martes, 5 de abril de 2011
Clarín pudo sacar su diario y no lo hizo para victimizarse, por Roberto Caballero (para "Tiempo Argentino" del 05-04-11)
LA PLANTA DE IMPRESIÓN DE LA CALLE ZEPITA TIENE OTROS SEIS PORTONES POR DONDE PUDIERON HABER SALIDO LOS CAMIONES
Clarín pudo sacar su diario y no lo hizo para victimizarse
Publicado el 5 de Abril de 2011
Por Roberto Caballero Director.
Además, la edición del domingo 27 pudo haber sido impresa en la planta que el grupo tiene en la provincia de Santa Fe o en alguna otra empresa. En el año 2000 hubo una protesta similar, sin embargo los camiones distribuyeron el diario.
Hace nueve días, la Argentina entera asiste a un show mediático falaz donde el Grupo Clarín se presenta como víctima de un atentado a la “libertad de expresión”, mientras en simultáneo busca demonizar con la potencia de todas sus licencias radiales y televisivas al gobierno de Cristina Kirchner, a la CGT de Hugo Moyano, a la juventud militante y a la prensa antimonopólica.
Se trata del mismo grupo empresario –con posición dominante en el mercado de la comunicación desde hace décadas– que fue kirchnerista hasta que le arrebató al gobierno la extensión de sus licencias, para pasar luego a ser salvajemente opositor cuando el mismo kirchnerismo, en un rapto de lucidez y autopreservación notables, le impidió quedarse con la empresa Telecom.
Héctor Magnetto, CEO del grupo editorial y capataz ideológico de los opositores sin programa ni chances, está urgido por voltear, esmerilar, dañar y atacar –con noticias, “ciertas o falsas, no importa”, según la línea que bajó a los cuadros gerenciales y periodísticos que dirigen sus medios– al inmenso arco de personalidades y organizaciones políticas y sociales que en su pelea por democratizar la información en nuestro país debilitan cotidianamente su hegemonía en el discurso público, hoy mucho más plural y abierto que hace tres años.
Es en este contexto de guerra, a todo o nada, donde la verdad se convierte en un elemento accesorio y hasta peligroso para el hombre que alguna vez se pensó más poderoso que un presidente. Después de una investigación que duró una semana, y que incluyó prácticas del manual de periodismo básico, Tiempo Argentino está en condiciones de afirmar que el domingo 27 de marzo el diario Clarín no salió a la calle por una decisión empresaria, aprovechando en su favor el bloqueo testimonial de los delegados de AGR, su firma impresora, en conflicto hace siete años –van para ocho– con la empresa de Magnetto por la persecución gremial y penal contra los integrantes de la Comisión Interna. Como bien detectó Edi Zunino, jefe de redacción del semanario Noticias, a quien nadie podría calificar de oficialista: “El condenable bloqueo terminó siendo un monumental golpe de márketing libertario e independentista para Clarín, que hasta hace unos cuarenta meses jugaba otro juego muy distinto con la excusa de que la mayoría de ‘la gente’ apoyaba al oficialismo.”
Clarín comunicó a la sociedad que piquetes moyanistas bloquearon las puertas de su planta impresora de Barracas, sobre la calle Zepita, evitando así la salida de los camiones con sus ejemplares dominicales. La verdad de lo sucedido en la noche del sábado 26 y la madrugada del domingo 27 es que frente a cuatro de los portones que se extienden sobre Zepita se colocaron 60 manifestantes, miembros de la Comisión Interna gráfica, familiares e integrantes de otros gremios solidarios con sus reclamos. No dijo Clarín, ni nadie que se haya ocupado en serio del conflicto, lo que un periodista de este diario comprobó caminando alrededor de la planta de 34.520 metros cuadrados, delimitada por las calles Zepita, Magaldi, Luna y Ascasubi (esta última, privatizada por Clarín, donde hay una garita de seguridad permanente): existen otros seis portones por donde los camiones podrían haber salido sin inconvenientes.
Veamos el testimonio de un gráfico que no participó de la protesta gremial –de quien se preserva su identidad porque peligra su empleo– sobre esa noche: “El diario no salió porque el diario no quería. Ellos tienen una distribuidora propia dentro de la planta que se llama José C. Paz, que tiene salida por otros portones.”
Otro gráfico, presente en el piquete, describió la acción de los manifestantes: “La planta tiene varias puertas, pero nosotros no bloqueamos ninguna. Nosotros nos paramos en las calles por donde habitualmente salen los camiones hacia el centro de distribución. Pero no hubo un solo camión que haya intentado salir de la planta. Directamente se quedaron adentro.”
Además de enviar un periodista a la zona para que cuente simplemente lo que vio, vale en estos casos recurrir al archivo o hemeroteca para saber qué sucedió la última vez que trabajadores de Clarín intentaron bloquear la salida del diario por una acción sindical. Hay que remontarse al 4 de noviembre de 2000, cuando periodistas despedidos del diario, también acompañados de sus familias, quisieron frenar su distribución. El piquete duró dos horas, pero la salida de camiones de gran porte que amenazaron con pisarlos los hizo desistir. “Siempre que el diario se imprimió, salió”, recuerda el periodista Pablo Llonto. La única vez que no lo hizo fue el 14 de julio de 1989, porque 400 trabajadores, entre gráficos y de redacción, tomaron la planta Zepita en reclamo de aumento de salarios, y el diario no pudo imprimirse. Lo curioso es que aquella vez Clarín no denunció un ataque a la “libertad de expresión”. Un cable de la agencia de noticias DYN (del propio Clarín) reflejó el hecho como “un conflicto gremial”.
Volviendo a lo ocurrido la última vez, ya se dijo que la planta de Zepita tiene diez portones, de los cuales sólo cuatro estaban esa noche afectados por la protesta; esto es cierto, tanto como que con tan escaso número de adherentes hubiera resultado imposible para los trabajadores en lucha impedir la salida de cuatro camiones a la vez. Pero aun dando por sentado que Clarín no haya querido escenas de tensión sobre Zepita (lo que está en duda porque su historia patronal lo desmiente), ni sobre ninguna de las otras puertas del complejo, en las seis horas que duró el tira y afloje podría haber enviado por Internet sus páginas ya cerradas a otra planta que las imprimiera y llegar a los kioscos normalmente, con tirada reducida o completa. Por caso, la imprenta de Editorial Perfil, de Jorge Fontevecchia, imprime 100 mil ejemplares por hora, calculando un diario de 96 páginas solamente, porque los suplementos de Clarín (Economía, Turismo, Clasificados y la Revista Viva) ya estaban distribuidos con antelación en los kioscos. Pensemos en detalle: cargar los PDF de las páginas lleva poco más de una hora, hacer las planchas otro tanto, y una impresión de 350 o 400 mil ejemplares, algo más de tres. En total, unas cinco horas. El bloqueo comenzó a las 22 del sábado. Viendo que no había acuerdo, tipo medianoche, el operativo de emergencia podría haber tenido el diario completo en la calle a las 4 de la mañana. O quizá a las 5.
Para salvar “la libertad de prensa” que Clarín declama, el costo total del operativo, tanto en impresión como en papel, no hubiera superado el millón de pesos. Parece mucho, es cierto. Pero el tarifario de Clarín refleja que si algo no le falta a Héctor Magnetto es dinero: un aviso de página completa, impar, entre las 13 primeras de la edición, cuesta $ 550 mil. Página par:
$ 400 mil. Sólo en esas páginas, y aun haciendo descuentos, que los hace, Clarín factura, en teoría, 2 millones de pesos por domingo.
Poco se habla de la segunda planta de impresión que tiene el grupo. Está en Santa Fe, en la localidad de Sauce Viejo. Esa noche imprimió 200 mil ejemplares, 110 mil más que los habituales. Está en el km 457 de la Ruta 11. Tiene 4000 metros cuadrados. Es una zona estratégica: frente a un aeropuerto. Y esa madrugada del 27 de marzo llegó con ejemplares del diario “censurado” hasta las localidades bonaerenses de Pergamino y Junín. ¿Por qué no abasteció ante la crisis, aunque con la demora del caso, al Conurbano y Capital Federal? ¿Por qué, si estaba en juego “la libertad de expresión”, no salieron a suplir el faltante de ejemplares las otras dos plantas que tiene Clarín en Mendoza y Córdoba?
Un tercer trabajador gráfico, en riguroso off the record, crítico de los delegados de AGR, admitió lo obvio: “El quilombo a Clarín le vino como anillo al dedo. Podrían haber sacado la edición completa desde Santa Fe, pero no quisieron.”
La falsa inmolación de Clarín como defensor de “la libertad de expresión” es parte de la ofensiva del grupo para “chavizar” al gobierno de Cristina Kirchner y asociar el nombre de Hugo Moyano con todos los delitos del Código Penal, en una estrategia general que busca involucrar a la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) en su pelea política con fines estrictamente comerciales. Algo que viene preparando hace ya un año, desde que Magnetto presentó su libro rojo, victimizándose por la entrada en vigencia de la Ley de Medios de la Democracia y preparándose para dar batalla afuera, incluso, de la Argentina, estimulando la solidaridad de clase con otras patronales mediáticas de la región.
Un párrafo aparte merece la denuncia de “extorsión” del domingo pasado contra Luis Siri y los delegados de AGR. Primero, lo primero: ninguna de esas notas llevaba firmas. Eso quiere decir que el contenido no es periodístico, sino empresario, bajado a la redacción directamente por sus accionistas. Tan grave en su contenido, que ni siquiera Ricardo Kirschbaum, editor general, se animó a rubricarlo.
El video registrado con cámara oculta al que alude esa nota, y que anoche Telenoche y TN dieron editado para sostener la supuesta extorsión de Siri y otros gráficos en conflicto, se parece más a una operación tendiente a ocultar la verdad que a descubrirla, lo cual atenta contra el derecho a la información veraz que exige el Pacto de San José de Costa Rica, al que nuestro país suscribe con rango constitucional. Para empezar, y tomando en cuenta sólo las partes recortadas y emitidas:
1) Se confirma que el 17 de febrero Clarín ya sabía que Siri y los otros podían intentar el bloqueo de la planta y la empresa no armó ningún plan de contingencia para evitarlo. Más bien, dejó que sucediera.
2) Se los muestra negociando en el bufete de abogados del Grupo, en Puerto Madero, donde estos trabajadores que vienen encabezando un duro y extenso conflicto gremial fueron previamente citados, pero nunca se aclara con qué intención.
3) Aunque la edición procura demostrar que Clarín recibió un pedido de dinero de parte de los trabajadores, viendo el material no se puede descartar que este tópico haya sido introducido en la charla por los ejecutivos de Clarín.
4) Siri y sus colegas, en su momento, fueron denunciados por Clarín por “privación ilegal de la libertad” en el marco de una acción sindical. La justicia penal, luego de más de un lustro, en un proceso oral y público, decidió absolver a los trabajadores. El resarcimiento económico por la falsa denuncia como “secuestradores” sobre estos empleados aún está pendiente.
5) Tampoco se puede descartar que los trabajadores hayan estado hablando de eso o de sus eventuales indemnizaciones para no regresar al trabajo en la planta, ya que el clima de hostigamiento en su lugar de trabajo fue, incluso, verificado por el Ministerio de Trabajo.
6) Si estuviéramos frente a un delito de extorsión, que es lo que sugiere la edición, sería un hecho repudiable, pero no hay elementos que confirmen este supuesto más allá de la intencionalidad del editor, que aborrece del trabajador. Por eso llama la atención que la crónica de Clarín de ayer vuelve a salir sin firma periodística, es decir, vuelve a bajar desde las oficinas de los accionistas del grupo. En eso, copian a las operaciones empresarias del caso Graiver, donde el grupo terminó haciendo un verdadero papelón con Isidoro.
7) Si mintió Clarín cuando denunció a Siri y los otros por “privación ilegal de la libertad”, delito que fue desestimado por la justicia, ¿por qué ahora estarían reflejando la verdad de lo sucedido?
8) ¿Por qué, para no dejar lugar a dudas, no emiten el crudo completo de la grabación con cámara oculta? Tiempo Argentino se ofrece para reproducir el diálogo registrado en video, sin recortes ni edición, cualquiera fuese el contenido.
Por último, puestos a reflexionar sobre el meneado escándalo de la “libertad de expresión” y la tapa en blanco que Clarín dedicó a victimizarse por el diario que pudo sacar y no quiso, lo único que va quedando en claro es que el régimen patronal de las empresas de Magnetto retrocede al siglo XIX: hasta el propio Kirschbaum admitió que está mal que no haya comisiones gremiales internas en el diario.
Luis Siri, en principio, fue la cabeza de una protesta gremial que lleva siete años. Logró para sus compañeros lo que exigía desde el comienzo: reincorporaciones, mejoras en las condiciones y una intervención del Ministerio de Trabajo que, en los hechos, se tradujo en un nuevo estatuto laboral para los trabajadores de AGR.
¿Es correcto que Siri sea filmado con cámara oculta mientras negocia con su patronal?
¿Tiene derecho Siri o Juan Pérez, no importa a esta altura, a discutir su indemnización como cualquier trabajador, después que logró que se respetaran derechos a sus compañeros, sin que sea vejado por su patronal con una grabación a escondidas?
¿Qué sucedería en la Argentina si cada trabajador pudiera tener una cámara oculta cuando se sienta a hablar con los empresarios o los gerentes de RR HH?
Hay mucha hipocresía en esta historia.
Una, dejar que el diario que silenció el genocidio se convierta ahora en custodio virginal de la “libertad de expresión”.
La otra, que el diario que impide la agremiación en sus redacciones dé lecciones de moral sindical.
Es como mucho, ¿no? <
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