad, no para ayudar a las autoridades de Europa.
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