En un sistema democrático existen siempre varias fuerzas políticas. En teoría, cada fuerza representa ideas y proyectos distintos, es decir, una ideología diferente. Cuando hay elecciones, la gente decide entre estas opciones electorales. El ganador trata de efectivizar sus proyectos. La oposición controla, apoya algunas iniciativas, y se opone a otras ; y cuando se opone, ofrece a cambio su propia solución al problema, la que responde a sus ideas e ideología.
Cuando se produce una nueva elección el ciudadano elige si quiere una continuación de las políticas desarrolladas por quien está en el gobierno, o si prefiere las políticas ansiadas y propuestas por la oposición. En Argentina no pasa nada de esto : la oposición hace honor a su nombre. Se opone. Todo el tiempo. Se opone a todo. Y jamás propone un proyecto alternativo, o hace un reconocimiento parcial , un reconocimiento a las grandes líneas de las políticas gubernamentales aunque pueda tener discrepancias puntuales, concretas, operacionales.
Tampoco son buenos haciendo interpretaciones críticas ; se especializan en cambio en hacer declaraciones insólitas : las cosas “van bien” porque existe “viento de cola”, porque “tienen suerte”, o porque sí, ya que el gobierno, según ellos, no es responsable de que al país las cosas le vayan bien (y si lo es de todas las cosas negativas, desde el aumento de precios a los cortes de luz ; desde la inseguridad al mal tiempo).
Por momentos parece que no tienen ideología propia, y que sólo saben oponerse. Claro que detrás de este aparente vacío intelectual , aparecen continuidades, lo que indicaría una ideología subyacente.
Se oponen a cuanta medida afecte los basamentos del orden neoliberal heredado de los setenta, ochenta y noventa.
Se oponen a todo lo que afecte a los intereses corporativos de poderosos sectores como el “campo” (SRA), la Iglesia, los multimedios y otros grupos empresarios concentrados, y las empresas de medicina prepaga.
Por carácter transitivo podríamos suponer que defienden por convicción ideológica un esquema neoliberal…
¿Y entonces porqué no lo dicen? …
Porque, evidentemente, en la Argentina del 2011 no hay plafón social o político para una restauración de la Argentina noventista. Imagínense un candidato opositor que se plantara frente a la sociedad diciendo :
“Si me votan voy a restablecer el 1 a 1, fijar una política de flexibilización laboral, dejar de hacer paritarias –es decir, congelar salarios y jubilaciones-, privatizar todo lo que se pueda, vincular a Argentina con Estados Unidos mediante un acuerdo de librecomercio, reinstaurar las ‘relaciones carnales’, pedir dinero al FMI y seguir sus recomendaciones …”
¿Piensan que tendría alguna remota posibilidad de ser elegido como algo más que presidente de un club de barrio?...
Entonces, como sus objetivos son inconfesables, se limita a oponerse a todo sin proponer nada, excepto cosas tan originales como la cuadratura del círculo (el 82% móvil sin financiación), confiando en que un golpe de suerte los lleve al poder.
Y la suerte no los acompaña.
Cuando murió Néstor, los Kirchner llevaban muchos meses subiendo en las encuestas, en forma lenta pero ininterrumpida. El 27 de octubre hubo opositores que brindaron por el fin del kirchnerismo. Brindaron por tercera vez, como ya lo habían hecho, también prematuramente, en 2008 luego del voto No-Positivo, y en 2009, luego de las elecciones del 28 de junio.
Las primeras encuestas tras la muerte de Néstor mostraron un crecimiento más pronunciado que antes, tanto de la imagen positiva como de las cifras de intención de voto de Cristina Fernández de Kirchner. Se habló del “efecto viuda”, de un fenómeno temporal producido por el impacto de la pérdida, que llevaba a mucha gente a sentir simpatía por la Presidenta que había perdido a su compañero de casi toda la vida. El efecto viuda, sostenían, era comprensible, pero temporal.
Los meses fueron pasando, y las cifras no se modificaron. Los medios opositores primero se abstuvieron de dar encuestas, porque era “muy prematuro”. Luego, comenzaron a dudar de la seriedad de las encuestadoras.
Pero la realidad los fue golpeando.
Primero, en Catamarca, feudo radical durante las últimas dos décadas, el kirchnerismo se puso al frente de las distintas líneas internas del PJ, y ganó.
Luego, en Chubut, donde Mario Das Neves pretendía un triunfo resonante, por 20 o 25 puntos, que lo catapultara a la precandidatura presidencial del Peronismo Federal, el FPV obtuvo un empate con sabor a victoria, develando además los oscuros mecanismos electorales utilizados por el oficialismo provincial.
Ahora llegó Salta, donde había dos candidatos K, cada uno con sus matices, que se ubicaron primero y tercero, totalizando dos tercios del electorado. Y las elecciones que se vienen, como Tierra del Fuego, prometen según los encuestadores nuevos dolores de cabeza a los muchachos de la “opo”.
Entonces, empiezan con las interpretaciones exóticas : que en Catamarca ganó el saadismo ; que en Chubut, aunque sea por un voto y perteneciente a un ciudadano muerto en el siglo XIX, se “ganó” ; que en Salta Urtubey , al que hasta pocos días antes denostaban con el apelativo de “kirchnerista” (que a ellos les suena casi delictivo), resulta ahora que , ante su abrumador triunfo, es un buen muchacho peronista a las puertas del Peronismo Federal…
Para colmo de males, la intención de voto y la imagen de Cristina Fernández de Kirchner no para de crecer …
Ante el acoso de estas realidades, se asustan y hablan de “unirse todos”, y allí empiezan nuevos problemas. Porque unos dicen “si va este, yo no voy”, y el otro agrega “si va este otro, yo tampoco”, y , si se juntan todos, si se junta un conglomerado opositor sólo unido por el odio, “hasta yo la voto a Cristina” (como dijo Jorge Asís, referente ideológico del menemismo).
Frente a la luz deslumbrante del oficialismo, una “Supernova” arrolladora con un proyecto, candidatos, cuadros políticos , militantes y una imagen positiva que no para de crecer, se alza un enjambre de “soles enanos” de distintos colores, que giran sin control y apuntan hacia distintos lugares, generando un extraño “efecto discoteca” … Efecto que aterra incluso a aquellos a los que no les cae para nada simpático el gobierno.
La oposición se halla ante el viejo dilema shakespeariano de “Ser o No Ser”. La oposición puede ser lo que es, asumir sus ideas y su condición ideológica, que por el momento mantienen en lo más profundo de su ser ; o puede No Ser, es decir, seguir siendo la nada que es actualmente.
La democracia argentina enfrenta un problema grave, serio, acuciante : no tenemos oposición.
Adrián Corbella 13 de abril de 2011.
Este artículo fue publicado el 14 de abril en la revista digital "Redacción Popular" con consentimiento del autor :
http://www.redaccionpopular.com/articulo/ser-o-no-ser-el-dilema-existencial-de-la-oposicion
y en
http://espacioiniciativa.com.ar/?p=2218
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