"Le devolvió la dignidad a los excluidos. Creó misiones de educación, de salud, de vivienda. Desde Jujuy lo recordamos y homenajeamos."
Milagro Sala
Fundadora y dirigente del Movimiento Tupac Amaru, integrante del FpV
Por Manuel Alfieri
Tras la muerte del líder, Nicolás Maduro se
cargó al hombro el proyecto del llamado Socialismo del Siglo XXI. Sin el
carisma del líder, pero con su impulso, enfrenta un desafío repleto de
obstáculos y de momentos de extrema tensión. Venezuela, a un año de la
muerte de Hugo Chávez Frías.
Nota de Tiempo Argentino
Comandante, donde esté usted, gracias, mil veces gracias, por parte de este pueblo que usted protegió, que usted amó, y que nunca le falló." Así, con esas palabras y con lágrimas en los ojos, Nicolás Maduro se despedía de Hugo Chávez. Fue hace exactamente un año, el 5 de marzo de 2013, momento en el que uno de los referentes más importante del antiimperialismo sucumbía ante seguramente el único enemigo al que no pudo vencer: el cáncer.
En ese instante comenzó una nueva etapa para Venezuela y América Latina. La pérdida de una figura como Chávez abría un abanico de incógnitas. En caso de ganar las elecciones que se celebrarían en abril, Maduro debería gobernar bajo la gigantesca y carismática sombra del fallecido líder, garantizar la unidad del chavismo y enfrentar los embates mediáticos y empresariales.
Además, tendría que combatir la creciente inflación, el déficit y el crecimiento de la deuda pública, como así también afrontar la difícil misión de sostener a Venezuela como uno de los pilares de la integración latinoamericana.
Maduro sabía que a partir de ese momento todas las miradas se posarían sobre su figura. El heredero de la presidencia bolivariana tendría que sostener todo lo cosechado en los 14 años de gobierno de Chávez e, incluso, profundizar el llamado Socialismo del Siglo XXI, que se propuso acabar con la pobreza venezolana en el año 2021. Una tarea titánica, sin dudas.
Pero asumió el reto. Inmediatamente tras la muerte de Chávez, Maduro se cargó la revolución al hombro y se presentó en las elecciones presidenciales que se celebraron el 14 de abril de 2013. En la previa, todos los analistas hablaban de un triunfo holgado por parte del chavismo. Pero la realidad fue muy distinta.
El recuento de los votos fue tenso por la extrema paridad entre ambos candidatos. La oposición, con Henrique Capriles a la cabeza, creyó por un momento que después de 15 años de chavismo recuperaría el poder. Pero no. Maduro se convirtió en el presidente venezolano con el 50,66% de los sufragios. La derecha, por su parte, alcanzó un sorprendente 49,07 por ciento. Un estrecho margen que abriría la puerta, aunque sin éxito, a todo tipo de denuncia por fraude e irregularidades.
Fue el triunfo número 16 en 17 elecciones desde que Hugo Chávez había arribado al poder. A partir de allí, Maduro no sólo tuvo que lidiar con las denuncias de la oposición –que hasta se permitió poner en duda la nacionalidad del presidente–, sino también afrontar un clima económico complejo. La especulación y el acaparamiento, denunciados por el gobierno como la "punta de lanza de una guerra económica" contra la revolución bolivariana que "desataron los empresarios y la derecha política", fueron las caras más duras de esa delicada situación.
Ante ese embate, Maduro anunció un paquete de medidas que incluía la creación de un nuevo organismo de administración de divisas, la activación de controles cívico-militares contra el acaparamiento y disposiciones para garantizar el suministro de bienes en el marco de la "transición al socialismo". Se trató de una gran campaña contra la especulación, que incluyó inspecciones masivas para revertir los abusivos márgenes de ganancia de las empresas que habían hecho volar la inflación.
Poco después llegaron las elecciones municipales del 8 de diciembre de 2013. Unos comicios que la oposición, envalentonada por el resultado de abril, quiso elevar a la categoría de plebiscito. Pero volvió a perder, y por mayor diferencia. El oficialismo se distanció en más de un millón de votos, obtuvo el 76% de las comunas y dio inicio al lento proceso de desestructuración de la derecha, que quedó reflejado en las palabras del secretario de la Mesa de Unidad Democrática (MUD), Ramón Aveledo, quien aseguró que la oposición tenía que "cambiar para que nos podamos mantener". Sin nombrarlo, el dirigente apuntó contra Capriles, a quien por esos días Maduro llamó "un fracasado que debe retirarse de la política".
Ante los constantes traspiés en el terreno electoral, el ala más dura de la derecha buscó otras estrategias para derrotar al chavismo y se lanzó hacia un peligroso proceso desestabilizador. Un proceso que comenzó a principios de febrero y que hasta el momento dejó un saldo de 18 muertos y más de 150 heridos.
La cara de esa ofensiva fue Leopoldo López, una polémica figura que había estado involucrada en el golpe de Estado contra Chávez el 11 de abril de 2002 y que ahora pregona la "salida" inmediata del gobierno de Maduro a través de las manifestaciones callejeras. López organizó una serie de marchas en las que reducidos grupos opositores provocaron hechos de violencia, destruyeron edificios públicos y hasta llegaron a asesinar a otros manifestantes.
Se vivieron momentos de extrema tensión. El gobierno denunció un intento de golpe de Estado orquestado por la Casa Blanca y respondió con la detención de López. Opositores y oficialistas continuaron convocando manifestaciones, en medio de una ofensiva mediática y política que recordaba a las tristes jornadas de abril de 2002. Los países de la región se solidarizaron con Maduro, pero Unasur no reaccionó como en otras ocasiones.
Ante esa situación, el presidente venezolano hizo un llamado a todos los sectores del país a una gran Conferencia Nacional de Paz para poner fin a la violencia desatada en las calles. Allí, ante medios privados, representantes de las patronales y sectores de la oposición, llamó una vez más al diálogo, pidió la construcción de una "agenda de paz entre todos" y delineó los pasos a seguir para garantizar el tratamiento pacífico de los conflictos. El gran ausente de la jornada fue Capriles, que aunque desde hace días venía insistiendo con la necesidad de entablar conversaciones para resolver la crisis que vive el país, prefirió no acudir a la primera cita organizada por Maduro.
La conferencia fue realizada en el Palacio de Miraflores y de ella participaron instituciones religiosas, medios públicos y privados, representantes de las patronales (como Fedeindustrias y Fedecámaras, principales asociaciones empresariales del país), personalidades del arte, intelectuales y movimientos sociales. "Que nadie diga que no a la paz, que no le tengan miedo al diálogo. Ustedes saben las diferencias que hemos tenido con Fedecámaras, son públicas. Pero hoy están aquí. Por eso, construyamos una agenda de paz entre todos. Ya fue posible hace 15 años, entonces hoy también", lanzó el mandatario.
En su primer balance ante la Asamblea Nacional, el propio Maduro reconoció que 2013 fue "el año más difícil de la revolución a lo largo de su historia". Y, en lo poco que va de 2014, no hay signos de que la situación vaya a ser más sencilla. Sin embargo, se mostró optimista con el futuro que lo espera porque "esta revolución bolivariana cuenta con un pueblo que tiene conciencia de lucha".
"La derecha y los detractores del gigante Chávez se equivocaron al pensar que el proceso impulsado por él desaparecería con su partida física. No, Venezuela cambió para siempre", declaró.
Misa
Cristina
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner asistirá a una misa en recuerdo de Hugo Chávez que se realizará en la Parroquia Caacupé de la Villa 21-24 de Buenos Aires.
Ecuménico
en Quilmes
La Embajada de Venezuela, la municipalidad de Quilmes y Organizaciones Sociales y Políticas convocan al Encuentro Ecuménico en la Casa de la Cultura.
Dignidad
desde jujuy
"Le devolvió la dignidad a los excluidos. Creó misiones de educación, de salud, de vivienda. Desde Jujuy lo recordamos y homenajeamos." (Milagro Sala)
Publicado en:
http://www.infonews.com/2014/03/05/mundo-127599-la-revolucion-sin-su-comandante.php
Comandante, donde esté usted, gracias, mil veces gracias, por parte de este pueblo que usted protegió, que usted amó, y que nunca le falló." Así, con esas palabras y con lágrimas en los ojos, Nicolás Maduro se despedía de Hugo Chávez. Fue hace exactamente un año, el 5 de marzo de 2013, momento en el que uno de los referentes más importante del antiimperialismo sucumbía ante seguramente el único enemigo al que no pudo vencer: el cáncer.
En ese instante comenzó una nueva etapa para Venezuela y América Latina. La pérdida de una figura como Chávez abría un abanico de incógnitas. En caso de ganar las elecciones que se celebrarían en abril, Maduro debería gobernar bajo la gigantesca y carismática sombra del fallecido líder, garantizar la unidad del chavismo y enfrentar los embates mediáticos y empresariales.
Además, tendría que combatir la creciente inflación, el déficit y el crecimiento de la deuda pública, como así también afrontar la difícil misión de sostener a Venezuela como uno de los pilares de la integración latinoamericana.
Maduro sabía que a partir de ese momento todas las miradas se posarían sobre su figura. El heredero de la presidencia bolivariana tendría que sostener todo lo cosechado en los 14 años de gobierno de Chávez e, incluso, profundizar el llamado Socialismo del Siglo XXI, que se propuso acabar con la pobreza venezolana en el año 2021. Una tarea titánica, sin dudas.
Pero asumió el reto. Inmediatamente tras la muerte de Chávez, Maduro se cargó la revolución al hombro y se presentó en las elecciones presidenciales que se celebraron el 14 de abril de 2013. En la previa, todos los analistas hablaban de un triunfo holgado por parte del chavismo. Pero la realidad fue muy distinta.
El recuento de los votos fue tenso por la extrema paridad entre ambos candidatos. La oposición, con Henrique Capriles a la cabeza, creyó por un momento que después de 15 años de chavismo recuperaría el poder. Pero no. Maduro se convirtió en el presidente venezolano con el 50,66% de los sufragios. La derecha, por su parte, alcanzó un sorprendente 49,07 por ciento. Un estrecho margen que abriría la puerta, aunque sin éxito, a todo tipo de denuncia por fraude e irregularidades.
Fue el triunfo número 16 en 17 elecciones desde que Hugo Chávez había arribado al poder. A partir de allí, Maduro no sólo tuvo que lidiar con las denuncias de la oposición –que hasta se permitió poner en duda la nacionalidad del presidente–, sino también afrontar un clima económico complejo. La especulación y el acaparamiento, denunciados por el gobierno como la "punta de lanza de una guerra económica" contra la revolución bolivariana que "desataron los empresarios y la derecha política", fueron las caras más duras de esa delicada situación.
Ante ese embate, Maduro anunció un paquete de medidas que incluía la creación de un nuevo organismo de administración de divisas, la activación de controles cívico-militares contra el acaparamiento y disposiciones para garantizar el suministro de bienes en el marco de la "transición al socialismo". Se trató de una gran campaña contra la especulación, que incluyó inspecciones masivas para revertir los abusivos márgenes de ganancia de las empresas que habían hecho volar la inflación.
Poco después llegaron las elecciones municipales del 8 de diciembre de 2013. Unos comicios que la oposición, envalentonada por el resultado de abril, quiso elevar a la categoría de plebiscito. Pero volvió a perder, y por mayor diferencia. El oficialismo se distanció en más de un millón de votos, obtuvo el 76% de las comunas y dio inicio al lento proceso de desestructuración de la derecha, que quedó reflejado en las palabras del secretario de la Mesa de Unidad Democrática (MUD), Ramón Aveledo, quien aseguró que la oposición tenía que "cambiar para que nos podamos mantener". Sin nombrarlo, el dirigente apuntó contra Capriles, a quien por esos días Maduro llamó "un fracasado que debe retirarse de la política".
Ante los constantes traspiés en el terreno electoral, el ala más dura de la derecha buscó otras estrategias para derrotar al chavismo y se lanzó hacia un peligroso proceso desestabilizador. Un proceso que comenzó a principios de febrero y que hasta el momento dejó un saldo de 18 muertos y más de 150 heridos.
La cara de esa ofensiva fue Leopoldo López, una polémica figura que había estado involucrada en el golpe de Estado contra Chávez el 11 de abril de 2002 y que ahora pregona la "salida" inmediata del gobierno de Maduro a través de las manifestaciones callejeras. López organizó una serie de marchas en las que reducidos grupos opositores provocaron hechos de violencia, destruyeron edificios públicos y hasta llegaron a asesinar a otros manifestantes.
Se vivieron momentos de extrema tensión. El gobierno denunció un intento de golpe de Estado orquestado por la Casa Blanca y respondió con la detención de López. Opositores y oficialistas continuaron convocando manifestaciones, en medio de una ofensiva mediática y política que recordaba a las tristes jornadas de abril de 2002. Los países de la región se solidarizaron con Maduro, pero Unasur no reaccionó como en otras ocasiones.
Ante esa situación, el presidente venezolano hizo un llamado a todos los sectores del país a una gran Conferencia Nacional de Paz para poner fin a la violencia desatada en las calles. Allí, ante medios privados, representantes de las patronales y sectores de la oposición, llamó una vez más al diálogo, pidió la construcción de una "agenda de paz entre todos" y delineó los pasos a seguir para garantizar el tratamiento pacífico de los conflictos. El gran ausente de la jornada fue Capriles, que aunque desde hace días venía insistiendo con la necesidad de entablar conversaciones para resolver la crisis que vive el país, prefirió no acudir a la primera cita organizada por Maduro.
La conferencia fue realizada en el Palacio de Miraflores y de ella participaron instituciones religiosas, medios públicos y privados, representantes de las patronales (como Fedeindustrias y Fedecámaras, principales asociaciones empresariales del país), personalidades del arte, intelectuales y movimientos sociales. "Que nadie diga que no a la paz, que no le tengan miedo al diálogo. Ustedes saben las diferencias que hemos tenido con Fedecámaras, son públicas. Pero hoy están aquí. Por eso, construyamos una agenda de paz entre todos. Ya fue posible hace 15 años, entonces hoy también", lanzó el mandatario.
En su primer balance ante la Asamblea Nacional, el propio Maduro reconoció que 2013 fue "el año más difícil de la revolución a lo largo de su historia". Y, en lo poco que va de 2014, no hay signos de que la situación vaya a ser más sencilla. Sin embargo, se mostró optimista con el futuro que lo espera porque "esta revolución bolivariana cuenta con un pueblo que tiene conciencia de lucha".
"La derecha y los detractores del gigante Chávez se equivocaron al pensar que el proceso impulsado por él desaparecería con su partida física. No, Venezuela cambió para siempre", declaró.
Misa
Cristina
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner asistirá a una misa en recuerdo de Hugo Chávez que se realizará en la Parroquia Caacupé de la Villa 21-24 de Buenos Aires.
Ecuménico
en Quilmes
La Embajada de Venezuela, la municipalidad de Quilmes y Organizaciones Sociales y Políticas convocan al Encuentro Ecuménico en la Casa de la Cultura.
Dignidad
desde jujuy
"Le devolvió la dignidad a los excluidos. Creó misiones de educación, de salud, de vivienda. Desde Jujuy lo recordamos y homenajeamos." (Milagro Sala)
Publicado en:
http://www.infonews.com/2014/03/05/mundo-127599-la-revolucion-sin-su-comandante.php
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