Escrito por Aníbal Fernández
Decía el escritor Marcos Aguinis desde una nota en La Nación, hace unos días:
"La corrupción se ha vuelto septicémica. El modelo consiste en profundizarla. Nada importante se hace para disminuirla. Desde lo alto se dibuja el camino. Si la yunta presidencial ha conseguido amasar una fortuna que no se podría fundir en varias generaciones, quienes se acercan a ella esperan lograr lo mismo. o un poco, aunque sea. Las fuerzas (¿paramilitares?) de Milagro Sala provocaron analogías con las Juventudes Hitlerianas. Estas últimas, sin embargo, por asesinas y despreciables que hayan sido, luchaban por un ideal absurdo pero ideal al fin, como la raza superior y otras locuras. Los actuales paramilitares kirchneristas, y La Cámpora, y El Evita, y Tupac Amaru, y otras fórmulas igualmente confusas, en cambio, han estructurado una corporación que milita para ganar un sueldo o sentirse poderosos o meter la mano en los bienes de la nación. Muchos de los blogueros que se ocuparán de insultar este artículo lo harán por la rabia que les produce un desenmascaramiento y el temor de perder sus mal habidos ingresos."
Hoy, en el mismo diario, publico mi respuesta a semejante barbaridad:
No se puede dejar pasar. No es bueno dejarlo pasar. No lo puedo dejar pasar. Porque algunos silencios generan complicidad. Sólo que, a veces, la respuesta necesita decantar. Encontrar su canal. Lograr el tono adecuado y, en este caso, era difícil. Por la dimensión del exabrupto, por el tamaño de la barbaridad, por lo revulsivo del metamensaje y por la profundidad del odio. No importa cuán en las antípodas ideológicas se encuentre el escritor del peronismo. No importan las razones ni las emociones, por viscerales que fueran. Reivindicar a las juventudes hitlerianas a partir de su compromiso ideológico sólo con el fin de atacar a algunas agrupaciones militantes que, democráticamente, expresan su apoyo al Gobierno es, sencillamente, un desatino mayúsculo e inadmisible. No sólo por lo que expresa en términos históricos, sino por su significación en nuestro particular momento histórico-político.
Si bajo la premisa «un ideal; absurdo, pero ideal al fin» se puede justificar la Shoá, preparémonos para que en cualquier momento justifique los crímenes de lesa humanidad y el plan sistemático de apropiación de bebes. Sé que esto que digo es el sentimiento de millones de compatriotas que, seguramente como yo, no pueden salir de su asombro por el libelo publicado en el diario LA NACION el 21 de agosto. No dudo que estas palabras, de una u otra forma, expresan a un determinado universo y aunque parezcan tardías, esgrimen como justificación el no callar. Dejar pasar semejante atrocidad significa que, quien la genera, goce de esa sensación de impunidad que lo impulsa a seguir con los ataques y los improperios.
Por eso estas palabras. Pensadas. Analizadas. Porque quien se extralimita de la manera en la que Aguinis se extralimitó debe saber que no es gratis.
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Algo muy similar planteaba "Perra Intelectual" en su artículo “Como a los nazis”, del 30 de mayo de 2012.
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