miércoles, 12 de febrero de 2020
Presos políticos, por Juan Chaneton (para "Alainet" del 11-02-20)
Opinión
11/02/2020
El concepto de "preso político" es inescindible del de "detenido arbitrariamente". Este último fue parte del arsenal de medidas con que el poder judicial del período 2015-2019 procesó y privó de libertad a opositores al macrismo.
Sin embargo, decir esto es insuficiente. Es innegable que "la política" tuvo algo que ver en la suerte que corrieron no sólo Cristina Kirchner en Argentina, sino también Lula en Brasil, Correa en Ecuador y, ahora, Evo Morales en Bolivia.
También lo es que a los tres últimos se los expulsó de la actividad política (no importa, ahora, si de manera definitiva o transitoria). Es evidente, asimismo, que no ha sido ese el resultado de los procesamientos a CFK.
A la ex presidenta y actual vicepresidenta se la imputó in personae mediante causas procesalmente precarias y, asimismo, forzando -cuando no violentando- tipos penales del derecho de fondo. Nos referimos a dólar futuro, memorándum con Irán, Los Sauces-Hotesur y cartelización de la obra pública (al momento de escribirse estas líneas, la casación penal acaba de dejar sin efecto la prisión preventiva solicitada contra CFK en este último expediente). Se expidió la Sala I. Su presidenta, Ana María Figueroa, dijo que tal medida en perjuicio de la ex presidenta fue mal dictada porque, en ese momento, gozaba de fueros. Los otros dos integrantes de la sala, Diego Barroetaveña y Daniel Petrone, entendieron que "no hay riesgo de fuga" (sic).
Fin de la digresión y seguimos con el razonamiento, que es sólo eso el contenido de esta nota, un razonamiento.
Al conjunto de funcionarios y empresarios incriminados por "corrupción" se los persiguió, también, in personae pero en conjunto, valga esta especie de oxímoron. Y valga esta especie de oxímoron porque el objetivo, aquí, era menos ellos mismos que desprestigiar a una fuerza política, el kirchnerismo. La paupérrima calidad de la instrucción (y su evidente maliciosidad) en los expedientes atingentes a Boudou, De Vido y otros avalan esta aseveración.
En ambos casos, Cristina era el "enemigo principal". Nadie en el poder judicial tenía particular interés directo en incriminar a Roberto Baratta o a Gerardo Ferreyra, por caso, sino sólo en la medida en que esas incriminaciones podían jugar como escalas técnicas para ir acercándose, de a poco, al "objetivo".
Nótese que el contexto general en el que prosperaron y se aceleraron tales anomalías judiciales era el de un país gobernado por una fuerza y por un presidente cuya autonomía política siempre estuvo en duda. No es una situación propia y típica de la Argentina. Macri o Áñez (en Bolivia) son personas disminuidas cultural y espiritualmente y, por ello, muy aptas para devenir actores de una comedia cuyo guión, ostensiblemente, lo escriben otros, en otra parte del mundo. De Macri, esto lo dice hoy, incluso, la derecha política y mediática. No es tan cruda, esa derecha, como para poner las cosas en blanco sobre negro, como sí puede hacerlo -y quiere hacerlo- un periodista que detesta todo cuanto Macri representa. Pero, con más o con menos prosopopeya y eufemismo, dice cosas parecidas, esa derecha.
El problema que se le plantea hoy al presidente Alberto Fernández es que, sin notarlo, podría estar aferrándose a la superficialidad de una lectura formal de los hechos.
Esto es así porque, entre "preso político" y "detenido arbitrariamente", en el caso argentino, hay diferencia sólo si consideramos en abstracto ambos conceptos. Pues, en abstracto, preso político es aquel preso que está preso por profesar determinadas ideas políticas (como cuando, en la época de Julio A. Roca, era delito ser anarquista o comunista). Mientras que el detenido arbitrario (llamémoslo así) es aquel que es un delincuente pero que, no por eso, debe ser ninguneado conculcándosele sus garantías procesales.
Pero esta diferencia (conceptual, abstracta, académica) se disuelve como diferencia ni bien consideramos los hechos en concreto. En ese instante, ambos conceptos comienzan a moverse uno hacia el otro, atraídos por esa forma de la semejanza que es la simpatía.
Leer el mundo, leerlo en su prosa, en la prosa del mundo, es comprobar que los entes son diferentes en la medida en que también tienden a asemejarse, a aproximarse, pero sin engullirse uno a otro y conservando su singularidad (M.F., Las palabras y las cosas; La prosa del mundo, cap. II).
Al modo como ocurren las cosas en la naturaleza, también ocurren en el mundo de la cultura, en el mundo construido por el humano. Y lo jurídico es, precisamente, eso: cultura. Los conceptos de preso político y de detenido arbitrario se unen, sus contornos propios se difuminan, su diferencia teórica deviene semejanza, y ambos pueden ser captados, entonces, en un movimiento de atracción mutua, un movimiento lento, hasta que engarzan uno sobre el otro, aquél sobre éste, o éste sobre aquél y se percibe el "clic" que anuncia el instante en que ambos conceptos han calzado para exhibirse, ahora, como unidad actual que deviene de aquella dualidad primera.
Y esto ha ocurrido porque la detención arbitraria fue arbitraria porque la prisión preventiva y la presunción de inocencia fueron manipuladas no para negarle un derecho a un delincuente, sino para hacer un delincuente de un hombre o de una mujer que no lo eran (¿voy bien, Milagro...?; ¿voy bien, Amado...? ¿voy bien, Cristóbal...?).
Y así, instalar a ese funcionario, o a ese empresario, o a esa dirigente social en el lugar del delito, era indispensable para dar comienzo de ejecución al precalculado propósito (al "plan criminal") de expulsarlos/as de la vida política, de destruir su movimiento político y, en el límite, de clausurar, para siempre, la posibilidad del regreso de su jefa, de la jefa de ellos, de la jefa de ese movimiento político.
Si a esto le agregamos el "hotel de Vandenbroele", con el que a este muñeco le habrían pagado sus mentiras para incriminar al ex vicepresidente de la Nación, Amado Boudou; y la afirmación del presidente del Superior de Jujuy, Pablo Baca, en el sentido de que "la Milagro no robó sino que Morales la sacó del medio para poder gobernar", entonces, de una, queda a la vista lo pornoprostibulario de lo actuado por el macrismo explícito e implícito durante sus cuatro años de incomprensible y teratológico mandato.
Lo anterior expone, así, a la luz, esa equívoca diferencia que el presidente Fernández ha hecho entre presos políticos y presos arbitrariamente detenidos. No es una diferenciación feliz. Pero, además, es una diferenciación que carece de verdad. Por lo dicho hasta aquí.
Salir del intríngulis nos lleva a otro intríngulis. Porque quien podría zanjar la cuestión sería la Corte. Pero esta Corte ni entró en la discusión de hoy. Ya dijo que ni políticos, ni detenidos sin razón. La Corte presidida por Lorenzetti le firmó a Bonadío todo lo que éste le llevó a la firma. De modo que ahí estamos.
Y ahí estamos justo cuando también estamos negociando la deuda. Sin quita, porque los estatutos del Fondo no le permiten al Fondo conceder quitas. Y el Fondo nunca se aparta de lo que dicen sus Estatutos. Yo no soy de los que escriben la risa, como esos que en los correos ponen ja ja y otras onomatopeyas. De modo que paro acá.
Addenda. Hay peronistas que dicen que Alberto Fernández no está haciendo peronismo sino "socialdemocracia". Ese enunciado también se lleva mal con la verdad. En primer lugar, porque ya ha quedado claro que el peronismo fue la forma criolla del Estado de bienestar que, a su vez, fue la marca identitaria de la socialdemocracia. Creo que Halperín Donghi dijo que el federalismo de Rosas fue el único unitarismo posible en estas ásperas tierras zaheridas por la luz del sol y por las tinieblas de la violencia. Del mismo modo, creo también que cabe decir que el peronismo fue el único distribucionismo posible en un mundo que se abría a la feroz competencia bipolar de la posguerra.
Pero aquel enunciado se lleva mal con la verdad por partida doble. Porque también está flojo de papeles -sobre todo de credenciales ideológicas- en la medida en que la apreciación parece un resabio -ya extemporáneo por otra parte- del prejuicio antimarxista que no olvida que la socialdemocracia es el fruto regio de una Segunda Internacional que, vía Kautsky, abrevaba -o decía abrevar- en Marx. Y Marx era europeo, por ende maestro de cipayos locales y, p'a colmo, comunista. De lo contrario no se entiende que esos peronistas usen el término "socialdemócrata" como descalificación axiomática que no necesita aclaración ni explicación, ya que su naturaleza maligna sería evidente y fundante como el cógito cartesiano. Atrasan esos peronistas. Todavía creen en la sinarquía.
Es sano no entrar en polémicas inconducentes y, sobre todo, apresuradas. A la derecha todavía le duele la unidad que le hizo perder la elección. No empezar a perder ahora, lo que se ganó hace dos meses, entonces. No trabajar ni para Larreta ... ni para algo peor. Elemental, mi querido Watson, decía aquel Holmes.
Con la mejor onda: ojalá que sea cierto eso que dicen algunos, que los peronistas son como los gatos, que parece que se están peleando pero en realidad se están reproduciendo. Son buenos gomías, los peronistas... creo que aquí derrapé un poco hacia el pasto del populismo... (para lectores de comarcas vecinas y de allende los mares: gomía es "amigo" silabeado al revés).
A todo esto, y para no cansar: acerca de los presos políticos, ¿qué dirá el Santo Padre, que vive en Roma? ¿Y Héctor Magnetto, que vive en Cerrito y Posadas? ¿Y Saguier, que no sé dónde vive?
¿Qué van a decir, cada uno de ellos, el día en que el presidente de la Nación diga -si lo llegara a decir- que en la Argentina hay presos políticos? Le jugaría un pleno al Papa, con los ojos cerrados. Con los otros, ni a chance.
La vida es una ruleta.
jchaneton022@gmail.com
Publicado en:
https://www.alainet.org/es/articulo/204699
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