ROTHBARD, LACLAU Y LA MOTOSIERRA
“El periodismo se ha acostumbrado, a lo largo de las últimas décadas, a que deben ser tratados como profetas de la verdad única e incontrastable, a los que no se puede criticar, ni desmentir, ni corregir. Si alguien osa cometer esa imprudencia, es castigado al unísono por todos los miembros de la corporación y sus agrupaciones”. Quien afirma esto es el presidente de la nación, Javier Milei. Y tiene razón, claro.
El mensaje tuvo mucha repercusión porque además de esta afirmación también habló de extorsiones cometidas por un periodismo que estaría corrompido por “sobres” y “pauta oficial”, lo cual le ha valido una denuncia de Jorge Lanata, un contorsionista que supo cambiar su posición drásticamente al ser contratado por el multimedio al que tanto criticaba.
Pero la polémica del presidente con el periodismo venía in crescendo desde algunos días atrás cuando, por ejemplo, se burló de Jorge Fontevecchia y celebró una eventual inminente quiebra de Perfil; o cuando insultó varias veces al escritor Jorge Fernández Díaz por haber indicado que el de Milei era un “populismo de derecha”. En este último caso, el presidente, además de los insultos, indicó que Fernández Díaz había leído mal y/o había hecho una “mala traducción” de un artículo de Murray Rothbard, referente ideológico de Milei, en el que consideraba, allá por 1992, que la mejor estrategia para el movimiento paleolibertario era avanzar hacia un “populismo de derecha”. Si bien el Fernández Díaz que escribe enojado suele ser bastante poco interesante y previsible, en este caso hacía una lectura correcta de un texto que, por cierto, es bastante explícito y que, justamente, habíamos desarrollado aquí un par de meses atrás. Se trata de “Populismo de derecha: una estrategia para el paleolibertarismo”. Según Fernández Díaz, Milei es un populista de derecha en el sentido que da Rothbard en ese texto y tal afirmación molestó profundamente al presidente. Es que, evidentemente, Milei no se siente cómodo cargando con la mochila de “populista”, de aquí que, para no entrar en contradicción con quien inspiró el nombre de unos de sus perros, afirmó que Rothbard llamaba a crear un paleolibertarismo “popular” pero no “populista”. Milei, entonces, acusa al escritor de una mala traducción, aunque quizás se haya referido a que Fernández Díaz habría interpretado mal el texto. Y lo cierto es que, en ambos casos, Milei estaría equivocado: en primer lugar, porque la traducción es la correcta ya que el texto original se llama “Right-Wing Populism: A Strategy for The Paleo Movement”; y, en segundo lugar, (lo más importante), porque la propuesta de Rothbard no es popular sino populista, en el sentido que el propio Ernesto Laclau, había expresado. Es decir, Rothbard, y luego Milei, parecen partir de la idea de una sociedad fragmentada en diversos grupos con demandas insatisfechas que se agrupa detrás de un liderazgo carismático que establece un “nosotros” (“los argentinos de bien” persiguiendo su interés privado) frente a un “ellos” que es “el poder” (“la casta”). Aun con la enorme falta de matices que supone una definición de un par de renglones como la recién brindada, se trata de un resumen bastante aproximado de lo que Laclau entiende por populismo en su famoso libro La razón populista.
Ahora bien, como el propio Milei dijo en campaña y ejerciendo ya la presidencia, lo que se entiende por “casta” va mucho más allá de los políticos estrictamente. Incluye, entonces, otros actores de poder y, entre ellos, a los periodistas, incluso a aquellos que creen estar combatiendo “la casta” y pretenden erigirse como garantes de la democracia y las instituciones, aun por encima de los representantes del pueblo elegidos a través del voto.
¿Se trata de una idea original de Milei? No, de hecho está presente en el artículo que el presidente dice que ha sido “mal leído”. En palabras del propio Rothbard:
“El antiguo Estados Unidos de la libertad individual, la propiedad privada y el minarquismo, ha sido reemplazado por una coalición de políticos y burócratas aliados con, e incluso dominados por, poderosas corporaciones y élites financieras antiguas (…); y la Nueva Clase de tecnócratas e intelectuales, incluyendo los académicos de la Ivy League y las élites de los medios de comunicación, que es la clase formadora de opinión social”.
El artículo es de 1992, de modo que Rothbard no podía prever el rol que tendrían las redes sociales al momento de comunicar y hacer política, pero si hay algo que caracteriza, por definición, al populismo, sea de izquierda o de derecha, es su pretensión de eliminar las intermediaciones entre el líder y el pueblo. En este sentido, las redes libertarias e incluso su criticada presunta cadena de trolls y bots van en esa línea: comunicación “directa”, sin filtros; el líder habla y el Tik Tok hace el resto.
Aun cuando Milei sea ingrato con las corporaciones de medios que fueron las que lo catapultaron haciendo de él, por varios años, el economista con más minutos de aire en radio y televisión, es probable que esté convencido de lo acertado de la descripción de Rothbard y que sepa también que más allá de las veleidades y los sesgos de confirmación de las audiencias, lo cierto es que buena parte de la sociedad considera, con acierto, que el periodismo es parte de la casta.
Es más, el comentario de Milei lo podría haber firmado cualquier kirchnerista en el medio de la disputa por la ley de medios, no por ser (presuntamente) populista, sino, sobre todo porque, como indicamos al principio, tanto Milei como los kirchneristas tendrían razón.
Asimismo, si es inteligente, Milei también debería saber que los periodistas a los que les da notas asiduamente y que, deberíamos creer, no serían los ensobrados ni manipulados por la pauta a pesar de haber cambiado abruptamente su posicionamiento tras la salida de Bullrich de la contienda electoral, serán los últimos, pero serán, al fin, los que también le van a soltar la mano y van a levantar el dedo cuando regresen a su estadio republicano, ese que abrazaban cuando las políticas económicas no eran de su agrado.
Probablemente nunca sabremos si la concepción que tiene el presidente de los periodistas responde a convicciones profundas y bien fundamentadas o se trata de raptos de ira donde es lo mismo un mercenario que alguien que, equivocado o no, simplemente piensa distinto que él. Pero el presidente debería saber que aun cuando la descentralización de facto que trajeron las redes hace que hoy sea más fácil resistir dos tapas de Clarín que la viralización de un tweet desafortunado, los mismos que lo elevaron al pedestal, aguardan agazapados la señal de los tiempos nuevos que en algún momento llegarán.
Como indicamos al inicio, en la nota publicada en este espacio algunas semanas atrás, decíamos que había que leer a Rothbard para entender a Milei y mostrábamos que de los 8 puntos que Rothbard estipulaba como camino populista a seguir, Milei abrazaba siete y solo se separaba en uno.
Efectivamente Milei impulsó el recorte de impuestos y de subvenciones, la abolición de políticas de discriminación positiva, la recuperación de las calles eliminando criminales y vagabundos, la defensa de los valores familiares y el cierre del equivalente al BCRA argentino, y solo se diferenció de la propuesta de Rothbard en lo que respecta a hacer “América grande otra vez” protegiendo al trabajador medio contra la euforia globalista (algo que sí hizo Donald Trump).
Dicho esto, sin musculatura política, a Milei no le va a quedar otra que hacerle caso a la propuesta de Rothbard y, mal que le pese, seguir una estrategia populista también en lo que refiere a su relación con la gente y en lo que respecta al esquema “nosotros/ellos” que tan buenos resultados le ha dado. No lo podrá sostener por siempre y, sin los grandes actores de poder de su lado, el “ellos” será demasiado potente. Mientras tanto, que entre motosierras y licuaciones se filtre alguna que otra verdad no viene mal. Es que algo de razón tiene, aunque ésta sea una “razón populista”.
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