“Donde uno mete el dedo sale pus”, comentó Kirchner a poco de asumir. No estaba hablando de un enfermo en una sala de emergencias. Pero sí de algo parecido: de la Argentina de 2003. En aquel entonces comenzábamos a salir del coma, siguiendo con las metáforas clínicas. Ahora parece que donde uno mete el dedo sale el Grupo Clarín, lo que es más o menos lo mismo, porque parece una infección que afecta todo el país. Como nunca, se esfuerza en demostrar su otrora destructivo poder. Pero además, cada vez queda más en evidencia que es mucho más que un multi medios. Sus tentáculos se extienden por todo el territorio y abarca todas las actividades imaginables. Todas, por supuesto, con un único fin: extraer lo más posible. Y para ello El Grupo necesita gobernar a su antojo desde las sombras, como lo ha venido haciendo desde el retorno a la vida democrática hasta no hace mucho tiempo.
Pero ahora, los inoculados por su veneno cada vez son menos. A medida que el ciudadano comienza a advertir que Clarín no es un diario, sino el vocero de un importante grupo económico –y de una minoría selecta- que lo único que quiere es apoderarse de todo, disminuye su influencia. Y cuando esta influencia disminuye, el pulpo entra en pánico, pierde el control y –como buen molusco- arroja tinta a mansalva. Por eso resultan cada vez más obvias sus operaciones. Abandonan la sutileza porque están desesperados. No tienen límites y el blanco puede ser cualquiera, desde Hebe de Bonafini hasta el Presidente de la Corte Suprema de Justicia. No importa romper el pacto con el público que consume sus productos con la inocente intención de adquirir información; no les afecta traicionar esa confianza. Total, no viven del diario, sino de lo que pueden construir –o destruir- a partir de él. Además, no es un diario, sino un universo de medios que sólo destilan pus.
Bueno, no está tan solo el siniestro grupo. Todavía quedan seguidores que sólo buscan alimentar sus prejuicios para murmurar un “viste, son todos iguales” cada tanto en la cola del banco, durante una charla ocasional en el ascensor, esperando al nene en la puerta del colegio privado, o en el club, revoleando con contenida indignación el palo de golf o en cualquier otra escena similar. Esos consumidores del multimedios sólo buscan en esos titulares la confirmación de todos sus preconceptos y odios; sólo esperan de esos titulares elementos que contribuyan a la reafirmación de su más absoluto individualismo; sólo encuentran en ellos los argumentos necesarios para incrementar su desprecio hacia el otro. Además, hay mosqueteros que con sus plumas, golas y máscaras ponen el cuerpo y entregan el alma –o lo que sea que tengan- para defender La Causa. Y por supuesto, están los soldados de segunda categoría que, disfrazados de políticos, intentan actuar como cancerberos lanzando mordiscones hasta donde alcance la cadena.
Algo de eso hay con el pedido de juicio político al Vicepresidente Amado Boudou. Mientras el Congreso se dispone a debatir el proyecto de la nueva Carta Orgánica para el Banco Central de la República Argentina, un paso crucial hacia un país más justo, algunos diputados de la oposición rabiosa pretenden presentar un pedido de juicio político con una fundamentación basada en titulares periodísticos –con perdón- y las declaraciones no oficiales de una ex esposa despechada y mitómana. Patricia Bullrich es la punta de lanza –roma y oxidada- en esta arremetida. Después de haber sido expulsada de la Coalición Cívica, ahora busca cobijo en el PRO, última estación antes de las minoritarias agrupaciones neo-nazis. Algunos diputados la respaldarán en el pedido, sin cuestionarse demasiado a quién representan ni qué intereses persiguen. Otros tratarán de disimular sus ganas de integrar la movida y, con declaraciones de ocasión, renunciarán a esta cruzada. Y los muchos votarán por la negativa, no para silenciar un caso de corrupción –como denunciarán, seguramente, los promotores de este absurdo- sino porque no hay pruebas que insinúen siquiera sospechas al respecto.
Por supuesto que saben que el pedido de juicio político es improcedente, como saben también que “la causa” no es más que una serie de chimentos infundados. Sólo quieren agitar, sembrar vientos para cosechar tempestades. Con eso se ganan la vida, construyendo ruinas. Porque El Grupo gana más cuando ocurren las catástrofes que provocan. Y los serviles se sacian con las migajas y algunas palmadas en la cabeza.
Pero también la agitación se dispara desde las torres de la CABA. El corte de doce horas de una autopista por los habitantes de la Villa 31 huele a provocación: el incumplimiento de una promesa del Gobierno local para solucionar un problema de transporte escolar por intimación de un juez. Y las culpas, de una o de otra manera, caen en el Gobierno Nacional que tiene que aportar una solución en un distrito que no le corresponde por un problema que no ha provocado. Y el Congreso también tiene que emplear su tiempo en discutir una ley para obligar a Mauricio Macri a que tome bajo su jurisdicción el transporte subterráneo y terrestre. Una ley para obligar a un gobernante a que se haga cargo de lo que tiene que hacer, es decir, gobernar. Encima, brutos como son, dicen que el Gobierno Nacional es unitario y ellos –los niños PRO- son federales cuando cualquiera que haya pasado por la esquina de una escuela sabe que es al revés. Los unitarios pretendían que todos los recursos del país estén al servicio de la metrópolis, es decir, de la oligarquía asentada en la Capital. Los federales, no. ¿O acaso no es una posición unitaria reclamar que el Ejecutivo Nacional administre y subsidie el transporte público en una ciudad que es autónoma?
Además, mienten. La inversión que el Gobierno Nacional ha hecho en el subte supera los 5.740 millones de pesos entre 2003 y 2011, según datos de la Comisión Nacional de Regulación del Transporte, invertidos en obras de renovación de vías e instalaciones y en material rodante. Sin embargo, dicen que Nación no ha invertido nada. Pero también amenazan: aumentará a cuatro pesos la tarifa si se produce el traspaso de las líneas de colectivo, al igual que hicieron con el subte. El macrismo vive hablando de la inseguridad y reclama agentes de “la federal” mientras la Policía Metropolitana no se hace cargo de nada. El primer día de clases el ministro Bullrich firma el decreto 2902 con el que ordena el cierre de 221 cursos, provocando el amontonamiento de los chicos y la ira de padres y docentes, que desempolvarán la Carpa Blanca, pero con un destinatario diferente.
No sólo quieren sacar de quicio a las autoridades nacionales, sino también a la población. Entre las provocaciones mediáticas y las políticas apuestan a generar el caos social necesario para desestabilizar, para generar desconfianza. Estos personeros del pasado –de cualquier pasado peor que este presente- están dispuestos a todo con tal de desgastar la figura de CFK, de llenar a la sociedad de pus. Provocan porque esperan una reacción. Pero no es con piedras como hay que responderles ni tampoco con medidas apresuradas que puedan dibujar como censura. Hay un abanico de leyes que este monstruoso grupo incumple y esa debe ser la herramienta para desarmarlo. Pero además, hay más de un 60 por ciento que ya desoye sus maquinaciones. Todavía falta. La derrota total se dará cuando solo la élite que se beneficia con la destrucción y el caos se convierta en el único público de tan malsanos contenidos.
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http://apuntesdiscontinuos.blogspot.com/2012/03/los-cosechadores-de-tempestades.html
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