En uno de sus discursos de campaña, el presidente venezolano, Hugo Chávez habló del viento. Exuberante, como siempre, afirmó que su rival, Henrique Capriles Randoski, representa la vieja política y en cambio, él representa lo nuevo. “Está bien –aclaró ante la multitud- tengo 58 años, pero el viento es más viejo… y sigue soplando”. Con la incorporación de Venezuela al Mercosur, nuevos vientos soplan en la región. Y muy intensos. Vientos de cambio que no se deben desaprovechar. Vientos que nunca antes habían soplado. Y cuanto más soplan estos vientos, los carroñeros de siempre dejan escapar sus flatulencias. Los agoreros mediáticos anuncian apocalípticas catástrofes para octubre: que todo va a estallar, que va a crecer el desempleo y la pobreza, que la peste negra y las diez plagas… Ellos son la plaga, pero con una pestilencia cada vez menos efectiva. El único horizonte negro es para el Grupo Clarín, que deberá adecuarse a las limitaciones que dispone la nueva Ley de Servicios de Comunicación, que ya tiene tres años y no puede aplicarse en su totalidad por las trapisondas legales de algunos jueces. Su nuevo ariete mediático, Jorge Lanata, hará lo imposible para horadar el apoyo al gobierno de CFK, que, según algunas encuestas, hoy tiene una intención de voto superior al 58 por ciento.
No saben qué hacer. Y Lanata menos. Hasta logró que un grupo de personas con las remeras de la Tupac agreda a su equipo periodístico en Jujuy. Un recurso muy usado, pero más creativo que invitar a Carrió para que ventile sus fantasías golpistas en un estudio televisivo. Todo para no hablar de nada. Todo para evitar hablar de los logros. En medio de la desesperación que los inunda, buscan con lupa algún detalle negativo que salpique lo más posible a la totalidad.
“No seamos más giles –advirtió La Presidenta en el acto por el 158 aniversario de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires- mienten y engañan para hacer ganancias extraordinarias”. Claro, los que más tienen, los especuladores, los que sólo producen desastres, la juntan en pala cuando a la mayoría le va mal. Mientras aquí se paga el BODEN 2012, hay 400 mil millones de dólares de argentinos –es un decir- que reposan tranquilamente en paraísos fiscales. Pero de esta manera, se termina de saldar la deuda ocasionada por las decisiones de Menem, Cavallo, De la Rúa y Eduardo Duhalde, que institucionalizaron la fuga y permitieron una nueva estafa a todos los argentinos. Pagar el BODEN 2012 es terminar con el corralito, que “es un emblema por la crisis social y cultural que provocó, además de generar mucha violencia en la sociedad”, explicó CFK. Y con mucha elegancia y un poco de imprecisión, la Jefa de Estado agregó que “es dinero que tenían que haber devuelto a los ahorristas otros gobiernos”. En realidad, los gobiernos tendrían que haber impedido que los bancos incauten ese dinero.
Adelmo Gabbi, Presidente de la BCBA, en su discurso de homenaje destacó que “nuestro lugar está junto a los argentinos, acompañando en los momentos difíciles del país. Pero el debate es hacia un futuro más justo y equitativo, y en ese sentido la Bolsa tiene mucho para dar”. Pero, fiel al lugar que ocupa y a la tendencia de sus socios, se refirió a la crisis global, al desendeudamiento y la situación especial de nuestro país sólo para solicitar menos intervención del Estado en la economía. “Ni el caso de libertinaje –aclaró- ni la asfixia de los controles. Sólo el libre y transparente juego de la oferta y la demanda. Esto es un tema de expectativas”. Una manera de solicitar menor regulación del mercado para que los negocios sean más fructíferos, aunque ya se sabe que la oferta y la demanda no es un juego libre ni transparente. “Cuando vos dejás a los que tienen plata hacer cualquier cosa –respondió La Presidenta- estás regulando en contra de los pobres; cuando regulás para que los que son pobres sean menos pobres y los que son ricos, muy ricos, pongan un cachito de esa riqueza en la rueda de la redistribución para alimentar el círculo virtuoso, bueno, yo creo que esa es la revolución virtuosa que necesita Argentina y también el mundo“. En pocas palabras, cuando no se regula a los que tienen mucho, son las mayorías los que pagan las consecuencias.
Diciembre de 2001 es eso: gobiernos cómplices de los saqueadores insaciables, gobiernos débiles que se dejan gobernar por los angurrientos. Y no descansan en su afán acumulador. No importa la miseria que dejan a su paso. No importa el hambre o el sufrimiento de los que los rodean. Gabbi habló de un clima de confianza para la generación de negocios, pero los que no generan confianza son los que hacen negocios. “Esto no es una crisis de confianza –advirtió Cristina- lo que hay es una formidable crisis especulativa, la que conocimos muy bien en la Argentina, mediante el estrangulamiento del sector externo público, privado y familiar”. Porque no es para celebrar que paguemos deudas ajenas. Gran parte de nuestra deuda enriqueció a muchos privados que todavía quieren más, que son los que ahora protestan, son los que siempre se quejan. Cada centavo que dejan de ganar se convierte en miles de pesos que quieren recuperar. La inflación es producto de ese afán acumulativo. Cuando el Banco Central dispuso que las entidades bancarias dispongan de una línea de crédito a la producción al 14 por ciento anual de sólo el cinco por ciento de los depósitos, lloraron como un nene al que se le cae el helado. “El panel MerVal –aclaró La Presidenta– creció 5 por ciento durante la convertibilidad y 254 por ciento durante este gobierno nacional y popular. Está bien decirlo, como somos peronchos. Nunca ganaron tanta plata bancos y empresas como en este gobierno”.
Aunque el pago de las deudas garantiza nuestra soberanía, agiganta nuestro papel de giles. El pueblo argentino está financiando el enriquecimiento de unos pocos. Cuando Domingo Cavallo fue Presidente del Banco Central durante la dictadura, estatizó deuda de privados. Gracias a este procedimiento se beneficiaron más de 70 empresas y se duplicó la deuda de todos los argentinos. Familias como Fortabat, Macri, Martínez de Hoz, Noble, Pérez Companc se enriquecieron hasta el hartazgo con la generosidad del pueblo. Y también empresas extranjeras como Techint, IBM, Ford y Fiat, Banco Río, Francés, Citybank y Superville. Angustias, ajustes, aprietes, pobreza: así pagamos la deuda de estos honorables y quejosos caballeros. Y no conformes con esto, en las décadas siguientes continuaron devorando nuestros esfuerzos, extorsionando a los gobiernos democráticos, desplegando miseria a su alrededor. El 2001 los encontró con sus bolsas llenas y a salvo, mientras el país explotaba. Después de todo esto, llegó el modelo K, cuando nadie lo esperaba, que permitió crecer, distribuir y pagar. Pagar hasta 2020, por lo menos. Y lejos de calmar sus ansias vampíricas, están al acecho para absorber más. Por eso no es para celebrar el pago de esta deuda.
A fines de 1983 el perjuicio para el Estado por esta socialización de la deuda alcanzó los 23 mil millones de dólares, la mitad de la deuda externa por aquellos tiempos. El juez federal Marcelo Martínez de Giorgi –haciendo lugar a un pedido del fiscal Federico Delgado- solicitó hace unos meses a la Procuración General del Tesoro el “inicio de acciones de reparación” contra los funcionarios cómplices de aquella estafa y las empresas que se beneficiaron a costa del Estado. Aunque esta causa tal vez no tenga futuro, al menos los tiene que calmar. No estaría de más algún mecanismo que los intime a devolver una parte del botín. Y ya que estamos, alguna ley que impida que el Estado asuma deudas privadas en el futuro.
Porque tenemos futuro. Pero para consolidarlo hay que actuar en colectivo. Y en un colectivo cada vez más grande. Hugo Chávez celebró en estos días la incorporación de Venezuela al Mercosur. El sueño colectivo de la Patria Grande. Una economía al servicio de todos. Nuevos vientos están soplando. Y el único viento de cola está conformado por las flatulencias agoreras de los que protegen a esos buitres.
Publicado en :
http://www.apuntesdiscontinuos.blogspot.com.ar/2012/08/nuevos-vientos-y-no-de-cola.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario