Definiciones despectivas sobre la democracia. Un "Brujo" que salta de vereda. El amigo de los nazis. El desalojo en la villa de Lugano.
En un célebre gorilema también publicado en el desaparecido semanario Somos, José Luis García Venturini acuñó el término kakistocracia: el gobierno de los peores. Huelga decirlo, era una referencia explícita a los gobiernos peronistas, aunque no solo. La presuposición era y sigue siendo: cómo va a ser bueno si es popular. La mayoría no marcharía, desde esta lectura hiperconservadora, de la mano de la calidad.
El gobierno de los mejores (según Aristóteles, la aristocracia), no podía ser otra cosa para García Venturini que la dictadura burguesa terrorista de 1976. Dado que las FF. AA. sustituirían a nuestra paupérrima aristocracia nativa, su gobierno nos salvaría de la demagogia populista. El orden pondría fin al desorden, y el "festín de los corruptos" abriría paso a la espartana escrupulosidad militar. Desde esa perspectiva, la compacta mayoría acompañó a Videla, Massera y Agosti hasta que el orden del campo de concentración y el botín de guerra chocó con Malvinas; recién entonces, otra perspectiva se abrió paso muy lentamente.
Nadie tenía cómo saber, a fines de la década del 70, que la degradación de la política sería la regla. Regla que los 90, tras la caída del Muro de Berlín, transformaron en norma universal de cumplimiento obligatorio. Es posible encabalgar la bancocracia planetaria con mamarrachos políticos de los más diversos orígenes. Conservadores y socialistas, sindicalistas y empresarios, todos terminaron aceptando, garantizando la "impotencia de la política". Algo los caracteriza además de su manifiesta incapacidad personal, el sometimiento irrestricto al poder; reconocemos que sus defensores están absolutamente persuadidos de la inutilidad de enfrentar los bancos y cualquier otro poder que funcione, concluyendo por tanto que se trata de obedecerlos sin rechistar. Cualquier observador encuentra en el escenario nacional e internacional miríadas de representantes de esta tendencia en perpetua expansión.
LA VERSIÓN LOCAL. La lógica de los intendentes gobierna la política nacional. Los partidos políticos hace tiempo que no existen, fueron arrasados por la crisis del 2001. Las autoridades, que se renuevan en congresos donde se cuentan porotos sin estrategia, sirven para la foto. La política se ha vuelto una actividad creciente y exclusivamente mediática. En los diarios y en la televisión se dan a conocer alianzas y defecciones. Con cada nueva elección nacional se abre la lista de pases. Todo está permitido. El único principio es la sobrevivencia en el cargo. Casi no hay intendente que no haya sido K, anti K o todo lo contrario. Y por cierto algunos intendentes son más significativos que varios gobernadores.
Aun así, basta que un gobernador cambie de monta para alcanzar la acariciada esperanza comunicacional: la tapa de los diarios. El gobernador de Río Negro ya obtuvo ese esquivo galardón. Pasó del Frente para la Victoria a las huestes de Sergio Massa. Vale la pena observar su "carrera política" –de algún modo hay que llamarla– para entender. Como al fallecido José López Rega, le dicen el Brujo. No se trata de la magia de sus armados políticos, sino de su "oficio" anterior. Alberto Weretilneck arribó a la política tirando las cartas. Gracias al tarot se relacionó con políticos locales, y su aptitud para escrutar terrenos inciertos, sumados al azar, ayudaron a su acercamiento a la pole position. El fallecimiento de su garante, Julio Salto, un conocido intendente de Cipolletti, facilitó la llegada… a intendente. Y desde ahí negoció la inclusión en la fórmula de la victoria. Durante 28 años el radicalismo manejó la provincia, hasta que la gestión K permitió un cambio en la tendencia electoral. Weretilneck conservó la necesaria ambigüedad. Recién cuando las encuestas hablaron claro y Carlos Soria por apoyo del gobierno nacional se transformó en predilecto, el Brujo cambió de monta; dejó de lado a sus viejos socios de la UCR, y su amistad personal con el candidato boina blanca quedó para los asados. Y otra vez el azar impulsó el nuevo salto. El asesinato de Soria a manos de su mujer, brutalmente golpeada en diversas oportunidades por el gobernador, lo ubicó en el privilegiado podio del poder real.
Claro que con Soria no funcionó ningún azar. De la larga lista de impresentables en política Soria, por mérito propio, integra el pelotón de los conspicuos. Amigo de Erich Priebke, director de la escuela alemana del pueblo. Escuela donde se festejaba el natalicio de Adolph Hitler, y donde se sospecha que Josef Menguele fue hospedado en varias oportunidades. A nadie molestaba que Priebke, criminal de guerra nazi, acusado por el asesinato de 335 personas en las Fosas Ardeatinas, desarrollara su labor "educativa". La Cámara de Apelaciones de General Roca, conviene recordarlo, negó la extradición del ex capitán de las SS por considerar prescriptos aquellos crímenes. La Corte Suprema revocó ese fallo y consignó que ningún plazo impide juzgar delitos de lesa humanidad. Priebke fue extraditado a Italia, donde recibió una condena a prisión perpetua.
Por si esto no alcanzara, Soria fue el secretario de Inteligencia del gobierno de Eduardo Duhalde. Alberto Santillán, padre del asesinado Darío, lo considera responsable intelectual de la masacre del Puente Pueyrredón. Eso no impidió que el gobierno K lo respaldara políticamente, cosa que en su momento Horacio Verbitsky caracterizara con impiadosa exactitud.
Esta ley de selección de cuadros, que desestima los argumentos "morales" y borra las diferencias políticas, termina impidiendo cualquier construcción estable. Construcción que se repite con otros trashumantes, como el ex intendente de Lomas de Zamora, entre muchísimos otros. Y lo que es mucho más grave, construye un modelo de "lealtad" no menos peligroso, por acrítico. Basta observar el tratamiento del proyecto de ley contra los piquetes para comprender a qué me refiero. La diputada Diana Conti preside la estratégica comisión de Asuntos Constitucionales. En su seno se discutió el proyecto oficialista. Bastó que el diputado Nicolás del Caño, Frente de Izquierda, preguntara sobre quién decidirá si una manifestación es o no pacífica, para que Conti tras una retahíla de exabruptos le cortara el micrófono. Este comportamiento (que remite a la incapacidad de contestar un argumento con otro, al tiempo que transforma una supuesta abanderada de los Derechos Humanos –Conti fue abogada del CELS en altri tempi– en barrabrava verbal), no solo es patético, además resulta inútil. Sergio Berni, secretario de Seguridad, en presencia de Conti ridiculizó el proyecto, haciendo saber que ningún corte es pacífico. Dicho de otro modo, que la ley no hace falta.
PARA MUESTRA: VILLA LUGANO. Cerca de cien policías entre federales, gendarmes y de la Metropolitana realizaron en horas de la madrugada y la mañana del sábado 23 un operativo conjunto con el objetivo de desalojar a los ocupantes del predio conocido como villa Papa Francisco, en el barrio porteño de Villa Lugano. En medio del brutal operativo, diputados nacionales y legisladores porteños que allí se encontraban fueron agredidos por la Policía Metropolitana. El legislador José Cruz Campagnoli y el diputado nacional Horacio Pietragalla fueron golpeados, mientras el legislador Pablo Ferreyra recibió tres balazos de goma, dos en el abdomen y uno en la ingle. Este desalojo, en el marco de la habitual desidia del gobierno de la Ciudad, que no lleva adelante el plan de viviendas pactado, y a quien poco le importa dónde irá a vivir la gente expulsada, evidencia en la brutalidad de su proceder no solo lo que el PRO opina de los derechos sociales, sino lo que toda una sociedad está dispuesta a tolerar sin demasiado alboroto (cabe marcar que la noticia del comportamiento represivo fue silenciada prolijamente por los grandes medios nacionales). La progresiva borradura de cualquier límite legal o moral a los atropellos de la violencia política que expone el conflicto de Villa Lugano pone en carne viva la disputa entre Conti–De Caño: ¿quién decide que una protesta es pacífica/legítima? Y reactualiza la respuesta soberana de Berni: realmente no importa. Y cuando no importa la policía manda.
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http://www.infonews.com/2014/08/25/politica-158968-el-poder-de-los-impresentables.php
En un célebre gorilema también publicado en el desaparecido semanario Somos, José Luis García Venturini acuñó el término kakistocracia: el gobierno de los peores. Huelga decirlo, era una referencia explícita a los gobiernos peronistas, aunque no solo. La presuposición era y sigue siendo: cómo va a ser bueno si es popular. La mayoría no marcharía, desde esta lectura hiperconservadora, de la mano de la calidad.
El gobierno de los mejores (según Aristóteles, la aristocracia), no podía ser otra cosa para García Venturini que la dictadura burguesa terrorista de 1976. Dado que las FF. AA. sustituirían a nuestra paupérrima aristocracia nativa, su gobierno nos salvaría de la demagogia populista. El orden pondría fin al desorden, y el "festín de los corruptos" abriría paso a la espartana escrupulosidad militar. Desde esa perspectiva, la compacta mayoría acompañó a Videla, Massera y Agosti hasta que el orden del campo de concentración y el botín de guerra chocó con Malvinas; recién entonces, otra perspectiva se abrió paso muy lentamente.
Nadie tenía cómo saber, a fines de la década del 70, que la degradación de la política sería la regla. Regla que los 90, tras la caída del Muro de Berlín, transformaron en norma universal de cumplimiento obligatorio. Es posible encabalgar la bancocracia planetaria con mamarrachos políticos de los más diversos orígenes. Conservadores y socialistas, sindicalistas y empresarios, todos terminaron aceptando, garantizando la "impotencia de la política". Algo los caracteriza además de su manifiesta incapacidad personal, el sometimiento irrestricto al poder; reconocemos que sus defensores están absolutamente persuadidos de la inutilidad de enfrentar los bancos y cualquier otro poder que funcione, concluyendo por tanto que se trata de obedecerlos sin rechistar. Cualquier observador encuentra en el escenario nacional e internacional miríadas de representantes de esta tendencia en perpetua expansión.
LA VERSIÓN LOCAL. La lógica de los intendentes gobierna la política nacional. Los partidos políticos hace tiempo que no existen, fueron arrasados por la crisis del 2001. Las autoridades, que se renuevan en congresos donde se cuentan porotos sin estrategia, sirven para la foto. La política se ha vuelto una actividad creciente y exclusivamente mediática. En los diarios y en la televisión se dan a conocer alianzas y defecciones. Con cada nueva elección nacional se abre la lista de pases. Todo está permitido. El único principio es la sobrevivencia en el cargo. Casi no hay intendente que no haya sido K, anti K o todo lo contrario. Y por cierto algunos intendentes son más significativos que varios gobernadores.
Aun así, basta que un gobernador cambie de monta para alcanzar la acariciada esperanza comunicacional: la tapa de los diarios. El gobernador de Río Negro ya obtuvo ese esquivo galardón. Pasó del Frente para la Victoria a las huestes de Sergio Massa. Vale la pena observar su "carrera política" –de algún modo hay que llamarla– para entender. Como al fallecido José López Rega, le dicen el Brujo. No se trata de la magia de sus armados políticos, sino de su "oficio" anterior. Alberto Weretilneck arribó a la política tirando las cartas. Gracias al tarot se relacionó con políticos locales, y su aptitud para escrutar terrenos inciertos, sumados al azar, ayudaron a su acercamiento a la pole position. El fallecimiento de su garante, Julio Salto, un conocido intendente de Cipolletti, facilitó la llegada… a intendente. Y desde ahí negoció la inclusión en la fórmula de la victoria. Durante 28 años el radicalismo manejó la provincia, hasta que la gestión K permitió un cambio en la tendencia electoral. Weretilneck conservó la necesaria ambigüedad. Recién cuando las encuestas hablaron claro y Carlos Soria por apoyo del gobierno nacional se transformó en predilecto, el Brujo cambió de monta; dejó de lado a sus viejos socios de la UCR, y su amistad personal con el candidato boina blanca quedó para los asados. Y otra vez el azar impulsó el nuevo salto. El asesinato de Soria a manos de su mujer, brutalmente golpeada en diversas oportunidades por el gobernador, lo ubicó en el privilegiado podio del poder real.
Claro que con Soria no funcionó ningún azar. De la larga lista de impresentables en política Soria, por mérito propio, integra el pelotón de los conspicuos. Amigo de Erich Priebke, director de la escuela alemana del pueblo. Escuela donde se festejaba el natalicio de Adolph Hitler, y donde se sospecha que Josef Menguele fue hospedado en varias oportunidades. A nadie molestaba que Priebke, criminal de guerra nazi, acusado por el asesinato de 335 personas en las Fosas Ardeatinas, desarrollara su labor "educativa". La Cámara de Apelaciones de General Roca, conviene recordarlo, negó la extradición del ex capitán de las SS por considerar prescriptos aquellos crímenes. La Corte Suprema revocó ese fallo y consignó que ningún plazo impide juzgar delitos de lesa humanidad. Priebke fue extraditado a Italia, donde recibió una condena a prisión perpetua.
Por si esto no alcanzara, Soria fue el secretario de Inteligencia del gobierno de Eduardo Duhalde. Alberto Santillán, padre del asesinado Darío, lo considera responsable intelectual de la masacre del Puente Pueyrredón. Eso no impidió que el gobierno K lo respaldara políticamente, cosa que en su momento Horacio Verbitsky caracterizara con impiadosa exactitud.
Esta ley de selección de cuadros, que desestima los argumentos "morales" y borra las diferencias políticas, termina impidiendo cualquier construcción estable. Construcción que se repite con otros trashumantes, como el ex intendente de Lomas de Zamora, entre muchísimos otros. Y lo que es mucho más grave, construye un modelo de "lealtad" no menos peligroso, por acrítico. Basta observar el tratamiento del proyecto de ley contra los piquetes para comprender a qué me refiero. La diputada Diana Conti preside la estratégica comisión de Asuntos Constitucionales. En su seno se discutió el proyecto oficialista. Bastó que el diputado Nicolás del Caño, Frente de Izquierda, preguntara sobre quién decidirá si una manifestación es o no pacífica, para que Conti tras una retahíla de exabruptos le cortara el micrófono. Este comportamiento (que remite a la incapacidad de contestar un argumento con otro, al tiempo que transforma una supuesta abanderada de los Derechos Humanos –Conti fue abogada del CELS en altri tempi– en barrabrava verbal), no solo es patético, además resulta inútil. Sergio Berni, secretario de Seguridad, en presencia de Conti ridiculizó el proyecto, haciendo saber que ningún corte es pacífico. Dicho de otro modo, que la ley no hace falta.
PARA MUESTRA: VILLA LUGANO. Cerca de cien policías entre federales, gendarmes y de la Metropolitana realizaron en horas de la madrugada y la mañana del sábado 23 un operativo conjunto con el objetivo de desalojar a los ocupantes del predio conocido como villa Papa Francisco, en el barrio porteño de Villa Lugano. En medio del brutal operativo, diputados nacionales y legisladores porteños que allí se encontraban fueron agredidos por la Policía Metropolitana. El legislador José Cruz Campagnoli y el diputado nacional Horacio Pietragalla fueron golpeados, mientras el legislador Pablo Ferreyra recibió tres balazos de goma, dos en el abdomen y uno en la ingle. Este desalojo, en el marco de la habitual desidia del gobierno de la Ciudad, que no lleva adelante el plan de viviendas pactado, y a quien poco le importa dónde irá a vivir la gente expulsada, evidencia en la brutalidad de su proceder no solo lo que el PRO opina de los derechos sociales, sino lo que toda una sociedad está dispuesta a tolerar sin demasiado alboroto (cabe marcar que la noticia del comportamiento represivo fue silenciada prolijamente por los grandes medios nacionales). La progresiva borradura de cualquier límite legal o moral a los atropellos de la violencia política que expone el conflicto de Villa Lugano pone en carne viva la disputa entre Conti–De Caño: ¿quién decide que una protesta es pacífica/legítima? Y reactualiza la respuesta soberana de Berni: realmente no importa. Y cuando no importa la policía manda.
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