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domingo, 3 de agosto de 2014

El exitismo, fase superior del cretinismo, por Juan Chaneton (para "Nos Comunicamos" del 11-7-14)









Por Juan Chaneton
(11/7/14)

Con ambos pies bien asentados en la “libertad de expresión”, tan cara esta libertad  al programa ideológico que se irradia desde Washington para consumo de la “opinión pública” (democracia, derechos humanos, libre mercado, división de poderes), hemos vertido juicio, oportunamente (v. nos-comunicamos, nota “Los miedos y los persas”), sobre la pobre performance que el seleccionado argentino tuvo ante  el modesto Irán en la ronda que clasificaba a octavos.

Lo acontecido desde allí en adelante (partidos con Nigeria, Suiza, Bélgica y Holanda) nos obliga a ejercer el rol del opinólogo una vez más… y no jodemos más…

En aquella nota se decían muchas cosas pero, básicamente, se decía una: el director técnico argentino no tiene estrategia ni táctica, no sabe a qué juega, dispone que el equipo se plante de una manera en un partido y de otra en otro, está indeciso sobre un punto crucial: defender o atacar. A esta grave fisura en un equipo que está metido entre los mejores del mundo y con aspiraciones de ser el mejor de todos, se refirió Messi cuando dijo, al día siguiente de jugar mal con Bosnia, lo siguiente: “Somos Argentina, no hay que fijarnos quién está enfrente. En un partido, se puede cambiar, manejar otro tipo de sistemas, pero personalmente opino que debemos ser protagonistas…”.

Nuestra selección, siguiendo indicaciones de su técnico, entró a jugar ese partido con un esquema de 5-3-2 y en el segundo tiempo Messi impuso su criterio: 4-3-3.  Se ganó apenas y mal, pero pudo ser peor, ya que es grave que un técnico no tenga idea de cómo jugarle a Bosnia.

Hasta el partido con Holanda, la selección argentina no había jugado con nadie que exhibiera peso específico, estatura estratégica, tradición futbolística y sitiales privilegiados en el podio de los campeones. Y, frente a esas módicas formaciones, Argentina jugó mal. Ganó, pero jugó mal, que no es lo mismo que decir que jugó mal pero ganó. Y así como Johann Cruyff puede decir que a un mundial no se va a enseñar sino a ganar (se refería a las causas por las que la Naranja perdió con Alemania en el ’74), así también nosotros podemos decir que, en un mundial, para ganar, hay que jugar bien o, por lo menos, hay que saber a qué queremos jugar. Y esto es así porque no estamos hablando de cualquier equipo. Estamos hablando de la Argentina.

Lo acontecido anteayer, miércoles 9 de julio, en el Arena Corinthians (esto de “arena” no es casual, ahora todo es arena, en fútbol, en tenis, en hochey, en rugby, en badminton y en bochas) obliga a rectificar un juicio ciertamente duro vertido en la nota aludida en el primer párrafo de la presente. Por la presente, me dirijo a Ud./s, lectores de nos-comunicamos, a fin de poner en su conocimiento lo siguiente: erré cuando, después de examinar el “currículum” de Sabella desde Estudiantes en adelante, supuse que sus conocimientos de fútbol eran inferiores a los que supo exhibir como jugador. La nueva verdad es otra: Sabella “siente”, en lo más recóndito de sus emociones y en su palpitante corazón, el planteo defensivo a ultranza y no sabe, no quiere o no puede jugar a la ofensiva.

El aserto anterior se halla lejos de ser una crítica. Ni por asomo es la crítica de un hincha o de un opinólogo, calidades, ambas, que ostenta con módico orgullo el autor de esta nota. Sabella es un experto catador de los planteos conservadores en el juego. Iba media hora del partido con Holanda y estuve a punto de llamar por teléfono a un amigo para preguntarle qué le había pasado a Robben, si se había lesionado y no había podido jugar. En eso estaba cuando divisé la ya famosa pelada un poco más allá, en un montón de naranjas y era una naranja más en el cajón del verdulero. No lo podía creer. No era que no jugaba; era  que Sabella lo había anulado recurriendo a un inmenso Martín Demichellis, a quien también le caben los honores, por cierto. Sabella dispuso que Martín Demichellis lo marcara al peligrosísimo punta de Holanda, pero no dejó de prescribir que Mascherano anduviera por ahí cerca por si se le escapaba al ex River. Por obra de Sabella, Holanda no pudo jugar; y por obra de Van Gaal, Argentina no tuvo a Messi ni pudo, tampoco, jugar bien.

El exitismo es una forma del oportunismo; es la fase superior del cretinismo que curten casi todos los periodistas deportivos que ayer criticaban duro a Sabella y hoy, anegados en lágrimas de emoción, llegan a hasta encontrar virtudes lacanianas en el técnico. Se dicen estupideces con generosa prodigalidad. Grave defecto en quienes hace veinte o treinta años que vienen fungiendo de “periodistas deportivos”. Nunca seremos elitistas, aunque nos equivoquemos, como equivocamos el juicio sobre Sabella según lo recién dicho. El exitismo es la ideología de los yuppies. Para el exitismo todo tiene precio. También es una forma de la cobardía, porque plegarse a la emoción colectiva sólo por temor a contradecirla expone ante nosotros no otra cosa que miseria moral.

Argentina, jugando mal, llegó a la final. Y ojalá se venga con la Copa, con nuestra Copa, aunque sea jugando mal. Pero hay vida después del mundial. Habrá otro mundial en 2018. Y Sabella sigue sin ser el técnico ideal para dirigir a jugadores que han sido enseñados para tener entre ceja y ceja al arco contrario. Argentina tiene que jugar con Bielsa, con el Tata Martino, con Pekerman o con Simeone: Tiene que jugar con el Kun, con Di María, con Higuaín, con Messi… y con Carlos Tévez, de quién sólo cabe decir lo que ya sabíamos que íbamos a decir: ¡Qué falta que le hace a este equipo…! Y qué medianía técnica y moral han exhibido aquellos que no lo convocaron por razones estrictamente extrafutbolísticas. Tévez podrá ser un rebelde, pero la rebeldía es la forma inculta de la imaginación; de esa imaginación que no tienen los que sí saben como revender entradas para robar un poco más.

Y para terminar: a “Chiquito” Romero lo descubrió Maradona. Maradona siempre confió en él. Al final, otros tuvieron que venir a hacer lo que prescribía Maradona: confiar en Romero. Maradona no sólo es más grande que Pelé. Maradona anima De Zurda, el mejor programa de fútbol que este escriba ha visto a lo largo de su ya cansada vida. En De Zurda, Maradona y Víctor Hugo Morales  saben que al fútbol nada le es ajeno. Sobre todo, no le es ajeno el niño  en edad de jugar al fútbol que no puede hacerlo porque es parte de las migraciones infantiles de miles y miles de hermosos querubines que, sin madre, sin padre, sin hermanos, sin familia (¿se puede estar más solo en el mundo?) deben cruzar la frontera para averiguar si es cierto que la vida es otra cosa que el infierno. Obama los expulsa y lleva la muerte a todo el mundo. Lleva la guerra. Siempre contra los débiles y los pobres. La FIFA es una asociación ilícita que trabaja en esa línea: acaba de anunciar que expulsará a Nigeria del fútbol porque en Nigeria el Estado interviene en el fútbol. Claro… , con un Estado atento el padrino de la AFA y de la FIFA no podría hacer lo que hace: negocios.

El marco para estos tráficos es pura estética burguesa: se cambiaron los nombres y el gladiador romano es, ahora, jugador; el estadio es el circo y la arena donde las fieras comían también ha mutado sus formas: es aditamento agregado al nombre para evocar aquella sangre, aquel poder imperial, aquella injusticia, aquel oro y aquel lujo, aquella alienada ebriedad.

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FE DE ERRATAS:

Esta nota fue recibida por "Mirando hacia adentro" el 12 de julio... La demora en publicarla obedece exclusivamente a un error del editor, que es quien escribe estas líneas... Perdón...





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