Imagen: EFE
Por Atilio A. Boron
En una entrevista de esta mañana en el programa "Good Morning America" de la cadena ABC el presidente Joe Biden dijo que Vladimir Putin “era un asesino” y que “pagaría un precio por sus esfuerzos por socavar la elección presidencial del 2020.” También dijo que era “un desalmado.” Cuando su entrevistador le preguntó “¿cuál sería el precio que Putin pagaría?” la respuesta de Biden fue: “lo verá muy pronto.” Huelga insistir en el tono matonesco y pendenciero exhibido por el presidente en su intervención.
Pero el actual exabrupto de Biden tiene precedentes. Ya antes, y con el tiempo y la tranquilidad que disponía para escribir (con la colaboración de sus asesores) un artículo solicitado por la Revista Foreign Affairs sobre lo que pensaba hacer si llegaba a la Casa Blanca Biden profirió una serie de insultos reñidos con los principios más elementales de la diplomacia internacional. En la edición de Marzo/Abril del 2020 se publicó la respuesta del candidato demócrata que llevaba por título “Why America Must Lead Again”. La (previsible y reiterada) tesis central es que el mundo necesita un líder y Estados Unidos debe retomar ese papel, otorgado nada menos que por Dios, y abandonado por Trump que intentó que Estados Unidos “fuese grande otra vez” abdicando de su responsabilidad de mantener el orden internacional y desairando a sus aliados y amigos. Ante esta imperdonable defección Biden propone que Washington vuelva a sentarse en la “cabecera” de la mesa de las negociaciones internacionales y así restaurar la hegemonía perdida. Sus asesores no le dijeron que esa “cabecera” ya no existe, y que hoy el sistema internacional tiene un carácter irreversiblemente policéntrico. En vez de cabecera hay una mesa triangular en donde se sientan, en difícil convivencia, Estados Unidos, China y Rusia.
El lenguaje utilizado en algunos pasajes de su artículo recuerda algunas de las bravuconadas e insolencias de Trump. Esto confirma que el estilo confrontativo y violento del republicano fue apenas un poco más desembozado que el de sus opositores, y que en el fondo republicanos y demócratas son lo mismo. En la nota del Foreign Affairs Biden califica al gobierno de Vladimir Putin como una “cleptocracia autoritaria”; en la entrevista televisiva, un año más tarde y ya como presidente en lugar de moderar su lenguaje lo torna aún más gangsteril. No sólo insultó a Putin y por extensión a la Federación Rusa; de Xi Jiping dijo que “era un matón” que presidía un país que robaba los derechos de propiedad intelectual y los bienes de las grandes empresas y los ahorristas estadounidenses. Conclusión: Rusia y China son enemigos de Estados Unidos y debe tratárseles como tales.
Por eso, lo que pudo haber dicho “en caliente”, en una entrevista en vivo por la ABC ya había sido escrito un año antes. Sólo que ahora es el presidente de Estados Unidos, el país con el mayor arsenal nuclear del planeta que, por lo que puede verse, está en manos de un energúmeno capaz de decir y escribir cosas como las ya referidas. La respuesta ante el presunto intervencionismo de Rusia es algo que todo el mundo verá muy pronto. ¿Qué puede ser? ¿Nuevas sanciones contra Rusia, contra sus funcionarios, tal vez hasta en contra del propio presidente Putin?; o hacer lo que Washington hizo con tantos presidentes y líderes políticos de todo el mundo: ¿asesinarlo? Biden asegura que conoce muy bien a Putin y que conversó con él en enero de este año. En esa ocasión le dijo: “Te conozco y me conoces. Si establezco que esto (la interferencia en el proceso electoral de EEUU) ha ocurrido, prepárate”.
El delirio de Biden es de extrema peligrosidad, y refleja el talante que predomina en el equipo de secretarios y asesores de su gobierno, y en el de Trump, y en el de Obama y en el de los precedentes. Son expresiones nítidas de la ideología estatal del imperio, lanzado ahora con renovada belicosidad en contra de Rusia y China. Las fake news promovidas por varias de las dieciséis agencias de inteligencia de Estados Unidos -principalmente la CIA y la Agencia de Seguridad Nacional, pero no sólo ellas- se hunden en el ridículo cuando aseguran que aparte de Rusia, ¡Irán, Cuba, Venezuela y el Hizbulá se habrían inmiscuido en las presidenciales del 2020! Una mentira útil, empero, porque el gigantesco complejo militar-industrial-financiero -el “estado profundo” que realmente manda en ese país- necesita de guerras o amenazas bélicas para mantener la prosperidad de sus negocios aunque para ello empuje al mundo al borde de una catástrofe.
Ocurrió muchas veces en el pasado, y está sucediendo de nuevo ahora. El objetivo: recalentar el ambiente internacional para restaurar la hegemonía perdida de Estados Unidos, retroceso imposible dada la actual distribución del poder económico, tecnológico, político y militar a escala mundial. Es por eso que Noam Chomsky viene advirtiendo que estas tentativas restauradoras pueden desembocar en una catástrofe nuclear, probablemente por un error de cálculo. En tal caso ya será demasiado tarde para hacer que la verdad de lo ocurrido en las elecciones del 2020 alguna vez salga a la luz del día.
Publicado en:
https://www.pagina12.com.ar/330092-quitenle-a-joe-biden-el-maletin-nuclear
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