lunes, 18 de abril de 2011
TECHINT Y LA PREGUNTA DE LOS MILLONES, por Hernán Brienza (para "Tiempo Argentino" del 17-04-11)
Panorama político
Publicado en TIEMPO ARGENTINO el 17 de Abril de 2011
Por Hernán Brienza
Periodista, escritor y politólogo.
Si usted es socio de 44 empresas a través de los fondos que la ANSES invirtió para hacer rendir el dinero que usted paga de jubilación, ¿prefiere que ese dinero sea utilizado discrecionalmente por los empresarios o considera mejor tener representación a través del Estado para que ‘la plata de los jubilados’ no termine en los bolsillos de un par de empresarios?
Bueno, ahora piense: si usted es socio de 44 empresas y lo es a través de los fondos que la ANSES invirtió desde hace un tiempo para hacer rendir el dinero que usted solidariamente paga de jubilación, por ejemplo. O sea, la plata depositada en Banco Macro, Edenor, Siderar, Telecom, Molinos, Grupo Clarín, por ejemplo, es suya. Es la que usted solidariamente aporta al sistema de jubilación y asignaciones sociales. La pregunta, entonces, es la siguiente: desde el más profundo de los egoísmos: ¿Usted prefiere que el porcentaje que aporta a la ANSES se utilizado discrecionalmente por los empresarios como lo han hecho hasta ahora los que se enriquecieron siempre del Estado? ¿O considera mejor tener representación a través del Estado para que “la plata de los jubilados” –como la llamó farisaicamente el Grupo Clarín cuando se nacionalizaron las AFJP– no termine en los bolsillos de un par de empresarios?
Obviamente, la operación de prensa de los medios hegemónicos sobre la cuestión particular no es otra cosa que asumirse como voceros de los intereses de las empresas en contra, una vez más, de los intereses de los aportantes al sistema de seguridad social. Pero, sin dudas, la repetición del argumento de “intromisión por parte del Estado” en la libertad empresarial o el “avance sobre el capitalismo” por parte del gobierno nacional está destinado a convertirse en un nueva zoncera para escribir en las páginas en blanco del manual que recientemente escribió y publicó el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández.
Si uno lee atentamente, el mismo diario Clarín denuncia los “delitos” cometidos por los nuevos directores en cada una de sus empresas: “En las empresas describen a los flamantes directores como irreverentes en su forma de vestir, gentiles en el trato y sagaces. Apenas llegan, según el relato empresario, dicen que actúan por encargo de Cristina . En una firma, en la que solicitaron no dar pistas, el joven de La Cámpora se presentó de este modo: “Algunos de ustedes son dueños, otros (en referencia a los directores independientes) son empleados y yo soy socio.” En otras compañías preguntaron dónde estaba su despacho y el auto, un privilegio, que según lo informado a Clarín, no obtuvieron en ningún caso. En las reuniones de directorio exigen datos, condicionan decisiones, buscan saber si se elude el pago de ganancias y son insistentes en el reparto de dividendos, una manera de hacer rendir la inversión de la ANSES en las empresas, señalan. Sus sueldos van de $ 10 mil a 30 mil mensuales, según la compañía.”
Más allá del pintoresquismo literario y costumbrista de la nota, cuando uno pasa en limpio lo que dice Clarín, sólo queda claro que lo que les molesta a las empresas es que:
a) el Estado se considere a sí mismo como socio de los negocios y no como cómplice de las ganancias particulares,
b) la exigencia de información sobre las inversiones y sobre posibles evasiones impositivas, e
c) insisten en que se repartan las utilidades entre los socios, es decir, que lo que gane la empresa sea dividido entre los inversores. No resiste el menor análisis: usted, lector, haría lo mismo con su dinero si lo aportara al boliche de la esquina ¿o no?
(Digresión: En esa misma nota, Clarín pone el eje sobre un cuadro político de la Cámpora en ascenso, Eduardo de Pedro, Wado, quien aparece como uno de los que elaboraron la estrategia de nombramientos en cada una de las empresas. Lo llaman el “Manzano” de la Cámpora, en alusión al célebre operador menemista que símbolo de la corrupción de los primeros años noventa. ¿Por qué apuntarle al vicepresidente de Aerolíneas Argentinas tan certeramente? Tal vez las razones haya que encontrarla en la historia personal de De Pedro: hijo de militantes montoneros desaparecidos, recuperó su historia y se hizo cargo desde la práctica política de ese pasado tormentoso y lo convirtió en acción. En algún punto, más allá de la conducta particular y política de Wado, su historia y su presente significan un modelo de vida, político y de país, diferente al que, por ejemplo, representan Felipe y Marcela Herrera de Noble, que lejos de afrontar una experiencia militante superadora se niegan incluso a buscar y recuperar su propio pasado, sea cual fuere el mismo).
La verdadera cuestión de fondo, mas allá de las chicanas periodísticas personales, más allá incluso de la cuestión estrictamente política o económica coyuntural, el corazón del debate desatado a partir del Decreto 441 es no sólo sobre el rol del Estado en la Economía sino sobre el papel de las mismas empresas dentro del capitalismo argentino. Hoy, tras el desastre social que produjo el mercado liberado en la Argentina entre 1989-2001, ya casi nadie discute el intervencionismo estatal. Excepto los barrabravas de la libertad del zorro en el gallinero, la mayoría debate sobre el nivel de profundización y control que debe tener la participación del Estado en la Economía.
Sin embargo, el verdadero cambio cualitativo no está sólo en pensar el alcance y la naturaleza del Estado en el capitalismo de hoy. Es sólo una pata de la discusión. En realidad, la cuestión de fondo es descubrir y debatir la naturaleza y el rol de las propias empresas. ¿Son meros emprendimientos individuales dirigidos a la obtención de mayor lucro por parte de particulares? ¿O como creía Juan Domingo Perón (y tantos otros) son bienes sociales que tienen un rol determinado dentro de una comunidad Estado-Nación? De cómo se responda esta pregunta depende el futuro de los argentinos. Si se opta por la primera concepción, tarde o temprano, el país recaerá en algún tipo de neo-pre-post-pluscuam-imperfectoliberalismo. Si se elige la segunda alternativa, se estaría a las puertas de una verdadera profundización del modelo actual. Es decir, de construir con solidez el proyecto nacional que contenga a las grandes mayorías. Porque uno de los listones más altos en la batalla cultural e ideológica que deben dar aquellos militantes, cuadros y teóricos del movimiento nacional es cuestionar, justamente, la concepción del corazón del sistema capitalista: la propiedad privada de los medios de producción. Quizás ya no sean estos los tiempos del marxismo que siempre bregó por la apropiación por parte del proletariado de esos medios. Pero sí es tiempo de poder discutir los usos sociales de la propiedad privada. Y, sobre todo, la posibilidad de traccionar políticamente para que el capitalismo tenga un mayor contenido social. Controlar, investigar, distribuir, redistribuir, poner en función el aparato de control del Estado sobre las empresas, lograr la aprobación de la ley de reparto de las ganancias de las empresas entre los trabajadores y la ley de quiebras que facilite y favorezca la defensa de los puestos de trabajo de empresas con quiebras fraudulentas recuperadas son algunos de los desafíos políticos, económicos, ideológicos, culturales, valorativos que debemos darnos los argentinos.
Publicado en :
http://tiempo.elargentino.com/notas/techint-y-pregunta-de-los-millones
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