martes, 25 de febrero de 2020
Un gran arsenal administrativo para defender la deuda, por Alejandro Marco del Pont (para "El Tábano economista" del 20-02-20)
Por: Lic. Alejandro Marcó del Pont
Los países en desarrollo no tienen la capacidad económica para emitir dinero que actúe como moneda mundial (divisas) que les permita afrontar sus deudas, lo que se llama “privilegio exorbitante” de Estados Unidos por poder emitir dólares. Por lo tanto no nos importará cómo o porque se endeuda el mundo en dólares, que sería tema de otro artículo. Lo que aquí nos interesa conocer es la forma de conseguir los recursos en moneda extranjera para abordar los compromisos. Esta tarea tiene un conjunto limitado de opciones, a saber: superávit comercial, endeudamiento, inversiones en moneda extranjera o transferencias.
El proceso de pagar la deuda o desendeudarse, bajo la óptica keynesiana, sería pagar con recursos propios sin tomar nueva deuda, por lo tanto, uno de los dos principales mecanismos de financiamiento, la deuda, queda exenta, no así el superávit comercial. La capacidad de pago dependiente del superávit comercial se encuentra fuera del ámbito de los países en desarrollo, porque, tanto el comercio, el precio de los commodities, o el manejo del sistema monetario —divisas mundial— forma parte de la potestad que los países desarrollados tienen para proteger sus intereses.
Para que los países en desarrollo puedan obtener superávit en moneda externa y pagar sus deudas, los países desarrollados tendrían que tener déficit comercial. Se supone que los países endeudados pueden aumentar sus exportaciones y venderles más a los países desarrollados para obtener las divisas necesarias cuando quieran. La historia ha demostrados que esto no es así. De hecho, esta idea es de 1929, cuando John Maynard Keynes publicó “El problema de la transferencia” dando inicio a un debate reconocido en la época acerca de la capacidad alemana para afrontar las reparaciones de guerra.
El dilema alemán posterior a la primera guerra puede ser extrapolado a la deuda de cualquier país en desarrollado sin la capacidad de emitir dinero fiduciario, como la Argentina, por ejemplo. El concepto es de una sencillez meridiana. La dificultad parecía en primera instancia estar relacionada con aspectos presupuestarios, es decir: ¿cómo el gobierno alemán podía extraerle de su población los recursos necesarios para adquirir el oro que tendría que transferir a los Aliados como pagos acordados en el tratado de Versalles?
Lo que Keynes no creía era que Alemania pudiera combinar alegremente la caída en las importaciones como consecuencia de la retracción de la demanda interna y la expansión de las exportaciones para alcanzar el superávit comercial necesario. Un problema podía ser el ajuste interno (superávit primario en la actualidad) dependiente de las políticas internas, pero que las potencias compraran más bienes alemanes para obtener los recursos externos para pagar, era otro cantar. Keynes creía que los Aliados no querrían perder su dominio comercial, así que lo lógico eran políticas restrictivas al comercio, miedo a las competencia, restricciones de importaciones, aranceles, acuerdos preferenciales, etc. O sea, nada que permitiera a Alemania aumentar sus exportaciones o mantener su volumen de cancelación de compromisos.
Esa fue la crónica anticipada del desastre germano. La misma lógica de las transferencias se aplica en la actualidad, una cosa es el superávit primario y otra la generación de dólares para pagar. Los países endeudados necesitan obtener un superávit comercial, al menos del tamaño del pago de los intereses más el capital de su deuda, y al igual que Alemania, los resultados de la balanza comercial con Estados Unidos de los países deudores han sido deficitaria, es decir, no aumentaron su superávit y se apropiaron de los dólares necesarios para poder pagar.
El Tábano Economista en base a datos de Census Boreau
Argentina un deudor importante; de hecho, el mayor deudor con el FMI, confirma la regla keynesiana acerca de la ficción de obtener dólares con la anuencia de las potencias acreedoras. Tuvo déficit con Estados Unidos desde el 2005 de manera ininterrumpida, al igual que Brasil o Chile. Quizás lo más llamativo es que salvo Grecia y Pakistán, los mayores deudores con el FMI —Argentina, Ucrania, Egipto— son perdedores netos en dólares, lo que reafirma que el volumen de cancelación de la deuda es un problema de los acreedores, si adhieren a facilitar o no el pago.
La diferencia del problema de las tratrannsferencias en la época keynesiana y la actual es que el sistema financiero de entre guerras se basado en el oro, mientras que el actual lo hace en el dólar. Emitir una moneda que sea la unidad monetaria mundial, sobre todo en las compras de commodities, le da a Estados Unidos el privilegio exorbitante de vivir por encima de sus posibilidades, porque sus déficit comercial o presupuestarios se acumulan como deuda de la propia moneda que puede emitir.
Delinear un orden económico internacional, sobre todo con la disputa por el predominio mundial con China, implica atacar ciertos bloques comerciales para destruirlos y beneficiar a otros para promoverlos. En el caso de los deudores este beneficio está sujeto a políticas internas o geoeconomía, que adjudica beneficios comerciales o penalidades, como establecer aranceles a Brasil y Argentina en diciembre del 2019 por haber aplicado devaluaciones masivas de sus monedas.
No solo Estados Unidos tiene superávit con Argentina, también la UE a lo largo de los últimos seis años. Las políticas comerciales enfrentadas a las necesidades de los países no desarrollados son muchas y variadas, desde la exclusión de la agricultura de las normas de comercio que fue una de las barreras proteccionistas del período de entreguerras hasta la protección del sector con las Política Agropecuaria Común (PAC). Pero cuando los costos laborales fueron menores y la competencia industrial una amenaza, se suscribió entre las potencias el Acuerdo del Comercio Internacional de Textiles del Algodón (1962) que mutó en el Acuerdo Multifibra en 1974 y terminó con la restricción permanente que se renegocia periódicamente bajo el Acuerdo Textil y de Vestidos.
Estados Unidos ha implementado dispositivos administrativos que resguardan sus inversiones, incluidas sus ganancias por deuda en el área del dólar. Van desde los conocidos Organización Mundial de Comercio, Fondo Monetario, con 17% de participación y capacidad de veto, Banco Mundial y Organización de las Naciones Unidas, con su Consejo de Seguridad. Seguramente la emisión de dólares como moneda fiduciaria y su señoreaje sea una de las más importantes, pero ha tejido otras que van desde sus tribunales como decisores de conflictos de deuda hasta los bancos que la protegen en sus acuerdos o sanciones.
Los G-SIB, los bancos globales sistemáticamente importantes, que no son solo americanos (ver listado), juegan en tándem con los negociadores de deuda —ellos mismo en general— y con las calificadoras de riego, dedicadas a calificar instrumentos financieros (deuda, entre otros) con participación accionaria en los G-BIS y de Fondos de Inversión que también tienen acciones en los G-BIS.
Si alguien quisiera salirse del juego, debería considerar no solo que Estados Unidos tiene el “privilegio exorbitante” de su moneda y del sistema financiero mundial, sino que todas las negociaciones bancarias se encuentran en la Sociedad para las Comunicaciones Interbancarias y Financieras Mundiales (SWIFT), una organización que tiene a cargo una red internacional de comunicaciones financieras entre bancos y otras entidades financieras, una herramienta para la integración de servicios tales como pagos interbancarios, inversiones, transferencias, comercio exterior y cheques de remesas. También para sanciones a países, compañías y personas que desde el imperio consideren amenazantes.
Moneda, comercio, cotización de commodities, tasa de interés, movimiento financiero, jurisdicción propia para disputas de deuda, para disputas de comercio, calificadoras de riesgo, y organismos internacionales son parte de los instrumentos administrativos creados para salvaguardar los interés americanos, de sus bancos o fondos de inversión, multinacionales, donde estos posen su mirada. No es solo se necesita tener un superávit comercial y conseguir los dólares para pagar, ellos tienen que determinar que quieren que les paguen.
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