La muerte de Néstor Kirchner dejó una marca profunda en la historia de la democracia argentina. La noticia tuvo un impacto fuerte porque es fuerte la huella que dejó. El rasgo más potente de su legado quizás sea el de vencer la cultura de la resignación, difundir la idea de que se puede, de que vale la pena, de que es viable cambiar las cosas y correr las fronteras de lo posible. También el hecho de recuperar el valor de la militancia, del compromiso, de volver a creer en proyectos colectivos. En resumen, la vuelta de la política y el debate al centro de la escena pública.Hay un antes y un después del 25 de mayo de 2003. Desde entonces, cambiaron las recetas inamovibles y se reintrodujo la idea del compromiso sin límites en lo que uno cree. Y todo eso se expresó en cosas concretas: en la política de Derechos Humanos, en reivindicar el valor de lo público y el rol del Estado. Logros que, a su vez, se encarnaron en políticas puntuales —ley de medios audiovisuales, ley de asignación universal, recuperación del empleo, la integración regional, etcétera— que tuvieron un gran impacto en la vida cotidiana de la gente. Para las familias a las que no les alcanzaba para su comida diaria, la ley de asignación universal marcó un antes y un después. Recuperar el sistema jubilatorio dio una perspectiva distinta a millones de personas que no imaginaban su futuro. La creación de empleo en los barrios tuvo un anclaje territorial profundo, aún cuando queda bastante por hacer para terminar con el trabajo en negro.Con la muerte de Néstor se dio visibilidad a este proceso que se venía gestando, con militancia y nuevas voces en escena, y la sociedad tuvo que adelantar el balance sobre su figura y su rol como presidente. Y si ya el Gobierno venía creciendo desde antes, el balance anticipado reforzó esa evaluación positiva y los aciertos se revalorizaron.Al calor de la actualidad de la región, estamos ante un proceso interesante que tuvo a Néstor como un protagonista importante. Un momento histórico que tiene a la Argentina en un lugar interesantísimo que, tan sólo 10 años atrás, era difícil de imaginar.Esto produce una reacción de todos los sectores más conservadores, que quieren sostener los privilegios de una Argentina para pocos. Es la reacción de una oposición articulada en la derecha y que ya demostró su incapacidad para generar propuestas. En el Congreso, esa derecha mostró su perfil; clausuró debates a los cachetazos y quiso convertir el Parlamento en el bufet de abogados de los intereses concentrados, ante cada proyecto de ley que interpelaba al poder.El desafío frente a este momento interesantísimo iniciado en 2003 es ver cómo se defiende el rumbo, por lo hecho y por lo que falta. Debemos profundizar la política de inclusión, la distribución del ingreso y una matriz productiva más justa. Ése es el camino, y para ello es necesario generar fuerzas políticas y sociales capaces de continuar y acentuar este rumbo.Asimismo, es necesario poner las construcciones provinciales y municipales en sintonía con el rumbo transformador del país. Este presente genera las mejores condiciones para lograr ese objetivo. Es necesario que este período sea fundante de una nueva etapa del movimiento popular que nazca para quedarse.Desde Nuevo Encuentro, nos sentimos parte de la tradición, de las ideas y del relato histórico que gobierna la Argentina. Y, al mismo tiempo, vemos que una cosa es lo que pasa a nivel nacional y otra es lo que pasa en Salta, Formosa o la Provincia de Buenos Aires.Sabemos, por ejemplo, que Kirchner militó con fuerza por la ley de matrimonio igualitario que nosotros impulsábamos, mientras el gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, operó en su contra. El Gobierno nacional sostiene con hechos la bandera de no reprimir y, al mismo tiempo, en Formosa, Gildo Insfrán se jacta de terminar las protestas de los tobas con muertos en las rutas. La trayectoria de Nilda Garré, su defensa de la seguridad democrática y el control civil de las fuerzas van a contramano de lo que hace Daniel Scioli en la provincia, con su discurso de autogobierno policial y demagogia punitiva.Por eso, desde Nuevo Encuentro estamos comprometidos con la candidatura de Cristina Fernández a presidente, porque consideramos que no sólo es quien mejor expresa y sintetiza este proceso, sino que es la única que lo garantiza.De cara a los comicios de 2011, habrá distintas estrategias que se opondrán, por derecha, al Gobierno: algunas con propuestas más vinculadas a la derecha republicana, como la Coalición Cívica o —a pesar de su historia— la UCR; y otras que buscarán interpelar cierta tradición popular conservadora, como el Peronismo Federal. Y habrá candidatos que, independientemente de que se identifiquen como progresistas, serán —quieran o no— parte de la estrategia de la derecha.En síntesis, vivimos un presente que reivindicamos, un presente de cambio para las grandes mayorías populares, y deseamos que se profundice. A tres meses de la muerte de Néstor Kirchner, militar en la defensa de este rumbo y en la construcción de una alternativa política popular y transformadora es el mejor aporte que desde Nuevo Encuentro hacemos a nuestro país y a este presente.
Publicado en :
http://www.diarioregistrado.com/nota-46785-Cien-dias-sin-Kirchner.html
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