"La misión mía es la de aglutinar al mayor número posible. Porque la política tiene esa técnica: acumular la mayor cantidad de gente proclive o pensante hacia los objetivos que se persiguen. Todo el que piensa o sienta así debe estar." Lo dijo Juan Domingo Perón, pero lo hicieron y lo lograron todos aquellos que alcanzaron el status de líder del Partido Justicialista. Daniel Scioli está en eso.
Asentado ya como único candidato a presidente del Frente para la Victoria, el gobernador sembró promesas y acuerdos por casi todo el país, y cosechó lo que buscaba: respaldos.
"Scioli puede ser un factor de unidad de todo el peronismo", admitía –cuatro meses atrás– el líder canillita Omar Plaini. El diputado fue uno de los gremialistas que participaron el jueves de la nutrida Mesa Sindical Scioli Presidente, con una particularidad: al igual que Rodolfo Daer (alimentación), Amadeo Genta (municipales porteños), Oscar Mangone (gas) y Miguel Ángel Paniagua (publicitarios), entre otros, pertenece a la CGT Azopardo que responde a Hugo Moyano, enfrentado al gobierno nacional.
Uno de los objetivos del candidato del FPV es lograr la unidad sindical, o al menos que la distancia entre las centrales obreras no sea tan profunda. Otro es terminar de convencer a los votantes del kirchnerismo más duro y todavía reacios a acompañarlo, que ya no son muchos. Uno más es sumar a los gobernadores no alineados al oficialismo, como el rionegrino Alberto Weretilneck o el cordobés Juan Schiaretti. Con los dos ya hubo acercamientos: el primero participó del encuentro minero que encabezó Scioli en San Juan, y que incluyó hasta al neuquino del MPN Jorge Sapag; el segundo admitió su buena relación con el bonaerense y este devolvió la sintonía con un spot en el que se compromete "a trabajar con el gobernador Schiaretti". Hasta el electo intendente de Salta, Gustavo Sáenz, que se postula para vicepresidente de Sergio Massa, admitió que en caso de su fórmula no llegue al balotaje elegiría a Scioli: por peronista.
La tarea no parece fácil, pero tampoco se empezó ahora. Es parte del estilo Scioli: evitar la confrontación, proponer diálogo, sentarse a la mesa de todos, incluso de feroces antikirchneristas, y a todos ofrecerles algo, así sea ese mismo diálogo, porque "el peronismo anhela la unidad nacional y no la lucha", y esa "verdad" peronista, hoy, abraza incluso a una oposición que toma como eje de campaña.
Desde el discurso, el gobernador avanzó con la impronta oficialista, la hizo suya con argumentos de participación y de lealtad (fue vicepresidente de Néstor, dos veces gobernador con Cristina, candidato testimonial junto al ex presidente), y encontró a un compañero de fórmula estratégico, del riñón presidencial, que públicamente se admite "orgulloso" de acompañar al gobernador. Y para conquistar a los que lo miraban de reojo, a los que dudaban de su pertenencia, los sedujo con justicialismo. Los que antes juraban no votar a Scioli, hoy quizá tampoco lo admitan: votan peronismo.
"Yo estoy para llevarlos a todos, buenos y malos. Porque si quiero llevar sólo a los buenos me voy a quedar con muy poquitos." También lo dijo Perón. Pero hoy podría decirlo Scioli.
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