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domingo, 29 de diciembre de 2024

Luigi Mangione: un santo para tiempos violentos, por Dante Augusto Palma

 



La escena la hemos visto todos. La cámara de seguridad la capta perfectamente. Brian Thompson, consejero delegado de UnitedHealthcare, la principal aseguradora de salud de los Estados Unidos, es abordado desde atrás, en pleno corazón de Manhattan, por un hombre encapuchado que le dispara y luego lo remata. En los casquillos de balas encontrados yacía un mensaje de tres D: “Delay, Deny, Defend” (Demorar, Negar, Defender), tres palabras que se popularizaron como epítome de los principios que guían a las aseguradoras de salud al momento de brindar sus servicios.   


Un descuido haría que el rostro del presunto asesino sea identificado y que algunos días después fuera capturado en un McDonalds mientras portaba una mochila con un arma, un silenciador, balas, dinero y una suerte de Manifiesto contra las empresas que ofrecen seguros de salud. Luigi Mangione espera ahora en prisión una condena que podría ser a muerte, pero todo lo que sucedió alrededor de este crimen es bastante más interesante. 

En principio lo llamativo fue la reacción favorable del público: decenas de miles de usuarios han reivindicado el accionar de Mangione, su figura se hizo meme y lo han convertido incluso en un santo con estampita propia. Razones para comprender esto hay varias, desde las banales hasta las más profundas.


Empezando por estas últimas, son millones de personas las que en Estados Unidos sufren el que probablemente sea el sistema de salud más injusto del mundo. Tal como lo muestran decenas de películas y como aparece en estudios comparativos, se trata de un modelo caro que, sin embargo, no ha puesto a los Estados Unidos al tope de los países cuyos habitantes tienen mayor expectativa de vida, y que, al mismo tiempo, tiene a millones y millones de personas literalmente sin cobertura alguna a merced de que cualquier operación o accidente menor los mate y/o los deje en la calle con deudas impagables. 


Asimismo, Mangione, quien según los investigadores habría dejado pruebas por escrito de su admiración por el mítico Unabomber, tiene un motivo que, en este caso, de confirmarse, convierte el asesinato en una suerte de vendetta y/o, para algunos, un verdadero acto de justicia por mano propia: aparentemente, nuestro protagonista tenía una lesión severa mal tratada en la espalda tal como acreditaría una radiografía en la que se puede observar unas prótesis que, sin embargo, no le habrían aliviado un dolor que permanece constante. Hay hasta quienes se atrevieron a decir, porque, como todos sabemos, de alguna manera hay que encontrar una conexión entre la violencia y los mantras de la agenda woke siempre, (no vaya a ser que perdamos una oportunidad), que la lesión en la espalda le impedía tener relaciones sexuales de modo que su acto criminal sería una sobrerreacción frente a la afectación de su masculinidad. En fin…   


Luego están las otras razones, bastante más triviales: es que Mangione tiene todo para ser un personaje de película. Excelente alumno egresado de universidad prestigiosa, parte de una familia migrante de origen siciliana que creó una verdadera fortuna en Estados Unidos, buen mozo, usuario de Instagram (quizás de Tinder también) donde mostraba sus virtuosos abdominales y su pasión por el senderismo, y lector voraz tal como acredita su cuenta en Goodreads. Por si esto fuera poco, sabemos qué música escuchaba gracias a las playlists creadas en Spotify y hasta se rumorea que era bisexual y ha mandado “nudes” a algún que otro usuario/a que intentaba curiosear más allá de la ropa. A propósito de encontrar wokismo en todos lados, en una nota en The Guardian se encargan de afirmar que las redes lo tratan bien simplemente porque no es negro. 


La motivación del acto criminal de Mangione y la respuesta del público remite nítidamente al Joker de Joaquin Phoenix, al menos en su primera entrega, donde es la injusticia social la que genera la reacción de un protagonista que era un desequilibrado pero que en su escalada de violencia encuentra el acompañamiento del estallido de violencia y caos de una sociedad insatisfecha por la injusticia legitimada en las instituciones; otros lo romantizan y lo emparentan con la dinámica de los clásicos atentados anarquistas, a tal punto que no han faltado análisis desde la izquierda aclarando que no está del todo mal matar CEOs pero que los raptos individuales deben dejar lugar a la acción colectiva. 

Al momento de escribir estas líneas, no ha habido levantamiento popular y, por suerte, el efecto contagio de la acción del lobo solitario tampoco ha llegado a los miles que lo celebran desde la comodidad de su hogar. Sin embargo, sí parecemos asistir a una atmósfera de mayor tolerancia hacia la violencia, una violencia propia de la época: de hecho, el arma con que Mangione habría asesinado al CEO sería un arma construida por una impresora 3D. Se trata de una señal potente. Armas al servicio de quien lo desee, armas “fantasma” que las puede crear cualquier desequilibrado y/o justiciero, nuevos emprendedoristas de la violencia, sicarios freelancers autoexplotados.                 

A propósito, aunque este asesinato, que excede a Thompson para denunciar a todo un sistema injusto que ha jodido la vida de muchas personas, ha encontrado distintos tipos de simpatías en análisis de izquierdas, también ha habido quien ha intentado vincularlo con la derecha.


Francamente, hasta este momento, no habría nada que pareciera conectar a Mangione con algún grupo extremista neonazi o cosas por el estilo, pero sí es verdad que podría relacionarse ese acto con el auge de las derechas a lo largo del mundo, aunque no en el sentido que se suele adjudicar. En otras palabras, no vamos a caer en el lugar común de achacar a la violencia los triunfos de las derechas. No. Lo que hay en común es que la atmósfera de injusticia, de lejanía de las instituciones y del Estado de las necesidades de la gente, es el caldo de cultivo para respuestas radicales que pueden expresarse en tendencias políticas que llegan al poder por la vía democrática y, mal que les pese a muchos, se sostienen dentro de esos límites, pero también en atentados como el que habría protagonizado Mangione. A diferencia del canon progresista que solo encuentra violencia en un lado, hay que decir que el clima es de violencia, insatisfacción e injusticia en general y se canaliza como puede. En lo político, ahora parece canalizarse por derecha después de que malas gestiones económicas y la hegemonía discursiva progresista asfixiara a las grandes mayorías, pero ante un eventual fracaso de la derecha, esa misma insatisfacción puede dispararse hacia cualquier lado, izquierda radical, wokismo recargado, populismos autoritarios, etc. 


Intuyo que el caso Mangione quedará en unos memes y estará en las principales portadas en la medida en que se desarrolle el juicio y Netflix haga su serie correspondiente, la cual, claro está, en este caso, no será protagonizada por un negro ni por un trans para que quede claro que el malo siempre es un varón blanco, llámese Mangione, llámese CEO de aseguradora de salud. Luego será revisitado cuando algún portal necesite clics de vez en cuando y ya.  


Sin embargo, lo que va a perdurar es el clima de insatisfacción e injusticia que atraviesa nuestras sociedades y está siempre a una chispa de encenderse para llevarnos hacia lugares oscuros, tan peligrosos como desconocidos.

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