El presidente de la Corte Suprema fue desmentido por la propia Corte Suprema.
Las maniobras de algunos miembros del Poder
Judicial y la pérdida de credibilidad que generan en la sociedad. El
error de Lorenzetti tras el discurso de Cristina y las insólitas
justificaciones de los medios hegemónicos.
Fiscales sospechados de maniobrar causas para perjudicar al gobierno encabezaron una marcha opositora.
Camaristas extorsionados en público por el Grupo Clarín fallan como Clarín les ordena que lo hagan.
Casi dos meses después de la muerte del fiscal Alberto Nisman, su causa es un lodazal confuso donde una jueza y una fiscal se dicen de todo por los diarios, pero no explican qué fue lo que pasó en el departamento de la torre Le Parc.
Estos cuatro episodios afectan negativamente la imagen pulcra y correcta que algunos integrantes del Poder Judicial quieren irradiar de sí mismos. Hoy la vida los encuentra protagonizando papelones que mantienen a la sociedad desconcertada.
Cristina Kirchner consiguió algo que parecía imposible: rompió el sortilegio. Aunque no haya mejoras inmediatas, el panorama es mucho más claro.
Es verdad que el proceso de fin de ciclo corporativo no afecta por igual a todos, pero sí al grupo de jueces y fiscales vitalicios que parecían presos de un hechizo narcisista destinado a durar toda la eternidad, y se movían con aires de condes y duquesas entre oficinas de inteligencia, vernisagges empresarios y sedes diplomáticas extranjeras.
Todos ellos quedaron bajo un reflector poderoso.
Conviene ir por partes. De lo grave a lo más grave. En su discurso del 1M, mientras el presidente de la Corte revoleaba los ojos sin saber dónde meterse, Cristina se preguntó de manera retórica: "¿Alguien le puede informar a esta presidenta cuál es el resultado de esta investigación que llevó adelante la Corte del atentado de la Embajada de Israel? ¿Quiénes son los condenados? ¿Cuáles son los procesados? ¿Qué fue lo que pasó? ¿Y me puede informar por qué el Estado de Israel no reclama por la embajada y sí por la AMIA?"
El 1M, Lorenzetti respondió con los gestos de su rostro a lo que sintió como una humillación pública de la presidenta. Dos días antes, había cerrado su propio escrito de inauguración del "Año Judicial", esa minicumbre de abogados y empresarios de medios donde él ejerce en público la presidencia del poder que tutela.
Según le dijo a Joaquín Morales Solá, hasta ese momento, el viernes 27, el texto era suave, moderado:
"(Mis críticas) tendrán que leerlas entre líneas." Pero se ve que la invectiva presidencial del domingo ("fue uno de los peores momentos de su vida", reveló el columnista de La Nación, puesto a confesor) le modificó bastante el ánimo. Nadie le conocía ese espíritu tan vengativo.Tras escucharlo en el Palacio de Justicia, el martes 3, quizá conmovido por lo que consideró una valerosa réplica antikirchnerista, Morales Solá escribió:
"Ricardo Lorenzetti, presidente del máximo tribunal de Justicia del país, tiene suerte. Él puede contestar, con una repercusión parecida aunque no idéntica, a las diatribas de la Presidenta. La mayoría de los agraviados por Cristina Kirchner carece de esa posibilidad. El juez puede, en fin, romper el círculo perfecto del cristinismo según el cual los agravios presidenciales deben quedar sin respuesta (…) Lorenzetti no se privó tampoco de marcarle a Cristina las lagunas de su conocimiento. La Corte Suprema, la anterior, no ésta, ya sentenció sobre el atentado que voló la sede de la embajada de Israel en Buenos Aires y culpó al grupo político-terrorista Hezbollah, el mismo que habría participado dos años después del devastador atentado a la AMIA. Es cosa juzgada."
El estilo monacal de la previa ya había abandonado la prosa de Morales Solá. Ahora Lorenzetti había puesto las cosas en el lugar bipolar que le gusta a los intérpretes opositores: Cristina siempre es la mala y equivocada y quien la ataque tiene la razón divina de su lado.
Un días más tarde, el propio secretario de la Corte, Esteban Canevari, tuvo que desmentir a Lorenzetti. Y, de paso, al sensible escribiente Morales Solá: la causa por el atentado a la Embajada de Israel de 1992 no está cerrada, ni es "cosa juzgada" como había dicho Lorenzetti, presidente del tribunal que instruye la investigación.
¿Por qué se equivocó tan feo Lorenzetti, nada menos que respondiendo a la presidenta de la Nación?
¿Cómo pudo desconocer lo que sucede con ese expediente en particular, que le compete de manera directa?
¿Actuó bajo emoción violenta? ¿Qué quedó de su moderado estilo hiperconsensual? ¿Lo traicionaron los nervios que, según Morales Solá, se tragó el domingo 1M en el Congreso?
Hasta hoy no se conoce un pedido de disculpas de su parte. Trató de mentirosa o desinformada a la presidenta de la República frente a docenas de jueces, algunos de ellos sedientos por avanzar contra ella, su entorno y lo que huela a kirchnerismo, y no se le cruzó por la cabeza retractarse en público –en público fue la ofensa–, cuando su secretario emitió un comunicado diciendo la verdad: el desinformado era Lorenzetti. El error era suyo. Y él no es cualquiera: es la cabeza de uno de los tres poderes del Estado. Con su papelón, le hizo un tremendo daño a las instituciones.
Tuvo tiempo de buscar la respuesta adecuada, pero se dejó llevar por los impulsos de oposición. No es algo que le suceda sólo a él: es como un reflejo a contradecir cualquier cosa que la presidenta diga porque, precisamente, lo dice ella. La descalificación de su figura para evitar tratar la verdad que contiene el mensaje que emite es uno de los éxitos relativos de la prensa hegemónica en un sector. Y Lorenzetti, tal vez, una víctima más de sus malas lecturas. Aunque lo que hizo sea, como puede verse, difícil de perdonar. Repasemos.
En el atentado a la Embajada murieron 29 personas y hubo cientos de heridos.
La presidenta se pregunta en una apertura de Legislativas, casi 23 años después de los hechos, qué hizo la Corte por las víctimas.
Lorenzetti le responde que ya todo fue juzgado y hay sentencia, tratando de exaltada a la mandataria.
El secretario de la Corte Canevari dice que la investigación sigue abierta. Lo que no equivale a decir "resuelta", porque la impunidad continúa: no hay procesados ni condenados.
Es una causa en trámite, que la Corte instruye, con ninguna eficacia comprobada.
Bueno, al parecer, Lorenzetti no lo sabía. O no lo recordaba. Curioso, él mismo firmó la resolución en el expediente del 13 de diciembre de 2006, frente al reclamo del familiar de una víctima para que el crimen fuera declarado imprescriptible, donde se lee: "1) Que la presente causa se halla en pleno trámite y, tal como lo señala el señor Procurador General, no se ha impetrado en ella prescripción"; y, más adelante, en los puntos 3 y 4: "Que, dado el estado de autos, corresponde seguir adelante con la investigación sin que pueda obstar a ello cuestión alguna relativa a la extinción de la acción" y "corresponde reiterar las órdenes de capturas oportunamente dispuestas".
Al pie de la actuación, se resolvió:
1) Seguir adelante con la investigación.
2) Declarar que no es procedente pronunciamiento alguno respecto a la extinción de la acción penal en la presente causa.
3) Reiterar las órdenes de captura ordenadas en esta causa."
Debajo firmaron todos los integrantes del máximo tribunal: Enrique Petracchi, Elena Nolasco, Carlos Fayt, Juan Carlos Maqueda, Raúl Zaffaroni, Carmen Argibay y… Ricardo Lorenzetti.
Un papelón. No es el único con el que tropieza ese sector del Poder Judicial que ya se partidizó o está tentado de hacerlo.
La marcha del 18F sacó a la luz a un grupo de fiscales que antes operaban a la sombra, desde sus escritorios, con ayuda de la SIDE privatizada y de innegables nexos con barrabravas y el PRO de Mauricio Macri. Son esos miembros del Poder Judicial que manejan causas con acelerador o freno de mano, según lo exija el humor social, el tiempo electoral o los intereses de sus mandantes. Siempre se pensó que hacían política. Ellos lo negaban. Siempre se pensó que eran antikirchneristas. Ellos lo negaban.
Tal vez por torpeza o falta de cálculo, ahora quedaron expuestos con el 18F que armaron ellos mismos, porque la marcha fue política y opositora. Es decir, para verse retratados en la tapa de los diarios como lo que no son ni nunca fueron, terminaron confirmando lo que antes negaban.
A la imagen "independiente" del poder encabezado por Lorenzetti, le va quedando poco con errores así, tan evidentes.
No son los únicos. La Sala 1 de la Cámara Federal que deberá tratar el dictamen del fiscal Gerardo Pollicita, tras su decisión de apelar la sentencia del juez Daniel Rafecas, tiene un último antecedente preocupante.
Sus integrantes, Eduardo Freiler, Eduardo Farah y Jorge Ballestero son los jueces cuyos hijos Jorge Lanata llamó a escrachar. Al Grupo Clarín S.A. no le agradaba cómo fallaban en ciertas causas y se los hizo saber a través del aire fanatizado de Radio Mitre. Aquella vez, era Ciccone. Ahora, es la del absurdo encubrimiento a los iraníes.
En el medio, los jueces escrachados confirmaron a Claudio Bonadio al frente del expediente Hotesur como señal antikirchnerista. ¿El llamado al escrache dio resultado? ¿Lo dará ahora también?
En el Poder Judicial, generalmente, la duda va ligada a la palabra beneficio. En este caso, ocurre a la inversa: perjudica a los mismos jueces porque acentúa el estado de sospecha sobre su imparcialidad en asuntos de enorme trascendencia pública.
Del gobierno ya se dijo de todo, hasta lo más terrible y disparatado. Está blindado. Tiene un cuero duro. Lo que debería preocupar a Lorenzetti y también a la judicatura más flácida y menos combativa es que, así como pasó con los diarios opositores, ahora la sociedad comienza a pensar que el Poder Judicial le miente y la manipula. Y que, cuando el kirchnerismo denuncia que traba la labor de otros poderes de la democracia, algo de razón tiene.
Por último, a la amarga lista de sucesos que hunden en el descrédito al Poder Judicial, aunque no todos los jueces o fiscales merezcan reproche, se debe sumar el comportamiento de dos de sus funcionarias en el caso Nisman.
Como la sociedad, el gobierno mira la escena desde afuera. Y lo primero que advierte es que la querella y la fiscalía, que en la mayoría de los casos trabajan juntas por lógica, acá se están tirando con todo para desacreditarse entre ellas.
A casi dos meses de la muerte de Nisman, no hay ninguna hipótesis permanente sobre lo ocurrido. Cuando la fiscal Viviana Fein, que oficialmente tiene la investigación en sus manos, quiere redondear la idea del suicidio o de la muerte sin intervención de terceras personas, la jueza federal Sandra Arroyo Salgado le sale con los peritajes relativos de una instrucción privada y pretende proyectar como verdad irrebatible la del asesinato.
Fein y Arroyo Salgado, integrantes ambas del Poder Judicial, deberían coincidir y cooperar. Pero eligen pelear en el barro. Hay riesgo de destrucción del expediente como lugar de verdad. Eso se está decidiendo ahora mismo. Es muy grave.
Del estado a la deriva del Poder Judicial generalmente se habla poco. Quizá porque algunos de sus integrantes se las arreglaron hasta ahora para direccionar la atención hacia los miembros de otros poderes.
Cristina Kirchner consiguió algo que parecía imposible: rompió el sortilegio. Aunque no haya mejoras inmediatas, el panorama es mucho más claro. Hay jueces presionables, fiscales opositores, magistrados que le deben su cargo a los servicios de inteligencia, infalibles presidentes de la Corte que se equivocan y funcionarios judiciales que en tiempo real destruyen la verdad.
Ocurre a los ojos de todos.
El único que no se dio cuenta, al parecer, es aquel que podría hacer algo para revertir el proceso de deslegitimación.
Debe estar ocupado escribiendo un pedido de disculpas.
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http://www.infonews.com/2015/03/08/politica-189003-los-papelones-de-la-justicia-ilegitima.php
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