viernes, 12 de octubre de 2018
Llegan señales de fin de ciclo, por Pablo Papini (para "Actor Político" del 11-10-18)
11 oct -
La amenaza de los distintos fragmentos peronistas de la Cámara de Diputados de juntarse la semana que viene para derogar el Igüacelazo del gas, con riesgo de proyección a la interna de Cambiemos (nadie aseguraba que la UCR no se sumase), hizo que el gobierno nacional reculase en chancletas y lo derogase. La solución no sirve: el dinero del Estado, que va a pagar lo que se quería cobrar a los usuarios, no crece de los árboles. En una estructura impositiva que se ha vuelto más regresiva, eso significa que seguirá sangrando el mismo bolsillo. Políticamente no es menor: Mauricio Macri no para de retroceder defensivamente desde diciembre de 2017. Tanto, que ya ni siquiera logra mantener pacificada la alianza que lo consagró y lo sustenta.
Esto se suma a los desmarques de Elisa Carrió, al giro enojoso de la CGT, al ingreso de Hugo Moyano a la conducción del PJ y su invitación a Sergio Massa (que sigue perdiendo dirigentes mientras no resuelve su opoficialitis) a una gran PASO con el kirchnerismo y al rechazo de los intendentes del conurbano a festejar el 17 de octubre con quienes insisten en excluir del peronismo a CFK. Todo en idéntico sentido: un polo, el oficialista, se debilita; el opositor, en cambio (lenta y dificultosamente, y con mucho por hacer aún) todo lo contrario. Nada es definitivo, pero la tendencia es inocultable; y se retroalimentan recíprocamente y aceleran el proceso. Es lógico que así sea: la crisis económica es imposible de exagerar y empuja estos movimientos.
Jaime Durán Barba no podrá hacer magia frente al primer escenario adverso que le tocará enfrentar, el año que viene. Hasta ahora, compitió contra un oficialismo cuya economía estaba desgastada (2015); y, ya al mando, en la fase expansiva del ciclo amarillo (2017). Ahora cargará sobre sus espaldas con el lastre de un modelo en la terapia intensiva del FMI. No hay magia. ¿Esto induce a Carrió a diferenciarse? Jair Bolsonaro, el casi nuevo presidente de Brasil, se impulsó desde una campaña anti-sistema. Y ella procura jugar ese rol aquí: trata al resto del elenco dirigencial de integrantes de un pacto de impunidad. Incluso está dispuesta a poner a Macri allí. ¿Le saldrá? Es otro debate, pero a nadie le escapa que Balcarce 50 espanta.
Tanto la pelea entre Carrió y Daniel Angelici como la que enfrenta a los titulares saliente y entrante de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti y Carlos Rosenkrantz, son parte de lo mismo: ya nada asegura que el justicialismo no vuelva a ser gobierno el año entrante. Y por si acaso, más vale ser precavido: los tribunales son el refugio por excelencia de los intereses que se expresan en Cambiemos desde que los poderes judiciales se diseñaron, en el surgimiento de los Estados liberales, a medida de los statu quo. Otro cepo sucesorio. Como la deuda.
Con el Presupuesto en veremos y el segundo acuerdo stand-by con el FMI dependiendo de su aprobación, el macrismo sigue comprando un seguro anti-choque a costa de armar una economía invotable. En ese marco, el Igüacelazo fue de lo más inoportuno, demostrando una vez más que aquí, además de injusticia social, hay inutilidad. Los gobernadores no pueden hacer por el Presidente lo que éste no hace por sí mismo. Ya les está resultando caro: en 2015 tuvieron lugar numerosos recambios locales. Cesaron personajes fuertes (José Luis Gioja, José Alperovich, Jorge Capitanich, Sergio Urribarri) que, parece, buscarán volver vía competencia en las primarias del PJ contra sus sucesores. Unidad Ciudadana se desplegará territorialmente colgado de esas candidaturas. Tienta jugar de adversario de esta coyuntura. Otro elemento que pinta la crisis amarilla: hace apenas un año la idea era esperar a 2023.
La aceptación de la mayoría de los segmentos justicialistas de fortalezas y debilidades mutuas, y de que pueden ordenarse a través de las urnas, explican la desesperación CEOcrática por salir corriendo del Congreso: ya nada fluye allí como antes, y menos si empieza a avizorarse alternativa. El papel importante que viene cumpliendo Cristina Fernández en esos trámites acelera la persecución en su contra: ahora a través de sus hijos, protegida que está ella por el Senado. Cuando la unidad se concreta y muestra los dientes, no tiene rival. A diferencia de nuestro vecino, aquí tienen que defender una gestión horrorosa los admiradores de Bolsonaro. Restan por comprenderlo sólo los cuatro de la foto del otro día, como dijese alguno.
Si no se apuran, quizá lleguen tarde y ya no sean necesarios: nada peor en política que eso.
Publicado en:
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