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martes, 23 de mayo de 2017

EL DUELISTA: LA VIGENCIA DE JAURETCHE, por Atilio López (para "Cabecitas" del 22-05-17)






    Lo que movilizó las masas hacia Perón no fue el resentimiento, fue la esperanza. Recuerde usted aquellas multitudes de octubre del ’45, dueñas de la ciudad durante dos días, que no rompieron una vidriera y cuyo mayor crimen fue lavarse los pies en la Plaza de Mayo, provocando la indignación de la señora de Oyuela, rodeada de artefactos sanitarios. Recuerde esas multitudes, aún en circunstancias trágicas y las recordará siempre cantando en coro —cosa absolutamente inusitada entre nosotros— y tan cantores todavía, que les han tenido que prohibir el canto por decreto-ley. No eran resentidos. Eran criollos alegres porque podían tirar las alpargatas para comprar zapatos y hasta libros, discos fonográficos, veranear, concurrir a los restaurantes, tener seguro el pan y el techo y asomar siquiera a formas de vida “occidentales” que hasta entonces les habían sido negadas.
    Jauretche, Los profetas del odio

El próximo 25 de mayo se cumplirá un nuevo aniversario de su muerte. Jauretche fue testigo de cataclismos sociales y uno de sus más distinguidos observadores. Junto a Scalabrini Ortiz advirtieron que las causas de los males en la Argentina derivaban del núcleo terrateniente nativo y su modelo agroexportador. Pero fue mucho más allá y combatió como pocos al verdadero centro de la dominación: la de las ideas.

No la llamaba hegemonía cultural como Antonio Gramsci sino zonceras. Aquellos mitos o tonterías que los argentinos repetían sin analizar ni discutir porque ya habitaban en los medios y la educación. Esas visiones del mundo u horizontes de sentido que alcanzaban para explicar la totalidad de los fenómenos sociales, económicos o culturales que se daban en nuestro país estigmatizando a los sectores populares, herederos de nuestros paisanos que combatieron en las Guerras de la Independencia o en las largas décadas de la Guerra Civil que dividió a la nación entre unitarios y federales, o a los empobrecidos inmigrantes que llegaron huyendo de la barbarie europea.

Es notable la analogía entre los análisis de Gramsci y Jauretche pero cualquier intento de emparentarlos colisiona de frente con la posición del autor de Los Profetas del Odio que fustigaba con similar intensidad a las Izquierdas que funcionaban con el mismo común denominador que la clase agraria triunfadora en Caseros. Los intelectuales formados por el mismo aparato de dominación, se presentaran como liberales o de izquierda, eran la Intelligentzia. Una casta extraviada de escritores, periodistas, economistas o educadores, arrogantes que explicaban el mundo y la Argentina según las categorías binarias de Civilización y Barbarie del binomio liberal de Bartolomé Mitre y Domingo F. Sarmiento.

No nos quedan dudas que Jauretche se hubiera dado una panzada con las condiciones actuales de superficialidad y banalidad generalizada que asfixian a los medios de comunicación. Si para aquellos escritores nacionales  Jorge Luis Borges o Victoria Ocampo formaban parte del liberalismo bien pensante pro europeo  nunca hubieran desconocido el enorme talento de ellos. Pocos saben que Borges prologó un libro de poemas que Jauretche escribió en la cárcel, El Paso de los Libres, dedicado al fallido alzamiento cívico militar de 1933 que lo tuvo como protagonista.

Jauretche no desconocía el talento de Borges y evidentemente lo admiraba. Sus diferencias políticas, sobre todo respecto del peronismo, construyeron el abismo entre ambos escritores. El paupérrimo clima de sandeces y trivialidades que hoy saturan los medios están muy lejos de las diferencias que Jauretche podía tener con Victoria Ocampo o Borges. El nivel de ignorancia y brutalidad de la Intelligentzia actual está a años luz de la que denunciaba Jauretche en sus escritos aunque gran parte de los argumentos utilizados guarden una significativa similitud en sus extravíos.

La cuestión colonial, o el regreso al coloniaje que Jauretche denunciara en sus escritos luego del golpe canalla del ´55 guardan un notable aire de familia con los tiempos que nos tocan. El regreso al Fondo Monetario Internacional, el creciente endeudamiento, la desindustrialización o la renuncia explícita a la soberanía energética, son tópicos comunes. La persistencia dogmática de la neo oligarquía en sus fórmulas de reprimarizar la economía con el consiguiente retroceso industrial, nos pone en el desafío de tratar de entender la rapacidad (solo eso) de una clase política que ha perdido el liderazgo político y las aspiraciones de conducir la sociedad en su conjunto. Si el mundo le ha extendido un certificado de defunción al Consenso de Washington luego del Brexit y EE.UU abandona los Tratados de Libre Comercio porque han arruinado a sus industrias nacionales, eso significa que el neoliberalismo está muerto excepto para los liberales argentinos que creen en el Mercado Financiero como organizador social de la misma manera como los aristotélicos tomistas de la Edad Media creían que el Sol giraba alrededor de la Tierra.

El indisimulable clima de época pos ´55 que hoy nos aproxima el gobierno de la Alianza Cambiemos, junto a los exhumados despojos del radicalismo, forman parte del laberinto en el que ha ingresado la sociedad argentina otorgándole a los sectores más concentrados de la economía el control político total. Que la horda primate del nuevo César de Jujuy haya dilapidado todo el aval político en la persecución de opositores políticos y el secuestro de Milagro Sala denunciado por todos los organismos internacionales, son solo una muestra del revanchismo imperante. Represión a trabajadores, persecución e intimidaciones a estudiantes, armado de causas apócrifas y linchamiento mediático son las herramientas que han utilizado para intentar aniquilar a sus adversarios políticos.

Nada de eso ha servido como en Brasil donde hasta el complejo mediático más poderoso la Red O Globo intenta tirar por la ventana al presidente subrogante Michel Temer. Un anticipo de lo que podría ocurrir en estas tierras con el ocioso actual mandatario que intenta gobernar con una economía a la que cada día suma una nueva y original cuota de improvisación. Como en El Plan Prebisch retorno al coloniaje Jauretche hubiera advertido el carácter cipayo y vendepatria de los funcionarios que organizan negocios para sus propias empresas pero hubiera quedado atónito con el comportamiento de estos personajes por el nivel de indolencia e impunidad que le dan a todas sus iniciativas políticas. Deberíamos inventar un nuevo lenguaje para caracterizar a estos personajes y esta etapa en particular. Jauretche fue un precursor en el desmantelamiento de esa gigantesca maquinaria de propaganda que se inicia en la educación y continúa en el complejo mediático-judicial pero nuestra actualidad supera todo lo conocido.

Si antes existía un mínimo de pudor por las tropelías cometidas, en el actual contexto esos actos son presentados como hazañas y las nociones que animan ese vandalismo pretender constituirse en corriente filosófica. No alcanza con calificar a estos personajes de tilingos porque parece una palabra demasiado simpática para caracterizar ese comportamiento. Hay algo nuevo en esta “banalización criminal” que lleva a que cualquier cosa sea posible. En esa estetificación de la superficialidad  y estilización de la degradación residen las peligrosas amenazas al Estado de Derecho y un avasallamiento implacable que muestra esa dimensión constitutiva de la antigua y nueva oligarquía: el odio irrefrenable a todo lo que huela a Pueblo. De ahí la coincidencia con algunos sectores de la izquierda latinoamericana en general y argentina en particular que coinciden con el objeto de su estigmatización el Pueblo como sujeto de transformación social y radicalización de la democracia. Como diría Jauretche “las izquierdas son como los perros de los mataderos, se pelean por las achuras mientras los acopiadores se llevan lo mejor de la vaca”. Afortunadamente muchas han entendido lo poco que ayudan las categorías políticas europeas en la complejidad latinoamericana, imposible abordar desde las limitadas variables dicotómicas de izquierda o derecha.

Jauretche fue un notable observador de su época pero a su manera también fue un escritor extemporáneo. Hay cierta exterioridad en la mirada que le permitió constituirse en un profundo analista de lo social aunque “la academia” no lo reconozca como tal. Fue un duelista en todos los sentidos de la palabra capaz de empuñar las armas para defender el honor propio o el de la Patria. Jauretche retrató como nadie a la clase terrateniente argentina y al medio pelo que aspira a parecerse de palabra y opinión aunque tengan que contar las monedas para viajar. Pudo describir el esnobismo, pero también la impiedad, de una clase ociosa de terratenientes que protagonizó todas las tragedias nacionales y usurpó la soberanía de un pueblo que detesta.

A Jauretche le debemos afirmaciones como “Lo que vamos a exportar no es la mayor producción agropecuaria, sino la parte que los argentinos dejamos de consumir a consecuencia de la pauperización general, del deterioro del salario real y de la desocupación […] los únicos favorecidos, en definitiva, serán los consumidores extranjeros” (El Plan Prebisch, 1955). La extraordinaria vigencia de esta frase se debe a la sobrenatural sobrevivencia de la clase terrateniente argentina. O aquella frase de 1974 en la que afirmaba que “pueblo vive mejor y consume más, no a costa de la descapitalización y del endeudamiento nacional, sino a merced de la limitación del derroche y del lujo de las clases parasitarias”.

Si alguien quiere entender el odio y la saña hacia el peronismo y su política puede encontrarla en estos fragmentos. El núcleo oligárquico terrateniente, financiero y los sectores prebendarios del Estado odian lo que temen. Eso es el peronismo, la amenaza más seria a la continuidad de un proyecto político rapaz, parasitario, ocioso y criminal. Todo lo demás son zonceras para que consuma el medio pelo como decía Don Arturo.

Atilio López


Publicado en:
https://cabecitas.org/2017/05/22/el-duelista/

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