Uno de los principales obstáculos con los que ha tropezado cierta izquierda en América Latina ha sido confundir táctica y estrategia. Claro que como no son conceptos intercambiables, sinónimos, ni nada parecido, no descubrirlo a tiempo puede conducir a fracasos tan duros como el aislamiento político, la peor tragedia que puede padecer todo militante que aspire a protagonizar un cambio popular revolucionario.
Formular una estrategia significa fijar y explicitar un objetivo fundamental de largo alcance, que requiere para su concreción de un conjunto de pasos o camino. Dichos pasos integran las tácticas para conquistar el gran objetivo. Pero cuando la inmadurez política favorece la confusión y el político de izquierda termina estableciendo por todo táctica aquello que es su objetivo final o estrategia, se gestan las condiciones para que los síntomas de esa patología que tanto preocupó a Lenin se manifiesten; el gran revolucionario ruso la calificó “El izquierdismo, enfermedad infantil en el comunismo” (título de uno de sus libro, escrito en 1920 y convertido luego en clásico de la literatura marxista). En ese texto el autor plantea la necesidad, entre otras cuestiones, de no ejercer un doctrinarismo sectario cuando lo esencial (como táctica) pasa por la construcción de alianzas sociales y políticas posibles para avanzar hacia el objetivo estratégico, que para Lenin era la construcción de una sociedad sin clases. (1).
Cuando un revolucionario confunde los conceptos aludidos emergen dos posibilidades siniestras para el progreso del cambio revolucionario. Si su estrategia pasa a ser la táctica permanente, si considera por ejemplo que en Argentina todo lo que no es socialismo es la misma cosa (capitalismo a secas, sin matices), y por caso el kirchnerismo en nada se diferencia del menemismo, será definitivamente un izquierdista aislado del pueblo. Porque lo cierto es que para la clase social fundamental (clase obrera) que aspira expresar el militante de izquierda, no es lo mismo una Argentina sin industrias, y por lo tanto sin trabajo como la de Menem, que la actual, con un creciente (aunque aún insuficiente) desarrollo industrial generador de nuevos empleos. Y tampoco da lo mismo una jubilación privatizada que en la órbita del Estado, o un país que mantenga relaciones carnales con EE.UU. que el que desarrolle una política exterior autónoma orientada hacia la unidad de
Se puede concluir, en apretada síntesis, que el izquierdista (sujeto que padece la enfermedad infantil del comunismo) no está capacitado para realizar cambio revolucionario alguno, porque su intolerancia doctrinaria,, que lo lleva a conducirse sólo con la estrategia (el objetivo socialista) pero sin ninguna táctica concreta (ya que todo da lo mismo si no es socialista) lo aísla del protagonista real del cambio que son los trabajadores. Mientras que, por otra parte, el oportunista (que practica un realismo extremo huérfano de convicciones revolucionarias) tampoco realiza cambio alguno en una dirección revolucionaria, ya que ha renunciado concientemente a dicha posibilidad. El primero convirtió su estrategia en táctica (socialismo ya o nada), el segundo su táctica en estrategia (pues el socialismo no sería posible). En ambos casos estamos muy lejos de una izquierda madura y latinoamericanista que es la que aspiramos constituir, y que afortunadamente comienza a pisar cada vez más firme en
1. El Izquierdismo enfermedad infantil en el comunismo. V. I. Lenin: Obras completas, tomo 33. pág. 202. Ed. Cartago. Bs. As. 1969.
*Producido para Cuaderno de Izquierda Nacional
Publicado en :
http://redaccionpopular.com/node/4739
1 comentario:
Muy interesante!!! la reseña expresa la realidad de un pensamiento que aún perdura en muchos militantes que vienen de estructuras cerradas y se han sumado a las nuevas construcciones pero contaminan y obstaculizan el avance hacia la Patria Grande!!!Considero que debe ser leído y debatido en todos los espacios Gracias
Publicar un comentario