LEY DE MEDIOS K : LEY MORDAZA, por Aníbal Fernández (Cap.34 de “Zonceras Argentinas y otras yerbas”, Ed. Planeta, Bs.As., 2011)
Una zoncera con mucha mala leche es la pretendida denominación de Ley de Medios K o Ley Mordaza. Le ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, la 26.522 como seguramente se la llamará dentro de poco, es una ley de la democracia.
Vino a derogar la ley 22.285, ley de la dictadura, que llevaba las firmas de Jorge Rafael Videla, José Alfredo Martínez de Hoz y Albano Harguindeguy y que, en síntesis, era una ley nacida de la inventiva de hombres que no creían en las leyes y sí confiaban en el poder casi infinito de las armas, el horror y la muerte.
Aquella era una ley que, más allá de sus emparches, zurcidos y remiendos, lleva en su génesis las peores máculas del autoritarismo y el terrorismo de Estado.
Porque el texto del anteproyecto es un proyecto anotado. Quienes hayan tenido la oportunidad o la decisión de leerlo sabrán que cada norma, cada artículo consigna la fuente del cual ha sido sacado : todas fuentes normativas de las democracias más consolidadas del planeta.
Es así porque nace de un gobierno votado por el pueblo y, además, porque miles de argentinos pudieron opinar en decenas de foros sobre su contenido. Y todas y cada una de estas opiniones ha sido tenida en cuenta para enriquecer el texto que, finalmente, se presentó en el Parlamento. Es decir que esta ley, como ninguna otra en los veintisiete años de democracia, llegó al debate de las Cámaras con el plus de haber sido debatida antes por todos los argentinos que quisieron acercarse a los foros que se llevaron a cabo en toda la nación.
Es una ley de la democracia porque responde a los avances tecnológicos de los últimos treinta años. En este sentido, quiero recordar a don Arturo Sampay, ideólogo de la Constitución de 1949 que justificaba dicha reforma en la necesidad de “constitucionalizar la realidad”. Porque esta ley democratiza el acceso a la información definido como “derecho universal”, en concordancia con el artículo 13 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos.
Porque a partir de esta ley vamos a ampliar la cantidad de voces y medios, lo que seguramente devolverá a los periodistas a su misión de informar y los sacará de ese insidioso rol de objetores de conciencia que tiene la mayoría de ellos en la actualidad. Pero, además, ampliará el campo de los contenidos locales, para producir, seguramente, una renovación en lo que a investigación periodística se refiere. Así, por ejemplo, en Gualeguay o en Río Gallegos actores de los distintos ámbitos de nuestra comunidad podrán acceder a los medios de comunicación y hacer escuchar su voz.
Alguna vez se pensó que abriendo más frecuencias de radio y de cable se solucionaría, de alguna manera, el oligopolio mediático, pero esto no fue así. Porque el embeleso sumado a la comodidad de los periodistas locales (o de medios pequeños) llevó a que éstos hicieran sus programas a partir de los contenidos señalados en los grandes pules de prensa escrita y oral.
Muchas veces, en los talleres de Comunicación Política los docentes se encontraban frente a que, cuando les proponían a los alumnos hacer la tapa de un diario local, éstos la llenaban de noticias de Buenos Aires. Por eso esta ley también tiene en su gestación un profundo sentido federal.
Es una ley de la democracia porque promueve el libre acceso a las nuevas tecnologías, lo que permitirá el pluralismo y la diversidad de todas las producciones audiovisuales, porque no habrá que pagar para poder ver por televisión los grandes eventos nacionales, sean culturales o deportivos, ya que un porcentaje de los medios estará en manos de cooperativas y de organizaciones sin fines de lucro.
Pero, sobre todas las cosas, es una ley de la democracia porque le devolverá la voz a los sin voz. A las organizaciones barriales, a las universidades, a todo aquel que quiera expresarse y que hoy es acallado por el ruido de los grandes intereses de las corporaciones de la comunicación que persiguen un único objeto : llenarse los bolsillos.
Y los actores y actrices locales podrán “hacer televisión”. Y los periodistas podrán tener su programa de radio o de TV. Y las ONG podrán promocionar su tarea.
Y los institutos educativos podrán difundir su acción movilizadota de ideas. Y … Y los poderosos de siempre perderán el poder de su discurso único, interesado, y profundamente falaz.
La ecuación es simple. La repiten periodistas que descreen de ella todos los días. Los que dicen que es una Ley Mordaza. Los que tratan de ningunearla con el mote de “K”. Los que hoy se dicen perseguidos… sin recordar la persecución de la que era víctima toda la Argentina cuando la Junta Militar de Videla, Massera y Agosti dictaba, a través de la Comisión de Asesoramiento Legislativo (CAL), el antiguo Decreto Ley de Radiodifusión.
La ecuación es simple : a mayor cantidad de medios, mayor libertad de expresión, mayor y mejor democracia..
Sí, señor. Es una importantísima Ley de la Democracia y no es ninguna zoncera.
Una zoncera con mucha mala leche es la pretendida denominación de Ley de Medios K o Ley Mordaza. Le ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, la 26.522 como seguramente se la llamará dentro de poco, es una ley de la democracia.
Vino a derogar la ley 22.285, ley de la dictadura, que llevaba las firmas de Jorge Rafael Videla, José Alfredo Martínez de Hoz y Albano Harguindeguy y que, en síntesis, era una ley nacida de la inventiva de hombres que no creían en las leyes y sí confiaban en el poder casi infinito de las armas, el horror y la muerte.
Aquella era una ley que, más allá de sus emparches, zurcidos y remiendos, lleva en su génesis las peores máculas del autoritarismo y el terrorismo de Estado.
Porque el texto del anteproyecto es un proyecto anotado. Quienes hayan tenido la oportunidad o la decisión de leerlo sabrán que cada norma, cada artículo consigna la fuente del cual ha sido sacado : todas fuentes normativas de las democracias más consolidadas del planeta.
Es así porque nace de un gobierno votado por el pueblo y, además, porque miles de argentinos pudieron opinar en decenas de foros sobre su contenido. Y todas y cada una de estas opiniones ha sido tenida en cuenta para enriquecer el texto que, finalmente, se presentó en el Parlamento. Es decir que esta ley, como ninguna otra en los veintisiete años de democracia, llegó al debate de las Cámaras con el plus de haber sido debatida antes por todos los argentinos que quisieron acercarse a los foros que se llevaron a cabo en toda la nación.
Es una ley de la democracia porque responde a los avances tecnológicos de los últimos treinta años. En este sentido, quiero recordar a don Arturo Sampay, ideólogo de la Constitución de 1949 que justificaba dicha reforma en la necesidad de “constitucionalizar la realidad”. Porque esta ley democratiza el acceso a la información definido como “derecho universal”, en concordancia con el artículo 13 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos.
Porque a partir de esta ley vamos a ampliar la cantidad de voces y medios, lo que seguramente devolverá a los periodistas a su misión de informar y los sacará de ese insidioso rol de objetores de conciencia que tiene la mayoría de ellos en la actualidad. Pero, además, ampliará el campo de los contenidos locales, para producir, seguramente, una renovación en lo que a investigación periodística se refiere. Así, por ejemplo, en Gualeguay o en Río Gallegos actores de los distintos ámbitos de nuestra comunidad podrán acceder a los medios de comunicación y hacer escuchar su voz.
Alguna vez se pensó que abriendo más frecuencias de radio y de cable se solucionaría, de alguna manera, el oligopolio mediático, pero esto no fue así. Porque el embeleso sumado a la comodidad de los periodistas locales (o de medios pequeños) llevó a que éstos hicieran sus programas a partir de los contenidos señalados en los grandes pules de prensa escrita y oral.
Muchas veces, en los talleres de Comunicación Política los docentes se encontraban frente a que, cuando les proponían a los alumnos hacer la tapa de un diario local, éstos la llenaban de noticias de Buenos Aires. Por eso esta ley también tiene en su gestación un profundo sentido federal.
Es una ley de la democracia porque promueve el libre acceso a las nuevas tecnologías, lo que permitirá el pluralismo y la diversidad de todas las producciones audiovisuales, porque no habrá que pagar para poder ver por televisión los grandes eventos nacionales, sean culturales o deportivos, ya que un porcentaje de los medios estará en manos de cooperativas y de organizaciones sin fines de lucro.
Pero, sobre todas las cosas, es una ley de la democracia porque le devolverá la voz a los sin voz. A las organizaciones barriales, a las universidades, a todo aquel que quiera expresarse y que hoy es acallado por el ruido de los grandes intereses de las corporaciones de la comunicación que persiguen un único objeto : llenarse los bolsillos.
Y los actores y actrices locales podrán “hacer televisión”. Y los periodistas podrán tener su programa de radio o de TV. Y las ONG podrán promocionar su tarea.
Y los institutos educativos podrán difundir su acción movilizadota de ideas. Y … Y los poderosos de siempre perderán el poder de su discurso único, interesado, y profundamente falaz.
La ecuación es simple. La repiten periodistas que descreen de ella todos los días. Los que dicen que es una Ley Mordaza. Los que tratan de ningunearla con el mote de “K”. Los que hoy se dicen perseguidos… sin recordar la persecución de la que era víctima toda la Argentina cuando la Junta Militar de Videla, Massera y Agosti dictaba, a través de la Comisión de Asesoramiento Legislativo (CAL), el antiguo Decreto Ley de Radiodifusión.
La ecuación es simple : a mayor cantidad de medios, mayor libertad de expresión, mayor y mejor democracia..
Sí, señor. Es una importantísima Ley de la Democracia y no es ninguna zoncera.
por Aníbal Fernández
Cap.34 completo del libro "Zonceras argentinas y otras yerbas", de Aníbal Fernández. Editorial Planeta, Bs.As., 2011.
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