Todos conocemos y sabemos quién es Bertolt Brecht. Pero él nunca
conoció a Néstor Kirchner. Cuando este poeta murió, Néstor apenas tenía
seis años. Sin embargo, nadie lo describió mejor que cuando escribió
aquello que también casi todos conocemos: “Hay hombres que luchan un día
y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes
luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la
vida, esos son los imprescindibles”.
Ese era Néstor. Así era. Un luchador de toda la vida. Tenaz. Y
convencido. Un militante infatigable de sus ideas. Comprometido con su
generación y con las futuras. Acostumbrado a las realizaciones. Y no a
las promesas. Tal es así que fue –sin dudas– un presidente que hizo más
de lo que prometió. Mucho más. A Néstor lo inquietaba la desigualdad. Lo
irritaba la exclusión. Se indignaba con la decadencia que vivía nuestro
país. Por el saqueo que habían hecho de las ilusiones. Individuales y
colectivas. Él nunca se resignaba. No se daba por vencido. Y mucho menos
bajaba los brazos. Era así. Como la descripción de Brecht.
Imprescindible.
Sí. Fue imprescindible. Sin él, el país de hoy seguiría siendo
aquel de 2003. Devastado por algunos dirigentes de quienes bien
podríamos prescindir. Los argentinos lo sabemos bien. Habíamos perdido
nuestra industria, nuestro trabajo. Nuestra dignidad. Y también la
esperanza. Hasta que él llegó a proponernos un sueño. Que parecía
difícil de creer, tal era nuestra resignación. Pero él nos mostró que
era posible.
Fue posible tener millones de nuevos puestos de trabajo. Que
devolvieron no sólo el pan en la mesa sino la ilusión a millones de
familias. Fue posible –y lo sigue siendo– tener paritarias democráticas
para proteger el salario y las condiciones laborales de los
trabajadores. Fue y es posible el Consejo del Salario Mínimo, que
durante años pareció ciencia ficción. O recuperar los fondos
jubilatorios y asignarles aumentos automáticos cada seis meses. También
fue posible, con Cristina, tiempo después, la AUH, y los 2000 nuevos
colegios que permiten que millones de chicos vuelvan a la escuela y
cuiden su salud. Hoy vemos que resulta real y concreto volver a trabajar
todos juntos por una Argentina con justicia social. Como querían Perón y
Evita. Y como hoy construye la Presidenta.
En este tiempo, en el que los nostálgicos de los privilegios para
pocos y del ajuste para muchos quieren cambiarlo todo, Néstor sigue
siendo imprescindible. Como rumbo. No es casual que los que aparecen
aliados a intereses corporativos tengan el desliz de descolgar su
cuadro. Es lógico. Le tienen miedo. Por lo que representa. Por el
impacto social que produce. Por la referencia insoslayable junto a
Cristina. Por el proyecto que tiene los mismos objetivos que planteó
hace diez años. Ampliar derechos. En cada rincón. En cada ámbito de la
vida de todos. Y de cada uno. En la cultura. En la producción. En la
ciencia. En la tecnología.
Para los que queremos un país inclusivo, Néstor es, fue y será
imprescindible. No sólo por lo que hizo. No sólo por lo que genera. Sino
también por el enorme ejemplo que significa. Kirchner es para los
adultos el que sacó del olvido a los jubilados. Es para los jóvenes un
ejemplo militante. Y un estímulo para su formación. Y es para los chicos
una luz de futuro. Una referencia de insoslayable justicia social para
siempre.
Pero es más. Es el que enarboló las imprescindibles banderas de
Memoria, Verdad y Justicia junto a las Madres y a las Abuelas. Es el que
jamás dejó las imprescindibles convicciones de lado. A partir de sus
realizaciones, Cristina siguió con otras. Y hoy podemos estar orgullosos
de tener una Ley de Matrimonio Igualitario. U otra de Identidad de
Género. De haber transformado leyes nefastas para los trabajadores. Y de
haber puesto en un pie de igualdad a colectivos laborales largamente
postergados. Tal como era el Trabajador Rural y las Trabajadoras de
Casas Particulares.
Hoy se cumplen tres años de aquel 27 de octubre. Un día que a
muchos de nosotros nos conmovió para siempre. Ese día la plaza de Mayo
habló y dijo: “Gracias Néstor! Fuerza Cristina!”. Ese grito sigue
vigente. Los jóvenes, sus jóvenes, nos ayudaron y nos ayudan a
comprender. Aceptar cada vez que cantan “Néstor no se murió”. ¿Y saben
por qué? Porque los imprescindibles nunca mueren.
"*" Carlos Tomada, ministro de Trabajo de la Nación.
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