ECUADOR NO FUE HONDURAS, por León Pomer (para "Señales Populares" de octubre de 2010)

La democracia continúa frágil. No la aceptan, no pueden aceptarla los intereses que se erizan frente a las medidas desmonopolizadoras, que consideran un oprobio una mejor distribución de renta, que denuncian espantados la intervención reguladora de gobiernos sospechosamente inclinados (¿neo bolcheviques embozados?) a legislar para las grandes mayorías y la solidaridad continental. Lo ocurrido en Ecuador es la muestra local de una formidable contradicción que no reconoce fronteras nacionales: está presente en todos los países del continente que alguna vez fue colonia hispano-lusa, semicolonia británica y patio trasero de los Estados Unidos. Y hoy quiere decidir por sí mismo su presente y su futuro. Y no me olvido del Caribe. Lo que sobran son oligarquías; también los ecuatorianos tienen la suya, radicada en lo fundamental en el puerto de Guayaquil, allí donde Bolívar y San Martín tuvieron la célebre entrevista. Una oligarquía que se hizo asesorar con Domingo Cavallo para hacer del dólar la moneda nacional y enterrar la soberanía monetaria.

En un principio la rebelión policial fue anunciada como una reivindicación económica, digamos que con no muy buenos modales: intentaron quemarle la cara al presidente Correa e impedirle respirar, haciéndole estallar una bomba de gas lacrimógeno a diez centímetros del rostro; después lo secuestraron en el hospital policial. Es probable que ésos canas, que confesaron no haber leído la ley que repudiaban, no hayan sido otra cosa que perejiles. En esto, la historia siempre insiste en repetirse. Pero alguien les contó un novelón perverso, o lo leyeron. También Ecuador tiene sus intrigantes, su prensa maldita y su televisión mentirosa. El canciller argentino, cuando calificó de golpe de estado los sucesos ecuatorianos, agregó: participaron intereses económicos. Agregamos: una fracción de la aviación de guerra copó el aeropuerto de Quito y comandos civiles (para usar una denominación que no nos es ajena) intentaron tomar por asalto el gobierno municipal de Cotopaxi. Respondían a Lucio Gutierrez, anterior presidente, que no logró terminar un mandato que había conquistado por izquierda para después gobernar por derecha.

En Ecuador los grandes grupos económicos han contraído la costumbre de poner y sacar presidentes a su voluntad: en 10 años hubo 13. Como no lo tragan a Correa pretendieron voltearlo. Este economista de 47 años, a quien en el duro trance le sobró coraje, está intentando hacer de su patria un país vivible para su pueblo. Sin duda un pecado capital. Y es más: preside (temporariamente) la Unión de Naciones Americanas, que una vez más (y es la tercera si mi cálculo no me falla) mostró que algo enormemente nuevo está aconteciendo en la América del Sur, interviniendo con inusual rapidez para frenar el golpe y mostrar su solidaridad con un presidente que ganó cinco elecciones en buena ley. No se puede pasar por alto el papel de Cristina Kirchner, que apenas supo lo que estaba pasando, a las cuatro de la tarde, llamó por teléfono a sus colegas de Sudamérica y a las diez de la noche estos estaban llegando. Incluyendo gobernantes insospechables de ser furiosos izquierdistas. Aquí estuvieron Santos, García y Piñera, repudiando enfáticamente el golpe. Pero si hasta doña Hillary tuvo que hacerlo. Aun cabe averiguar si la USAID u otros muchachos que le son afines, no metieron la cuchara. El desalojo de las fuerzas norteamericanas de la base de Manta, sobre el Pacífico ecuatoriano, fue un acto de afirmación soberana que realizó Correa. Los yanquis no están acostumbrando a estos desaires.

Como corolario: la reacción intentó y seguirá intentando volver con todo allí donde aparezca un gobierno nacional y popular. La respuesta sólo pueden darla masas esclarecidas en permanente alerta. Y por supuesto: la solidaridad viva y activa de los pueblos y los gobiernos. Solos y aislados, nos devoran.

por León Pomer para "Señales Populares".

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