Un periodista no debería ser rico ni famoso. Al menos mientras esté en ejercicio. Y si es rico y famoso, carga pesada, debería probar más que ninguno que su rango no daña su pensamiento. Para que su bienestar no lo ubique tan cerca de quienes le pagan como lejos de quienes debería sentir cerca. Como trabajador un excesivo estatus desubica.A la par de aquella elite coexiste la de los periodistas anónimos, y sobre esta se asienta el periodismo; como se asientan las cumbres de las montañas sobre su base en la tierra. Y si las bases se sacudieran se vendrían abajo las cumbres. Se verá que algo de eso está sucediendo. En tanto, los periodistas anónimos que trabajan en laterales y márgenes, en medios y en papeles sin protagonismo, son quienes más saben las debilidades de tantos pavos reales que son protagonistas. Existe la altísima sospecha de que muchos son premiados por mérito ante sus empresas y no ante su oficio. La tentación, cara o barata, actúa igual sobre el alma que nunca rechaza un precio. Un periodista- y este es un consejo primordial- no debería decir que es libre e independiente; salvo que quiera irse al infierno. O salvo que no ejerza el periodismo y ejerza el libre albedrío en un nicho recóndito. Tampoco un periodista debería decir que no miente sino, a lo sumo, que su deseo es no mentir y que eso no basta para cumplir con su promesa. A veces miente o tiene que mentir por ignorar los disfraces en que viene la mentira, y al ignorar se perdona pero no es inocente ya que las dice. Un periodista debería considerarse nada más que un periodista. Es decir: considerarse como tantos que practican profesiones que terminan en “ista” o en cualquier otra forma. No es nada del otro mundo serlo, y en la Argentina durante bastante tiempo fue insalubre y eso impide que posemos de sanos o de puros. Ya es arduo ser persona a cada instante y una hazaña seguir siéndolo después de una vida emitiendo opiniones y noticias. Y cobrando sueldos; y cada vez más sin saber de dónde provienen. Posar es ya un narcisismo injustificado e infundado por más que con insolencia nos presumamos colegas de algunos héroes que paradójicamente para serlo renunciaron a ser periodistas cualesquiera. Esos pocos, que nos dan dique, fueron periodistas héroes, que no es lo mismo que ser periodista y cada 7 de junio disfrutar de cócteles, de regalos, de lisonjas, de viajes y de premios. Para todo hay un límite y deberíamos considerar quien nos premia antes de llevarnos la canastita con el moño o , en el sorteo, el auto cero kilómetro con la nafta incluida. Al periodismo le costará recuperar su identidad robada, y el periodista que se niega a recobrarla sigue cautivo de los ladrones. Sin embargo nuestro día en la Argentina actual es una de las celebraciones más extraordinarias. Se festeja en una situación de ruptura y de aclaración. Está por develarse la clave para abrir la caja fuerte cargada de verdades escondidas. Que no estaban tan escondidas sino que entre todos simulábamos que estaban escondidas para así exculparnos de no verlas o advertirlas o tantearlas poniendo el oído sobre la caja. No es un consuelo ya que pasamos por ser más sagaces que los de otros oficios. Estamos en un tiempo de lápida y desenterramiento que se empeña en atravesar el desconcierto para llegar a la certeza. Me aconsejo a mi mismo en este día. No te creas que te la vas a llevar de arriba. La mayor parte del periodismo está en trance de condena. Conformate si por benevolencia solo te toca el Purgatorio.Carta abierta leída por Orlando Barone el día 7 de Junio de 2010 en Radio del Plata.
Publicado el 7 de junio en :
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