La oposición política, subordinada a los intereses corporativos, no hace sombra al oficialismo en el terreno real –las elecciones- aunque esté sobre iluminada en forma permanente.
Por Lucas Carrasco, para "Diario Registrado".
23.04.2011
Justamente es esa subordinación a los intereses corporativos, ante un nuevo escenario social y comunicacional, el pecado original de esa oposición política. Es la clave para abordar la imposibilidad de asumir un programa alternativo al kirchnerismo, de ofrecer un horizonte atractivo, de entusiasmar socialmente con un cambio de etapa.
Pero las mismas corporaciones agrupadas en AEA (la asociación de empresarios argentinos) se empeña en denostar cuando fracasa a la oposición que manda y coordina.
Entonces, ahora, el plan es otro. Buscar o inventar o extrapolar contradicciones que lleven a una implosión interna del kirchnerismo.
Parten de una lectura histórica: el retorno de Perón lo situó entre las alas izquierdas y derechas del peronismo; y la primera fue vencida políticamente por la segunda. El ala izquierda se robustecía -sin sustento real- en su ceguera y soberbia. El ala derecha venció políticamente y dejó luego al país en manos de la dictadura militar.
Es una lectura simplista, llena de lugares comunes del radicalismo universitario, y su eficacia táctica no ha sido probada. Pero, sin embargo, como de lo que se trata es de volver al país anterior al kirchnerismo, agitar contradicciones internas u ofrecer un parnaso para quienes abandonen el barco, puede resultar a largo plazo prometedor: el problema es que las elecciones son en 7 meses.
Cualquier dirigente político del oficialismo sabe que, cuando desde los voceros de AEA –el sistema de medios concentrados- se le dice que no tiene autonomía, que es un servil y más o menos un estúpido (es decir, que pertenece a un proyecto colectivo), se lo está invitando al paraíso de la obsecuencia donde Martín Lousteau es un cornudo simpático y Martín Redrado un pícaro que la tiene más larga.
Bajo esta premisa de prometer inmunidad comunicacional se extorsiona a la dirigencia política, con la novedad de que, glotones, ahora de este modo también disciplinan su propia tropa. Rápido para aprender fue El Hijo De alfonsín: ya inició conversaciones para sumar al Frente Progresista a Vargas Llosa, De Narváez y Felipe Solá, siempre limitando con Macri, en cuestiones –acá hay que fruncir las cejas- “programáticas”. Tres retos en La Nación, Perfil y Clarín y salió presuroso El Hijo De alfonsín a mostrarse gobernable, perdón, garante de la gobernabilidad, je.
En Página 12 Horacio Verbitsky argumentó que el lugar donde esos medios ubicaban a Néstor Kirchner –la encarnación del mal- ahora le toca a Hugo Moyano.
Mientras tanto y a la vez, conscientes de que Daniel Scioli despierta poco entusiasmo entre las filas kirchneristas, buscan una ruptura ahí. Con promesas ya descarnadas de redención social –previo paso por el confesionario de la Casa de Gran TN- para el gobernador de Buenos Aires.
Acá es dónde se agita el fantasma del sucio trapo rojo, La Cámpora.
En los comienzos del retorno democrático, Pablo Giussiani, escritor de la patota coordinadora que se enriqueció, ejem, culturalmente, tuvo un libro fundacional, al estilo de Marcos Aguinis pero con palabras esdrújulas y calidad semántica, llamado “Montoneros, la soberbia armada”. El badaje conceptual de ese libro es el mismo que utiliza el dueño de los derechos de autor del setentismo, Martín Caparrós, que no para de robar con los setenta, pero ahora, a pedido del público presente, dispara contra La Cámpora.
Vaya uno a saber si logran asustar a la abuelita, pero su capacidad de influencia entre los jóvenes y las nuevas militancias, es, por lo más, precario. Hacerse cargo de una historia mal contada, de una supuesta herencia y de un modelo ideal de vida y militancia a alcanzar, puede ser un últimatum respetable para quienes se emperran en no resolver cuestiones de su propio pasado pero está lejos de las preocupaciones concretas sobre cómo disputar al interior del estado en pos de una sociedad más igualitaria, más pacífica y tolerante, más inclusiva.
No son los progresistas de la luna los principales organizadores de esta estrategia contra un núcleo de militancias políticas y sociales incorporados al kirchnerismo, sino la derecha dura que ya sin elegancia despliega el arsenal argumentativo que basa en el miedo. Conscientes de la eficacia de este chantaje por el pasado oscuro que vivimos los argentinos, los dardos, no se arrojan hacia el interior de La Cámpora, a sabiendas de su ineficacia, sino a lo que la rodea. Buscan generar la sensación de soledad y vacío de la presidenta Cristina Kirchner, a la par que empoderar a gobernadores, intendentes y legisladores del peronismo contra un sector de éste, justamente lo novedoso de los últimos años: la incorporación de jóvenes al marco de sentido que provee el kirchnerismo.
Como el razonamiento de la derecha es que debemos volver al país serio anterior al kirchnerismo se busca incentivar las reformulaciones doctrinarias anteriores a esta etapa. Esa es la coartada para quienes crucen el jordán y sean bendecidos con el mote de estadistas. Con una túnica, del otro lado del jordán, los espera Alberto Fernández.
La desesperación y el cortoplacismo nunca son buenos consejeros, pero los tiempos y las contradicciones acentuadas obligan a la AEA y su dispositivo hegemónico a encontrar inmediatamente una salida.
Es de cobardes golpear sobre el más débil, pero ahí está la derecha trayendo a colación sus crímenes; y ahí está esa juventud alegre con una mirada distinta del mundo, del país, de la vida. Oh, qué escándalo, no quieren ser coherentes como Patricia Bulrrich, no quieren ser franciscanos como Rodolfo Galimberti, no quieren ser conducidos militarmente por Mario Firmenich, no quieren darle bola al librito rojo (sangre) de Mao, no deliran tomando en serio al Libro Verde (el petróleo es más bien negro) de Kadafi, no se entrenan en Cuba, no tienen reverencia por Stalin, no leen los grandes autores del terreno militar y hacen política con, apenas, formación política: un verdadero, completo y total escándalo. Oh, estos jóvenes que se empeñan en no fracasar!
Es una afrenta hacia el camino revolucionario y socialista emprendido ininterrumpidamente desde la adolescencia por Martín Caparrós, y además una afrenta a los sagrados valores de la familia que encarna Ceferino Beato; pero miles y miles de jóvenes maleducados sueñan con que todas las casas tengan agua potable y cloacas, sin tener que esperar la resolución del debate sobre la naturaleza auténtica de la patria; que sueñan con una integración latinoamericana, con disminuir la deuda externa, con aumentar la calidad laboral, con un reparto justo de la riqueza, con la tolerancia y el respeto en la diversidad. Qué minimalistas! Y bue, es lo que hay: mientras los progresistas de la luna arman su agrupación -La Solo Lima- tenemos a La Cámpora, esa soberbia desarmada, disputando contra la derecha dura que se vale de cualquier cosa con tal de herir al gobierno nacional, agitando los temores profundos de una sociedad que recuerda.
Hay un verdadero adversario político que proviene de una tradición cruel, sanguinaria, muy violenta: el liberalismo realmente existente nunca fueron las cándidas teorías que sermonea Vargas Llosa, esas cosas, las saben quienes tienen menos años. Por eso, además de por sí mismas, estas consignas: memoria, verdad y justicia.
Publicado en :
http://www.diarioregistrado.com/Politica-nota-48743-Por-que-le-pegan-a-La-Campora.html
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