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domingo, 29 de mayo de 2016

La censura democrática y las lágrimas de Jorge Triaca, por Carlos Malbrán (para "INFOSIBERIA" del 17-05-16)


¿Cómo funciona la censura democrática? El uso de los maquilladores de imagen y la sensibilidad de los insensibles.
Por Carlos Malbrán

La censura tradicional

En el siglo XVI, ya casi nadie dudaba de la esfericidad de la Tierra, porque la aventura del delincuente Colón la había demostrado. Quedaban algunos reaccionarios, que se negaban a admitir lo evidente, fundamentalmente porque se le venía abajo el negocio del “temor al más allá”. El poder de la Santa Inquisición se basaba en eso, pero como nunca falta un díscolo, apareció Giordano Bruno afirmando que el sol no sólo era una estrella, sino que era mucho mayor que este planeta; sostenía la existencia de múltiples sistemas solares sobre la infinitud del universo, y afirmaba que en ellos había vida. ¿Cómo?, dijeron, ¿entonces el curro de Adán y Eva no va más? ¡Esto no puede ser!, gritaron. ¡Esto es lo que se saca con poner universidades en todos lados! ¡Paremos esta locura!

Entonces, Roberto Belarmino, algo así como el Bonadío de aquellos tiempos, porque procesaba de acuerdo al beneficio de los poderosos, (y fue el que más adelante llevaría el juicio contra Galileo), luego de largos años de prisión, lo condenó y Giordano Bruno fue incinerado alegremente en una hoguera, en torno de la cual, el pueblo reunido comía choripanes y pororó, porque ya había llegado el maíz a Europa.

Como vemos en ese tiempo, la censura era más directa, más clara, menos sofisticada, y así permaneció durante mucho tiempo. El modo de producción determinaba la estructura del poder, éste decretaba la ley y el púlpito la difundía y establecía no sólo en qué había que creer, sino también cómo había que vestir, qué comer, cómo se debía comportar el individuo para ser aceptado por la sociedad. La imprenta, único medio de información, era rigurosamente controlado.

¿Un libro nos contradice?

Lo quemamos y listo.

¿Un tipo nos desmiente?

Lo quemamos y listo.

La censura democrática

Los tiempos cambiaron y cuando ya no se vio bien eso de andar quemando personas, (los libros se siguen quemando hasta nuestros días), se optó por el control de la información. Al principio no era algo tan alevoso, porque el periódico, que fue el primer medio masivo, vivía de suscriptores u ocasionales lectores que, para decirlo de algún modo, “compraban noticias”. Pero los dueños del poder descubrieron que servía para vender, y comenzaron a usarlo. El medio, que hasta entonces era fiel a quien lo leía, pasó a depender de quien anunciaba en él, y como no se puede hablar mal de quien te sustenta, la noticia terminó manipulada a favor de las grandes corporaciones. El propio informante se convirtió en una de ellas, cuando conoció su poder como formador de la opinión pública. Para tener una idea de hasta donde ha llegado esto digamos que anualmente son necesarios 75.000 árboles para producir el papel de la edición dominical del New York Times.

La aparición de la radio y la televisión no hizo sino ampliar las posibilidades de maniobra y así llegamos a la sobresaturación de noticias, lo que está lejos de ser mejor información, sino que suele ser todo lo contrario, porque la información determinante para que el receptor pueda posicionarse correctamente y tomar decisiones es distorsionada o termina oculta en un mar de noticias frívolas o irrelevantes. Una inmensa cortina de humo propagada mundialmente gracias a los avances de la tecnología, que nos permiten estar conectados y supuestamente actualizados todo el tiempo. Algo que Ignacio Ramonet define como “censura democrática”. Lo que si bien es menos sanguinario que mandar Giordanos a la hoguera, no es menos represor.

Ya no es el púlpito, sino los medios los que difunden y establecen, en qué hay que creer; cómo hay que vestir, qué comer; hoy determinan hasta cuales deben ser las medidas del cuerpo de una mujer y cómo debemos comportarnos en la vida. Un buen ejemplo de ello es la reciente publicidad de Chevrolet, exponente de la meritocracia, todo un canto al arribismo y el individualismo para vender automóviles. El mensaje es: “el que llegó arriba, es porque quiso, el que no, es porque no se lo propuso, o no se esforzó lo suficiente”. Pero no nos hablan de igualdad de condiciones, porque las posibilidades no son las mismas para el nacido en un colchón de plumas de canario, que las de quien vino al mundo rodeado de miseria. A través del anuncio publicitario gente que se enriqueció ilícitamente durante dictaduras, en las que se apoyó para “desaparecer” dificultades sindicales o políticas; que licuó las deudas de sus empresas y las heredó a todo el pueblo; que estatizó sus fracasos y socializó la miseria, nos habla de esforzarnos y luchar contra la corriente. La “filosofía estatal oficial” es darwinista: sólo sobreviven los más aptos. “Sálvese quien pueda”. La conducta a seguir para ser exitoso y por ende aceptado en esta sociedad, es subir, subir, subir, sin importar sobre la cabeza de quién.

¿Qué es eso de planes incluir, que conectan a esos negritos de mierda a Internet? ¿Qué es eso de asignar una Asignación Universal por hijo a los de menos recursos y encima exigirles que para cobrarla los tienen que mandar a escuelas y llevarlos a vacunación y controles médicos que todos pagamos? Aquí el problema ya lo aclaró Ricardo Buryaile, el Ministro de Agricultura: “Con el anterior gobierno nos habíamos acostumbrado a comer barato.”

Los maquilladores de imagen

Pero como nunca ha sido fácil justificar aquella frase que hiciera famoso al Presidente Menem: “Estamos mal, pero vamos bien”, aparece aquí un personaje propio de la nueva era de los medios: el “maquillador de imagen”. El ecuatoriano Durán Barba es todo un especialista y puede considerárselo el artífice de haber llevado a Mauricio Macri al poder. Algo que él mismo consideró “casi un milagro”, tarea que comenzó con esconder el pasado de su cliente, despojándolo de su temible apellido para convertirlo en “Mauricio” y ocultar su derechismo tras el revolucionario concepto de la palabra “cambio”.

Hoy, con los recursos del Estado, él y un equipo de más de cuarenta personas, vigila todos los días noticias y redes sociales para intentar detener la caída de la imagen del gobierno y el Presidente, que continúan en descenso. Preparan los guiones de producciones que intentan “humanizar” a los funcionarios encargados de los inhumanos despidos y otras medidas antipopulares, tales como presentar a Patricia Bullrich, María Eugenia Vidal, o Juliana Awada, vestidas de “entrecasa” y “sorprendidas” haciendo compras en un supermercado, como “cualquier señora”, en el que “casualmente” se encuentran también las cámaras de los grandes medios; o desviar la atención del hecho de que el Presidente casi no se puede mover, porque donde va lo espera gente para recordarle a su progenitora, y lo muestran visitando a un tortero que le mandó 100 pesos y a su señora, a los que “sorprende”, (un poco sobreactuada la sorpresa, hay que admitirlo), con su llegada. Claro, hay que aclarar que nadie anda visitando gente con un micrófono prendido en la solapa y otros pormenores.

Cualquier detalle resulta bueno para manipular la información. No sabemos si cuando Giordano Bruno ardía en la hoguera alguien sintió profundo dolor, es probable que alguna dama, porque dicen que el tipo era pintón, pero fue un llanto inservible para ningún fin; tanto que no lo consigna la historia, porque a veces, en cambio, hay lágrimas que son muy útiles.

Las lágrimas de Jorge Triaca

Hace unos días el ministro de Trabajo Jorge Triaca concurrió al Congreso, donde fustigó el proyecto de una ley anti despidos ya aprobada por el Senado, que el Presidente se apresta a vetar, y advirtió que esto crearía un cepo a la creación de nuevo empleo. Después de más de 140 mil despedidos en cuatro meses, sostuvo que a su juicio, “no hay crisis en materia de empleo”, lo que sacó de sus casillas al diputado por Santa Fe Marcos Cleri, quien lo increpó por la gestión que llevó adelante su padre, Jorge Triaca, como interventor de la ex Somisa. “En San Nicolás no lo recuerdan muy bien a su padre porque terminó entregando a cada trabajador. Usted tiene que defender a los trabajadores”, le reprochó.

“Lamentablemente no está mi padre para responderle”, contestó Triaca, quien, con la voz quebrada, agregó: “uno tiene que respetar la tarea y trayectoria; tampoco cargarlo en los hijos”. “Me parece que eso por lo menos es injusto”, tras lo cual el diputado Cleri presentó sus disculpas. “Se las acepto”, respondió el ministro.

El lagrimeo del ministro tuvo inmediata repercusión en todos los medios, porque se trataba de “lágrima útiles”, una clara demostración de que los funcionarios son sensibles y aman a sus progenitores. Un diputado opositor había hecho llorar a Jorge Triaca, que en estos días despidió a 280 trabajadores de su ministerio que ganaban 9 mil pesos, para contratar 120 militantes PRO, con un sueldo de 23 mil, sin derramar una lágrima, y el 28 de abril pasado concurrió a una misa en memoria Miguel Egea, socio de los represores de la ESMA y titular de sociedades offshore aún activas, vinculadas con integrantes del Grupo de Tareas que comandaba Eduardo Massera. El titular de la cartera de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación ya había publicado un aviso fúnebre para conmemorar la muerte de Egea, en el diario La Nación: “Rezamos una oración en tu memoria y acompañamos a Bárbara en este profundo dolor”.

No sabemos si este “profundo dolor” provocó lágrimas, porque si así fue, esas no fueron publicadas por los medios.

Publicado en:
http://infosiberia.com/2016/05/17/la-censura-democratica-y-las-lagrimas-de-jorge-triaca/

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