Por: Martín Echeverría.
URGENTE desde Argentina:
El camino a la “lucidez” (al menos desde
este pelotón del fondo) está adoquinado por decepciones. Mientras más sé
menos comprendo. Mientras más comprendo más me espanto. Mientras más me
espanto, me voy espantando menos con el tiempo. El cinismo se me
instala como esa grasa abdominal que tanto preocupa a las “masas finas”.
Perdonen el tono, pero esta semana en mi
país, Argentina, estamos sufriendo un nuevo intento de golpe de Estado.
Modernito, como los de ahora. Sin esos tanques setentistas, ni esos
bigotes con gorra en la tapa de los diarios; pero los diarios, máscaras
carcomidas del poder, siguen teniendo mucho que ver. Los grupos
concentrados de medios son los fogoneros de cualquier tormenta que se
vaya armando en el horizonte. Nada que Ustedes no sepan o sospechen en
sus países (nuestros países) de Latinoamérica, seguramente.
Para contextualizar de lo que estamos hablando les propongo ver este video del periodista argentino Roberto Navarro:
El video nos cuenta por qué la
democracia Argentina está siendo jaqueada. Y cómo el poder económico
concentrado intenta condicionar este gobierno y al que se elija en 2015.
Además, recuerda los casos de golpes similares y recientes en Paraguay,
Honduras, Venezuela y Bolivia.
Ya perdí la cuenta en estos años de
cuántas veces lo intentaron. Cuántos empujones de los poderosos han
soportado los gobiernos “elegidos por los ciudadanos”; pero repasemos
las campañas destituyentes sólo en Argentina, más cercanas en el tiempo:
la “huelga” de todas las fuerzas policiales de 2013, las catástrofes
económicas nunca cumplidas de los economistas opositores, los
cacerolazos de las señoras bien, los cortes de ruta de los “pequeños
productores” del campo con sus “pequeñas” camionetas 4×4. Los paros de
algunos gremios para que la justicia no investigue a gremialistas
empresarios. Las permanentes corridas cambiarias y ataques especulativos
de adentro y de afuera, que tienen su máxima expresión en fallo de
cierto juez municipal de la gran manzana a favor de los buitres cuyos
estómagos no tienen fondo.
La pregunta que te harás como lector, tal
vez es: ¿por qué estoy leyendo esto en una página de literatura? Que es
la misma que me hago yo, pero al revés ¿Por qué estoy escribiendo esto
en esta columna de literatura? Pues simplemente porque cuando se ve
amenazada la Democracia, este mínimo paraguas roído en medio del
chaparrón de intemperie económica de las corporaciones, no podemos
pensar en otra cosa.
Detrás de las zancadillas a la
democracia, ya sabemos lo que viene. La poda a las ideas, a las
palabras, a los sueños, a la convivencia. En el pensamiento único no
existe la poesía, ni hay lugar para los poetas. Peor aún, viene la poda
de las orejas, que se logra envenenando el espíritu de las masas con
temor y odio, abonando así una cultura del individualismo, la
intolerancia, la exclusión y la deshumanización de todas las relaciones.
Me gustaría, les juro que me encantaría
caminar en el aire luminoso de la poesía con olor a pan recién nacido…
pero hoy no me sale. Entonces pienso qué hacemos, cuál es el deber
poético de la hora. No lo sé. No sé qué significa ser poeta hoy, cuando
todo lo demás pende de un hilo.
No sé para qué, realmente, les sirve a Ustedes, mejor a vos que lees esta botella arrojada al mar, que alguien siga
escribiendo poesía en una costa lejana. Necesito que me lo contés vos.
No desde la teoría sino desde la vivencia. Necesito saber si esta “lucha
almada” que debo emprender hacia la espesa jungla de sentires del
interior, para encontrar algún claro poético, te sirve, si le importa a
alguien del presente.
Tiempo atrás estaba convencido de que
valía la pena ir a llevar la poesía cara a cara. Ir a emocionar, a
con-mover, a despertar-nos. A sacudirnos la escarcha de la realidad
real-mentirosa. A abrirnos a la realidad poética más trascendente: ese
potrero donde se juega el único partido que parece tener sentido y donde
el resultado no importa tanto como jugar bien al futbol, que es jugar a
la alegría con una pelota. Hoy, probablemente, por todo esto que nos
pasa, mi fe poética se debilita.
Compañeros lectores, compañeros
escritores, estemos atentos. Que no nos lleve la indiferencia, la
intolerancia, la flojera intelectual. Abrir bien los ojos. Lo propongo
desde la propia debilidad momentánea: vamos al encuentro de lo poético y
de los poetas. Vamos al encuentro de los lectores que, única y
necesariamente, las respuestas frente a tanta incertidumbre pueden
surgir de algún tipo de nos-otros, de respuesta colectiva. También vamos
al encuentro de lo político, en cualquier color del abanico posible. Lo
importante es que podamos seguir eligiendo nosotros, los peatones. Con
éste sueño flaco, seguiré cantando la poesía, más bien “seré canción”.
Ser canción
Ser canción por memoriade niño-padre roto de frío
de sólo luz de luna en el plato en cada cena
y los agravios del día en postre amargo
y sólo muy de cuando en vez
una porción pequeña de dulce de miradas
para no ir a dormirnos tan hambreados.
Ser canción
porque también a los invisibles
nos nombra la luna.
La rosa me nombra y en azul
la montaña me nombra y a veces
yo también la nombro
cuando sueldo andar
callando hondo.
Ser canción porque la calle
madre dura
fumando las horas inmensas
con abrazo hueco
madre de los sintecho
de los sinnido
virgen sorda
madre al fin
me pariste a esta soledad mía
que es lo único mío además
de mi porfiada sombra.
Gracias madre
soledad mía
gracias miradas esquivas
oscuras miradas gracias
porque hasta ti me trajeron amor
para llenarme de vos los abrazos
y ser uno en canción de amorosos
transparente canción de etéreos perros urbanos
canción para las blancas manos panaderas
de compañeros canción
con el Armando, el Víctor, la Violeta.
Ser canción de hermanos
para tejer con mi voz
tal tibio manto de estrellas que cubra
hasta los más lejanos
y procurarle al fin
un nido a la luna nueva en mis zapatos.
Para esto quiero ser canción compadre
[para que nadie se nos quede
afuera de lo humano]
Martín Echeverría
Publicado en:
No hay comentarios:
Publicar un comentario