El discurso de la presidenta y la construcción mediática que busca analizar al todo por las partes.
En la primera entrevista que le realicé a la presidenta de la
Nación, en la Quinta de Olivos, unas semanas antes de que ella sufriera
su problema de salud, se produjo un diálogo muy significativo que fue
poco atendido por los periodistas que buscaban preguntarle sobre
cuestiones de "histeria coyuntural".
Incluso ese intercambio de pareceres fue mal interpretado por
alguno que otro periodista de la oposición cegado por su odio ideológico
a los Kirchner o por el retiro de la pauta oficial a sus programas de
televisión.
En un momento determinado de la charla con Cristina Fernández de
Kirchner, le digo que para mí, su "gran arma política" es la
"argumentación". Ella me miró extrañada y rápida para corregirme, y
expresó, palabras más o menos, que no estaba de acuerdo para nada con
eso. Que no compartía esa idea de que el kirchnerismo es un relato y
nada más, sino que su gran arma política eran los hechos y las cosas que
el proyecto político había realizado durante estos años.
Sorprendido por su cruce, la interrumpí e intenté explicarle cuál
era realmente mi idea: que una cosa es un relato inventado y otra cosa
es una argumentación basada en los hechos y los datos que le dan
sustento. Me clavó la mirada y concluyó con tono picante: "Ah, bueno,
está bien, si es así, está bien, comparto. Uno a uno, Brienza", y sonrío
orgulloso.
Es posible que para muchos pasara inadvertido ese breve cruce de
palabras. Pero fue una gran toma de posición sobre política por parte de
la presidenta de la Nación en aquella oportunidad. Porque desde hace
unos años a esta parte, incluso por parte de muchos kirchneristas, se ha
hablado del "relato" como lo trascendente en los últimos años.
Se trata de una interpretación determinada que da sentido,
direccionalidad, comprensibilidad a un proceso político y cuyas
principal virtud es construir unicidad, coherencia y exclusividad.
En la primera entrevista que le realicé a la
presidenta de la Nación, en la Quinta de Olivos, unas semanas antes de
que ella sufriera su problema de salud, se produjo un diálogo muy
significativo que fue poco atendido.
Pero la palabra "relato" tiene un gran riesgo: puede ser socavado
desde afuera bajo la acusación de no corresponder con la realidad. Así,
en estos últimos años, hemos asistido a una constante campaña en contra
del "relato kirchnerista". La táctica más utilizada para esmerilar la
legitimidad del gobierno nacional, justamente, es atacar el "relato",
acusarlo de falso, de imaginario, de no ser verdadero.
Esta táctica llevada adelante, incluso bajo un barniz pseudo
progresista, generó un "Recontra Relato" muy fuerte que está instalado
en los sectores de la oposición mediática y social y que muchas veces
puede escucharse en la calle, los comercios, los bares. En las últimas
semanas, el "Recontra Relato" alcanzó las páginas del diario La Nación.
La operación discursiva consiste en lo siguiente: "el kirchnerismo es
una mentira porque, finalmente, debió transigir y llevar adelante
medidas económicas ortodoxas". Se trata, claro, de una linda falacia
discursiva.
En términos ontológicos, el "ser" no se define por una etapa
determinada de su existencia. El amor de una persona por otra no se
define por un divorcio y una separación de bienes. Ni tampoco por una
noche de amor inolvidable.
En la definición del "ser" una parte no define el todo. No es muy
difícil de entender, pero sí muy fácil para manipular. Uno podría decir:
"Finalmente, la dictadura militar fue democrática porque llamó a
elecciones, permitió a los partidos políticos y permitió el destape del
año 1983." El enunciado es falso, de falsedad absoluta.
Lo mismo les ocurre a los muchachos de La Nación. Como
supuestamente el kirchnerismo devaluó, subió las tasas de interés, tiene
algunos funcionarios corruptos, reprivatizó los trenes y va a tomar
deuda de los organismos internacionales, ergo, es igual al menemismo o
al gobierno de la Alianza.
Sinceramente, no siento ninguna simpatía por las medidas enunciadas
por los agentes del "Recontra Relato". Ni la devaluación –forzada por
los sectores económicos que el diario La Nación siempre defiende, los
agroexportadores de la Sociedad Rural, por ejemplo– ni la devolución de
los trenes a las empresas privadas –sobre todo después de la millonaria
inversión que hizo el Estado para que ahora un par de empresas vendan
pasajes y cobren subsidios– ni por la toma de deuda.
Sin embargo, debo decir que seré dogmático pero no soy ingenuo.
Ahora resulta que los mismos que pedían devaluación, reprivatización y
volver a los mercados financieros se quejan de que el gobierno haga lo
que hace. Palos porque bogas, palos porque no bogas.
No se puede definir al "kirchnerismo" por un momento determinado. Y
mucho menos por un momento de debilidad. A nadie se le escapa que el
resultado de las elecciones de octubre pasado, sumado a la ausencia de
la presidenta por cuestiones de salud y al horizonte de 2015 como relevo
presidencial obligatorio, deja al kirchnerismo en una situación
diferente a la que tenía en 2011.
Por lo tanto, una táctica procedimental y momentánea no puede
confundirse con una estrategia política. Un recurso pragmático –el
peronismo es especialista en no ejercer ni un pensamiento ni un accionar
dogmático– no puede ser confundido con la pretensión hegemónica de un
movimiento político.
Los periodistas opositores podrán escribir con ironía y destreza
pero, una vez más, la pata del perro no es el perro. El discurso que la
presidenta pronunció ayer en la apertura de sesiones ordinarias del
Congreso de la Nación estuvo dirigido justamente a desmantelar el
"Contra Relato" armado por los sectores de la oposición mediática.
Vestida de blanco, serena, con voz parsimoniosa y acompasada,
Cristina dejó en claro cuál es la "esencia" del kirchnerismo: más allá
de las medidas tomadas recientemente, el modelo o el proyecto iniciado
en 2003 generó el proceso de crecimiento y de inclusión más virtuoso de
los 200 años de historia argentina, el trabajo –creación de seis
millones de nuevos empleos– como principal herramienta para reducir la
pobreza, lo que redundó en 37 meses consecutivos de descenso de la
desocupación, la defensa contra los monopolios y oligopolios, políticas
activas de desprimarización de la economía, crecimiento sostenido de la
industrialización, la unidad latinoamericana, vocación por una política
exterior autónoma, etcétera, etcétera…
La presidenta hizo una de las cosas que mejor hace: "argumentó"
frente al "Contra Relato". Demostró con datos, con hechos, con políticas
públicas lo que el kirchnerismo significa y significó en la vida de
este país: un gobierno que intenta todo el tiempo cuidar los ingresos de
la mayoría de los argentinos frente a las corporaciones, los monopolios
y los grupos de poder. A veces gana, a veces pierde. Pero su esencia es
esa.
Por el contrario, los escribas y voceros del "Recontra Relato"
acusan al kirchnerismo de "ortodoxo y neoliberal", pero son ellos mismos
los que andan prometiendo a diestra y siniestra rebajas salariales del
diez por ciento para los trabajadores, se sacan fotos con la Sociedad
Rural, les mandan mensajes de "relaciones carnales" al Departamento de
Estado estadounidense –cosa que nunca voy a poder entender en términos
morales– y se pavonean con economistas neoliberales que atrasan quince
años por lo menos.
Es posible que el "relato" kirchnerista, sobre todo el que surge de
los deseos de cierto progresismo que lleva en su vientre, ha sufrido
algunas contradicciones en las últimas semanas. Como tan cierto que la
"argumentación kirchnerista" mantiene una gran solidez.
Pero lo que es innegable es que el "Recontra Relato" de la
oposición mediática, surgido de los deseos imaginarios de cierta derecha
vergonzosa, hace aguas por todos lados. Es que es sabido: una
golondrina no hace un verano. Ni una táctica momentánea, un proyecto
político.
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