Arriba: Una versión libre de Ricardo Alfonsin y Margarita Stolbizer
[La imagen es responsabilidad exclusiva de "Mirando hacia adentro"]
Es asunto harto conocido que cuando en los
Estados Unidos gana las elecciones un presidente republicano, se disminuyen los
impuestos a los más ricos y decrecen a la par los gastos sociales realizados
por el Estado. Cuando, por el contrario, gana un demócrata pasa exactamente lo
opuesto: crecen los impuestos a los más favorecidos y aumentan los gastos en
los más necesitados. Esto significa que ninguna de las dos políticas, ni la de
los demócratas ni la de los republicanos es universalmente buena o mala. Esto
es una realidad en Estados Unidos, en
Argentina o en Mongolia: ninguna política gubernamental beneficia o perjudica
por igual a todos los sectores. Por lo tanto todo gobierno, por el mero hecho
de gobernar, divide a la sociedad entre aquellos que se ven beneficiados por
sus políticas, y los otros, que las sufren con mayor o menor resignación.
En lo que si hay muchas diferencias es en
esta forma de recepción de las políticas gubernamentales por parte de aquellos
sectores perjudicados por ellas. Las
reacciones de los sectores que se sienten no favoracidos van desde guerras
civiles hasta la simple presión que ejerce la “opinión pública” por cauces más
o menos institucionales. Estas distintas reacciones tienen raíces muy variadas,
que pasan por factores tan diversos como la historia y la idiosincrasia de los
habitantes de ese país, el grado en el que la satisfacción de necesidades
básicas este o no satisfecho, y el mensaje cultural generado desde los medios y
el sistema educativo. Es decir, si usted convence a una sociedad de que las
políticas desarrolladas son malas pero “inevitables”, y que a la postre serán
positivas (recordemos el famoso “estamos mal pero vamos bien” de la Argentina de los
noventa), probablemente logre una pasividad que no tendrá si el mensaje habla
de “caprichos”, “voracidad fiscal”, “autoritarismo” y “década perdida”.
Sea cual sea el perfil del ciudadano
opositor que se tenga, lo que resulta claro es que no existen políticas
universalmente buenas (o malas), que la existencia de divisiones es inherente a
la democracia (por eso hay distintos partidos políticos, porque cada uno
interpreta la realidad de distinta manera), y que el ideal de políticas “buenas
para todos” y de sociedades “sin conflictos”, “sin divisiones” nos aleja de la
democracia y nos sumerge en concepciones autoritarias como la del fascismo (o
el neoliberalismo, gran propiciador del “pensamiento único” y del “fin de las
ideologías”…).
Habiendo realizado una necesaria
introducción al tema, me parece fundamental analizar la publicidad de una las
listas que se presentan a las elecciones primarias simultáneas y
obligatorias(PASO) de Argentina, la del Frente Progresista Cívico y Social de
la provincia de Buenos Aires.
El Frente Progresista Cívico y Social es una fuerza armada por sectores de la
oposición vinculados al radicalismo y socialismo, junto a ex radicales como
Stolbizer(hoy en el GEN), ex lilitos, ex liberales y algunas fuerzas de izquierda como “Libres
de Sur”. Está presente en casi todos los distritos, aunque no en todos lleva el
mismo nombre ni tiene la misma integración (en la ciudad de Buenos Aires es UNEN)
La lista que lideran Ricardo Alfonsin, hijo
del recordado presidente, y Margarita Stolbizer, legisladora de origen radical
que ha migrado por varias fuerzas, está realizando una publicidad cuyo eje es
justamente la “división de la sociedad” entre los partidarios de “ARGEN” y los
que siguen a “TINA”. Han realizado varios cortos, de poco más de un minuto, en
los cuales se presenta una situación con ese eje, y como cierre aparecen
Alfonsin y Stolbizer caminando lado a lado (cual Xena la Princesa Guerrera y Conan el Bárbaro del siglo XXI) prometiendo
resolver estas divisiones (“Hay dos países. Venimos a unirlos” es el slogan).
En uno de los cortos aparecen dos hinchadas
de futbol, con banderas cornetas y tatuajes, una defendiendo encarnizadamente a
Argen y la otra a Tina. Resulta interesante este video porque, contra lo que
sostiene el mensaje opositor cotidiano, acepta que el oficialismo tiene su “hinchada” fervorosa que lo
sostiene, es decir, ciudadanos que comulgan con su proyecto político.
Otro de los videos, brinda aún mayores
posibilidades de análisis. Un ciudadano se presenta a un local a comprar un
perro. El comerciante (que uno supone veterinario) le ofrece un perrito
chiquito similar a un Chihuahua –raza
fiera como pocas, pero de bolsillo. El comprador le dice que quiere un perro
grande por la inseguridad. El veterinario se sorprende y le pregunta si no será
una sensación. El cliente le dice “sensación de frío, me afanaron hasta las
estufas”.
-¿Acá en Tina?
-No, en Argen
-Ah… sos de Argen… ¿Por qué no te comprás
un gorila?
-Te llaman
Entonces el veterinario se da vuelta y el otro decide generar una profecía autocumplida: le roba el cachorro al
comerciante para hacerle sentir la inseguridad
en carne propia…
Este segundo video, pese a su primitivismo,
tiene rasgos interesantes. En primer lugar reconoce que la forma en que la
oposición interpreta la realidad no es compartida por los ciudadanos que votan
al gobierno. O sea que hay un importante eje político que pasa por lo mediático. Pero hay más: en una suerte de sincericidio, el spot muestra como
el ciudadano opositor se crispa ante la presencia de alguien que no ve la
realidad como la ve él, y entonces pasa a la acción directa. Difícil encontrar
una actitud menos democrática, imposible no vincularlo con algunas actitudes de
cacerolos exaltados que hemos visto en estos meses…
Más allá de la posición que tenga cada uno frente al gobierno o la
oposición argentinas, resulta preocupante que el nivel político de los segundos
sea tan paupérrimo que pueda usarse con tanta facilidad su propia propaganda
como elemento para criticarlos, para poner al descubierto sus contradicciones.
Plantean un país “dividido”. Ven esta
división como algo “anormal”. Se presentan como “Salvadores”.
Si es la Princesa Guerrera
Stolbizer y el héroe bárbaro Alfonsin Jr. quienes van a salvarnos de nuestras
divisiones sociales, por otra parte muy democráticas y que nos vienen
acompañando desde 1810, dan ganas de llamar al Chapulín Colorado.
Él, al menos, era consciente de sus
limitaciones.
Adrián Corbella,
24 de julio de 2013
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