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lunes, 8 de julio de 2013

9 DE JULIO: QUIZÁS HAYA LLEGADO EL MOMENTO, por Adrián Corbella (para "Mirando hacia adentro" )






Arriba : Dos pinturas de Fernando VII de Borbón, en ambas con la banda albiceleste de su familia, los Borbones, y en la inferior con una capa del mismo color. En los extremos, dos banderas argentinas: la actual y la artiguista con azul claro y una franja roja representando al federalismo.


El 9 de julio de 1816 diputados que representaban a varias provincias rioplatenses proclamaron, en la ciudad de San Miguel de Tucumán,  la independencia de las “Provincias Unidas en Sud América ” (1). Esta histórica declaración, de la que se cumplen 197 años, distó mucho de terminar con las dificultades y contradicciones que estas provincias vivían desde el 25 de mayo de 1810.
La Primera Junta surgida de la Revolución de Mayo, como es vastamente sabido, juró por Fernando VII de Borbón, el rey español que estaba preso en Francia, y el cambio de autoridades no significó que la enseña española cesara de flamear en el Fuerte de Buenos Aires. El uso de símbolos patrios se demoró enormemente: no debemos olvidar que cuando en 1812 Belgrano izó por primera vez la bandera celeste y blanca (los colores familiares de los Borbones ) las autoridades de Buenos Aires le ordenaron guardarla, y le enviaron la española.
Estas dudas tenían un fundamento: no había un consenso claro acerca de la necesidad de proclamar la independencia, y concretamente en aquellos países que lo habían hecho y en dónde  las fuerzas realistas habían logrado controlar la situación derrotando a los revolucionarios (como Chile y Venezuela, que caen bajo control realista en 1812) la represión había sido feroz y despiadada. Esto explica en parte porqué la Asamblea del Año XIII, convocada para proclamar la independencia y dictar una Constitución, no hizo ni una cosa ni la otra, y se limitó a adoptar el himno y la escarapela, junto a medidas sociales como la libertad de vientres.
La bandera nacional se izó oficialmente por primera vez, curiosamente, en Montevideo -hoy capital de Uruguay-  en 1814, cuando las tropas revolucionarias conquistaron la ciudad de manos de los españoles, y no flameó en Buenos Aires hasta 1815. Pero, para ese entonces, la situación interna de las provincias rioplatenses  se había deteriorado mucho, y en Santa Fe combatían las tropas del gobierno central contra las fuerzas irregulares de gauchos federales que seguían a José Gervasio Artigas.
Estas idas y venidas, estas contradicciones, son el marco necesario para entender el proceso que concluye, parcialmente, con la declaración del 9 de julio de 1816. Todo el proceso revolucionario rioplatense estuvo plagado de contradicciones, y a medida que los años fueron pasando, se despejaron dudas antiguas para dejar paso a indecisiones nuevas.
Al principio, en 1810, no todos tenían en claro que el objetivo del proceso revolucionario fuera la independencia; muchos se conformaban con un gobierno con mayor participación popular dentro del marco de la Corona Española. Cuando fue quedando claro que la independencia era el objetivo final, se empezaron a discutir otras cosas. Quizás la disputa principal fue entre monárquicos y republicanos. Pero en ambas orientaciones había disensiones. Algunos querían coronar un  príncipe europeo de la Casa de Borbón, para así alcanzar una independencia negociada. Otros soñaban con una monarquía americana, coronando un Príncipe de sangre incaica que permitiera incorporar al proceso revolucionario a los pueblos y territorios del Perú y el Alto Perú (lo que hoy llamamos “Bolivia”).  Los dos grandes abogados de esta idea fueron dos de nuestros principales próceres: José de San Martín y Manuel Belgrano.
Entre los republicanos los había quienes pensaban en un sistema de voto restringido, en el que votara solamente, como decían en la época, “la parte principal y más sana de la población”. Otros por el contrario seguían la vieja consigna de las montoneras gauchas, “naides más que naides”, y pensaban que debían votar todos, sin importar el color de su piel, su situación económica, o su nivel cultural. Y a estos conflictos se sumaron disputas regionales, que cristalizarían en las dos grandes tendencias del  federalismo y el centralismo (luego mutado en “unitarismo”), que marcaron el tono de las disputas internas argentinas durante buena parte del siglo XIX.
En junio de 1815 se reunieron en Arroyo de la China, hoy ciudad de Concepción del Uruguay, representantes de varias provincias (Banda Oriental, Santa Fe, Córdoba, Corrientes, Entre Ríos, las Misiones) en el llamado “Congreso de Oriente” (2), y proclamaron la independencia del Río de la Plata (29-06-15). Cerca de un año después, las restantes provincias argentinas (más Córdoba, que fue a ambos Congresos), sumadas a varias provincias altoperuanas, se reunieron en Tucumán para declarar otra vez la independencia. Evidentemente, las contradicciones nos vienen desde el origen. Y quizás no hay que lamentar estas diferencias de criterio, tan democráticas, sino valorar lo que se pudo efectivamente construir pese a, o quizás debido a, ellas.
En estas tierras del Río de la Plata siempre se ha discutido arduamente todo. Nunca supimos claramente quiénes somos. O a dónde queremos ir.  En el siglo XIX y parte del XX estas disputas se resolvían arma en mano. Ahora hemos aprendido a intentar  resolverlas pacíficamente, lo cual es un logro que de ninguna manera debe despreciarse.
El 9 de julio de 1816 representantes de estas tierras proclamaron en Tucumán la independencia de las “Provincias Unidas en Sud América”.
Luego los argentinos atravesamos dos siglos complejos de desencuentros, de disputas, con mucha pólvora y sangre, en torno a que somos, a qué identidad asumimos, y dónde nos ubicamos. Tras tantos cambios de rumbo, hoy nuevamente, como sucedía en esos lejanos años de 1816, los países latinoamericanos caminamos juntos, vivimos experiencias similares  y buscamos soluciones en común.
El 9 de julio de 1816 los habitantes de estas tierras declaramos la Independencia de las “Provincias Unidas en Sud América”.  Quizás haya llegado la hora de ser, exactamente, eso.

Adrián Corbella
5 de julio de 2013

Notas:

(2): Algunos discuten qué se resolvió exactamente en este Congreso –que se llama también “de los Pueblos Libres” o “de Paysandú”-, pues las actas originales se han perdido. Pero Artigas comenta las resoluciones en algunas cartas http://www.redaccionpopular.com/content/el-congreso-de-oriente-o-congreso-de-los-pueblos-libres-de-1815http://www.redaccionpopular.com/content/el-congreso-de-oriente-o-congreso-de-los-pueblos-libres-de-1815





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