Un lenguaje nacional y popular resulta cardinal en la batalla cultural contra los resabios oligárquicos.
Por:
Federico Bernal
¿Cómo debería explicarse y entenderse la recuperación del rol del Estado en los resortes fundamentales del país: como un avance del intervencionismo de Estado o un retroceso del intervencionismo de Mercado? La batalla cultural en la Argentina no puede ganarse sin explicar, acompañar y profundizar el cambio de época experimentado con terminología afín al "granero del mundo". El diario oficial de la Argentina semicolonial ya lanzó su campaña contra el "intervencionismo" estatal en el sector petrolero. Ejemplos abundan al respecto. A la magnífica editorial "Golpe mortal al desarrollo petrolero", se le sumó el reciente y notable artículo del pasado domingo: "El moyanismo amenaza con un paro petrolero". Su bajada decía así: "El Sindicato del Petróleo y el Gas Privado rechaza la intervención del Gobierno en el mercado." Es lógico que la voz cantante del mercadismo se sienta profundamente amenazada con el regreso del Estado a donde se lo había logrado extirpar. Por nuestra parte, ¿cómo defender y explicar esa suerte de repatriación, y con ella, la expulsión del Mercado de donde nunca debería haberse inmiscuido? Va una idea.
DE CÓMO UN ESTADO "INTERVENCIONISTA" ES Y SERÁ SIEMPRE UN ESTADO IMPOPULAR.
Si bien el vocablo "intervencionismo" cuenta con varias acepciones, prácticamente todas coinciden en explicarlo como sigue: 1) la acción de un Estado de injerir en los asuntos de otro Estado; 2) la tendencia de un Estado a tomar por su cuenta servicios y actividades dejados en otros casos a la actividad privada; y 3) [Medicina] procedimiento diagnóstico-terapéutico realizado a través de incisiones mínimas mediante catéteres, agujas, etcétera, […]. En igual sentido, así describe el diccionario de uso del español María Moliner (2010) las principales acepciones del verbo "intervenir": "1) Participar o tomar parte. A veces implica oficiosidad y tiene el significado de <
CUANDO EL MEDIOPELO SE SIENTE "INTERVENIDO".
Hasta acá los usos otorgados por el mundo hispanoparlante a los términos "intervenir" e "intervencionismo", vaya uno a saber desde cuándo. ¿Hace falta indagar la existencia de palabras igual o más desdichadas que estas? Porque la lengua española es riquísima y vastísima, seguro las habrá peores. Pero que ambas son espantosamente infelices, no caben dudas. Apartémonos ahora de la semiología abstracta para pasar a la vida real. Imagínese el lector el siguiente cuadro: un hipotético representante del mediopelo se encuentra muy tranquilo leyendo el diario dominical por la mañana, café humeante en mano, pan tostado y absoluto mutismo en el ecosistema hogareño. Afuera, el contexto ideal: pleno sol, aves piando y parrilla alistándose. Tales encantos permiten excluir momentáneamente de sus neuronas el nefasto embargo que días atrás le encajara el ex socio, o aquella inesperada carta documento de la AFIP intimándolo a actualizar su situación impositiva, o la inesperada visita al médico por el punzante dolor en las tripas que coronó en laparoscopía. En fin, ejemplos de situaciones triviales o complejas, justas o injustas, pero sin duda comunes y que, como vimos anteriormente, son definidas, sintetizadas y razonadas desde una sola palabra: intervención. Volvamos al ejemplo terrenal porque la cosa recién comienza. Como la "fuerza" con los Jedi en la célebre Guerra de las Galaxias, la paz y la armonía acompañaban al susodicho durante aquel domingo pacífico y pequeñoburgués. Lo problemático y febril de la vida mundana había quedado fugazmente postergado. Así hasta que repentinamente, a vuelta de página del diario, sus ojos se posaron en los titulares de la perdición: "El moyanismo amenaza con paro petrolero. El Sindicato del Petróleo y el Gas Privado rechaza la intervención del Gobierno en el mercado" (diario La Nación 5/08/2012). Cual tsunami arrollador, el recuerdo del embargo, la "intervención" médica y la actitud "persecutoria" de la AFIP le nublan la vista y retuercen las entrañas. El diario vuela por el aire y entonces la magia de un lenguaje hecho a medida de la semicolonia produce lo que el pasquín mitrista sutil e inteligentemente se había propuesto: el lector de La Nación (ídem para Clarín, Perfil, etc.) se solidariza totalmente con Moyano (a quien ya venía mirando con cariño) y que como él rechaza un Estado "que se mete donde no debe y que nada agradable reportará". El domingo se pudre y el asado es historia.
¡BASTA DE INTERVENCIONISMO!
Dos días después de la Resolución 125, el diario neoliberal La Nación escribía una editorial titulada "Mejorar el clima de negocios". Transcribimos su primer párrafo: "La economía argentina ha venido creciendo en los últimos años, pero el clima de negocios continúa lejos de ser recreado y las señales que dan cuenta de un cada vez mayor intervencionismo estatal [el subrayado es nuestro], como los recientes aumentos en las retenciones a exportaciones agrícolas, poco ayudarán a lograrlo" (13/03/08). ¿Cuántos ejemplos iguales o peores? O el neoliberalismo tuvo la brillantez de definir a un Estado crecientemente rector en materia económica, comercial, energética, etc., con vocablos cuyos usos y acepciones explican situaciones de embargos, intromisiones y operaciones, o bien al Mercado no le interesa (ni le conviene) definir con palabras más felices a un Estado dueño de los resortes básicos de un país. Relegada a la última dimensión queda pues la progresividad que la medida intervencionista supone para la población, sea del tipo que sea. Sus promotores partirán casi con total seguridad de una postura defensiva a la hora de sostenerla o explicarla, dado que la antipática terminología predispone natural y espontáneamente mal al ciudadano. Aquello que debería ser considerado natural y necesario, es visto como inusual, anómalo, impropio, confiscatorio, antidemocrático, invasivo y policial. La reacción corre entonces con la ventaja del lenguaje y su impalpable pero implacable efecto subliminal: el avance del aliado nativo y estratégico de las clases populares, el Estado, es convertido en amenaza pública. Lo que en realidad atenta contra un Mercado desregulado y una Argentina atrofiada y elitista, transmuta en enemigo de la sociedad toda, la paz y el orden.
POR UN LENGUAJE NACIONAL Y POPULAR.
La mejor argucia contra un Estado que "irrumpe" (interviene) en cuestiones de Mercado pasa por la zoncera que instaló la idea del Mercado como actor natural y excluyente del progreso humano. A esta noción contribuye el uso de un lenguaje (como de una historia) afín a la supervivencia del interés elitista parasitario y agrarista. Algo así como ese federalismo mitrista que desde el conflicto por la 125 no se cansa de repetir: "Las provincias son anteriores a la Nación". En igual sentido, se busca imponer la idea de que el Mercado es anterior al Estado. Los efectos en la población son devastadores. Al ciudadano común, penetrado por un lenguaje funcional al interés oligárquico, no le queda más remedio que aceptar que las provincias son las propietarias naturales de los recursos y las rentas dentro de sus fronteras –como han defendido y defienden el frente entre petroleras privadas, algunos gobernadores o ex gobernadores y, lamentablemente ahora también, el sindicato de petroleros privados–. Recordemos uno de los significados de "intervencionismo" dados al comienzo: "la tendencia de un Estado a tomar por su cuenta servicios y actividades dejados en otros casos a la actividad privada". Pero, ¿quién dijo que "los servicios y las actividades" de un país deben estar naturalmente en manos del Mercado? No importa quién, en realidad, porque está implícito en el lenguaje que debe ser el Mercado. Un lenguaje acorde a la prosperidad del "granero del mundo", que convierte en enemigo de la estatización y del centralismo (fundamental elemento aglutinante de una nación del Tercer Mundo) a una población que no precisa haber leído a Aguinis, Halperín Donghi o Grondona para hacerse anti-K. Con una actualización impositiva, una endoscopía o un embargo alcanza y sobra para aborrecer el proceso de estatización del desarrollo implementado por el gobierno nacional, proceso que por cierto y tiempo atrás permitió el despegue de las naciones hoy industrializadas. En fin, la Patria que asoma y se consolida precisa con urgencia de un lenguaje a imagen y semejanza del cambio de época vivido desde 2003. Porque un lenguaje nacional y popular resulta cardinal en la batalla cultural contra los resabios oligárquicos que reniegan de una Argentina industrial, soberana, justa y moderna.
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http://www.infonews.com/2012/08/08/politica-33210-cambio-de-epoca-cambio-de-lenguaje.php
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