Miradas al Sur. Año 5. Edición número 219. Domingo 29 de julio de 2012
Por
Alberto Hernández
El dilema bonaerense. El autor, ex titular del Instituto Cultural bonaerense, propone un análisis de la tensión kirchnerismo-sciolismo. Razones estructurales, históricas y culturales de un conflicto que viene de lejos y sigue pendiente.
Por estos días, se verifica el eterno retorno de uno de los dilemas de la política argentina: el enfrentamiento entre los gobiernos nacional y bonaerense. En este contexto se escuchan distintas argumentaciones para explicar el conflicto. Hay quienes lo reducen a la sucesión presidencial para el 2015; están los que manifiestan que se trata de un problema originado en la mala gestión provincial. Otros prefieren decir que se terminaron los años de bonanza para el fisco nacional y es por eso que, ahora, se pide que los ajustes los hagan las provincias. También están los que opinan que lo que está en juego es el modelo instaurado por Néstor Kirchner y continuado por la Presidenta. No faltan los que se remontan a los ’80, momento en que la provincia cedía una porción de su coparticipación. Algunos hablan de la injusticia que hay entre lo que aporta la jurisdicción a las arcas nacionales y lo que recibe a cambio. Por último, están aquellos que enfatizan que el conflicto se explica debido al hecho de que la provincia no es gobernada por dirigentes bonaerenses. Es posible que todas estas explicaciones sean, en menor o mayor medida, acertadas. Sin embargo, aun haciendo el ejercicio de sumar todos estos argumentos no se podría explicar la situación conflictiva entre el sciolismo y el kirchnerismo. Para una cabal comprensión del fenómeno hay que remitirse a cuestiones estructurales del orden de la historicidad y de la cultura política argentina.
Cuestión de medida. Para este nuevo aporte se propone una nueva unidad de medida denominada: “Cuánta provincia de Buenos Aires”. La unidad tendría en su extremo superior la pujanza de la provincia más grande y poderosa de la Argentina, pujanza expresada en el bienestar de su población, la ausencia de pobreza, la prosperidad, el orden institucional y la productividad; en síntesis: el liderazgo nacional desde la bonanza. En el extremo inferior, se ubicaría la otra cara: la provincia empobrecida, con debilidad institucional, con grandes bolsones de pobreza y sin soberanía económica.
En este contexto, entonces, cabe la pregunta: ¿Cuánta provincia de Buenos Aires soporta la Argentina? El interrogante da pie a otros: ¿Son los problemas de la Argentina del orden del federalismo, o del orden del poder central? Por supuesto que, jurídicamente, Buenos Aires es una provincia más; pero política e históricamente, ¿es una provincia más o forma parte del poder central de la Argentina? ¿Qué piensan las otras provincias: que Buenos Aires es el poder central, o que es una provincia más?
Hay que decirlo con todas las letras, porque la historia lo muestra y la política lo repite cada vez que resulta necesario: la Argentina no soporta una provincia pujante, porque una Buenos Aires pujante siempre arremeterá con todo en la Argentina. Buscará el poder político y eso significa ir por todo. No es casual que los gobernadores bonaerenses nunca hayan podido ser electos presidentes: es la política nacional la que lo impide. Y ante la posibilidad de que el gobernador de la provincia de Buenos Aires quiera erigirse como candidato a presidente serán el poder federal y el Gobierno Nacional los que se lo impedirán. Es una regla informal del juego, pero regla al fin. Este no es un problema de Scioli y Cristina: antes fue una disputa entre Mercante y Perón. También lo ha sido entre Ruckauf y Duhalde.
Esta realidad debiera tenerla en cuenta el pelotón de dónde surgirá el próximo candidato a gobernador del oficialismo: Mariotto, Alicia Kirchner, Randazzo, Domínguez, Massa, Álvarez Rodríguez o Giustozzi. La tensión –un dilema a esta altura– entre Buenos Aires y la Nación viene desde el fondo de los tiempos y, aún, nadie pudo encontrar la fórmula para resolverla. ¿Será Scioli el que sepa cómo hacerlo?
Dar de nuevo. Su panorama no es muy prometedor, sobre todo porque su capital es la aceptación entre la gente, pero el próximo candidato a presidente del Frente para la Victoria surgirá de la política, no de las encuestas. Y si el Gobierno Nacional y la política federal no pueden impedir que Scioli sea candidato, entonces será aceptado con una sola condición: que sea candidato, pero perdedor. Es lo máximo que permite la regla no escrita del poder político federal argentino.
A partir de esta óptica estructural e histórica, que ya forma parte del acervo cultural de la Argentina, es que hay que enmarcar todas las argumentaciones que intentan explicar el conflicto del kirchnerismo con el sciolismo. Es cierta la injusticia de la coparticipación. Sin embargo, si ese problema se solucionara igual estaríamos frente a la tensión nación/provincia. Es cierto que la gestión de Scioli no es de las mejores. No obstante, si fuera muy buena, quizás, la tensión se hubiese generado un tiempo atrás. Es cierto que las finanzas nacionales no son las mismas de hace unos años. Sin embargo, si lo fueran, sería el mismo conflicto, pero con recursos.
Esta situación debiera llamar la atención a los actores políticos nacionales: la Argentina debe aprovechar estos aires saludables de revisión de los grandes problemas nacionales, porque éste, verdaderamente, lo es. Atenta contra la misma construcción de la Nación. ¿Qué piensa hacer con Buenos Aires la Argentina? ¿Quién hará los planteos medulares? ¿Quién tendrá el coraje histórico de plantear la situación y abordar un camino de solución? ¿Hasta dónde es posible construir una nación justa con un poder central tan desparejo? ¿Hasta dónde la dirigencia política bonaerense está dispuesta a discutir la existencia misma de la provincia en beneficio del país todo?
Hasta el mismísimo problema del federalismo se torna afectado en su esencia al incluir la provincia como una porción territorial más. Se necesita urgente, de parte de la política nacional, una cuota de creatividad para abordar la cuestión bonaerense y no estar discutiendo dentro de ocho años, otra vez, el enfrentamiento entre el presidente y el gobernador de entonces.
Publicado en :
http://sur.infonews.com/notas/una-regla-no-escrita-en-el-juego-de-la-politica-nacional
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