Arriba: CURADO. Este paciente ya no padece de fiebre...
La inflación es un proceso normal en una economía que crece. Lo ideal es tener una inflación baja, de un dígito y si se puede inferior al 5% anual. La inflación es como la temperatura del cuerpo humano: debe existir, pero en su medida justa. Cuando aumenta y tenemos “fiebre” empiezan los problemas. Pero si disminuye por debajo de lo normal, el problema no es menor: los únicos que no tienen temperatura son los muertos.
Cuando la inflación supera el 10% anual, y más aún si se asoma al 20%, empiezan a agravarse las dificultades. Pero esta inflación entre un diez y un veinte por ciento, es desaconsejable pero se la puede manejar. No es tan mala si se acompaña de crecimiento económico y se compensa con aumentos salariales equivalentes.
Cuando la inflación se acelera y pasa el límite del 25/30%, y más aún si llega al orden del 40, 50 o más por ciento, se transforma en un problema grave porque ni el crecimiento de la economía ni el de los salarios pueden acompañar estas cifras.
Llegados a este punto, algunos caen en la tentación de llamar a unos médicos brujos muy peligrosos: los neoliberales.
Estos curanderos tienen un método infalible para combatir la inflación. Lo primero que hacen es achicar la demanda de productos en el mercado interno. Para ello tienen diversos remedios: la devaluación reduce los salarios y el poder de compra; el ajuste de los gastos del Estado genera desocupación por despidos y suspensión de obras públicas; el aumento de los servicios esenciales disminuye la masa monetaria que se dedica a comprar los demás productos; la apertura de la economía arrasa con las PYMES, genera desocupación y aún menos demanda, y disciplina a la mano de obra que queda paralizada por el temor a perder el puesto de trabajo. Este remedio funciona por si solo pero es lento, entonces se lo potencia con un pico inflacionario al que ayuda la devaluación: se cura la inflación alta con inflación altísima, o incluso con hiperinflación. Es decir, para corregir una inflación del 20 o 25% anual, generamos un corto infierno con 200%, 250%, o incluso con cifras hiperinflacionarias. Económicamente ingresamos a una paradoja: inflación con estancamiento, o aún peor inflación con recesión. Es la tan mentada estanflación.
El costo social es demoledor: desocupación, pulverización de los salarios reales, terror a los despidos, deterioro concomitante de las condiciones laborales, hambre… Pero el resultado es inevitable: si pasamos de una inflación de 25% anual al 250%, llevamos los precios a los valores de 2026 manteniendo los salarios en los montos de 2016.
Llegados a este punto, con los precios diez años por delante de los salarios, la inflación se detiene. No es magia: los precios han llegado a valores absurdos y no hay manera de que suban más. Incluso se puede observar cierta deflación: algunos precios bajan. Algunos salarios también.
El gobierno que ha generado este caos, que le echa la culpa siempre a algún otro gobierno o al Dios Mercado, nos dice: “Ha sido duro. Hemos sufrido mucho. Pero lo hemos logrado: terminamos con la inflación”. Esto es cierto. Al menos es cierto por ocho o diez años, ya que adelantaron la inflación. Y la gente los reelige, ya que son los héroes que consiguieron la tan ansiada “estabilidad”.
Son médicos brujos. Curanderos primitivos. Talibanes fanáticos. Pero no debemos subestimarlos.
No quedan muchas dudas al respecto: el neoliberalismo es el arma de destrucción masiva más peligrosa que ha inventado la Humanidad.
Adrián Corbella, 15 de abril de 2016.
viernes, 15 de abril de 2016
UN MÉTODO INFALIBLE PARA TERMINAR CON LA INFLACIÓN, por Adrián Corbella
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