Por Roberto Hilson Foot
Considerar la cuestión de nuestra identidad a partir de un escritor extraordinario como Jorge Luís Borges (1899-1986), me permite posicionarme junto a uno de los poetas y cuentistas que fue mas lejos en la reconsideración y valoración de la heterogeneidad de lo local, tanto en su dimensión Argentina como Sudamericana, pero lo hizo desde un universal subsumido en lo occidental. Gustaba pararse en una periferia que le permitía desde la excentricidad centrípeta tener una mirada novedosa acerca de lo central. Sin embargo a pesar de tener una concepción aluvional o quizás agregativa de lo Argentino expresada por ejemplo en frases a las que adscribía o repetía como “los Argentinos descendemos de los barcos”, o “somos europeos en el exilio”, no dejaba de ubicar su mirada, si bien a sabiendas de ser periférica, en el encuadre de la cultura occidental. Un problema sociológico y antropológico es que esta postura sesgada y prejuiciosa ignora una parte considerable de las raíces originarias de lo que somos. Adicionalmente esta postura implica en lo político avalar con su silencio la conquista de América causante del mayor genocidio de la historia de la humanidad y yo como simple ciudadano de estas tierras sinceramente no quiero ser parte de ello. Pretendemos buscar fórmulas que nos permitan superar esas contradicciones, atentos a las posibilidades abiertas a partir de las reconsideraciones y replanteos de los gobiernos K, que pretenden cerrar una historia de decadencia enmarcada en esos viejos moldes, para abrirnos a un futuro mas promisorio y beneficioso para el pueblo argentino en un contexto de profundos cambios a nivel continental.
La pregunta por el ser Americano la planteamos sin buscar criterios esencialistas que terminan en formas de racismo y discriminación como en el caso reiterado de los europeos, implica por el contrario a mi entender imaginarnos y discutirnos democráticamente como identidad abierta y dinámica donde indudablemente los proletarios urbanos, pastores, mineros, artesanos y campesinos inmigrantes de Europa y Asia en los siglos XIX y XX así como los esclavos africanos y los criollos que resultaron de las mezclas, no pueden ser responsabilizados por las masacres ejecutadas por las clases dominantes de las potencias coloniales y posteriormente por los regímenes oligárquicos. Pero esta exculpación requiere una posición ética y social por parte de los que tenemos esta raíz inmigratoria en la que no reivindiquemos ni la dimensión religiosa, ni política, ni económica, ni cultural de esa conquista. Para no responsabilizarnos por la agresión colonial-imperial de matriz cristiana fundamentalista, profundamente racista y explotadora de la que esta compuesta la conquista, necesitamos entender que ello implica el desafío de pensarnos como lo nuevo, lo que rompa con ese pasado de oprobio. Adicionalmente que en nuestras concepciones y prácticas contemporáneas no perpetuemos esa dominación y respaldemos por el contrario el pluralismo y la democracia como única forma de diálogo e integración de lo diverso, donde lo debatido y ejecutado a nivel de la superestructura se corresponda con la tendencia en los cambios a nivel de la estructura. Un intelectual que niegue como constitutivo de lo americano lo originario no solo no abarca la complejidad sociológica y antropológica de lo americano, sino que además es cómplice en principio por omisión del genocidio y esto no es un problema circunscripto al pasado, un mero problema arqueológico, pues la identidad personal y colectiva, la distribución de la tierra y los recursos y la hegemonía cultural europea hablan de la perpetuación del despojo, del saqueo y del genocidio. Por supuesto que lo europeo es necesario e insoslayable para comprender a lo americano, pero no lo agota y si la mirada es parcial incluso desde supuestos progresismos y aún izquierdismos es posible quedar prisionero de la perspectiva del conquistador, funcional a la dominación de las minorías como con frecuencia le ocurre a cierto progresismo Argentino.
Para J.L.Borges el movimiento peronista pertenece a ese sustrato de la patria ignorado, no pensado, despojado de autenticidad por lo que lo emparenta a la pura ficción y no al orden de la historia que ontológicamente solo podría pensarse desde y en lo occidental. El peronismo pero en realidad todo lo popular entendido en principio como aquello en donde el componente originario es insoslayable es por tanto pura ficción, una mera ilusión. Específicamente el movimiento peronista fue según Borges un estado inducido, una especie de ebriedad, de hipnosis, una irrealidad que califica como monstruosa. Habría sido el manejo político por medio de los procedimientos del drama o peor aún según el escritor, del melodrama de los que actúan al movimiento peronista, al punto de sostener que todo el 17 de Octubre de 1945 fue una simulación. Semejante tontería requiere una exploración de los motivos culturales que lo habilitaron a intentar dicha tesis la que fue aceptada por una parte minoritaria pero poderosa y dominante del país. Hay tal desdén por la realidad, tal reduccionismo a la ficcionalidad escénica que nos impele a tener que desarticular el entramado conceptual que permitió tal delirio contra fáctico, que le costo al país años de proscripciones y violencias. No es un dato menor el que adicionalmente se tienda a enfatizar y condenar el componente afectivo y emocional de estos movimientos populares pues la racionalidad, que desde larga data en la cultura occidental es determinante en la definición de la humanidad moderna, sería patrimonio de los colonizadores.
J.L.Borges escribe luego del golpe de estado del 55 y la instauración de la dictadura de E.Lonardi y luego de P.E.Aramburu un texto que titula ”L’illusion comique”, publicado por la Revista Sur nº 237. Nada menos que un título en francés, que nos permite recordar lo que escribió D.F.Sarmiento (1811-1888) al cruzar hacia el exilio la cordillera de los Andes y que posteriormente sería divulgado como “las ideas no se matan o no se degüellan” cuando en realidad fue escrito en francés “on ne tue point les ideès”, mofándose su autor de la falta de ilustración de los gauchos incapaces de leer el contenido de lo escrito en el idioma de la “cultura” y la “civilización”, el cual a sabiendas del que lo escribió no era el idioma de los que podían eventualmente leerlo, por lo que es interesante cuestionar acerca de los reales destinatarios de ese texto, que no serían ciertamente sus paisanos a los que desprecia y para los que propondrá en reiteradas ocasiones su exterminio. En el escrito de Borges algo más de cien años después, cuyo título como adelantamos, está en francés, defiende esta idea de artificialidad del peronismo. En un trabajo anterior publicado en 1932 “El escritor Argentino y la Tradición”, J.L.Borges pretendía llegar a ser universal desde el suburbio o el arrabal del mundo. Sin embargo la centralidad que define esa periferia es el término determinante en esa identidad. El problema de lo nacional para Borges es por tanto un simulacro, una mera apariencia, un pseudo problema pues se subsume en lo universal occidental. El culto a lo local, por los poetas o músicos de América del Sur no sería a su entender más que una moda europea, no podría tener entidad originaria ni autenticidad, ni su propia lógica y aunque no lo nombre parece estar pensando en un simple corolario folklórico y periférico de las ideas del romanticismo. Para Borges nuestra tradición es la cultura occidental, y actuando dentro de esta tradición, el periférico, el arrabalero esta en el lugar en que le gusta estar. Los sudamericanos dice Borges podemos manejar toda la tradición europea con un irreverencia y originalidad dada por esa marginalidad. Parece creer que es posible pensar que nuestro patrimonio es el universo, sin ver que ese universal no es más que un particular que se universalizó a fuerza de conquista y colonización con el corolario de muerte y destrucción.
Adicionalmente es muy endeble el argumento “genético” o vagamente cultural del peronismo como nazismo que es insostenible desde lo sociológico, político y económico. Entre otros problemas del escritor está el haber apoyado e incluso haber sido funcionario de dictaduras sanguinarias, lo que parece una contradicción a nivel político con su rechazo al peronismo por su carácter autoritario, pero no lo es tanto cuando se lo reconsidera desde esta perspectiva que estamos defendiendo pues al igual que Sarmiento, en función de la negación de la dimensión de lo popular y americano, bárbaro para uno, ficcional para el otro, implementan o apoyan una “civilización”, homicida, antidemocrática y antipopular. Esto no implica soslayar ni negar el carácter autoritario de los gobiernos de J.M.Rosas y de las presidencias de J.D.Perón lo cual a mi entender terminó debilitando a esos gobiernos, pero ello no habilita a las negaciones que ven en la proscripción, el exterminio, la censura y la represión una solución “democrática” (sic). Esta argumentación alienada de sistemas republicanos golpistas, democracias sin pueblos o partidos obreros sin obreros es solo posible en una matriz de legitimación dentro del encuadre conceptual de la universalización de la racionalidad occidental que tiene un interesante origen en la racionalidad Cartesiana pero sobre todo en G.Leibniz (1646-1726) basamento filosófico del orden capitalista liberal moderno.
Una renovación política y cultural como la que se está intentando llevar adelante necesita repudiar las groserías racistas y genocidas de D.F.Sarmiento, pues nos estamos pensando como una sociedad más pluralista y respetuosa de lo popular, de la cultura y los derechos de los pueblos originarios. Las ideas racistas en torno a la inmigración europea del Art.25 de la Constitución Nacional y los comentarios del párrafo XV de “las Bases” de Alberdi así como las disposiciones establecidas en el Art.67 inc. 15 de la Constitución Nacional, sobre la conversión de los indios al catolicismo, son incompatibles con el impulso hacia la intergración de los pueblos originarios y los procesos de integración con los hermanos del continente. El autoritarismo antidemocrático del “padre de la constitución del 53” que no estatuye constitucionalmente a la democracia, no se condice con el sostenimiento de la soberanía popular y la defensa del valor del voto y la participación popular. No podemos declararnos hermanos del pueblo Paraguayo con el que estamos construyendo vínculos económicos y políticos cada vez más sólidos y homenajear al criminal de B.Mitre que fue uno de los principales responsables del aniquilamiento de buena parte de la población guaraní. Reivindicar a J.A.Roca y su campaña de exterminio es incompatible con la lenta revalorización de los pueblos originarios y sus derechos lo que se está logrando paulatinamente en estos años. Un nuevo modelo de país requiere discutir los basamentos simbólicos y lingüísticos que fueron parte de los fracasos y violencias a lo largo de los siglos XIX y XX y que terminó en la debacle socioeconómica a la que nos condujo el neoliberalismo en 2001.
LENGUAJE DE AGUSTÍN A WITTGENSTEIN.
La disputa por un nuevo paradigma cultural que refleje las nuevas correlaciones de poder que ha renacido bajo los gobiernos K, es obviamente una disputa por el lenguaje a veces presentado como los relatos y también por lo audible de los mensajes. Si pretendemos construir una nueva sociedad más inclusiva y democrática necesitamos reelaborar y repensar nuevos paradigmas, nuevos símbolos y signos o por lo menos resignificar los existentes. En “Del Maestro” (389), Agustín de Hipona (354-430) defendía la idea de que nada puede enseñarse sin signos, pues las cosas no son capaces de mostrarse por sí mismas, “Factor rem non posse nos monstrare sine signo”. Pero no solo las palabras son signos y menciona por ejemplo la fuerza de los gestos. En el Capítulo IX de “Del Maestro” afirmaba inicialmente que las cosas significadas han de estimarse en más que los signos, pues los signos serían solo “por la otra cosa”, pero luego en el mismo texto rectifica este punto de vista jerarquizando el valor del signo al mismo nivel que el resto de las cosas del mundo. Desde la política y la discusión por la hegemonía asistimos en esta década a una fase agonal intensa, marcando de nuevas significaciones a las palabras y revalorizando nuevos gestos y signos. Estamos inmersos en la mayor disputa de las últimas generaciones por la resignificación de nuestra identidad expresada en signos.
L. Wittgenstein (1889-1951) cita en “Investigaciones Filosóficas” el texto que corresponde al capítulo octavo, del libro primero, de las Confesiones, presentándola como una posición “primitiva” o referencialista del lenguaje encarnada según él por Agustín. En la misma se establece la vinculación de las palabras con las cosas, lo que se complementa con una explicación genética y pedagógica de los procedimientos por los cuales por ejemplo una generación enseña a la siguiente a hablar o dicho en otros términos jerarquiza y valora ciertos signos y símbolos. Este aprendizaje supone que el lenguaje y cada una de las palabras del mismo son en lo esencial nombres que mentan cosas, a modo de un modelo extremadamente simplificado y limitado en principio a nombres propios y comunes, una versión insuficiente según el filósofo austriaco.
En “Investigaciones Filosóficas” 6, Wittgenstein expone el proceso de aprendizaje como una explicación o definición ostensiva, la cual intenta establecer una conexión asociativa entre la palabra y la cosa. Sin embargo observa que el valor de esta practica esta subordinada a la instrucción, lo cual llama un juego del lenguaje, que incluye al propio lenguaje y a las acciones con las que está entretejido. La función de referir o nombrar no es la única del lenguaje, pues también podemos por medio del mismo, preguntar, disculparnos, prometer, negarnos, mandar u ordenar etc. Esta heterogeneidad de tipos de palabras le permite a Wittgenstein decir que el lenguaje es como una caja de herramientas, donde son tan diversas las funciones de las distintas herramientas como las de las palabras. El lenguaje implica entonces una multiplicidad de dispares acciones, de inventar historias, representar roles, narrar, traducir, describir, etc, cuya estructura no se reduce a una estrecha rigidez de las normativas de los enunciados o simples referencialismos y la reformulación de una nueva hegemonía social demanda una reconsideración integral de nuestro lenguaje. Imaginar un lenguaje significa imaginar una forma de vida (I.F.19). Lo que una palabra significa, es el uso que se hace de ella, y es parte de una forma de vida. El lenguaje es una suerte de familia de estructuras emparentadas entre sí, con una gran diversidad de funciones pero que debe sin embargo mantener ciertas regularidades que permitan la comunicación, un juego donde hay ciertas reglas, pues si no hay regularidad no hay lenguaje, siendo de esta manera un sistema de comunicación, en el que no puede entenderse cada palabras sino es en lo que Wittgenstein ha llamado juegos del lenguaje. Lo que muestra, lo que una palabra significa es su uso, y una palabra sólo significa dentro de un lenguaje. Estamos en nuestro país en pleno proceso de disputa del lenguaje, desde cambiar los nombres de calles y plazas, a discutir la valoración del panteón de los próceres, a revisar la historia buscando reformularla para poder romper con el paradigma liberal consolidado por el predominio oligárquico que a lo largo de la historia del siglo XX intentamos superar desde diversos movimientos populares pero siempre hemos sido derrotados, por las poderosas minorías dominantes, la acción de las fuerzas armadas y de los sectores más reaccionarios de la iglesia así como con la complicidad de la injerencia de nuestra potencia neoimperial regional.
Imaginar un lenguaje es imaginar una forma de vida y ella está atravesada por la dimensión agonal profundamente política de las construcciones sociales, de allí la importancia de la disputa por el lenguaje y la discusión pública en torno a los oligopolios comunicaciones que amplifican en forma antidemocrática los discursos de las poderosas minorías procurando no informar sino defender sus intereses sectoriales.
CASA TOMADA.
Julio Cortázar (1914-1984) escribió el cuento “Casa tomada” acerca de una alteridad no vista, una presencia audible pero no conocida. El protagonista del relato afirma su pertenencia a un rango sociocultural de personas que prefieren las lecturas en francés, lo cual una vez más como en el caso de Sarmiento y Borges nos remite a la idea de una diferenciación socio cultural que los arrastra a una incomunicación radical con la mayoría del pueblo. Su buen pasar, les permite a Irene y a su hermano protagonistas del cuento, largas horas de ocio que financian por medio de los ingresos del campo, aunque los hermanos dueños de la casa no trabajan, ni conocen a los que con su trabajo gestan la riqueza que usufructúan. “No necesitábamos ganarnos la vida, todos los meses llegaba plata de los campos y el dinero aumentaba”. Un día relata Cortázar se anotician que “Han tomado la parte del fondo”, no saben quienes lo han hecho, no los conocen, pero a su vez no intentan aproximarse y conocer a quienes son los supuestos intrusos que han tomado una parte de la casa. Según algunos este cuento es una alegoría con connotaciones negativas hacia el peronismo e incluso el mismo Cortázar hizo alguna referencia al respecto. Los protagonistas sin embargo parecen a mi entender ser los principales responsables por el desarrollo de los acontecimientos pues no procuran ejercer la palabra, aproximándose o interpelando a los supuestos intrusos de los que no sabemos absolutamente nada salvo su presencia detectada por los ruidos que hacen, “poco a poco empezábamos a no pensar. Se puede vivir sin pensar” declaran los protagonistas. El cuento es de 1952 y está protagonizado por los representantes de una “genealogía asentada por nuestros bisabuelos en la casa”, una genealogía oligárquica que les permitía como adelantáramos vivir de las rentas que todos los meses llegaban desde los campos. Escuchan como decíamos ruidos, lo que les hace pensar con miedo no con interés y no logran formar ningún tipo de vínculo o diálogo a fin de entender lo que ocurre con los posibles nuevos habitantes. No averiguan por las causas o por los generadores de esos ruidos, no interpelan a la supuesta alteridad que parece estar en el fondo de la casa. No los conocen ni pretenden conocerlos, sencillamente los clausuran, acto con el cual ellos mismos se clausuran. Con frecuencia se ha tomado a este cuento con una connotación antiperonista, pero me permito atento a la reconsideración paradigmática y lingüística a la que me referí anteriormente centrar el foco sobre los dueños, los protagonistas conocidos. Para mí el cuento es una metáfora de la incapacidad de la oligarquía tradicional, pero también de todos los factores de poder concentrados en la Argentina para establecer un diálogo democrático con el resto de la sociedad a la que conocen mal y para la que no han logrado construir un modelo de país sostenible y socialmente inclusivo aún dentro de los límites del capitalismo, siendo permanentes enemigos de todos los procesos populares y gestores o partidarios de sangrientos golpes militares, como incluso pudimos comprobarlo en su último intento destituyente y antidemocrático en el 2008.
HEGEL REALIDAD Y ONTOLOGIA
G. W. F. Hegel (1770-1831) defendía la posibilidad de distinguir una realität que pertenece al orden de la contingencia y de lo empírico, el mero devenir que vulgarmente llamaríamos de los hechos, de lo que denominaba una Wirklichkeit una historia de un ser más profundo, la verdadera historia. La filosofía desde esta perspectiva se avoca al saber absoluto y al conocimiento que fluye dialécticamente hacia la concreción del absoluto, lo que demanda tanto una dialéctica del sujeto como del objeto pero nunca reduciendo uno a otro. Es imperativo entender el euro centrismo de la visión Hegeliana que implica un esquema en el que lo americano corresponde al plano de las contingencias, de los meros epifenómenos cuya realidad y significación se subsumen en el desarrollo dialéctico del ser, entendiendo que el espíritu absoluto es expresado y pensado por lo Europeo. Este esquema ontológico es el que podemos detectar en Sarmiento y Borges sin por ello pretender que sean hegelianos pero sí que participaron de una jerarquización del mundo en donde lo americano y popular corresponde al orden de la realität, al orden contingente de lo que no tiene verdadera historia, lo que Sarmiento llama la barbarie de raíz americana que debe sin culpa ser según él exterminada y Borges ubica en el plano de lo farsesco, de lo representado. La Wirklichkeit lo que llamaron la civilización, encarnada en “republicanismos” golpistas o “democracias” proscriptivas y antimayoritarias, en los que la realidad podía ser legalmente arrasada, proscripta, desaparecida o exterminada, pues en el fondo no valen desde estas perspectivas, no son verdaderamente en términos de una ontología de matriz europea imperial. En la razón europea que se universaliza en la razón colonial imperial, lo popular americano carece incluso de historia por lo que es necesario abrir discusiones acerca de revisar esa historia, sin por ello quedar atrapados en algunas de las matrices iniciales del revisionismo histórico.
En el 2008 en pleno conflicto contra la oligarquía terrateniente que había montado con la complicidad de los medios de comunicación oligopólicos y el apoyo de un sector de la clase media urbana, un movimiento destituyente, los medios de comunicación dominantes presentaban los encuentros y movilizaciones de esas jornadas como por un lado los protagonizados por “la gente”, los auténticos, los que respondían a una Argentina verdadera, movilizados por intereses legítimos (aunque resulta extraño como manipularon a la clase media para convencerla de que sus intereses eran los de la oligarquía terrateniente), contra los politizados, “militantes” o sea nosotros los que nos movilizábamos por lo que serían intereses inauténticos, que éramos según decían pagos e íbamos a los actos por alguna dádiva o a cambio de alguna contraprestación, logrando incluso presentarnos a los que defendíamos el orden constitucional y respetamos posteriormente el resultado parlamentario adverso, como los violentos, mientras los que cortaban las rutas del país, amenazaban la continuidad del gobierno democrático, quemaban miles de hectáreas de pastizales y monte, descarrilaban trenes e impedían el paso de ambulancias, bomberos y alimentos eran los “pacíficos” defensores de la verdadera riqueza del país, sin anoticiarse que el valor y la rentabilidad de la producción estaba íntimamente vinculada a las políticas comerciales y cambiarias del gobierno popular que no reprimía, que no utilizaba la fuerza represiva del estado contra otros argentinos. Todos los que íbamos día a día, noche tras noche a respaldar al gobierno popular y democrático contra el poder de las grandes corporaciones articuladas en un movimiento destituyente comandados por la oligarquía terrateniente, lo hacíamos porque supuestamente éramos cooptados, mercenarios, o nos llevaban cual ignorantes, sin saber por tanto qué defendíamos. Nos dedicaban frases directamente racistas o discriminatorias, en nombre de la cultura, la libertad, la república o la educación. Fuimos comparados con los animales del zoológico, se nos regularmente insultaba como “negros ignorantes”, “muertos de hambre”, a nosotros un dirigente representante de la Mesa de Enlace nos prometía que nos iría como en la guerra “matando” sucesivamente por filas. Nos endilgaban no saber como votar y por nuestra pobre calidad del voto democrático, debían los patrones de estancia decirnos cómo hacerlo, e incluso por si no era suficiente que debía disolverse el congreso si no se votaba como lo demandaba la oligarquía terrateniente, o que de persistir en su posición nuestra presidenta debería “ser empujada para que se vaya antes” y tendrían ellos la posibilidad de contar con el vicepresidente que traicionó la causa nacional y popular, pues su objetivo declarado era “desgastar al gobierno”. “No desabastecimos ni lo volveremos a hacer” llegó a decir Eduardo Buzzi de la antiguamente progresista FAA.
Muchos intentaron posteriormente en forma mezquina deslegitimar por ejemplo los festejos del bicentenario o recientemente la muestra Tecnópolis, e incluso desde los medios oligopólicos se desalentaba la concurrencia, que terminó siendo multitudinaria en ambos casos, como humildes formas de iniciar una lenta revalorización de nuestra identidad. El país que construyen en las tapas de sus diarios y revistas no se condice con el país de la mayoría del pueblo y por ello con esa “irrealidad” peligrosa pues ellos son los verdaderamente poderosos y los artífices del fracaso nacional, llegan a las elecciones de Octubre de 2011 y encuentran un triunfo abrumador del FPV y sus aliados y no lo pueden explicar más que mencionando la incapacidad de la oposición o por supuesto, diciendo que vivimos una ficción que tendremos que eventualmente pagar, pero no pudiendo ver y reconocer los logros del gobierno, pues son en realidad ellos los que viven una ficcionalidad que le endilgan a las mayorías, al estar ellos segregados, aislados, incomunicados cual habitantes de la Casa Tomada de lo que está ocurriendo en la Argentina profunda. Por cierto que es una lectura del país respaldada por los grandes factores de poder que en el pasado lograron convencer a la ciudadanía acerca de por ejemplo la lentitud e ineficiencia de un gobierno como el A. U. Illia (1963-66) y derrocarlo criminalmente. Un lector de los diarios oligopólicos debería reclamarle a sus fuentes de información y opinión que el país que le venden día a día, cual el viejo mito del “diario de Yrigoyen”, no se condice con el ciclo de crecimiento económico y mejora social más fuerte de toda la historia del país, con la salida de la pobreza de diez millones de conciudadanos en apenas ocho años y con un fuerte respaldo electoral a pesar de las permanentes operaciones mediáticas, porque si algo han dejado de hacer los medios oligopólicos y sus columnistas es informar y la prueba más evidente está en la distancia entre el país que construyen en donde todo, absolutamente todo está mal (un diario de Yrigoyen para los bien pensantes) y lo que el pueblo masivamente vive y vota.
Pero probablemente lo que nos haya ofendido de una manera imperdonable fue cuando incluso pretendieron impugnar lo que sentimos a la muerte de Néstor Kirchner. Ese dolor por uno que había ofrendado su vida por una causa que nos había permitido iniciar nuestra recuperación como pueblo. Sabemos que no era perfecto, que como cada uno de nosotros habrá tenido sus luces y sombras pero también sabemos que cuando tuvo la posibilidad de disputar el poder y mejorar la vida del pueblo lo hizo con pasión, convicción y firmeza. No sigan intentando desprestigiarlo pues lo que siempre hará que sea una figura de respeto y admiración popular es que con todos sus defectos y limitaciones, en las instancias decisivas no claudicó. Comparemos su talla con los amanuenses que lo calumnian, algunos de ellos fueron intelectuales y periodistas en el pasado, que desde la claudicación, desde los medios oligopólicos defensores del fracaso nacional pretenden sólo ver las sombras pero no las brillantes luces de Néstor Kirchner. Es probable que el rencor que sienten tenga que ver con que la imagen del líder que hemos llorado, es un espejo en donde sus miserias resaltan aún más. Me parece que todo el esquema interpretativo que humildemente he presentado puede sintetizarse en la versión alienada e insultante que expreso la Doctora Carrió acerca de los funerales de Néstor Kirchner cuando los explicó como un montaje del grupo teatral Fuerza Bruta. Sin duda nos encontramos con una disputa por símbolos, una reformulación tanto de los signos como de nuestro panteón de héroes, y la dirigente conservadora pretendió ubicar a lo popular como mera representación teatral, apenas una engañosa reälitat, deslegitimando lo que confusamente y en cierto sentido sorpresivamente sentimos los bárbaros, nosotros los “feos” como nos identificó B.Sarlo ( quién también ha orillado la tesis ficcional en distintos libros), los oscuros “nadies” que día a día construimos con nuestro trabajo la riqueza de este país. Nuestra congoja y llanto no habría sido según la dirigente de la Coalición Conservadora, más que una manipulación melodramática. Como los dueños oligárquicos de Casa Tomada no nos escuchan, no ven el país profundo, escuchan unos ruidos pero no saben lo que nos ocurre y se clausuran.
Por Roberto Hilson Foot
Publicado en :
http://espacioiniciativa.com.ar/?p=5854&mid=5701285
sábado, 7 de enero de 2012
Ficción y realidad de los movimientos populares. De Hegel a Borges y Sarlo, por Roberto Hilson Foot (para “Iniciativa” del 03-01-12)
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