Escribe: Gabriel Forte
Redacción “La Verdad” de Junín
“No hubo un clic, el proceso fue lentísimo. En el 2000 se da mí análisis genético, y a partir del 2007 de a poco pude dejar de llamar mamá y papá a mis apropiadores, y empezar a llamar mamá y papá a mis verdaderos papas”, la que habla es Victoria Montenegro, la nieta recuperada número 78. Como ella misma lo relata su proceso de reconocimiento (el de ella misma) fue lento. Le costó mucho reconocerse como hija de eran Hilda Ramona Torres y Roque Orlando Montenegro, dos militantes de la JP (luego pasaron al ERP), desaparecidos durante la dictadura. Hoy no solo se siente hija de ellos dos, sino que también se siente orgullosa de la militancia que ejercieron durante la época más sangrienta de nuestra historia.
El 13 de febrero de 1976 un grupo de tareas, liderado por el coronel Herman Tetzlaff ingresó a una casa en Boulogne, en el norte del conurbano bonaerense. Allí estaban Hilda Ramona Torres y Roque Orlando Montenegro, y un bebe de solo 13 días al que habían llamado Victoria. Los dos jóvenes militantes era salteños, y habían pasado al Ejercito Revolucionario del Pueblo (ERP) tras un paso por la JP. Habían llegado a Buenos Aires escapando del Operativo Independencia, y se encontraron en la boca del lobo.
Esa noche Tetzlaff, que era jefe de los grupos de tarea de El Vesubio, asesino a Roque Montenegro, él y su mujer continúan desaparecidos. A los seis meses el hombre, un alemán de casi dos metros, se apropió de Victoria. La llamó Maria Sol Tetzlaff Eduartes y la obligó a vivir en una mentira. La obligo a vivir un amor enfermizo, violento y llenó de odios.
Soy Victoria
“Ese fin de año (en 1997) me di cuenta que extrañaba a mi papá. No hubo un día, fue un proceso, pero que se resolvió en pocos meses. Hasta ahí mí papá y mí mamá era mis apropiadores. Tenía la idea de que tenía dos familias, dos historias, y que yo iba a poder seguir caminando en esa dualidad, siendo mitad María Sol y mitad Victoria”. La voz no se quiebra nunca, son sus ojos los que demuestran en sus declaraciones lo que le pasa cuando habla de su historia.
La tarea de reconocerse como Victoria y no como María Sol fue dura y compleja. A pesar de que en recién en el 2000 llegó al comprobación genética, ella sabía que no era hija de los Tetzlaff desde hacía varios años. A principios de los `90, el juez Roberto Marquevich (el mismo que encarcelo a Ernestina Herrera de Noble) ordenó la extracción de sangre. El resultado fue contundente, un 99% señalaba que no era una Tetzlaff, “yo dije que me quedaba con ese uno por ciento, porque sí era hija de ellos. Les decía que eran todos unos subversivos, porque pensaba que era hija de ellos.”
Victoria cuando era María Sol tenía en su mente gravada la historia de que le contaba el Coronel, el proceso de adoctrinamiento ideológico fue minucioso y perfecto. “Herman era una persona fascinante, era una persona a la que se la podía escuchar por horas y con una carga ideológica muy fuerte. De hecho cuando yo aparezco lo que yo sentía era que lo peor que me pasaba era ser hija de la subversión, era un gran vergüenza”.
Para Victoria era tan fuerte la imagen del Coronel que no podía dejar de decirle papá, no podía correrlo de ese rol del que se había apropiado. “Después de permití empezar a decirles papá a mí viejo. Cuando aparecí no quería saber nada de su militancia, porque eso lo colocaba en el lugar del enemigo. A partir de poder correrlo a Herman del rol de padre, pude empezar a querer conocer esa historia de mis viejo. Hasta llegar a este punto en el que estoy sumamente orgullosa de lo que hicieron”.
Rasgos
“Hace poco recibí un mail de un ex compañero de mis viejos, que está viviendo en Suiza desde que se exilió. El mirando 6,7,8 y a Víctor Hugo (Bajada de Línea) me ve parecida a mí papá y por las fechas que y contaba manda un mail a Abuelas diciendo que yo podía ser hija de Felipe, que era el nombre de guerra de mí papá, y de Mari, que era el de mí mamá (las coincidencias hicieron que Mari también sea el nombre de su apropiadora). A partir de ese mail pude saber el nombre de guerra de mis viejos”, en como resalta alguna de las palabras cuando habla de sus padres, Victoria hace notar su orgullo por ellos.
“En otro mail me empieza a contar cosas de mis viejos. Para mi soy igual a mi viejo porque soy morocha, lo que sabía de mí mamá que era rubia, flaquita, muy hermosa, con ojos celestes, y me digo que no tengo nada de ella. No tenía nada de ella. Pero cuando me empieza a contar cosas sobre mi viejo, de su carácter, me dice que era muy suave para hablar, siempre pausado para caminar. Y cuando describe a mí mamá me doy cuenta que soy yo, que tengo su carácter. Fue hace dos meses y me dio una alegría muy grande, porque supe que era como mí mamá”.
Estos rasgos distintivos que todos tenemos, son los que nos dan la identidad. A Victoria eso se lo habían quitado, ella cuando se miraba al espejo no se reconocía en los Tetzlaff (los dos rubios, muy alemanes y castrenses). “Tratar de reconocerme era imposible, nunca iba a encajar en esa imagen”. Su identidad se había construidos bajo un manto sangriento que ella no quiso ver durante muchos años. Hoy se reconoce en esos dos jóvenes salteños que pensaban y luchaban por un país distinto, en el que su hija su pudiera criar.
La historia de Victoria se sigue escribiendo, en las líneas que sus tres hijos (que también recuperan su identidad y su pasado). Se sigue escribiendo en la militancia que ejerce día a día en su trabajo y en su vida. Buscando junto a Abuelas a los nietos que todavía faltan. Peleando por seguir impulsando al proyecto político al que pertenece (es parte de Colina y del FpV) y con el que espera profundizar el modelo de país que Hilda y Roque hubiesen querido.
Publicado en :
http://www.laverdadonline.com/detallenoti.php?recordID=27026
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