Las razones para explicar la dolarización de excedentes son variadas, necesarias de conocer para comprender la dinámica de la economía doméstica: diferencial de tasa de interés local e internacional, conducta rentista, refugio por la memoria de crisis pasadas, operaciones inmobiliarias en dólares, fuga de capitales, régimen hiperliberal de acceso a la moneda extranjera durante más de tres décadas. Pero también es importante saber que lentamente algo está cambiando en la economía mundial. Y ese cambio tiene como protagonista al dólar. Una expresión impactante de esa transformación fue el editorial de Xinhua, la agencia de prensa estatal china, que refleja el pensamiento de los líderes del Partido Comunista. Convocó a que quizá sea un buen momento para que el mundo, confundido (por el cierre parcial del gobierno de Estados Unidos y la crisis por el techo de la deuda), empiece a considerar la construcción de un mundo “desamericanizado”.
La tregua entre demócratas y republicanos que evitó la cesación de pagos de Estados Unidos es frágil, al extender el techo de la deuda hasta el 7 de febrero y la reapertura de la administración federal hasta el 15 de enero de 2014. Con la irrupción de nuevas potencias en el nuevo siglo, sobresaliendo China, y con la crisis de 2008 que aún persiste, el sistema monetario mundial empezó a ser cuestionado. En ese contexto, la sola posibilidad de un escenario de default de los bonos del Tesoro de Estados Unidos reavivó el debate sobre el dólar como moneda dominante de la economía mundial. Y China juega un papel central en esa eventual reconfiguración.
China es el mayor acreedor extranjero de Estados Unidos y, por lo tanto, tiene mucho en juego. En 2000, China poseía apenas 60 mil millones de dólares en bonos del Tesoro de Estados Unidos, equivalente al 2 por ciento del total de los 3,3 billones en manos de residentes estadounidenses. Desde entonces, el desequilibrio de las cuentas fiscal y externa, a lo que se le sumó el salvataje a bancos, compañías de seguro y automotrices, elevó la deuda a casi 12 billones de dólares (16,7 billones incluyendo las tenencias de las dependencias públicas). En ese período, China aumentó la cartera de bonos del Tesoro en más de cinco veces, al ubicarse en el 11 por ciento (1,3 billón de dólares) del stock circulante en el mercado abierto, en julio de este año.
Stephen Roach, investigador y profesor de la Universidad de Yale, explica que esa acumulación de deuda estadounidense está en el centro de la interdependencia que une a las dos economías. Publicó el artículo “China’s wake-up call from Washington” en Project Syndicate, precisando que China no ha estado comprando bonos del Tesoro “por benevolencia o porque piensa que Estados Unidos es un ejemplo de riqueza y prosperidad”. La absorción de esa deuda en las últimas tres décadas fue porque ha sido funcional a su política monetaria y cambiaria para facilitar su crecimiento impulsado por las exportaciones. China ha contabilizado superávit de cuenta corriente desde 1994 y ha derivado gran parte de ese excedente de ahorro a la compra de bonos del Tesoro.
Autor de los libros The Next Asia y Unbalanced: The Codependency of America and China, Roach precisa que China ha reciclado el 60 por ciento de su ahorro a deuda pública de Estados Unidos, con el objetivo de limitar la apreciación del yuan frente al dólar y, de ese modo, mantener la competitividad de su producción para fortalecer el crecimiento impulsado por las exportaciones. Ese dinamismo también ha sido muy beneficioso para Estados Unidos debido a que su economía basada en el hiperconsumo registra una importante escasez de ahorro interno, lo que deriva en un crónico déficit de cuenta corriente. Desequilibrio que tiene que cubrir con deuda tomada por inversores extranjeros, con China a la cabeza. La necesidad de compra abultada de deuda por parte de China implica también otro beneficio para Estados Unidos porque define tasas bajas ante la fuerte demanda. Y el elevado consumismo lo cubre con la importación barata de productos chinos que favorece a los consumidores estadounidenses, quienes logran así estirar sus presupuestos en una etapa crítica para el empleo y los ingresos reales.
“Durante más de 20 años, esta codependencia de beneficio mutuo les ha servido a ambos países para satisfacer sus respectivas agendas de crecimiento”, afirma Roach. Un error habitual es evaluar el recorrido futuro en base a acontecimientos del pasado. Es decir, pensar que no pueden ocurrir cambios debido a lo acontecido durante tantos años. Roach no lo cree así al sostener que el pasado no debe ser visto como prólogo. “Una transformación radical está próxima, y las últimas polémicas fiscales de Estados Unidos bien pueden ser el punto de inflexión.” Menciona que China ha tomado una decisión estratégica para modificar su política de crecimiento en el 12º Plan Quinquenal, de marzo de 2011. Estableció un marco general para un modelo de crecimiento más equilibrado basado cada vez más en el consumo privado doméstico. Ese plan está a punto de ponerse en marcha, y una señal relevante en ese sentido será el III Plenario del Comité Central del 18º Congreso del Partido Comunista de China, que se desarrollará el próximo mes.
Esto tendrá como consecuencia una disminución del excedente de ahorro de China, con un ritmo más lento de acumulación de reservas en dólares, y por lo tanto una reducción de la demanda de activos nominados en dólares, como los bonos del Tesoro de Estados Unidos.
Del mismo modo que China está revisando su modo de crecimiento, también Estados Unidos empieza a plantearse la necesidad de la reindustrialización de su economía, teniendo en cuenta que con la explotación de yacimientos de petróleo y gas no convencional alcanzará el autoabastecimiento a un costo más bajo que la energía que compra a precio internacional. Esto le permitiría sustituir importaciones con una producción competitiva.
El debate sobre el techo de la deuda estadounidense es un acontecimiento que navega en la superficie del sistema monetario mundial, pero las corrientes subterráneas están fluyendo a mayor velocidad. Una de ellas tuvo su expresión en el reciente acuerdo del Banco Central Europeo con el Banco Central de China para intercambiar yuanes y euros; o sea, realizar su comercio sin acudir al dólar. La Unión Europea es el mayor mercado de China, y acuerdos de este tipo debilitan el dólar y aumentan el poder del yuan.
La moneda china es la novena moneda más transada en el mundo y camina hacia su creciente internacionalización, proceso económico de largo plazo que ya ha comenzado. El Banco Popular de China informó que la liquidación de operaciones en yuanes en el extranjero ascendió a 3,16 billones (515 mil millones de dólares) en nueves meses de este año, 50 por ciento más que en igual período del año pasado. China hoy tiene acuerdos de intercambio de divisas con 22 países por un total de 2,2 billones de yuanes, unos 370 mil millones de dólares.
Son pasos con paciencia oriental en el camino de la desamericanización de la economía mundial, que es lo mismo que desdolarizarla.
azaiat@pagina12.com.ar
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