Su mayor baza es la falta de visión estratégica de Europa
por THE ECONOMIST
05/12/2023
Por primera vez desde que invadió Ucrania el 24 de febrero de 2022, da la impresión de que Vladímir Putin puede ganar. El presidente de Rusia ha puesto a todo el país en pie de guerra y ha reforzado su control del poder. Ha conseguido suministros militares en el exterior y contribuye a enfrentar al Sur global contra Estados Unidos. Y, lo que es más importante, está debilitando en Occidente la convicción de que Ucrania puede (y debe) salir de la guerra como una próspera democracia europea.
Occidente puede hacer muchas más cosas para frustrar los planes de Putin. Si quisiera, podría desplegar recursos industriales y financieros que empequeñecen los de Rusia. Sin embargo, el fatalismo, la complacencia y una escandalosa falta de visión estratégica se interponen en ese camino, sobre todo, en Europa. Por su propio bien y por el de Ucrania, Occidente necesita urgentemente salir de ese letargo.
El mejor ataque siempre es una buena defensa
La razón de que sea posible una victoria de Putin tiene que ver más con la resistencia que con la conquista territorial. Ninguno de los dos ejércitos está en condiciones de expulsar al otro del territorio que hoy controla. La contraofensiva ucraniana se ha estancado. Rusia está perdiendo más de 900 hombres al día en la batalla por tomar Avdivka, una ciudad de la región del Donbás. Se trata de una guerra de defensores, y podría durar muchos años.
Sin embargo, el campo de batalla moldea la política. El impulso afecta a la moral. Si Ucrania retrocede, la disidencia en Kyiv se hará más fuerte. Y también lo harán las voces en Occidente que afirman que el envío de dinero y armas a Ucrania supone un despilfarro. En 2024, al menos, Rusia estará en una posición de lucha más fuerte porque dispondrá de más drones y proyectiles de artillería, porque su ejército ha desarrollado con éxito tácticas de guerra electrónica contra algunas armas ucranianas y porque Putin es capaz de tolerar un espantoso número de bajas entre sus propios hombres.
Un creciente respaldo extranjero explica en parte la ventaja de Rusia en el campo de batalla. Putin ha obtenido drones de Irán y proyectiles de Corea del Norte. Se ha esforzado por convencer a gran parte del Sur global de que no tiene gran cosa en juego en el tablero ucraniano. Turquía y Kazajistán se han convertido en canales para mercancías que alimentan la maquinaria bélica rusa. El plan occidental para limitar los ingresos petroleros rusos fijando en 60 dólares el precio del barril de su crudo ha fracasado porque una estructura comercial paralela ha surgido fuera del alcance de Occidente. El precio del crudo ruso de los Urales es de 64 dólares, casi un 10% más desde principios de 2023.
Putin también está ganando porque ha reforzado su posición en el país. Ahora dice a los rusos, de modo absurdo, que están inmersos en una lucha por la supervivencia contra Occidente. A los rusos de a pie quizás no les guste la guerra, pero se han acostumbrado a ella. La élite ha reforzado su control sobre la economía y está ganando mucho dinero. Putin puede permitirse pagar el salario de toda la vida a las familias de los que luchan y mueren.
Frente a todo eso, no es de extrañar que el estado de ánimo en Kyiv sea pesimista. La política ha regresado, y se lucha por la influencia. El presidente Volodímir Zelenski y su principal general Valeri Zaluzhni se han distanciado. Las encuestas internas indican que los escándalos de corrupción y los temores por el futuro de Ucrania han hecho mella en la popularidad de Zelenski entre los votantes.
Los gobiernos occidentales insisten en que siguen tan comprometidos con Ucrania como siempre. Sin embargo, en todo el mundo las encuestas indican que son muchos los que dudan. En Estados Unidos, el gobierno de Biden se esfuerza por conseguir que el Congreso desbloquee fondos por valor de más de 60.000 millones de dólares. La campaña electoral del próximo año no tardará en interponerse en el camino. Donald Trump ha prometido la paz en un plazo muy breve; y, de ser elegido presidente, Estados Unidos podría interrumpir de pronto el suministro de todo tipo de armas.
Estados Unidos, con el mundo en un puño
Europa debería prepararse para esa terrible posibilidad; y también para una disminución de la ayuda estadounidense, esté quien esté en la Casa Blanca. En cambio, los dirigentes europeos siguen actuando como si el dadivoso Joe Biden fuera a estar siempre en el cargo. La Unión Europea ha prometido a Ucrania 50.000 millones de euros, pero el dinero se encuentra retenido por culpa de Hungría y, posiblemente, de un lío presupuestario en Alemania. En diciembre, la Unión Europea debería indicar que está dispuesta a iniciar conversaciones para la adhesión de Ucrania. Sin embargo, muchos creen que el proceso se prolongará intencionadamente porque la ampliación es dura y amenaza intereses creados. Hay una grabación de la primera ministra italiana Giorgia Meloni diciendo (durante una llamada de broma) que Europa está cansada. Podría pensarse que una presidencia de Trump galvanizará el apoyo en favor de Ucrania, al tener que asumir Europa la responsabilidad de su propia defensa. En realidad, según predice en privado un dirigente europeo, ese apoyo se fragmentaría.
Semejante eventualidad sería un desastre. Quizás en 2025 la tensión de librar una guerra empiece a afectar a Putin. Quizás a los rusos les molesten cada vez más de las movilizaciones forzosas, la inflación y el desvío del gasto social hacia el ejército. Ahora bien, carece de sentido sentarse a esperar que el régimen se derrumbe por sí solo. Putin puede permanecer en el poder durante años y, si lo hace, amenazará con nuevas guerras porque ésa es la excusa para la represión interna y el sufrimiento de su propio pueblo. Ha arruinado las perspectivas del país aislándolo de Europa y empujando al exilio a los ciudadanos más emprendedores. Sin guerra, la vacuidad de su gobierno quedaría al descubierto.
Por lo tanto, Europa debe hacer planes considerando a Putin como la principal amenaza a largo plazo para su seguridad. Rusia se rearmará. Tendrá experiencia de combate. La planificación de la defensa de Europa debe diseñarse para impedir que Putin perciba una debilidad en su flanco; en especial, si duda de la voluntad de lucha del presidente Trump en caso de un ataque contra un país de la OTAN.
La mejor manera de disuadir a Putin es que Europa haga gala de determinación y demuestre ahora mismo que está plenamente comprometida con una Ucrania próspera, democrática y occidentalizada. Las armas importan (sobre todo, las defensas aéreas y los misiles de largo alcance con los que atacar las líneas de suministro rusas), y por eso es crucial que Estados Unidos apruebe el último tramo de ayuda. Dado que los arsenales ya están agotados, hay que hacer más para aumentar la capacidad de los fabricantes de armas occidentales. Las sanciones deben dirigirse con mayor eficacia para separar al régimen de la élite.
La acción política en Europa también resulta esencial. Putin atacará las ciudades de Ucrania y subvertirá la sociedad para sabotear la transformación del país en una democracia occidental. En respuesta, Europa debe redoblar los esfuerzos para garantizar el progreso de Ucrania con la promesa de dinero y la adhesión a la Unión Europea. Los dirigentes europeos no han reconocido la magnitud de la tarea; de hecho, demasiados parecen rehuir de ella. Es una insensatez. Deberían hacerle caso a León Trotski: puede que no les interese la guerra, pero a la guerra les interesa ellos.
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Traducción: Juan Gabriel López Guix
Publicado en:
https://www.lavanguardia.com/internacional/20231205/9423932/putin-parece-ganando-guerra-ucrania.html
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