Vivimos una época de globalización y
transnacionalización. Las fronteras, antes impermeables, son atravesadas por
señales de radio y de TV, de celular, de wifi y de satélite, por el flujo
invisible del dinero que pasa de un país a otro tocando un par de teclas de una
computadora, por un movimiento indetenible de personas que se trasladan
buscando mejores condiciones de vida, y que obligan a algunos payasos a querer
construir grandes murallas para detenerlos, al estilo de la vieja Gran Muralla
china.
Estos cambios no eliminan los intereses o
los conflictos. Los conflictos entre seres humanos cambian de forma, pero no
desaparecen.
En el siglo XX los conflictos eran por pedazos de tierra, territorios que cambiaban de mano y de bandera. Hoy en general las banderas permanecen, pero cambian de mano los recursos; detrás de cada guerra hay siempre un recurso estratégico. Hoy generalmente petróleo, mañana será seguramente litio, agua, alimentos o algún otro..
En el siglo XX los conflictos eran por pedazos de tierra, territorios que cambiaban de mano y de bandera. Hoy en general las banderas permanecen, pero cambian de mano los recursos; detrás de cada guerra hay siempre un recurso estratégico. Hoy generalmente petróleo, mañana será seguramente litio, agua, alimentos o algún otro..
Las islas Malvinas pertenecían a España y
estaban integradas en el Virreinato del Río de la Plata. Cuando los
rioplatenses lograron independizarse de España, empezaron a mandar gobernadores
a las islas.
En 1831 el gobernador Luis Vernet capturó pesqueros norteamericanos que se llevaban ilegalmente recursos de las islas. En represalia, la corbeta Lexington bombardeo el 31 de diciembre de ese año las instalaciones argentinas de Puerto Soledad, dejando a las islas casi indefensas. Pocos meses después, en 1833, la fragata inglesa HMS Clío tomo por la fuerza las islas y expulso a las autoridades argentinas. Nombraron “Gobernador” a un estanciero irlandés, y pusieron las islas bajo administración inglesa.
Los pobladores argentinos que permanecieron trabajando como peones se rebelaron. Acaudillados por un gaucho, Antonio Rivero, mataron al usurpador ingles e izaron nuevamente la enseña albiceleste. Los barcos ingleses regresaron rápidamente para combatir la rebelión. Rivero y sus hombres fueron derrotados. Los supervivientes fueron deportados.
En 1831 el gobernador Luis Vernet capturó pesqueros norteamericanos que se llevaban ilegalmente recursos de las islas. En represalia, la corbeta Lexington bombardeo el 31 de diciembre de ese año las instalaciones argentinas de Puerto Soledad, dejando a las islas casi indefensas. Pocos meses después, en 1833, la fragata inglesa HMS Clío tomo por la fuerza las islas y expulso a las autoridades argentinas. Nombraron “Gobernador” a un estanciero irlandés, y pusieron las islas bajo administración inglesa.
Los pobladores argentinos que permanecieron trabajando como peones se rebelaron. Acaudillados por un gaucho, Antonio Rivero, mataron al usurpador ingles e izaron nuevamente la enseña albiceleste. Los barcos ingleses regresaron rápidamente para combatir la rebelión. Rivero y sus hombres fueron derrotados. Los supervivientes fueron deportados.
Malvinas es, pues, un territorio tomado
por la fuerza a un país soberano, cuyos habitantes se rebelaron contra los
invasores y fueron expulsados mannu militari. El territorio, vaciado por los
usurpadores en una auténtica “limpieza étnica”, fue repoblado por súbditos del
Imperio, en su mayoría escoceses. Argentina ha reclamado desde entonces. El
caso es bastante claro, y se enmarca en una de las últimas disputas coloniales,
como reconoce la propia ONU.
Malvinas es mucho más que dos pilas de
turba en medio del Atlántico Sur, dos montañas de tierra aptas solamente para
cultivar azaleas. Malvinas tiene muy importantes reservas petrolíferas, una
considerable riqueza pesquera, y genera un cono de proyección territorial sobre
Antártida, el último continente virgen de la Humanidad. Por
su posición geográfica las islas son además, en manos de una potencia europea,
una amenaza para toda la
América del Sur.
El reclamo por Malvinas no debe ser
olvidado. Debemos seguirlo llevando a todos los foros internacionales. Todo lo
que sube termina por caer. Es sólo cuestión de estar allí esperando esa caída.
Adrián Corbella, 1 de abril de 2016
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