Esta semana está atravesada por el recuerdo de la dictadura. Mucha memoria. También reconstrucción. En diez días se conmemoran dos fechas clave para la historia de nuestro país: el golpe de Estado y la guerra de Malvinas. Una historia que atraviesa casi cuatro décadas y que, como si fuera un catálogo, nos revela –como anti ejemplo- lo que hay que hacer para avanzar hacia el país con el que todos soñamos. O casi todos. Precisamente son los “casi” quienes se convierten en un pesado lastre y –oh casualidad- muchos de ellos aparecen como impulsores, colaboradores y beneficiarios de los años más dramáticos del último cuarto del siglo XX. La Justicia está avanzando y promete revelar un accionar insospechado, pergeñado para engrosar bolsillos a costa de vidas vulneradas de la peor manera. En la provincia de Jujuy la justicia se niega a avanzar. Por el contrario, está detenida en los tiempos en que no había justicia. Pero la historia oscura explota en la cara de los que pugnan por la desmemoria. Los falcon escondidos en la Base Naval de Puerto Belgrano sacuden el polvo acumulado durante todos estos años para exigir más memoria y más justicia. Y en medio de tanta historia no resuelta hay mucho de futuro, como para no decir que el nuestro es un pueblo que sólo mira el pasado.
Pero el pasado es ineludible cuando está atravesado por las más bestiales hazañas. La semana pasada, la revista Veintitrés reveló por primera vez la lista de los pilotos que participaron de Los vuelos de la muerte en tiempos de la dictadura. Todos los miércoles, los aviones Electra sobrevolaban el río no para arrojar cadáveres, sino personas secuestradas, desnudas, torturadas y adormecidas con pentotal. Un día a la semana, los pilotos estaban dispuestos a realizar el “traslado” de los prisioneros desde la ESMA hasta algún lugar del río. Los cuerpos inertes se amontonaban en la parte trasera del avión como desechos, pues eso significaba la carga para los visionarios de la dictadura. Más de cuatro mil ciudadanos desaparecieron de esa manera, como un capítulo más de los horrorosos empeños para eliminar aquello que obstaculizaba los planes de una minoría sumamente inescrupulosa y angurrienta. Las víctimas eran arrojadas al vacío en las coordenadas establecidas, sembrando de muerte las aguas del Río de la Plata. Los 24 pilotos pertenecían a la Escuadrilla Aeronaval de Sostén logística Móvil que contaba con tres aviones Electra Lockheed 188, dependientes de la Escuadra Naval 5.
Otro símbolo del horror apareció esta semana: los falcon verdes. Estos automóviles que en la década del sesenta comenzaron a poblar las calles de las principales ciudades, se transformaron años después en el siniestro vehículo elegido por las fuerzas represivas para vigilar y castigar a los ciudadanos indefensos. El juez federal de Bahía Blanca, Eduardo Tentoni, secuestró 43 de estos autos más un chevy que estaban en galpones de la Subjefatura Intendencia de la Base Naval Puerto Belgrano. El porqué estos coches fueron guardados durante todos estos años en una dependencia naval lo revelará la investigación judicial, al igual que los responsables de tan macabra colección. Pero estuvieron allí, aguardando el momento oportuno para ver la luz y aportar una nueva pieza de este rompecabezas que poco a poco va tomando forma y muestra lo que durante tanto tiempo se trató de ocultar.
Y los que trataron de ocultar tanto horror con poco éxito están a la vista. Muchas de las publicaciones que todavía siguen circulando en los kioscos se vieron beneficiadas con suculentas tajadas del botín extraído a un país sangrante. No respondieron sólo con el silencio, sino que se convirtieron en los voceros incondicionales del régimen que había usurpado el Estado Argentino. “Para saber a dónde va el Proceso, lea Somos”, alardeaba la revista de Editorial Atlántida que actuaba como la Secretaría de Prensa de los genocidas. Cierto sector de la prensa se acomodó a la nueva situación no por miedo, sino por plata. La pauta oficial era entonces suculenta y merecía el trabajo de oficiar como publicistas del horror. No hay que creer que actuaron como lo hicieron por meros intereses económicos; también había coincidencia con los objetivos de ese accionar homicida. La Nación, Clarín y la revista La Semana, de Editorial Perfil, recibieron fortunas en concepto de pauta oficial durante los siete años en que gobernaron las sucesivas juntas militares.
A través de propagandas disfrazadas de mensajes institucionales o de notas periodísticas, estos medios gráficos difundieron el ideario de la dictadura, a través de consignas difíciles de olvidar. “Los argentinos somos derechos y humanos”, “achicar el Estado es agrandar la Nación”, “sobre la base de un pueblo sano construimos una Nación fuerte” son algunas de las frases que forman parte de la memoria colectiva. Durante la guerra de Malvinas, además de la publicación de un talón para depositar en el Fondo Patriótico, los ejemplares difundían fotos con pulgares en alto con la leyenda “Argentinos a vencer”. Este ignoto profesor de provincias recuerda un spot televisivo que después se reproducía en los medios gráficos, en el que se mostraba una serie de escenas cotidianas con una canción de fondo cuya letra aún estremece: “no te borrés, que te necesitamos. Si te quedás y confiás vas a ver que ganamos”. Este estribillo con tonada pegadiza que se repetía varias veces se difundió en los primeros años de la dictadura y trataba de sumar voluntades al plan de aniquilación que ya se estaba concretando.
Pero estas complicidades mercenarias verán la luz en los próximos juicios que tendrán como objetivo avanzar sobre los civiles que se vieron beneficiados por el accionar de la dictadura. Sin embargo, una provincia parece ajena a la búsqueda de la verdad y la justicia. Jujuy es la única provincia en la que ninguna causa por delitos de lesa humanidad llegó a la instancia del juicio oral. Con 158 víctimas del terrorismo de Estado, 127 de los cuales son detenidos-desaparecidos, el Juzgado Federal N°2 elevó a juicio oral diez causas con sólo diez imputados, sobre casi ochenta. En esta provincia productora de azúcar, muchos de los que hoy desarrollan con total tranquilidad sus actividades económicas están acusados de ser autores de delitos de lesa humanidad. El Ingenio Ledesma, de Pedro Blaquier, ha aumentado su poderío en los últimos años y parece que su crecimiento patrimonial no tiene límites. Sin embargo, gran parte de sus logros se ha producido en tiempos de la dictadura, con asesinatos y desapariciones en el caso conocido como “La noche del apagón”. El sábado pasado más de sesenta mil personas se movilizaron por el centro de San Salvador de Jujuy para exigir que la Justicia avance en la búsqueda de la verdad.
En cambio, en la provincia de Santa Fe las cosas son diferentes. El ideólogo del terrorismo de Estado, el comandante del 2° Cuerpo de Ejército y después funcionario de la dictadura, Ramón Díaz Bessone, obtuvo la semana pasada su primera condena a prisión perpetua a los 86 años. A pesar de los infundados pedidos de inimputabilidad, el pesado jerarca pasará sus últimos años en la cárcel. También fue condenado a perpetua José Lofiego, temido torturador del Servicio de Informaciones, un centro clandestino de detención por donde pasaron unas dos mil personas entre 1976 y 1979.
La conmemoración de cada 24 de marzo presenta un tono distinto, aunque siempre con la idea de justicia y verdad. A medida que se avanza en los juicios, a medida que son más los condenados la fecha se torna más luminosa. Nunca será festiva porque encierra mucho dolor. Quizá lo festivo estará dado en un futuro no muy lejano cuando ya no queden oscuros personajes amparados en un inexplicable manto de impunidad. Entonces sí, la fecha estará inundada de regocijo por haber superado en forma colectiva ese siniestro pasado, por haber vencido a aquellos que todavía intentan ocultar tanto horror, por haber sembrado semillas que en el futuro nos brindarán miles de flores.
Publicado en :
http://apuntesdiscontinuos.blogspot.com.ar/2012/03/una-semana-de-pura-memoria.html
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