Por Adrián Tendler
25 de Junio de 2017
Cuando una víctima de abuso es asesinada por el abusador todo el mundo sale a expresar su condena, muchos hasta reclaman la muerte del victimario y la necesidad de hacer actos públicos para detener los crímenes. SIn embargo, los y las sobrevivientes de abuso en el momento en que pueden decir lo que les pasa viven con dolor y sorpresa que no los queremos escuchar y que nos enojamos con ellos como si fueran culpables y no víctimas.
Cuando una víctima de abuso es asesinada por el abusador todo el mundo sale a expresar su condena, muchos hasta reclaman la muerte del victimario y la necesidad de hacer actos públicos para detener los crímenes.
Sin embargo, cuando las víctimas de abuso sobreviven no reciben ninguna atención de parte de la sociedad, y si pudiéramos darles un palazo y enterrarlas en la plaza más cercana lo haríamos, y de hecho muchas están encerradas en psiquiátricos o empastilladas hasta silenciarlas.
En la absoluta mayoría de las opiniones que leo no hay una reflexión sobre los procesos de subjetivación de nuestra sociedad, que somos todos, y que producen a los criminales. Solamente hay reclamos morales de lo que debiera pasar, pero sin la más mínima intención de conocer lo que ocurre.
Los y las sobrevivientes de abuso en el momento en que pueden decir lo que les pasa viven con dolor y sorpresa que no los queremos escuchar y que nos enojamos con ellos como si fueran culpables y no víctimas.
Los y las sobrevivientes de abuso en el momento en que pueden decir lo que les pasa viven con dolor y sorpresa que no los queremos escuchar y que nos enojamos con ellos como si fueran culpables y no víctimas.
Estoy sospechando que la violencia es común a todos y que se ejerece contra los más débiles y que además hay que negarla en uno mismo. El deseo de matar se me hace parecido aplicado a los abusadores criminales y a las víctimas sobrevivientes que no tienen prácticamente ningún espacio para ser escuchadas y reconocidas
Pienso que esto sucede porque, otra vez, el proceso de construcción de personas es violento y las personas no quieren ni oír hablar de revisar sus propios dolores al volverse sujetos.
En nuestra sociedad, en el capitalismo, la absoluta prioridad es la producción, así que se necesitan personas que funcionen. Como docente veo esto todo el tiempo, negación, castigo, medicalización, exigencia que no admite dilaciones ni falencias. La gente normal no se concibe a sí misma sin la capacidad productiva y a esa capacidad se la llama salud y a su falta depresión.
La gente normal no se concibe a sí misma sin la capacidad productiva y a esa capacidad se la llama salud y a su falta depresión.
Pero resulta que para ocuparse de semejantes dolores que impiden la vida, como es el caso del abuso sexual, justamente hay que detener la normalidad y eso no lo podemos hacer porque es lo que sostiene el ocultamiento de nuestros sufrimiento al hacernos personas, sujetos y ciudadanas.
En este ámbito social se hace imposible cualquier intento de recuperación seria de las víctimas que no fueron asesinadas y en eso como sociedad somos cómplices.
Repito, en esta situación la protesta moral es sencilla porque supone que el problema es externo, que no es lo que somos sino lo que debemos hacer, independientemente de lo que sentimos y lo que padecemos. Y lo que padecemos es el dolor y la violencia en nosotros mismos, que tenemos que ocultar.
Publicado en:
http://www.nuestrasvoces.com.ar/mi-voz/micaela-garcia-asesinato/
No hay comentarios:
Publicar un comentario