La vigencia de su pensamiento
Publicado en "El Argentin" el 27 de Abril de 2011
Por Alberto Dearriba Periodista
Hasta el propio Kirchner se admiraría hoy del cambio de clima político que él le vaticinaba el año pasado a su compañera como producto del triunfo de la realidad. Porfiado impenitente, estaba tan convencido del triunfo de sus ideas que llegó a entregar su vida por verlas plasmadas. Los primeros seis meses sin él le dan la razón y preanuncian que su esfuerzo no fue en vano.
A seis meses de la desaparición física de Néstor Kirchner, el pensamiento del santacruceño sigue tan vigente como el día que llegó a la Casa Rosada proclamando que no dejaría las convicciones en la puerta.Aquella osada reivindicación de la política en el país del “que se vayan todos” inauguró un camino que hoy transitan los miles de jóvenes que retomaron las viejas banderas para llevarlas a la victoria.
El rumbo que marcó el ex presidente en un país que había perdido la brújula fue tan nítido que su sucesora no tuvo demasiados problemas para continuar adelante con su gestión, pese a la pérdida del mentor.
El santacruceño solía decirle a su sucesora que no se preocupara demasiado por las tapas de los diarios y los noticieros de televisión, que les contaban a los argentinos que estaban en el peor de los mundos, porque tarde o temprano se impondría la realidad.El consenso social favorable al modelo que comenzó a definir Kirchner empezó a consolidarse en verdad poco antes de su muerte, pero se extendió claramente en los seis meses que sucedieron a su desaparición.
De aquellos pronósticos de fin de ciclo que arreciaban hasta principios de 2010, se pasó claramente a un clima en el cual hasta los opositores admiten una segura derrota en las próximas elecciones.
Los agoreros de las calamidades vaticinaron que Cristina Fernández perdería el rumbo sin los consejos de su compañero, pero nada de eso ha ocurrido. Pese a la pérdida del jefe político, el “modelo kirchnerista” se profundizó desde entonces. En cambio, la oposición pareció perder la brújula ante la desaparición de la imagen demoníaca que la constituyó como tal.
Los homenajes al ex presidente tuvieron la virtud de revelarle a los kirchneristas que eran millones. Que quienes apostaban al surgimiento de un nuevo proyecto nacional no estaban locos, como parecían indicarles los medios, sino que eran acompañados masivamente por el sentido común.
Invisibilizados por los diarios y canales de televisión adversos, los jóvenes que se sumaron a la militancia y los veteranos de otras batallas se reconocieron en un proyecto común.Pero las condiciones para la instalación del actual clima político comenzaron a delinearse mucho antes, en aquellos primeros pasos inciertos de 2003. Sólo un temerario profundamente convencido de sus ideas era capaz de dar semejante golpe de timón en la economía, para avanzar en el sentido contrario al que proponían los desconocidos de siempre.
Ese giro implicó no pocas tensiones para su gobierno y para el de su sucesora. Los medios caracterizaron el clima que generó como de “crispación” colectiva. Pero el escenario actual es el que emergió de aquellas porfías que fueron describiendo la primacía de la política por sobre las corporaciones.
Los juicios a los militares represores, el nivel de empleo, las discusiones salariales en paritarias, la apuesta al consumo, el nivel de reservas y otros logros de la política kirchnerista comenzaron a rendir sus frutos poco antes de la muerte del ex presidente, y se consolidaron después.
No pocos adjudican buena parte de la imagen positiva de Cristina en las encuestas al sacudón emocional que sufrió la sociedad argentina con la muerte de Kirchner.
Pero esa conmoción tuvo que ver en realidad con que no pocos argentinos comenzaban a percibir que lo que les había prometido Kirchner no era sólo la apuesta de un tozudo, sino una posibilidad concreta de mejorar la calidad de vida.
Hasta el propio Kirchner se admiraría hoy del cambio de clima político que él le vaticinaba el año pasado a su compañera como producto del triunfo de la realidad.Porfiado impenitente, estaba tan convencido del triunfo de sus ideas que llegó a entregar su vida por verlas plasmadas. Los primeros seis meses sin él le dan la razón y preanuncian que su esfuerzo no fue en vano.
Publicado en : Télam y
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