LA REVOLUCIÓN CIUDADANA, ¿EL ESLABÓN MÁS DÉBIL?
Ecuador en la mira del imperio
Jue, 04/07/2011
*Por Juan Pablo Castel
Guadalupe Larriva fue designada ministra de Defensa por Correa y once días después, el 25 de enero de 2007, murió en un “accidente” aéreo ocurrido a dos kilómetros de la base de Manta, que EE.UU. poseía entonces en Ecuador. Fue en un vuelo nocturno en helicóptero y el operativo fue conducido en todo momento por personal del ejército ecuatoriano.
El gobierno de Correa se ha autodefinido como bolivariano, alfarista y revolucionario. Eloy Alfaro fue un jefe liberal que, ante la manifiesta inoperancia de los partidos tradicionales para solucionar los problemas estructurales del Ecuador, hizo la transición hacia la radicalización de la lucha política hasta su muerte, ocurrida el 28 de enero de 1912. Sus herederos ideológicos y políticos fundaron el movimiento guerrillero “Alfaro Vive”, de actuación conocida en las décadas 60/70.
El asesinato de Larriva es un antecedente inmediato del golpe de Estado perpetrado sin éxito el año pasado contra Correa y su Revolución Ciudadana. Ésta se halla basada, en términos políticos formales, en el partido Alianza País, de gobierno.
El 30 de septiembre pasado, el plan que se puso en marcha incluyó la sublevación de mil policías con el pretexto de que les habían recortado beneficios sociales con la llamada Ley de Servicio Público. Secuestrado el Presidente, el canciller Ricardo Patiño llamó a la movilización popular en defensa del gobierno y UNASUR fue convocada a Buenos Aires para impedir el golpe.
La OEA, con Insulza a la cabeza, no habló de golpe sino de “sublevación policial”.
En el golpe participaron los efectivos policiales y del ejército de Ecuador que Correa no controla pues, según declaraciones de él mismo, estas agencias de la seguridad del Estado se hallan completamente infiltradas y/o influidas por los EE.UU., que es el lugar donde estos cuadros de inteligencia se forman. Además, el golpe contó con la base social proporcionada por la CONAIE (Confederación Nacional de Indígenas del Ecuador) que ya ha participado en el derrocamiento de Abdalá Bucaram, en 1997 y de Jamil Mahuad en 2000. Esta confederación responde políticamente a Lucio Gutiérrez, inveterado golpista al servicio objetivo del Departamento de Estado pues a ambos les interesa frenar la revolución ecuatoriana. También los empresarios, los medios de comunicación y el Poder Judicial, más una clase política vieja y desprestigiada pero influyente en las roscas palaciegas constituyen la amalgama golpista que actuó en Ecuador.
Nuevamente, el problema de fondo que explica estas inestabilidades se confunde con lo que ocurre en otros países con procesos similares: está en juego la redefinición de la distribución de la renta que proporcionan los recursos naturales. Ecuador es el 5º productor de petróleo de América con 530 mil barriles de crudo por día de los cuales el 55 % es del Estado (Petroecuador) y el resto se reparte entre distintas compañías extranjeras.
De lo dicho hasta ahora sobre Ecuador se desprende que quizás sea uno de los países donde el proceso de cambio estructural se halla más comprometido por lo volátil de su base política de sustentación. “Todos los cuadros de inteligencia trabajan para la CIA. Hemos tenido que buscar cuadros alternativos, algo que no se forma de la noche a la mañana”, dijo Correa al diario La Jornada el 25 de octubre pasado.
Otra característica local reside en que el sujeto político que llevó al triunfo de la Revolución Ciudadana es diverso como el propio país. Se trata de un conglomerado policlasista, integrado por masas organizadas del campo y la ciudad, por sectores de clase media desorganizados, por indígenas, campesinos, obreros, trabajadores informales, jubilados, desempleados. Un amplio espectro al que unía la necesidad de reinstitucionalizar un país profundamente golpeado por el modelo neoliberal y la crisis financiera de 1999, desinstitucionalizado por la partidocracia que manejó los hilos del Estado. Un país transformado en uno de los más inequitativos de la región y sin soberanía.
Alianza País es actualmente una coalición social y política que busca consolidarse como frente y movimiento, a semejanza del Frente Amplio de Uruguay o el Partido de los Trabajadores de Brasil.
¿La Libia del continente?
Con Ecuador puede estar ocurriendo lo que Atilio Borón denunció que ocurre con Brasil, esto es, el Departamento de Estado mantiene a Itamaraty ( cancillería brasileña) obnubilada y expectante con la posibilidad de que el país sudamericano ocupe un asiento permanente en el Consejo de Seguridad, mientras que, por detrás de esta maniobra distractiva, van cerrando el círculo de bases militares en torno de la Amazonia. El acuerdo con Francia para que ésta le ceda Cayena a los EE.UU. obtura por completo al país tropical en su frontera norte. Las otras bases que rodean la foresta se hallan en Colombia, Perú y Paraguay.
Del mismo modo -decimos- el imperio parece que siempre está obsesionado por Chávez, a quien demoniza permanentemente y cuyas amenazas de intervención militar para derrocar a la Revolución Bolivariana tienen lugar, incluso, a través de los propios medios de comunicación venezolanos al servicio de los enemigos del país (cadena televisiva Globovisión).
Pero esto podría, muy bien, constituir una nube de humo orientada a disimular el verdadero objetivo: derrocar a Correa. En Venezuela habría guerra, pues una mitad del pueblo apoya sin reservas al gobierno. En Ecuador, como ya ha sido expuesto en esta nota, la base de sustentación del gobierno (el partido Alianza País) luce más débil y heterogénea.
Como objetivo militar, puede aparecer, a los ojos del Pentágono, como más accesible. Y tiene casi tanto petróleo como Venezuela. Desde esta óptica, Ecuador podría ser la Libia de Latinoamérica. Así, podría recurrirse a mecanismos de desestabilización implantados en el país bajo el disfraz de “oposición interna”, cuya potencial base de sustentación, no por minoritaria, deja de ser poderosa (policía, derecha política, empresariado, comunidades indígenas).
WikiLeaks, el Grupo Prisa y la CIA
En todo caso, la ofensiva sobre el país de Eloy Alfaro y de Velazco Ibarra ha recrudecido en los últimos días. La vía ha sido WikiLeaks. Esta herramienta va mostrando cada vez más su carácter injerencista y su naturaleza de fachada de cobertura de la CIA estadounidense para la desestabilización de regímenes a los que EE.UU. considera enemigos, generalmente porque declaran que el petróleo, el gas, el agua y la biodiversidad son patrimonio nacional y están sujetos a la propia soberanía. El nacionalismo con apoyo popular resulta letal para los EE.UU. en la actual circunstancia histórica.
WikiLeaks ha generado otro incidente diplomático. Con la embajadora estadounidense, Heather Hodges, se siguieron los pasos que marca el protocolo en casos similares: de “persona no grata” pasó a ser expulsada del país. La razón: los EE.UU., a través de un cable de WikiLeaks divulgado por el Grupo Prisa (diario El País, de Madrid), difundieron declaraciones de Hodges según las cuales “la corrupción entre los oficiales de la policía nacional ecuatoriana está esparcida y es bien conocida”, y criticó el papel del ahora ex director de la policía ecuatoriana, general Jaime Hurtado.
La cizaña que sembró WikiLeaks incluía la afirmación de la ahora ex embajadora de que el presidente Rafael Correa conocía los hechos de corrupción y, de hecho, era partícipe necesario en ellos.
Con una “prueba” de que Ecuador tiene un Presidente corrupto se comienza a abonar el camino del derrocamiento. Claro que la prueba es WikiLeaks y el Grupo Prisa.
En todo caso, pareciera que el futuro de Ecuador pasa por la eficacia que los cuadros de la revolución muestren para dotarse de una base social popular extendida por todo el país y organizada en un partido único de la revolución. Y con ejército y policía depurados y expurgados de elementos golpistas. Lo que está ocurriendo con este último tema es una incógnita.
por Juan Pablo Castel para "www.nos-comunicamos.com.ar"
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