Después de que Tiempo Argentino, en una impecable nota de Hernán Cocchi publicada ayer, revelara que un ciudadano estadounidense, en un auto diplomático, quiso ingresar dos armas largas a la zona de seguridad en el aeropuerto de San Fernando de modo injustificado, sin permiso de portación y dando un domicilio irreal como referencia, la portavoz de la embajada de los EE UU en Buenos Aires, Shannon Farrell, salió a minimizar el hecho, por demás dudoso: “Hasta el momento (Matthew Steven Hawking -o Hankins-, el hombre que se presentó como “mecánico aeronáutico” cuando se le descubrieron las armas) no está acusado de ningún delito”.
Para Farrell, como se ve, se trató de un incidente menor. Así fue tomado, incluso, por Clarín.com, único medio con el que habló, pese a los insistentes llamados de diarios y radios nacionales. “La Embajada le baja el tono a un incidente con un ciudadano estadounidense”, tituló el sitio. ¿Recuerdan el cable de WikiLeaks que hablaba de los “periodistas cautivos” de la misma misión diplomática?
La postura de la vocera sería lógica, y hasta entendible, si se ignorara, el contexto en el que se produjo este último secuestro: a mediados de febrero, una misión militar estadounidense quiso ingresar al país armas, drogas y equipos de comunicación no declarados en una valija sellada, infringiendo el Código Aduanero.
Desde entonces, algunos incontinentes funcionarios del Departamento de Estado y hasta el mismísimo presidente Barack Obama, en una forzada entrevista, convirtieron el asunto –por despliegue y uso de adjetivos poco felices–, en un supuesto conflicto entre ambas naciones cuya magnitud pareció equipararse, casi, al desafío de Trípoli a las fuerzas de la OTAN.
Llama la atención la evidente doble vara con la que Farrell y sus mandantes se refirieron a ambos casos: lo del avión fue “gravísimo” y lo de las armas largas de San Fernando del misterioso Hankins (o Hawking), algo aislado y sin importancia. Quizá no haya que cargar contra la portavoz.
En este caso, como en tantos otros, la distorsión mediática de diarios como Clarín y La Nación puede haber hecho su parte. Al fin de cuentas, las palabras de Obama sobre la valija fueron obtenidas, con no poco esfuerzo, por Andrés Oppenheimer, columnista del diario de los Mitre y del Miami Herald, en un encuentro donde se habló de muchos otros temas, la mayoría más interesantes.
Pongamos bajo un manto de piedad las palabras de Farrell y confiemos en que la amplificación del absurdo corrió sólo por cuenta de los medios hegemónicos, los mismos que festejan cuando el presidente de los EE UU visita Brasil y desaira a la Argentina. Es mejor ser bien pensados.
Quizá mañana o pasado los EE UU pidan disculpas formales por el incidente Hankins. Si no habría que admitir que las históricas prácticas imperiales de Washington para la región están resurgiendo con tanta intensidad como descaro, en una suerte de dejà vu de las “relaciones carnales” de los ’90.
En ese caso, la respuesta argentina bien podría ser exigirles visa a los estadounidenses que visitan nuestro país.
Como hizo Lula en su momento.
Y no entró en el Eje del Mal por eso.
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