Por Alicia Kirchner
Terminamos de pagar el Boden 2012, y tal como dice la presidenta esto es para reflexionar y no para festejar.
Seguramente quienes reciban lo que legítimamente les corresponde no se preguntan ahora quién o quiénes los estafaron, ni de dónde salió el pago con que el Estado está honrando esa deuda. El 22% de esos bonos quedó en manos de tenedores locales, y el 78% fuera del país. Esto merece otra reflexión: los que vendieron sus bonos por migajas lo hicieron influenciados por la cadena de desánimo promovida por algunos medios que trabajan para los intereses concentrados aeropuertos afuera.
Con este paso fortalecemos nuestra independencia financiera en un mundo en crisis. En 2001 habíamos tocado fondo y algo más, porque no eran solamente unos pocos a los que se les confiscaron sus ahorros. Fue a todos. Y sobre todo a los que ni siquiera tenían ahorros. A esos, a las mayorías, les habían confiscado la dignidad y lo que es peor aún, la esperanza.
Claro que el mundo de las finanzas sólo mira las pérdidas y las ganancias desde la óptica economicista, generalmente alejada de humanidad, orientando siempre hacia las mayorías la brújula del ajuste. Y el ajuste corta siempre el hilo por la parte más delgada. Después recomponer el tejido social lleva muchos más años, porque siempre destruir es más fácil que construir. Hoy en Europa se actualizan las antiguas recetas, porque aunque la crisis es grave no parecen encontrar una respuesta superadora al Consenso de Washington. Y entonces los organismos multilaterales de crédito repiten los mismos estribillos que antes supieron imponernos. El mensaje es invariable: hay que salvar a los que tienen más, aun a costa de los que tienen menos. Porque los primeros tienen capacidad de presión a nivel mundial; son un factor de poder que conmueve a algunos políticos por encima de las movilizaciones de los de abajo, más o menos indignados.
Ensayan nuevos maquillajes a la crisis mundial, pero esta no es una cuestión estética. Porque no es bueno poner vinos nuevos en odres viejos. Es bíblico. Finalmente los odres terminan por estallar. Ocurre lo mismo con los cambios: no molestan tanto si son cosméticos, pero es distinto si se convierten en la esencia del modelo de país. Prefieren la fórmula gatopardista de que algo cambie para que nada cambie.
Nosotros apostamos a las transformaciones de fondo porque son las que perduran. Cuando iniciamos la remontada después de la crisis –bien desde el fondo del infierno, como decía Néstor Kirchner– buscamos independizarnos de la usura internacional. Porque atados de por vida a créditos internacionales usufructuados por consultoras y corporaciones transnacionales, no íbamos a generar cambios. Entonces, los sectores más concentrados de nuestra economía nos dijeron que estábamos aislando al país del mundo desarrollado. Y todavía lo repiten como estribillo, sin tomar nota que ese “mundo” es el que se aísla, inmerso en las contradicciones políticas de un capitalismo salvaje que se antojó inmune a los mercados.
España está prohibiendo la especulación financiera a corto plazo. Italia no le va en zaga. Los inversores especulativos se retiran. El gobierno de derecha recurre a la represión y ya hablan de la “seguridad nacional”, aquella que sacudió nuestras vidas en la larga y negra noche de la dictadura. Francia, uno de los pilares de la Eurozona, quiere gravar los ingresos de los más ricos, ponerles retenciones a algunas producciones y gravar las transacciones financieras, retomando la vieja teoría de la Tasa Tobin, propuesta en la década del ’70. El ministro de Economía del país galo, Pierre Moscovici, dice que “es normal que se exija más a los ricos”. Imaginemos esta frase dicha por la presidenta, Cristina Fernández de Kirchner. La herejía.
Nosotros preferimos elaborar nuestra propia medicación, como las antiguas recetas magistrales. Nos juntamos con América Latina, sobre todo con el Sur. Junto a nuestros hermanos de época le cambiamos la lógica meramente comercial y aduanera al Mercosur, para darle una visión de unión de pueblos con un mismo destino, negada durante el neoliberalismo. España fue la puerta de entrada a una Europa decadente, que ya no puede sostenerse sólo por historia. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner lo graficó bien cuando contó que “un canciller, durante mi gestión como senadora decía que para qué ser amigo de los pobres si se puede ser amigo de los ricos”.
Protegimos y protegemos el trabajo y la reconstrucción de la familia. Por la matriz del riesgo país a los bancos españoles les están prestando 100 mil millones de euros, mientras les está sobrando desempleo y ya sabemos en qué termina eso. No nos gusta, ni nos solazamos con esa crisis, y por eso participamos con nuestras experiencias y nuestras ideas en los foros internacionales en los que se discuten los destinos de la humanidad.
Estamos construyendo con América Latina nuestra propia fuerza; Néstor Kirchner inició el primer desendeudamiento con el pago al FMI, nuestra presidenta hoy lo hace con el Boden 2012.
Argentinos: uno de los mayores capitales que puede tener un pueblo es su fortaleza, y mucho más cuando sus dirigentes tienen, como decía Néstor Kirchner, “un claro sentido de responsabilidad y de racionalidad para encontrar las respuestas que nuestra sociedad necesita”. A los pueblos sólo los salvan los pueblos.
Publicado en :
http://kolina.org.ar/a-los-pueblos-solo-los-salvan-los-pueblos/
y en Tiempo Argentino del domingo 05-08-12.
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