Arriba : Distintas opciones. En el centro, el desaparecido Néstor Kirchner, "partero" de esta nueva democracia.
Evidentemente, Francis Fukuyama y otros profetas del neoliberalismo se equivocaron. La historia no se terminó ; las ideologías están vivas, al menos en esta América Latina del siglo XXI tan interesante y atípica. Y con ellas viven la política … y la democracia.
¿Qué es una democracia?... Una democracia es un sistema donde el pueblo elige a sus gobernantes, quienes luego gobiernan respetando los derechos fundamentales de las personas. En toda democracia es necesario la existencia de algún tipo de sistema político. Porque son las fuerzas políticas las que defienden diversas modalidades de organización de esa sociedad, diversas estrategias para alcanzar objetivos que permitan mejorar la calidad de vida de sus integrantes ; es decir, diversas ideologías.
En una democracia existen elecciones periódicas. Allí las diversas fuerzas políticas presentan sus programas y candidatos, y la gente elige. El ganador obtiene una cuota mayor de poder, y mayores posibilidades de concretar sus proyectos ; pero las fuerzas perdedoras, que representan porciones importantes de la ciudadanía, también obtienen su cuota de poder : gobernaciones, intendencias, diputados, senadores y otros funcionarios electivos quedan bajo el control de fuerzas políticas que no obtuvieron la mayoría.
Es en el ámbito parlamentario donde todas las fuerzas políticas, ganadores y perdedores, tratan de definir las políticas concretas que llevará adelante el gobierno. Y esta disputa puede dirimirse de dos maneras : por consenso, es decir, logrando un acuerdo que englobe a la mayor cantidad de fuerzas políticas que se pueda, o por mayoría, cuando una fuerza política o una alianza de fuerzas impone numéricamente sus posiciones, siempre dentro del marco de las normas constitucionales y los derechos fundamentales de las personas.
Toda ésta explicación teórica sobre lo que es y cómo funciona un sistema democrático, es válido para nuestra democracia actual, pero no lo es para el sistema en el que vivíamos en los noventa, durante el hegemonismo neoliberal y la primacía del Consenso de Washington.
Recordemos por un momento las elecciones de 1989. Tres candidatos, Carlos Menem, Eduardo Angeloz y Álvaro Alsogaray concentraron la casi totalidad de los votos.
Alsogaray proponía su plan liberal de siempre ; Angeloz hablaba de la austeridad , del “lápiz rojo” con el que iba a terminar con los gastos superfluos, en un lenguaje tan liberal que don Álvaro sostenía que el dirigente radical se había robado un borrador del plan de gobierno de la UCeDe.
Ganó Carlos Saúl Menem, quien en la campaña hablaba del “salariazo” y la “revolución productiva”, y cuyo vicepresidente, Eduardo Duhalde, explicaba por televisión un plan de desarrollo de las pymes según el modelo italiano. En teoría Menem-Duhalde tenían un plan distinto, pero cuando asumieron adoptaron el mismo plan neoliberal de Angeloz y Alsogaray. El plan del menemismo fue tan puramente neoliberal que el partido de Alsogaray fue cooptado por completo, sus dirigentes se sumaron al gobierno, y esta fuerza terminó diluida en el menemismo.
La etapa menemo-delarruísta en Argentina es un claro ejemplo del vaciamiento de la política en tiempos del Consenso de Washington. Las medidas nodales del sistema neoliberal se transformaron en una suerte de “dogma de fe” acerca del cual no se podía discutir. La convertibilidad con el 1 a 1, la obediencia a los dictados del FMI, o las privatizaciones eran políticas que nadie se atrevía a desafiar. Y eso es justamente debido a la hegemonía mundial de la ideología neoliberal, plasmada en el Consenso de Washington . Esa ideología fue presentada como el descubrimiento final y definitivo del pensamiento humano, como la forma de organización final de las sociedades humanas, y por eso no había nada acerca de lo que discutir : era el fin de las ideologías, el fin de la historia. Lo dijo claramente el pensador nipo-norteamericano Francis Fukuyama en su famosa obra titulada justamente "El fin de la Historia".
Claro que estas ideas también representaban el fin de la política entendida como actividad que organiza a la gente según sus ideologías, y de la democracia , que dirime qué fuerza política alcanza el poder.
Si la historia ha terminado con el triunfo de una ideología, el neoliberalismo. Si las políticas ya están fijadas de antemano, y esas ideas neoliberales son “lo único que se puede hacer”… ¿Cuál es el sentido de la discusión política?.... ¿Y cuál es el sentido de la democracia?...¿Para qué votamos?... ¿Qué hay que decidir?... Basta con elegir administradores capaces y honestos, imbuidos de la verdad final del pensamiento humano, y dejarlos que apliquen esas verdades.
Por eso fue tan común en esos años encontrar en cargos ministeriales desconectados completamente con la economía a economistas o contadores. Ellos eran los sacerdotes del nuevo culto. Ellos eran los que interpretaban mejor la verdad revelada por las santos pensadores que habían encontrado la verdad definitiva del pensamiento humano, dando por terminada la historia.
No voy a explicar con demasiado detalle cómo termina esta historia. Cualquiera que sepa lo que sucedió en Argentina en 2001, o lo que está sucediendo desde 2008 en Europa y Estados Unidos, sabe a dónde conducen las verdades finales del pensamiento liberal.
Pero, a diferencia de lo que ha sucedido en Europa donde los políticos de distintas fuerzas políticas siguen coincidiendo en tratar de curar los males del neoliberalismo con más neoliberalismo (y no les está yendo demasiado bien), en América Latina el pensamiento basado en el Consenso de Washington se ha hecho trizas.
Casi todos los gobiernos de la región, unos en mayor medida y otros más modestamente, han abandonado la creencia acrítica en las políticas neoliberales, y han desempolvado recetas diversas, con mucho de keynesianismo y, en algunos casos, algunas pizcas de socialismo. Y cuando no son los gobiernos los que mantienen estas posturas, son las oposiciones, listas para tomar el poder cuando el electorado lo decida.
En América Latina ha regresado la política, la discusión acerca de proyectos, la puja de intereses contrapuestos … en definitiva, ha regresado la democracia.
En los noventa daba lo mismo elegir a uno o al otro ; los tres candidatos argentinos de 1989 tenían el mismo plan. Entonces mucha gente terminaba eligiendo al que parecía más decente, más eficiente o más simpático, pero las políticas ya estaban prefijadas ganara quien ganara.
Hoy las cosas son distintas. Hoy no da igual votar a uno o a otro, porque hay distintos proyectos, distintas ideas e ideologías, distintos modelos. Y estas diferencias uno puede notarlas concretamente en el accionar político de cada candidato en los últimos años, en las posturas que adoptó ante los grandes temas que se han discutido en nuestras sociedades.
Hemos recuperado la democracia. No es lo mismo votar a unos o a otros. Hay distintas ideologías y distintos proyectos. Las cosas pueden seguir igual o pueden cambiar, y todo cambio puede significar un mejoramiento o un empeoramiento.
A nosotros, ciudadanos, nos queda una tarea fundamental : analizar el accionar de todos los candidatos, sus antecedentes, su discurso y sus hechos, y tomar una decisión.
Y espero sinceramente que no nos equivoquemos…
Adrián Corbella, 14 de febrero de 2011.
COMENTARIO DE MIRANDO HACIA ADENTRO
19-02-11
Este artículo fue publicado hoy con mi consentimiento en la revista digital "Redacción Popular. Ideas para la unidad latinoamericana", en el siguiente link :
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