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martes, 13 de marzo de 2012

TODO LO SÓRDIDO SE DESVANECE EN EL AIRE, por Juan Chaneton (para “Nos Comunicamos” de marzo de 2012)


Beatriz Sarlo nos acaba de regalar, otra vez, de su flor un gajo. Cristina es como Federer -ha sentenciado-, puede perder pero no se divisa todavía al Nadal en aptitud de ganarle. Una genuina banalidad. Pues nunca se le ha caído una idea acerca de por qué razón de fondo sería deseable que Cristina perdiera, que es, al fin y al cabo, el fondo del asunto.

Pero no le pidamos nueces al peral. Dejemos a la distinguida intelectual con el “deseo” puesto en sus “falklanders” que -dice ella- también tienen deseos. Eso sí, nos parece que el súbito enamoramiento de Sarlo no colmará su falta porque una relación equívoca lo único que aporta a la relación es la falta misma. Y se trata de un amor equívoco, qué duda cabe, pues sólo un ansia desmedida de Narciso colmado puede inducir a alguien, en la Argentina de hoy, a coincidir con el gobierno conservador inglés en el tema Islas Malvinas. También el odio… O la envidia. En el “día de la mujer”, Newsweek (revista white, anglosaxon and protestant, como le gusta a Sarlo) nos ha entregado una lista con las 150 mujeres “más valientes del mundo” y allí no está ella pero sí está… Cristina. ¿Será eso…?

Cristina, siempre Cristina… Hasta en la sopa… Lo de Newsweek acrecienta -es de suponer- la intensidad de la pasión, la obscenidad de aquellos pecados capitales, pues los dislates de Sarlo sobre Malvinas son anteriores en el tiempo. Fueron vertidos en el programa periodístico “Código Político”, uno de los house organ de la siempre lábil oposición y está muy bien que funcionen como tal house organ, es su derecho, optan por una posición política, lo que está mal es que digan que no lo hacen y que digan que los periodistas deben ser “independientes”, esto último dicho sea de paso y como atajo digresivo. Y ahora retomamos.

No se vislumbra, siquiera, un ápice de originalidad en el “relato” sarliano. Es más (o menos, en realidad), ni siquiera ha podido construir un relato. Hay que desterrar el “nacionalismo” asevera la numen de “Plataforma 2012”. El nacionalismo nuestro, claro, no el de ellos. Por caso, los Estados Unidos han levantado un muro proteccionista para impedir que China compre sus empresas. No hubo críticas del grupo antiperonista a esta medida, tal vez porque no albergan en su seno (esta palabra no es neutra, Lacan dixit) a alguien que sepa algo de economía. Y así…

Siempre así. También ha arremetido Svampa desde el grupo Plataforma, un verdadero “viejazo” este apelativo al que apelaron ya pelados de ideas. Un viejazo porque Plataforma y Documento fueron dos espacios de producción de ideas y política que se enfrentaron un poco en los sesentas y en los setentas. Aparece Carta Abierta y les roban la idea a los peronistas y se autoinstituyen como grupo ellos también; y eligen, para llamarse, “Plataforma”, con lo cual también roban. Y si no es robo, es hurto. Y si no encuadran en ninguno de estos dos tipos penales, entonces encuadran en flagrante medianía.

Y, como decíamos, arremetió Maristella Svampa. Sarlo desde Clarín y Svampa desde La Nación. Sin reparar en códigos. Cero escrúpulos. Cuando, ya en el ocaso de tu vida, compruebas, hijo mío (estoy citando a Siddharta Gautama, Buda para los amigos), que no has podido vencer a tu enemigo, pues únete a él… y dí que no lo haces, por supuesto. Los que quieren ganar alguna vez, ya que, en su dilatada vida política perdieron en todo, corren riesgos si se unen a los que -suponen- ganarán, ya que siempre ganaron. Pero es más probable que éstos hagan uso de los servicios de aquéllos en una etapa que se les presenta ardua. Así lo hicieron con Redrado en el tema Banco Central. A éste lo aguardaba, después, la cuneta; y no lo sabía. Debería cuidarse, Sarlo. También Svampa.

La subnumen de esta Plataforma posmo, Svampa, es presentada por el periodista de derecha Ricardo Carpena (va sin acento este apellido en el diario, no se sabe si porque el quía ha solicitado que así se lo nombre o porque La Nación adhiere a un misoneísmo ortográfico que abomina de los acentos en las mayúsculas), es presentada, decimos, como “… experta en hacer trizas el relato oficial del planeta K” (La Nación, 4/3/12). Y pretende hacerlo trizas, a lo que parece, con un enunciado que empieza trillando el oportunismo y sigue, insanablemente, con el lugar común.

La señora Svampa pone las cosas en estos términos: “…más allá de las preocupaciones del kirchnerismo por fortalecer el Estado (aquí irrumpe el oportunismo, la mezquindad y un intento fallido de prolepsis), lo que vemos es la consolidación de una matriz criminal en la cual corrupción y precariedad van juntas”. Chocolate. Profundidad abisal en el juicio.

“Más allá” de las preocupaciones…”. ¿Qué significa esto? ¿Ella apoya las “preocupaciones del kirchnerismo por fortalecer el Estado”? ¿O es mera prolepsis lo que dice? ¿Procura anticiparse a una eventual objeción con ese dicho? ¿Qué significa “más allá”? ¿O más acá? La etapa histórica abierta en 2003 y que continúa hasta hoy y tal vez se prolongue en el tiempo, ¿fortaleció al Estado? Y si esto es así, ¿esto es bueno o malo? La locución “más allá” es de una imprecisión conceptual impropia de quien presume de chapa académica. Huelen un poco a retorcido sus dichos liminares al diario de Saguier, el de Papel Prensa.

Pero también es mezquina la expresión. El sentido común no ignora que la política monetaria de este país pasó a ser resorte del Estado nacional a partir de una medida de política económica que sólo este gobierno (el que empezó en 2003) se atrevió a tomar: el desendeudamiento con el Fondo. Si no se hacía eso y se continuaban aceptando los “monitoreos” del artículo 4º de la Carta Orgánica de ese instrumento de dominación de los EE.UU. (así lo caracteriza Brzezinski), la política monetaria seguiría siendo competencia de la Reserva Federal y de los bancos anglosajones (Goldman Sachs, HSBC, Standard Bank, Bank of America y Wells Fargo). De eso nos emancipamos, Svampa. Debería usted saberlo y, si lo sabe, hacerlo constar. Y tal emancipación, ¿qué es sino fortalecimiento de la capacidad de decisión del Estado argentino? Llamarle a eso “más allá de las preocupaciones…” es mezquindad, o prolepsis u oportunismo… o todo eso junto, que es más bien la hipótesis por la que se inclina este humilde servidor. Con ese nivel, se está más cerca de los tés de las cinco de la tarde de Sebrelli en Punta del Este para enseñar “filosofía” que de una crítica sólida adosada a propuestas alternativas. Nada de eso. Ni solidez ni alternativas. Eso es “Plataforma 2012”. Más que plataforma luce cual andamio endeble que se agita con el viento. Pero no importa. Todo lo sórdido se desvanece en el aire… Y tal vez les aguarde ese destino.

No es tarea fácil desentrañar, en el discurso de Svampa, unas ideas fuerza que, a modo de vigas maestras, se articulen en un modelo de país integral y estructuralmente antagónico al actual. Inopia teórica. Más bien rezonga porque hay deficiencias y las señala. Exagera en sus diagnósticos y se asemeja a la “mejor” Carrió. En efecto, no se pierde la ocasión de cabalgar sobre la tragedia de Once: “se podría haber evitado” , dice, echando luz sobre el pésimo modelo de gestión de los ferrocarriles en la Argentina de hoy. E incurre en exceso verbal constitutivo de irrespeto a las palabras -al lenguaje- cuando afirma: “…vemos la consolidación de una matriz criminal” en la Argentina. Y hasta el periodista de La Nación, haciéndose el sorprendido, le repregunta: “¿No le parece demasiado hablar de una “matriz criminal”? La respuesta de Svampa autoriza a establecer que ha quedado indubitablemente probado que ella confunde corrupción con vigencia del “Estado neoliberal”. Pues, en este país, ha habido corrupción en el primer gobierno de Perón (recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte, y aparecerá, nítido, el espectro de Juancito Duarte, quien se “suicidó” cuando el año cuarenta moría). Y la ha habido antes de Perón y después de Perón. Pero la mano en la lata del erario público no es prueba de la existencia del neoliberalismo. Un Estado neoliberal no nacionaliza los recursos previsionales para ponerlos al abrigo de la fenomenal crisis que se abate sobre el mundo capitalista; ni rescata al Banco Central de su patética condición de instrumento del sistema financiero local e internacional, ni evita la fuga indiscriminada de divisas mediante un sistema de declaraciones juradas para importar, ni intenta lo mismo a través de un esquema de retenciones móviles para las exportaciones agrícolas, ni le devuelve a la Casa de la Moneda la facultad de imprimir billetes. Un Estado neoliberal, más bien, le quita recursos al erario público y los convierte en negocios para el sector privado.

No obstante, Maristella Svampa asegura que “…no hay voluntad política de repensar estratégicamente un Estado posneoliberal”. Y llama la atención del lector para que éste no deje de ver “la precariedad” generalizada que se extiende sobre el país, indetenible, cual peste negra medieval. Corrupción y precariedad van de la mano –asevera- y ello nos condujo a un “crimen social anunciado”, remata con el diario del lunes en la mano, aclarando, eso sí, que la frase no le pertenece sino que es de la Plataforma 2012 (no confundir con Andamio 90, que es un teatro); pero sí plagia a las víctimas de la tragedia porque eso de que “si evitable, no accidente” era mudo testimonio del dolor en una pancarta que, a las diez de la noche, flameaba en una verja de la estación de Once el mismo día de la tragedia, pero Svampa no andaba por ahí esa noche. Por ahí andamos sólo los que, cuando el dolor nos empuja a saber qué pasó, vamos al lugar del horror, vamos a Once, vamos a juntarnos con el negrerío que nos contó su verdad, transida por el dolormiedo, y vamos por ahí, asimismo, cuando lo necesitamos, cuando viajamos en ese tren, o en otros, o en colectivo a La Plata, que allí no vamos en auto, por cierto. Y que nadie nos venga a ofrecer el suyo para llevarnos.

Concede enseguida -ya casi sabia en su madurez-, que “La precariedad es algo extendido en el mundo”; pero, critica, “…acá tenemos una precariedad potenciada por la corrupción”; y es esta amalgama lo que le conferiría estatuto teórico al concepto de “matriz criminal”. Y de tal amalgama estrictamente argentina se deduce, también, que lo que está extendido en el mundo es la precariedad pero no la corrupción, diagnóstico heteróclito, si los hay.

Ve sólo la foto, la docente, y saca conclusiones erróneas. Se pierde la película, que es lo único que la llevaría a mirar, de hito en hito, el fondo del asunto. El punto es que el capitalismo occidental es una gran matriz criminal y nuestros gobiernos latinoamericanos tensan sus fuerzas y apelan a sus activos políticos y culturales para transformarla en un sistema social antagónico al capitalismo. Svampa y Plataforma no quieren este modelo y tampoco quieren abrir un proceso que oriente su brújula hacia una formación social no capitalista. Eso es lo mismo que no saber lo que se quiere. Salvo que compartan las tonterías de Feinman, el “filósofo”, cuando dice que los intelectuales están en el mundo para decir “la verdad”. Y… sí. Las comparte. Si dice que los intelectuales están “para molestar”.

La confusión es clarísima leyendo las palabras que Svampa obsequió al diario La nación el domingo 4 de marzo pasado. “Hubo una revalorización del Estado, no podría negarse”, retrocede ahora. Pero hay “continuidades” con el neoliberalismo porque hay megaminería a cielo abierto, se cultiva demasiada soja y los ricos y famosos extranjeros compran tierras. “Y estos son elementos nodales del kirchnerismo” –-asegura- mirando al kirchnerismo con un solo ojo que, según ella, es lo que hacen los kirchneristas. Sólo podemos decir aquí que, categóricamente, los señalados por Svampa no son los elementos nodales del modelo de gestión que se aplica en la Argentina desde 2003 en adelante. Y puntualizar cuáles son estos elementos nos llevaría a redundar ociosa y tediosamente, pues ya lo hemos expresado más de una vez y en distintos medios. De modo que si una “intelectual de izquierda” (así define el diario La Nación a su entrevistada) no se percata del nóumeno kirchnerista y sólo se queda en lo fenoménico sin acceder a las platónicas formas puras de la política argentina, pues en ese caso… es su problema.

Continuemos esta “deconstrucción” del discurso de Svampa. El lenguaje puede muy bien abonar el camino del infierno, nos dice «La tercera noche de Walpurgis». Pero Karl Kraus, su autor, era protagonista de un drama cuya dimensión era la de la civilización occidental a punto de colapsar y él mismo devenía, en ese instante, actor social con una vigencia histórica del tamaño de su intelecto. Esta nota, en cambio, tiene por objeto observar superficialidades medibles con nanotecnología.

Pues que…! Acaso no nos depara una sarta de trivialidades al uso el siguiente párrafo de Svampa: “Se habla de vidas precarias marcadas por la incertidumbre y el riesgo. Es uno de los temas propios de la sociología y la filosofía…”.

“Se habla…”. ¿Quién habla? No importa quién. No le importa la cita precisa a quien sólo procura mostrar versación en temática especializada. Se habla es lo mismo que “se parlotea”. La burocracia académica a la que pertenece Svampa (no sólo Moyano y Barrionuevo, ¿eh?; la burocracia académica también existe), esa burocracia –decimos- pone la lupa sobre esos bichos raros cuyas vidas son “precarias” y los juna con curiosidad y un poco de asquete pero, eso sí, los juna a la distancia y desde “la sociología” o desde “la filosofía”. No está claro si Svampa alguna vez habló un par de minutos con alguno de esos portadores de vidas precarias, como tampoco lo está si se refiere a los mendigos que supo apalear Macri con la UCEP o a los que ahora van a la escuela a aprender artes y oficios, o a la escuela primaria, o a la secundaria, todo ello en el marco de los planes de desarrollo social que este gobierno implementó luego de pagarle al Gran Acreedor una deuda que el gobierno no había contraído con divisas que el gobierno sí había sabido acumular. Esto, para Svampa, es Estado neoliberal. Aunque se haya derogado la convertibilidad de Cavallo. Desde el sillón, la burocracia mira. Y dictamina: “hay continuidades y rupturas”.

Vivir dentro de un termo, Svampa. Vivir dentro de un termo. El despacho es cómodo. La rutina, agradable. Los dimes y diretes cotidianos van y vienen y nos contemplamos el ombligo y miramos al espejo que nos devuelve nuestra hermosa imagen “de izquierda”. Cuán bellos/as somos. Sólo chapoteando en la frivolidad y hundidos hasta el cogote en el barro de la desinformación se puede decir “el ferroviario Ferreira”, un militante del Partido Obrero que no trabajaba en el ferrocarril sino que era un joven activista de ese partido tal vez “pegado” a un frente sindical, que es lo que -legítimamente- suelen hacer los partidos chicos cuando no cuentan con inserción en la clase obrera pero, por lo menos, tienen la conciencia de que es indispensable tenerla.

Svampa menciona al “ferroviario” en el contexto de una tirada desopilante. Se pliega, sin parar mientes en ello, a la manipulación del periodista, que maneja la entrevista a su antojo y a su antojo también le hace decir lo que La Nación quiere publicar. Svampa, mientras tanto, en la luna de Venecia. Una pregunta da por hecho que el “relato oficial” ha comenzado a “resquebrajarse” luego del choque del tren en Once. El periodista ni se molesta en inquirir si su entrevistada piensa que “el relato” se empieza a resquebrajar. Eso está tácito en su pregunta y Svampa entra por el tubo como oveja al bañadero. Y se explaya afirmativamente: el relato se empieza a resquebrajar -coincide con su titiritero- y no piensa ni por un instante en que también se había empezado a resquebrajar luego de la 125 y que ese resquebrajamiento se transfiguró en “Plataforma 2011”, es decir, en el 54 % de octubre de ese año. Tontuelos y tontuelas. Si volaran, algunos serían mariscales del aire.

En el mundo, el Grupo PRISA, el Grupo News Corporation (Rupert Murdoch), el Grupo Turner (Cable News Network y AOL Time Warner, entre otras repetidoras), el Grupo Dassault y algunos pocos más, oligopolizan el mercado global de la información. Ellos le dan línea a nuestro doméstico Grupo Clarín. Línea empresaria y de gestión. Aranda, Rendo y otros empleados del Grupo babean de admiración ante los emporios recién citados y, sobre todo, ante sus dueños. Admiran, por encima de cuantas virtudes puedan exhibir estas mafias de la desinformación, especialmente una: la areté propia de los “formadores de opinión”. Admiran el modo, las formas y el know how que muestran aquellas mafias a la hora de convencer al auditorio de que el círculo es cuadrado. Les causa un asombro casi sensual la eficacia manipuladora de la mentira repetida. Observan, ya al borde del orgasmo, las maravillas que puede operar el verbo en condicional para eludir la tipificación delictiva o la siembra de la sospecha diluida cuando el redactor-locutor conecta hechos sin conexión y vincula a personas sin vinculación, todo ello mediante el simple expediente de amasar las palabras de tal modo que, de la sintaxis nacida de tal amasijo, emerja el excremento necesario para ensuciar al enemigo odiado o para derrocar a la autoridad elegida.

Eso que hacen las mafias mediáticas mundiales lo puede hacer, también, sin conciencia de lo que hace, cualquier hijo de vecino. En el caso que pasamos a señalar fugazmente lo hace una hija de vecino. Lo hace Svampa. Le dice al “Grupo Papel Prensa” una generalidad que es entenada sietemesina de su no saber. Le dice que “Hay una estructura de alianzas entre estos gobiernos provinciales y el gobierno nacional”, lo cual -se lo ha comentado antes al periodista que la entrevista- hace responsable al gobierno nacional de la represión a la protesta social que se ha verificado en algunas jurisdicciones del país federal de los argentinos. Eso, y sólo eso, es lo que dice. Y pasa a otro tema. Claro, no puede decir más porque no sabe cómo funciona la protesta social en la Argentina ni cuál es la política de seguridad en el país, ni de qué modo se articula ésta, ni qué es la defensa nacional y su legislación base, ni qué es la seguridad interior, ni qué es la inteligencia nacional, todo lo cual constituye un acervo de conocimientos mínimos exigibles a cualquiera que pretenda erigirse en opinólogo al uso sobre la “inseguridad” en el país.

“Hay una estructura de alianzas…”, le suelta al diario enemigo de cuanta causa popular ha habido en este doliente rincón del mundo. Hay una estructura de alianzas… y ahí se detiene. Nada más, Nada más es necesario, pues ya todo está dicho. Es un todo que, en su fondo, alberga a la nada. Es un todo que nada dice. Es un todo que sólo busca enlodar sin molestarse en probar, en fundamentar, en citar, en mandar al lector a leer algo que cohoneste lo que se afirma. “Hay una estructura de alianzas…” es acto reflejo develador de superficialidad. Procura, así y sin que nadie se lo pida, valor agregado al arsenal diversionista de aquellos formadores de opinión globales que pretenden, precisamente, instalar “valores” de tal modo que quienes defienden esos valores no se pregunten nunca por qué, en realidad, son valores y no antivalores. Fomenta la sospecha, Svampa, y se limita sólo a eso. Habla de lo que no sabe y, por esa razón simple, no agrega nada a la generalidad expulsada al aire por su lengua ágil. No debería limitarse a “molestar”. Debería “probar”, pues la prueba de ciertas cosas que se dicen conbstituye deber del cual uno no huye cuando le place.

Ni qué decir tiene que tal método de análisis, aplicado al análisis de las políticas públicas de un gobierno y a su carácter de clase, no permite ninguna conclusión seria ni en lo atinente a dichas políticas públicas ni, mucho menos, en lo que hace a caracterizar qué alianza social expresa el Estado argentino hoy. Y entonces empiezan a aparecer, en el “relato” de Svampa, sueltos y espasmódicos, señalamientos inconexos y en secuencia arbitraria. Ley antiterrorista, megaminería como “causa nacional” (causa nacional era el nombre de un periódico de la Triple A en los años setenta, digresionamos aquí), corrupción, cuerpos sacrificables, reelección, tolerancia, división de poderes… y así sucesivamente… como decía, con retintín, una de nuestras maestras de primaria.

Y, claro, una vez más, en este crisol de lugares comunes aparece, no puede dejar de aparecer, el error, el extravío conceptual, la frase meramente panfletaria. Dice, en efecto, Svampa, que el modelo nacional y popular tiene, en la megaminería, una “faz oscura”. ¿Es oscura esta faz porque hay algún perjuicio para los pueblos en los cuales se desarrolla la explotación a tajo abierto del oro o de la plata, por ejemplo? No. No es umbría la “faz” por eso. Lo es porque “…desde el discurso nacional y popular resulta impensable justificar la alianza con las corporaciones transnacionales” (sic).

Amigo y compañero lector: queremos expresarle, de modo muy categórico, que la señora Maristella Svampa, en nuestra humilde opinión, se halla completamente huérfana de conocimientos históricos y políticos que la habiliten para descerrajar una sentencia como la recién citada. Nuestra afirmación se apoya en el siguiente razonamiento: el modelo nacional y popular y –esto que sigue es más importante aún- NINGÚN MODELO abominan de asociaciones con “corporaciones transnacionales” nada más que porque sean corporaciones o sean transnacionales. Incluso podría decirse que un modelo nacional y popular siempre requerirá de tales asociaciones y que constituye izquierdismo infantil tardío, en el caso de Svampa, su retórica sofística que ideologiza a priori la cuestión para luego fulminar de contraria a los principios la “alianza con las corporaciones transnacionales”. Jamás se ha escuchado a ningún vocero representativo de este modelo argentino expresar que, en general, hay que hacerle la guerra a las corporaciones. Sí se sabe -con lujo de detalles- que desde 2003 en adelante se gestó un curso de acción positivo, a escala nacional, para enfrentar a la corporación mediática, a la corporación judicial (de este modo se acabó con la Corte menemista), a la corporación militar, a la corporación eclesiástica, y así. Caso por caso. Y porque hacían daño al país, pero no en tanto corporaciones. Si tal fuera el caso ya habría este satanizado gobierno enfilado sus lanzas contra la corporación académica, a la cual pertenece Svampa.

Y si éstas son transnacionales, ahí está el gobierno actual que nunca ocultó su “alianza” con muchas corporaciones que, en el nivel de la tecnología y el “savoir faire”, son indispensables si se quiere gestionar con eficacia la economía de un país. Es una imposición del desarrollo histórico del capitalismo. Las penas siempre fueron nuestras y las tecnologías son ajenas. Entonces, hay que salir a buscarlas. El mejor gobierno que ha tenido Venezuela en toda su historia, el de Hugo Chávez, el demonizado hasta el hartazgo, el que expulsó de la administración del país a los que lo habían quebrado (adecos y copeyanos), nunca tuvo prurito alguno en que el Estado trabajase en “alianza” con Techint, y expropió o compró cuando ésta no cumplía con los contratos.

Pero el mazazo se lo asesta a Svampa su desinformación y su ligereza para mirar al vuelo y luego opinar: la propia Cuba socialista acaba de firmar, es decir, de celebrar por escrito para que no queden, de paso, dudas ni ante el pueblo ni ante la historia, un contrato con la petrolera Repsol (corporación transnacional si las hay) para instalar en plena ZEE (Zona Económica Exclusiva) de su mar Caribe, la plataforma de exploración Scarabeo-9. Eso es una “alianza corporativa” que -si hubiera que estar a las insensateces que profiere Svampa- sería ideológicamente repudiable y la Revolución Cubana no sería lo suficientemente revolucionaria como, se infiere, exige la señora; y sus dirigentes, ni hay que decirlo, habrían devenido ex revolucionarios traidores a sus principios. Svampa se equivoca. El modelo nac & pop es perfectamente compatible con las uniones transitorias de empresas malgrado sean éstas corporaciones transnacionales.

Avanza, ya acercándose al final de la entrevista, la docencia de esta “intelectual de izquierda”. Asegura conocer los procesos políticos, sociales y culturales que están viviendo Bolivia, Ecuador y Venezuela y, con fina sensibilidad de clase y oportunos reflejos, aclara, como corresponde a una izquierdista bien, que aquellos procesos pueden ser, en algunos casos, todo lo controvertidos que se quiera. Con lo cual no dice nada y, eso sí, le permite a la dicente ratificar su condición “politically correct” al tiempo que mostrarle a los dueños de Papel Prensa que no han elegido mal a la entrevistada.

Legitimidad electoral no es lo mismo que licencia social -ha dictaminado Svampa-. Apodíctica y sólida en el lugar del supuesto saber, señala que “hay otros poderes”, advierte que no se debe pasar por alto la existencia de una sociedad movilizada; y considera que esa sociedad sedicentemente movilizada, “exige abrir otros caminos de participación democrática”. Torrente de palabras, pero no por ello abundancia de conceptos. Los “poderes” a los que alude Svampa son los poderes formales cuyo diseño ideológico y filiación política dependen de la voluntad del pueblo expresada en las urnas. Precisamente por eso, la Presidenta remitió al Congreso “la 125” y remite ahora la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central, derogatoria, como ya informamos, de la ley de convertibilidad.

Allí el gobierno cuenta con mayoría en ambas cámaras. Es previsible lo que sucederá. Y lo que sucederá no será “licencia social” sino dinámica democrática en acto. Respecto de la “sociedad movilizada” cabe puntualizarle a Svampa que la sociedad no está movilizada; y que, si lo está lo está a favor del gobierno. Las protestas contra la megaminería (tema sobre el cual no emitiremos en esta nota opinión alguna, aunque la tengamos) son minoritarias si las referimos a la cantidad de pobladores que quieren trabajar en blanco y tener un sustento seguro para ellos y sus familias, ya que “esta gente” también existe y no se opone a los emprendimientos. Sólo exigen, con sentido común, que no contaminen. Porque ellos, a diferencia de algunos manifestantes “verdes” y combativos, viven allí. Y si el costado político que presenta la megaminería es la alianza con las transnacionales, ese argumento, falaz, ya lo hemos refutado más arriba.

No hay por dónde inferir que el pueblo argentino está movilizado detrás de un programa de democratización de las estructuras institucionales y sociales que, supuestamente, este gobierno avasalla todos los días. Y si un intelectual “de izquierda” siente que ello es así lo que cabe no es ir a llorar a la casa del enemigo de clase sino abocarse a la construcción de una orgánica política que le gane las próximas elecciones a la “autocracia” cristinista. O dirigirse a las bases obreras y populares para construir allí otro tipo de orgánica, menos electoralera -digamos- lejos, seguramente, esta segunda opción, de las inquietudes de Svampa.

Ha ocurrido que el 4 de marzo esta investigadora del nuevo Conicet kirchnerista (la locución empleada no constituye crítica ni al Conicet ni al kirchnerismo; sólo pretende destilar un leve aroma a científicos repatriados, jerarquizados y con buenos incentivos para trabajar); ha ocurrido, decimos, que en esa fecha pudimos leer: “En la Argentina todo se inserta en el legado peronista, que tiene que ver con la concentración del poder…”. Ocho días después, la razón de la derecha, expresándose con astucia a través de un espíritu subjetivo llamado Carlos Pagni, completaba, armónicamente, la idea de Svampa: “En Rosario (Cristina) abrió la era del «vamos por todo», cuya primera aplicación es el «zarpazo» (estas comillas francesas no son del texto de Pagni; es destacado nuestro) sobre las reservas monetarias” (La Nación, 12/3/12; p. 7; nota “Axel Kicillof, el marxista que desplazó a Boudou”; autor: Carlos Pagni).

En el punto, la coincidencia es perfecta. Calzan como un guante una idea con otra. La diferencia estriba, nada más y nada menos, en que Pagni sabe que lo que escribe es más propaganda que verdad; en cambio, Svampa está convencida. Ello la absuelve un poco. Pero suele suceder. Los socialdemócratas han sabido coincidir con la derecha siempre que ésta haya sabido vestir con elegancia los tules y las sedas de la “democracia”; como los maoístas lo han sabido hacer con el militarismo fascistoide (el Partido del Trabajo y del Pueblo [PTP], dirección política de la Corriente Clasista y Combativa, apoyó, en su momento, a Rico y a Seineldín en sus respectivas asonadas golpistas). Suele suceder. Pero es un derrape feo. Y que deschava ideología. Mal que les pese a los que derrapan.

Es una pena que no haya espacio para explicarle a Svampa por qué todo en la Argentina es “pro K” o “anti K”. Ello se debe, en buena medida, a las falencias de la izquierda; y, por otra parte, es una realidad social no nacida de ninguna aspiración absolutista sino de la propia lógica del acontecer social de los últimos treinta años. Pero, bueno, en los años del terrorismo de Estado ella tal vez haya estado exiliada; no tiene por qué conocer el atajo para llegar al hueso de nuestra causalidad política. Por otra parte, nosotros nunca fuimos ni peronistas ni kichneristas y también nunca nos sentimos atrapados en dicotomías incómodas. Venimos votando por este modelo desde 2003 en adelante. No a pesar del respeto que nos inspira Marx, sino precisamente por eso.

Y si Svampa se propone “molestar” al poder como quien asusta a su tía vieja, que se ponga las pilas porque hasta ahora Plataforma 2012 no molesta a nadie. Y si la dicente cree que aquí se lincha al que piensa diferente, eso es política. Política en la más pura acepción florentina del Renacimiento. Y hay que contestarle no con el suspiro quejumbroso sino con otra política. Ésta (la política) es una dimensión donde gana el que más poder acumula y el poder lo confieren las masas populares movilizadas, organizadas y con programa.

Pregunta: ¿hay, ahora, más o menos escenarios sociales en los que se pueden desplegar propuestas de discusión, de organización y de acción directa en pos de reivindicaciones vinculadas a la contradicción capital-trabajo, todo ello en relación al período menemoaliancista?

Adivinanza: ¿dónde reside el poder real en la Argentina, en el continente y en el mundo?

Esperando una respuesta con la premura del caso y a la brevedad que le sea posible y concluyendo que, en nuestra modesta concepción de las cosas, este modelo tiene fallas, límites y techos pero tambiés es un momento del desenvolvimiento del Espíritu absoluto y no precisamente un momento desfavorable para la reconstitución de un sujeto histórico que había desaparecido, hacemos propicia la oportunidad para saludar a la señora Svampa con las seguridades de nuestra consideración más distinguida.

Avec notre meilleures désires, Madame.

Juan Chaneton

Publicado en :

http://nos-comunicamos.com.ar/content/todo-lo-sordido-se-desvanece-en-aire

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