Por Alfredo Zaiat
Relatos
de ciencia ficción desarrollan la existencia de mundos paralelos, sobre
viajes entre dimensiones diferentes con idénticos protagonistas. Esos
universos múltiples abordados por la literatura, el sistema financiero
global los hizo suyo creando otros estadios equivalentes de su negocio,
los cuales tienen vida propia sin supervisión. Existe el sistema formal
de banca comercial desplegado en la superficie, pero también existe la
banca pantalla (shell bank), cuyas características fueron detalladas el
domingo pasado en esta misma columna, y la denominada banca en la sombra
(shadow bank). Si la estructura bancaria conocida es una fuente de
inestabilidad pese a los crecientes controles de las autoridades
oficiales, la expansión de ese mundo financiero paralelo agudiza aún más
sus rasgos perturbadores.
El sistema financiero offshore funciona principalmente a través de
los más importantes bancos internacionales localizados en guaridas
fiscales, que brindan servicios de administración de carteras de
inversión y de diseño de estructuras financieras complejas. Los 50
principales bancos internacionales manejaban en conjunto en 2010, según
investigaciones recientes, alrededor de 12,1 billones de dólares en
activos offshore. Para eludir los controles formales de las autoridades
de los países donde está radicada la casa matriz, los bancos crean otros
bancos en los paraísos fiscales, que a la vez brindan la fachada para
otras firmas donde se mueven los capitales fugados. Son los bancos
pantallas (shell bank).El término banca en la sombra (shadow bank) fue definido por el economista Paul McCulley en un discurso que dio en 2007 en el simposio financiero anual celebrado por el Banco de la Reserva Federal de Kansas City en Jackson Hole, Wyoming. La banca en la sombra está compuesta por todos los agentes financieros que sin ser bancos, ni estar por tanto sometidos a sus controles, compran y venden todo tipo de productos financieros. El Consejo de Estabilidad Financiera, organismo creado en la reunión del G-20 en Seúl, Corea, en 2008, publicó el “Informe de seguimiento de la banca global en la sombra 2013”. Este documento precisa que el mayor sistema de intermediación financiera ajena al mercado bancario tradicional es el de Estados Unidos, que suma activos por 26 billones de dólares. Le sigue la Zona Euro con 22 billones, el Reino Unido con 9 billones y Japón con 4 billones de dólares. Según el FMI, en China representa del 40 al 50 por ciento de su PIB. En total, incluyendo otras plazas, el monto alcanzaría los 71 billones de dólares, casi lo mismo que el Producto Interno Bruto global de 2013 y equivalente a la mitad de todos los activos controlados por el sistema bancario mundial. El informe advierte que “estas cifras son una estimación conservadora del tamaño del sistema bancario global en la sombra”.
La banca en la sombra es la intermediación del crédito por fuera del circuito bancario tradicional. La diferencia entre uno y otro sistema queda expuesta de la siguiente manera:
¿Qué hacen los bancos comerciales?
-Captan depósitos, normalmente a corto plazo y que hasta cierto monto tiene cobertura de seguro oficial, para financiar préstamos a más largo plazo. Están controlados por la banca central.
¿Qué hacen los bancos en la sombra?
-No tienen depositantes tradicionales. Captan recursos del mercado financiero y lo aplican a comprar activos con plazos de vencimiento más largos. No están sujetos a la regulación bancaria. En una eventual crisis no pueden ser rescatados por la banca central, como sí sucede con los bancos comerciales.
Ejemplos de intermediarios no sujetos a regulación son los fondos buitre, fondos de cobertura (hedge funds), fondos de inversión como Pimco o BlackRock, que se dedican a la transacción de derivados financieros, de otros instrumentos que no cotizan en Bolsa y al negocio de los Credit Default Swap, entre otras operaciones.
El crecimiento de esta banca paralela fue el detonador de la crisis financiera de 2008, y esa misma crisis ha derivado en una mayor expansión de su actividad. Este paradójico resultado se explica en que el sistema tradicional, incluyendo la banca de inversión, quedó en el ojo del huracán, y las políticas de auxilio millonarias provocaron una mayor concentración bancaria. Ese dinero del salvataje no fue destinado a financiar el crédito para el sector privado en recesión, sino para salvar bancos y banqueros. La brusca caída del financiamiento a empresas y personas consolidó el estancamiento y recesión, debacle que fue parcialmente compensada con la expansión de la banca en la sombra que pasó a ocupar ese lugar de canal de crédito a la economía real.
Las bancas centrales de Estados Unidos y Europa han estado inyectando recursos para dinamizar el crédito de la banca regulada, pero esas entidades han atesorado esos fondos o invertido en bonos y acciones en lugar de dar préstamos. En esa situación emerge con más fuerza la banca en la sombra al contabilizar un impresionante exceso de liquidez, que había sido provista previamente por las bancas centrales al sistema formal. Esos fondos de inversión sin supervisión han creado divisiones exclusivas para dar créditos sin cumplir los requisitos que se exigen a los bancos comerciales, y al mismo tiempo se dedican a comprar paquetes de control de empresas o deudas en default de compañías o países.
La banca en la sombra actúa del mismo modo que la banca tradicional, pero sin ningún tipo de supervisión pese a operar con todo tipo de instrumentos financieros. Es un enorme sistema que no rinde cuentas a nadie pese a alcanzar en alguno países un tamaño mayor que el de la banca tradicional.
En el artículo “¿Qué es la banca en la sombra?” Laura Kodres, subdirectora del Departamento de Mercados Monetarios y de Capital del Fondo Monetario Internacional, explica que esas entidades registran las siguientes características:
- Falta de divulgación e información acerca del valor de sus activos o a veces incluso cuáles son esos activos.
- Tienen estructuras poco claras de gestión y de propiedad entre los bancos y los bancos en la sombra.
- Escasa vigilancia regulatoria o de supervisión, como la aplicada a los bancos tradicionales.
- Ausencia de capital para absorber pérdidas o de efectivo para los rescates.
- Falta de acceso a un respaldo formal de liquidez para impedir las liquidaciones o ventas forzosas de activos.
Como es costumbre en las últimas décadas de crisis (en los ’90 en América latina, y en la primera década del nuevo siglo en Europa), el FMI manifiesta preocupación por los propios monstruos que ayudó a crear. Alentó la apertura de la cuenta capital y la desregulación financiera global y ahora advierte que el crecimiento de la banca en la sombra es una “maldición” porque pone en riesgo a la economía mundial. Kodres señala que pueden surgir problemas si inversores de esa banca comenzaran a inquietarse por el valor real de los activos a largo plazo y decidieran retirar sus fondos de inmediato. Para pagarles, los bancos en la sombra tendrían que vender activos. Esas ventas forzosas a precios de remate reducirían el valor de los activos, obligando a otras entidades en la sombra (y a algunos bancos) a castigar en sus balances el valor de activos similares para reflejar el menor precio de mercado, creando incertidumbre sobre su solidez. Así se gatilló la crisis en 2008 cuando quebró el histórico banco de inversión Lehman Brothers a partir de la debacle de un banco en la sombra llamado The Reserve Primary Fund. Este le había prestado 785 millones de dólares a Lehman a cambio de documentos a corto plazo, y cuando empezó una corrida contra sus colocaciones por parte de sus clientes preocupados por la salud financiera de la entidad, su caída provocó un efecto dominó. Kodres analiza que si ese hecho hubiera ocurrido fuera del sistema bancario, habría quedado aislado y esas entidades en la sombra habrían cerrado sin contagiar al sistema formal. Pero la banca de superficie quedó atrapada por la banca en la sombra, puesto que algunas de esas entidades eran controladas por bancos comerciales.
En la presentación del informe del Consejo de Estabilidad Financiera del G-20 el presidente de ese comité, Agustín Carstens, advirtió que “mejorar la regulación bancaria no es suficiente para responder a las debilidades del sistema financiero reveladas por la crisis. El sistema de la banca en la sombra sigue transformándose e innovando”. El temor existente en las esferas de las instituciones de supervisión bancaria global es que con una banca paralela aún más grande, un evento inesperado con alguna de sus entidades pueda provocar otra crisis global y de mayor magnitud que la del 2008.
azaiat@pagina12.com.ar
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