Son varios los trabajos, publicados o no, que
sacan los trapitos al sol. No sólo se trata de denunciar lo malo que es
el sistema.
No serán gritos de revolución, pero una serie de ejecutivos
de bancos suizos filtraron informes que ponen al descubierto la trama de
corrupción del gran capital financiero. Trascendió el nombre de Hervé
Falciani, el ex HSBC que se fue con los nombres de 130 mil titulares de
cuentas de la filial suiza de ese poderoso banco. Algo más de 4000 son
argentinos. El affaire Falciani empezó en enero de 2009 cuando dejó
Suiza y llegó a Francia. La justicia helvética pidió la detención del
informático y mandó un exhorto para que la justicia gala remitiera no
sólo a Falciani sino su preciada laptop, donde estaba la información.
Los franceses, en vez de procesar al acusado, lo dejaron libre y
procesaron la preciada información. Mucha de ella, a su vez, fue
remitida a los países de donde proceden los evasores. Por algún motivo,
el trámite también fue lento: a la Argentina, al menos oficialmente, la
lista de los 4040 evasores llegó recién en septiembre de este 2014.
El listado no termina con Falciani. Stéphanie Gibaud era una empleada modelo de la filial francesa de la banca suiza UBS. Había trabajado antes nada menos que en la Embajada de Estados Unidos en París y en la UBS era la responsable de marketing, organizaba torneos de golf y faustuosas recepciones para los clientes VIP. Pero en junio de 2008 entró en la resistencia. Y este 2014 publicó su libro con un sugestivo título: La mujer que sabía demasiado – Los entretelones de la evasión fiscal en Suiza.
Gibaud cuenta que era vigilada por los servicios secretos franceses y que usó una veintena de teléfonos celulares en esos años, ya que sabía que la espiaban. Ella sabía cómo hacían algunos de los franceses más ricos para abrir cuentas en Suiza y burlar el pago de impuestos. Antes del libro de Gibaud, el periodista Antoine Peillon publicó un libro cuyo nombre no es ninguna metáfora.
En 2012 salió Los 600 mil millones (de euros) que faltan en Francia – Una investigación en el corazón de la evasión fiscal. El autor calcula que sólo por la evasión facilitada por UBS, el fisco francés deja de cobrar 85 millones de euros por año. Esto explica por qué Francia no la emprendió ni contra Falciani ni contra Gibaud.
En estos años, la prensa dio cuenta de algunas deserciones de expertos en informática que lograban hackear redes bien cuidadas. El caso más notorio, sin duda es el de Julian Assange, creador de WikiLeaks y destapador de ollas que apuntan al corazón del Pentágono, una de ellas por la valentía del soldado Bradley Manning, quien le dio a Assange datos cruciales sobre los métodos ilegales de guerra llevados a cabo por las tropas estadounidenses en Irak y Afganistán. Assange lleva dos años y medio recluido en la Embajada de Ecuador en Londres mientras que Manning fue condenado por un tribunal militar a 35 años de prisión por brindar información secreta. Lo único que pudo hacer Manning fue cumplir con su deseo de cambiar de sexo y de nombre de pila: ahora es Chelsea. Curioso mundo el de la ampliación de los derechos en la primera potencia mundial, hay libertad sexual pero es preciso silenciar las ejecuciones de misiones militares en el exterior.
Un mundo curioso es de este siglo XXI. Se conocen las redes para la evasión fiscal de las multinacionales de la mano del entonces primer ministro de Luxemburgo, Jean Claude Juncker, cuando Juncker es nombrado nada menos que nuevo jefe de la Comisión Europea. ¿Lo investigó un remanente de la Cuarta Internacional? Para nada, más de un centenar de periodistas del Instituto Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, por las iniciales en inglés) puso en blanco sobre negro, cómo la banca de ese pequeño principado es una autopista de evasión de las grandes multinacionales. ¿Renunció Juncker? Para nada. Por el contrario es el nuevo jefe de la Comisión Europea, una de las tres instituciones que vigilan las finanzas privadas y públicas de 27 naciones del Viejo Continente. Las otra dos son el FMI y el Banco Central Europea.
Desde hace una década por lo menos, académicos, dirigentes gremiales, activistas políticos y periodistas de varios países crearon Tax Justice Network (Red para la Justicia Fiscal), que pone a disposición de los lectores una cantidad de denuncias sobre cómo operan los refugios fiscales en beneficio de grandes empresas, pero también donde se filtran los fondos derivados del narcotráfico, la venta ilegal de armas y la corrupción política. En este 2014, los lectores argentinos tuvieron la posibilidad de acceder a un trabajo monumental al respecto. Se trata de Las islas del tesoro (publicado por el Fondo de Cultura Económica) del inglés nacido en Malawi –un país africano que supo ser protectorado británico– Nicholas Shaxson. El autor no sólo pone de relieve la trama de las islas tropicales donde hay más sociedades anónimas extranjeras que escuelas, sino que también muestra cómo Londres o Delaware tienen leyes que permiten ocultar dinero. No es ciencia ficción: la gran banca no puede perderse un negocio, sea legal o ilegal, y no permite que los negocios los hagan las filiales de la periferia sino que los controla desde los centros mismos de poder. En ese sentido, la gran ficción es la de creer que el poder político es ajeno a esta trampa, y para verificar la abulia de los mandatarios de las naciones centrales, basta ver que las reuniones del G-20 se suceden sin crear siquiera una comisión para poner límites a lo que los propios jefes de Estado deberían perseguir, que es cobrar impuestos para poder seguir proponiéndose como líderes en sus países. Antes bien, prefieren no entorpecer los negocios de las multinacionales.
Como no se trata sólo de denunciar lo malo que es el sistema, viene a cuento otro libro publicado por el Fondo de Cultura Económica. Se trata de El capital del siglo XXI, del francés Thomas Piketty, quien a mediados de enero estará en la Argentina. Tras un trabajo monumental, el autor pone en evidencia que la distribución de la renta es cada más regresiva. En pocas palabras, que una porción creciente de cada nuevo dólar o peso que se produce va para los sectores más ricos. Ya no se trata sólo de formas bizarras como la evasión sino que el conjunto de dispositivos institucionales es funcional a un puñado de poderosos. Piketty, aunque resulte muy educado y formal, puso el dedo en la llaga. Tributa, desde la academia, no sólo a pensar de otra manera sino a actuar para cambiar las cosas. Puso de nuevo en la arena del debate a Carlos Marx, el pensador que aterrorizó a los poderosos desde mediados del siglo XIX hasta principios del XX y que sentó las bases del pensamiento leninista y de otras variantes que tuvieron vigencia hasta hace un cuarto de siglo. La caída del muro de Berlín y el fin del estado soviético dieron un impulso tremendo a los pensadores neoliberales. Pero la crisis de las finanzas de 2008 y 2009 creó un campo propicio para las corrientes de pensamiento que se atreven a cuestionar el fondo del sistema capitalista.
LA ARGENTINA Y SUS SECRETOS
Sobre las cuentas de argentinos, Stéphanie Gibaud, la ex jefa de Marketing del UBS, no agrega mucho pero sugiere que nueve de cada diez de ellas son para evadir impuestos. El caso de la fuga de divisas de la Argentina parece insólito: es preciso que lleguen rumores o denuncias del extranjero en vez de seguir las pistas locales. Un trabajo de Jorge y Alejandro Gaggero y Magdalena Rua publicado en diciembre de 2013 cita las estimaciones del Indec para arrojar una cifra completamente exorbitante: en diciembre de 2012 el organismo oficial de estadísticas cifraba en 205 mil millones los dólares de activos argentinos sacados del circuito oficial.
Pero los investigadores afirman que la metodología del Indec subestima el monto y consideran que la fuga a finales de 2013 era de más del doble: 440 mil millones de dólares, casi el monto del PBI de un año en la Argentina. Este trabajo fue publicado por el CEFID-AR (Centro de Economía y Finanzas para el Desarrollo de la Argentina) y para conocimiento de los lectores está lejos de ser opositor. Por el contrario, está presidido por Cecilia Fernández Bugna, directora del Banco Nación y tiene entre sus miembros a directivos del Banco del BICE y del CREDICOOP.
En la llamada fuga de divisas hubo grandes grietas legales hasta noviembre de 2011, cuando se podían comprar sin limitaciones hasta 2 millones de dólares y hacer con ellos lo que se quisiera, desde girarlos al exterior hasta guardarlos en una caja de seguridad. Pero las restricciones cambiarias establecidas en aquel momento dificultaron esas operaciones. Había, sin embargo, una cantidad de mecanismos de fuga que escaparon al control legal, desde los arbolitos del microcentro hasta los servicios de bancos y financieras para clientes especiales. Recién en estos meses, con la subida espectacular del dólar blue, el Ejecutivo puso una cantidad de agencias a limitar esas operaciones. Allí confluyeron una fiscalía federal especializada en lavado de activos (Procelac), la AFIP, el Banco Central, la Unidad de Investigaciones Financieras y la Policía Federal. Sin duda, este cerco estuvo acompañado de la emisión de títulos públicos atractivos para los inversores y una cantidad de mecanismos que permitieron mejorar el nivel de reservas internacionales de la autoridad monetaria. Lo mínimo que dicen los especialistas en fuga de divisas es que esas medidas llegaron tarde. Pero hay un escenario que, para los no tan especialistas, resulta bastante bizarro. Una parte de los medios publica de modo insistente que el magistrado norteamericano Cam Ferembach le permitió a Jorge Lanata ser parte de lo que se dirime en ese tribunal respecto de las empresas que Lázaro Báez habría usado para lavar dinero de la Argentina.
Cualquiera podrá preguntarse qué tienen en común Báez, Lanata y Ferembach. La historia arranca en el juzgado de Thomas Griesa, porque Paul Singer quiere embargar esos fondos en caso de demostrarse tal lavado de dinero. El argumento es pesado: según el titular del fondo NML Capital, que ganó el juicio del siglo a la Argentina, ese dinero provendría de fondos públicos y, en consecuencia, podría incautarlos para cobrar parte del fallo. Como Lanata fue uno de los primeros en enterarse de esa supuesta trama ilegal, ahora tendría una primicia. Quienes denuncian desde distintos medios este escándalo, no reclaman que, en caso de ser un dinero lavado originado en la corrupción política, vuelva a las arcas públicas de la Argentina. Cabe consignar que la justicia argentina tiene abierta también una investigación sobre maniobras oscuras de las empresas de Lázaro Báez. Tras tener la causa con poco movimiento, el juez federal Sebastián Casanello envió exhortos a la justicia norteamericana para avanzar en esa dirección. No parece que lo central del tema sea quién tenga la primicia del dinero sucio. El tema inquieta en las altas esferas del gobierno porque Báez administró Hotesur, la firma para la cual Néstor Kirchner había comprado un día los 2 millones de dólares por febrero de 2010 que lo llevaron a dar explicaciones públicas. De cualquier modo, y sin el propósito de relativizar esta denuncia, las vías para sacar y entrar dinero de origen dudoso están abiertas por múltiples caminos. Incluso con la apertura a blanqueo de capitales que los empresarios ni siquiera consideraron atractiva.
Como parte de poner trapitos al sol de otros sectores, la AFIP anunció hace poco que pondrá la lupa sobre Techint, una multinacional nacida en la Argentina que tiene sede en Luxemburgo. Es difícil que Paolo Rocca pueda dar explicaciones de por qué allí, donde no tiene siquiera una planta industrial. Es obvio que sus asesores legales le darán argumentos para eludir las acusaciones de evasión fiscal. En cualquier caso, y antes de sacar conclusiones sin fundamento, lo que haría falta es que el Estado ponga en marcha mecanismos transparentes para que la lupa se ponga sobre todos por igual. En ese sentido, deberían aprender de los banqueros, que buscan el dinero sin reparar su origen. En todo caso, los financistas saben que el manejo de dinero ilegal les deja más ganancias que el de origen legal.
Publicado en:
http://www.infonews.com/2014/12/16/politica-177268-demasiadas-cuentas-secretas.php
El listado no termina con Falciani. Stéphanie Gibaud era una empleada modelo de la filial francesa de la banca suiza UBS. Había trabajado antes nada menos que en la Embajada de Estados Unidos en París y en la UBS era la responsable de marketing, organizaba torneos de golf y faustuosas recepciones para los clientes VIP. Pero en junio de 2008 entró en la resistencia. Y este 2014 publicó su libro con un sugestivo título: La mujer que sabía demasiado – Los entretelones de la evasión fiscal en Suiza.
Gibaud cuenta que era vigilada por los servicios secretos franceses y que usó una veintena de teléfonos celulares en esos años, ya que sabía que la espiaban. Ella sabía cómo hacían algunos de los franceses más ricos para abrir cuentas en Suiza y burlar el pago de impuestos. Antes del libro de Gibaud, el periodista Antoine Peillon publicó un libro cuyo nombre no es ninguna metáfora.
En 2012 salió Los 600 mil millones (de euros) que faltan en Francia – Una investigación en el corazón de la evasión fiscal. El autor calcula que sólo por la evasión facilitada por UBS, el fisco francés deja de cobrar 85 millones de euros por año. Esto explica por qué Francia no la emprendió ni contra Falciani ni contra Gibaud.
En estos años, la prensa dio cuenta de algunas deserciones de expertos en informática que lograban hackear redes bien cuidadas. El caso más notorio, sin duda es el de Julian Assange, creador de WikiLeaks y destapador de ollas que apuntan al corazón del Pentágono, una de ellas por la valentía del soldado Bradley Manning, quien le dio a Assange datos cruciales sobre los métodos ilegales de guerra llevados a cabo por las tropas estadounidenses en Irak y Afganistán. Assange lleva dos años y medio recluido en la Embajada de Ecuador en Londres mientras que Manning fue condenado por un tribunal militar a 35 años de prisión por brindar información secreta. Lo único que pudo hacer Manning fue cumplir con su deseo de cambiar de sexo y de nombre de pila: ahora es Chelsea. Curioso mundo el de la ampliación de los derechos en la primera potencia mundial, hay libertad sexual pero es preciso silenciar las ejecuciones de misiones militares en el exterior.
Un mundo curioso es de este siglo XXI. Se conocen las redes para la evasión fiscal de las multinacionales de la mano del entonces primer ministro de Luxemburgo, Jean Claude Juncker, cuando Juncker es nombrado nada menos que nuevo jefe de la Comisión Europea. ¿Lo investigó un remanente de la Cuarta Internacional? Para nada, más de un centenar de periodistas del Instituto Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, por las iniciales en inglés) puso en blanco sobre negro, cómo la banca de ese pequeño principado es una autopista de evasión de las grandes multinacionales. ¿Renunció Juncker? Para nada. Por el contrario es el nuevo jefe de la Comisión Europea, una de las tres instituciones que vigilan las finanzas privadas y públicas de 27 naciones del Viejo Continente. Las otra dos son el FMI y el Banco Central Europea.
Desde hace una década por lo menos, académicos, dirigentes gremiales, activistas políticos y periodistas de varios países crearon Tax Justice Network (Red para la Justicia Fiscal), que pone a disposición de los lectores una cantidad de denuncias sobre cómo operan los refugios fiscales en beneficio de grandes empresas, pero también donde se filtran los fondos derivados del narcotráfico, la venta ilegal de armas y la corrupción política. En este 2014, los lectores argentinos tuvieron la posibilidad de acceder a un trabajo monumental al respecto. Se trata de Las islas del tesoro (publicado por el Fondo de Cultura Económica) del inglés nacido en Malawi –un país africano que supo ser protectorado británico– Nicholas Shaxson. El autor no sólo pone de relieve la trama de las islas tropicales donde hay más sociedades anónimas extranjeras que escuelas, sino que también muestra cómo Londres o Delaware tienen leyes que permiten ocultar dinero. No es ciencia ficción: la gran banca no puede perderse un negocio, sea legal o ilegal, y no permite que los negocios los hagan las filiales de la periferia sino que los controla desde los centros mismos de poder. En ese sentido, la gran ficción es la de creer que el poder político es ajeno a esta trampa, y para verificar la abulia de los mandatarios de las naciones centrales, basta ver que las reuniones del G-20 se suceden sin crear siquiera una comisión para poner límites a lo que los propios jefes de Estado deberían perseguir, que es cobrar impuestos para poder seguir proponiéndose como líderes en sus países. Antes bien, prefieren no entorpecer los negocios de las multinacionales.
Como no se trata sólo de denunciar lo malo que es el sistema, viene a cuento otro libro publicado por el Fondo de Cultura Económica. Se trata de El capital del siglo XXI, del francés Thomas Piketty, quien a mediados de enero estará en la Argentina. Tras un trabajo monumental, el autor pone en evidencia que la distribución de la renta es cada más regresiva. En pocas palabras, que una porción creciente de cada nuevo dólar o peso que se produce va para los sectores más ricos. Ya no se trata sólo de formas bizarras como la evasión sino que el conjunto de dispositivos institucionales es funcional a un puñado de poderosos. Piketty, aunque resulte muy educado y formal, puso el dedo en la llaga. Tributa, desde la academia, no sólo a pensar de otra manera sino a actuar para cambiar las cosas. Puso de nuevo en la arena del debate a Carlos Marx, el pensador que aterrorizó a los poderosos desde mediados del siglo XIX hasta principios del XX y que sentó las bases del pensamiento leninista y de otras variantes que tuvieron vigencia hasta hace un cuarto de siglo. La caída del muro de Berlín y el fin del estado soviético dieron un impulso tremendo a los pensadores neoliberales. Pero la crisis de las finanzas de 2008 y 2009 creó un campo propicio para las corrientes de pensamiento que se atreven a cuestionar el fondo del sistema capitalista.
LA ARGENTINA Y SUS SECRETOS
Sobre las cuentas de argentinos, Stéphanie Gibaud, la ex jefa de Marketing del UBS, no agrega mucho pero sugiere que nueve de cada diez de ellas son para evadir impuestos. El caso de la fuga de divisas de la Argentina parece insólito: es preciso que lleguen rumores o denuncias del extranjero en vez de seguir las pistas locales. Un trabajo de Jorge y Alejandro Gaggero y Magdalena Rua publicado en diciembre de 2013 cita las estimaciones del Indec para arrojar una cifra completamente exorbitante: en diciembre de 2012 el organismo oficial de estadísticas cifraba en 205 mil millones los dólares de activos argentinos sacados del circuito oficial.
Pero los investigadores afirman que la metodología del Indec subestima el monto y consideran que la fuga a finales de 2013 era de más del doble: 440 mil millones de dólares, casi el monto del PBI de un año en la Argentina. Este trabajo fue publicado por el CEFID-AR (Centro de Economía y Finanzas para el Desarrollo de la Argentina) y para conocimiento de los lectores está lejos de ser opositor. Por el contrario, está presidido por Cecilia Fernández Bugna, directora del Banco Nación y tiene entre sus miembros a directivos del Banco del BICE y del CREDICOOP.
En la llamada fuga de divisas hubo grandes grietas legales hasta noviembre de 2011, cuando se podían comprar sin limitaciones hasta 2 millones de dólares y hacer con ellos lo que se quisiera, desde girarlos al exterior hasta guardarlos en una caja de seguridad. Pero las restricciones cambiarias establecidas en aquel momento dificultaron esas operaciones. Había, sin embargo, una cantidad de mecanismos de fuga que escaparon al control legal, desde los arbolitos del microcentro hasta los servicios de bancos y financieras para clientes especiales. Recién en estos meses, con la subida espectacular del dólar blue, el Ejecutivo puso una cantidad de agencias a limitar esas operaciones. Allí confluyeron una fiscalía federal especializada en lavado de activos (Procelac), la AFIP, el Banco Central, la Unidad de Investigaciones Financieras y la Policía Federal. Sin duda, este cerco estuvo acompañado de la emisión de títulos públicos atractivos para los inversores y una cantidad de mecanismos que permitieron mejorar el nivel de reservas internacionales de la autoridad monetaria. Lo mínimo que dicen los especialistas en fuga de divisas es que esas medidas llegaron tarde. Pero hay un escenario que, para los no tan especialistas, resulta bastante bizarro. Una parte de los medios publica de modo insistente que el magistrado norteamericano Cam Ferembach le permitió a Jorge Lanata ser parte de lo que se dirime en ese tribunal respecto de las empresas que Lázaro Báez habría usado para lavar dinero de la Argentina.
Cualquiera podrá preguntarse qué tienen en común Báez, Lanata y Ferembach. La historia arranca en el juzgado de Thomas Griesa, porque Paul Singer quiere embargar esos fondos en caso de demostrarse tal lavado de dinero. El argumento es pesado: según el titular del fondo NML Capital, que ganó el juicio del siglo a la Argentina, ese dinero provendría de fondos públicos y, en consecuencia, podría incautarlos para cobrar parte del fallo. Como Lanata fue uno de los primeros en enterarse de esa supuesta trama ilegal, ahora tendría una primicia. Quienes denuncian desde distintos medios este escándalo, no reclaman que, en caso de ser un dinero lavado originado en la corrupción política, vuelva a las arcas públicas de la Argentina. Cabe consignar que la justicia argentina tiene abierta también una investigación sobre maniobras oscuras de las empresas de Lázaro Báez. Tras tener la causa con poco movimiento, el juez federal Sebastián Casanello envió exhortos a la justicia norteamericana para avanzar en esa dirección. No parece que lo central del tema sea quién tenga la primicia del dinero sucio. El tema inquieta en las altas esferas del gobierno porque Báez administró Hotesur, la firma para la cual Néstor Kirchner había comprado un día los 2 millones de dólares por febrero de 2010 que lo llevaron a dar explicaciones públicas. De cualquier modo, y sin el propósito de relativizar esta denuncia, las vías para sacar y entrar dinero de origen dudoso están abiertas por múltiples caminos. Incluso con la apertura a blanqueo de capitales que los empresarios ni siquiera consideraron atractiva.
Como parte de poner trapitos al sol de otros sectores, la AFIP anunció hace poco que pondrá la lupa sobre Techint, una multinacional nacida en la Argentina que tiene sede en Luxemburgo. Es difícil que Paolo Rocca pueda dar explicaciones de por qué allí, donde no tiene siquiera una planta industrial. Es obvio que sus asesores legales le darán argumentos para eludir las acusaciones de evasión fiscal. En cualquier caso, y antes de sacar conclusiones sin fundamento, lo que haría falta es que el Estado ponga en marcha mecanismos transparentes para que la lupa se ponga sobre todos por igual. En ese sentido, deberían aprender de los banqueros, que buscan el dinero sin reparar su origen. En todo caso, los financistas saben que el manejo de dinero ilegal les deja más ganancias que el de origen legal.
Publicado en:
http://www.infonews.com/2014/12/16/politica-177268-demasiadas-cuentas-secretas.php
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