sábado, 30 de enero de 2016
REFLEXIONES SOBRE LA REALIDAD RECIENTE (Primera Parte) por Daniel Mojica (para "Cuestión Cultural" del 28-01-16)
Lo que comparto a continuación son preguntas, inquietudes, pensamientos, dolores, dudas y certezas a menos de dos meses de la asunción de nuevo gobierno elegido democráticamente.
¿La legalidad de origen es lo mismo que la legitimidad política que se logra con medidas que benefician a las grandes mayorías?
Con el fresco recuerdo de un gobierno que allá por el 2003 asumió con menos votos que el índice de desempleo. Con una legalidad que reclamaba legitimación desde el ejercicio mismo mediante las políticas a implementar. Cosa que logró con creces.
Alguno puede pensar que las notas que siguen están teñidas de subjetividad y tendrán razón. Porque escribo desde mi militancia peronista.
Algo que aprendí en mi camino como comunicador social y en mi incipiente recorrido dentro del periodismo es decir desde dónde miro la realidad en la que convivo.
Se pueden compartir o no mis pareceres, pero aún en esta democracia condicionada, parcial y dirigida creo que las convicciones no deben resignarse.
Los dejo frente a mis pensamientos con el sólo ánimo de colaborar a un debate que creo necesario.
Daniel Mojica
CONFUSIONES
Fuentes habitualmente bien informadas del ámbito científico dejaron trascender que el odio provoca una especie de olvido selectivo en las personas.
Esta particularidad, que todavía no hay coincidencias en considerarlo una patología, provoca en los individuos una característica especial.
No les permite relacionar las palabras y los hechos.
Esto quiere decir que un sector de la sociedad cercano al 51% (según datos de las mismas fuentes) ganados por el odio no están en condiciones de reconocer situaciones o hechos que los han perjudicado en el pasado. Su memoria no reconoce eventos ya vividos que les causaron daño en un tiempo relativamente cercano.
Este segmento de la comunidad no puede discernir cuando un discurso se contradice con los actos. Por ejemplo no es capaz de ver una contradicción cuando una persona dice “voy a respetar la institucionalidad y de inmediato en los hechos viola la Constitución Nacional”, por ejemplo.
Esta parte de la ciudadanía no logra percibir la sutileza que encubre, digamos, “un ajuste en la economía” si se lo nombra “sinceramiento”.
Tampoco puede entender la ironía que encierra el concepto “ahora todos están en condiciones de comprar dos millones de dólares por mes” cuando la gran mayoría de la población tiene sueldos que no superan los veinte mil pesos mensuales.
Es por demás grave esta “particularidad” que afecta a las personas que tienen un nivel de odio importante en su interior. Porque no les permite tomar decisiones saludables para sí mismas y para el conjunto social.
Porque si no entienden que un bien que antes valía, un decir, diez pesos y pasa a valer más de catorce es porque aumentó un 40%.
Peor aún si ese bien que aumentó provoca una escalada de aumentos en la economía doméstica, que arrastra a casi todos los componentes de la canasta familiar.
Es tan grave esto que los afecta, que aún no se considera patología, que se sienten tranquilos cuando les dicen que lo que pretenden con aquellas medidas es “una búsqueda de equilibrio de las variables” cuando en realidad es una devaluación. Pero el odio no se los deja ver.
Es de esperar que se encuentre una cura para esta “característica” aunque si la encuentran y llegan a darse cuenta de lo que provocaron, quizás sea peor el remedio que la enfermedad, como decía mi abuela.
Aunque, siempre es mejor tener conciencia que vivir sumergido en esa maraña de confusiones que vaya a saber uno que medios las provocan. ¿No?
CONFUSIONES 2
Un gran desconcierto recorre las filas oficiales.
Una fuente vinculada a las más altas esferas, y que pidió no ser mencionada, atribuye esta turbación a un motivo de singular importancia para “ellos”.
Cuando pronunció “ellos” hizo expresa mención a quienes siempre se sintieron seguros en las sombras. Manipulando detrás de la escena a distintos personajes de la vida política para que defiendan sus intereses económicos, políticos y corporativos.
Resulta que en los últimos años, “ellos”, quedaron a la vista de toda la sociedad.
No es lo mismo obtener fallos judiciales favorables, devaluaciones oportunas, pesificación de deudas en moneda extranjera, reprimir manifestaciones, fugar divisas, sin que se vea la mano que mueve los hilos de jueces, fiscales, y dirigentes varios.
Una cosa era cuando los golpes de estado resultaban bien vistos y hasta promovidos desde el exterior. O cuando la democracia estaba tan condicionada que nadie se ocupaba de ver más allá de los títulos o noticias de los grandes medios.
Otra, cuando la sociedad aprendió a leer entre líneas, a discernir lo que se dice y lo que se calla en los medios de comunicación.
En tales circunstancias, los funcionarios que “ellos” designaron en las diferentes áreas, se confunden. Olvidan que en democracia, la división de poderes existe y cada uno tiene una función determinada. Que la Constitución está por encima en el orden jurídico nacional y que los Tratados internacionales incorporados a la Ley Suprema tienen rango Constitucional.
Que un decreto no puede derogar una ley. Que por más que a un ministro no le guste la Ley debe cumplirla. O atenerse a las consecuencias.
La mencionada turbación lleva a que pretendan nombrar por decreto jueces de la Corte Suprema. O intervenir, en contra de la Ley, organismos descentralizados y autárquicos. Ante las cámaras hablan de consenso y diálogo, pero hacen gala de un autoritarismo que socava su propia legitimidad.
Están desorientados porque creen que aún tienen la impunidad del anonimato.
Ya no es así. La sociedad, aunque no cuente con los canales suficientes para equilibrar su voz con los gritos que buscan silenciarlos va encontrando senderos para que se la escuche.
Por el bien de la democracia, ojala recapaciten y comiencen a respetar la Constitución y las leyes. Si no ocurre, es seguro que la Patria se los va a demandar.
DEMOCRACIA Y SOCIEDAD
Hay expresiones que tienen significado propio. Más allá del relato en el que se insertan. Como si por sí solas fueran una toma de posición de quien las emite y trascienden el texto que las contiene. De esa manera fungen como disparadores.
Tal vez como columnas de pensamientos sobre las cuales construir nuevos escenarios de reflexión.
Esto me sucedió con una nota de opinión del periodista Alejandro Horowicz del Lunes 4 de Diciembre en el diario Tiempo Argentino.
Me interpeló.
Allí cita una frase dicha a comienzos de 2009 por Eduardo Duhalde: “El justicialismo tiene un día de la lealtad, el 17 de Octubre, y 364 días de la traición”.
A continuación, el periodista define: “Esta descripción moral contabiliza una renuncia colectiva: una sociedad que abandonó su propio proyecto para dirigirse a cualquier parte, siguiendo una clase dominante que desde hace décadas no es una clase dirigente”.
Es una contundente definición a la luz del resultado electoral del 22 de Noviembre. Porque no provocó sólo un cambio de gobierno. Abrió la puerta a una experiencia inédita protagonizada por la “clase dominante que desde hace décadas no es una clase dirigente”. Ahora el gobierno y el poder real están en las mismas manos.
Los sectores que promulgaron una Constitución a medida de sus intereses, llegaron al gobierno por el voto popular. Además violan “su” Constitución.
Podemos tomar la Clasificación de Aristóteles para explicar la democracia, las divide en “Puras e Impuras”:
“1. Cuando el gobierno reside en un solo individuo:
FORMA PURA MONARQUÍA.- Si ese individuo emplea el poder en beneficio de todos.
FORMA IMPURA, TIRANÍA.- Si utiliza el poder en beneficio exclusivo de si mismo o de sus favoritos.
2. Cuando el gobierno radica en una minoría existe:
FORMA PURA, ARISTOCRACIA.- Si esa minoría usa el poder en beneficio de todos.
FORMA IMPURA, OLIGARQUÍA.- Si el poder sólo beneficia a la minoría que lo posee
3. Si el poder de mando reside en la mayoría de la colectividad:
FORMA PURA, LA DEMOCRACIA.- Si ese poder favorece a todos por igual.
FORMA IMPURA, DEMAGOGIA.- Se aplica a determinadas clases sociales.”
Una conclusión visto el primer mes de ejercicio gubernamental se puede afirmar que el actual gobierno es una “Tiranía oligárquica demagógica”.
Lo que no se puede decir es que engañó a quienes lo eligieron, como sí sucedió en la década del 90.
Ahora, volviendo a la frase atribuida al ex gobernador, el columnista de Tiempo Argentino argumenta, con la vista puesta en el resultado, electoral y, tal vez repasando la primera reflexión que transcribí : “Una sociedad que no puede darse una respuesta colectivamente válida para semejante crisis sólo puede organizar una fábrica de traidores”.
Muchas preguntas podemos hacernos para acercarnos a una comprensión de esta realidad que emerge con el nuevo gobierno.
Los peronistas ¿se hacen cargo de la definición de Eduardo Duhalde?
En todo caso, “la traición” a la que hace referencia ¿fue de cierta dirigencia, de las bases, una mezcla de ambas? ¿Hubo traición? ¿O falta de escuchar nuevas necesidades que no se transformaron en derechos?
La sociedad como conjunto ¿”abandonó su propio proyecto”?
¿Era “su” proyecto? Tal vez el abandono, si existió, ¿fue por razones ideológicas? ¿Fue por inducción mediática desde las pantallas y “del hartazgo K”?
Esta clase dominante que accede por primera vez por el voto popular ¿será clase dirigente? Dirigir ¿es conducir o llevarse por delante lo que venga para lograr lo buscado?
Realmente no se puede saber si “una sociedad que no puede darse una respuesta colectivamente válida para semejante crisis sólo puede organizar una fábrica de traidores”.
Lo que si puede saberse es que los pueblos que no aprenden de sus errores están condenados a repetirlos. Sobre todo cuando el odio y el revanchismo es el motor que lleva a una clase dominante a suprimir derechos aprobados por la amplia mayoría de los representantes legítimos del pueblo, que se asientan en el Congreso Nacional por decisión soberana.
ESTADO Y PODER JUDICIAL
¿Es sano para la democracia tener un Poder Judicial que sea independiente del proyecto de país que la ciudadanía elige mediante el voto popular?
Desde los tiempos en que la Nación se organizó políticamente existen dos proyectos de país en pugna. A saber: a) El país agroexportador, dependiente de la potencia hegemónica de turno, donde la economía subordina las decisiones políticas en connivencia con intereses ajenos a un desarrollo independiente y en contra del bienestar de las mayorías nacionales; y b) El país soberano, industrializado, con un desarrollo que contemple el bienestar de la mayoría de los argentinos y donde la política subordina a la economía.
En función de esta realidad hay dos ejes que se complementan: la soberanía política y la independencia económica de factores externos.
Es cuando surge la pregunta crucial, en vista de la historia nacional ¿es sano para la democracia un Poder Judicial independiente del Proyecto de País y por ende del rol que este le asigna al Estado?
Si se analiza el papel jugado por el único poder del estado no elegido en forma democrática por la ciudadanía desde la promulgación de la Constitución Nacional (C.N.) de 1853 y sus posteriores reformas (salvo el breve interregno entre 1949 y 1955, cuando rigió la C.N. promulgada durante el primer gobierno peronista), el sistema de justicia respondió siempre a los intereses de las clases dominantes. La República Argentina ha tenido una justicia clasista, para defender el proyecto de país dependiente que pensaron quienes se dividieron el país y se creyeron (y obraron como) los “dueños de la Argentina”.
Durante el breve período antes consignado entre 1949/1955, al menos en el plano de las relaciones laborales la relación de fuerzas dentro de ese ámbito del derecho, se inclinó a favor de los intereses de los trabajadores.
Tal vez no se contó con el tiempo suficiente para cambiar la matriz clasista del Poder Judicial, que persiste en la actualidad.
La República Argentina como parte de un continente colonial, asiste a un sistema de poder que es anterior a la organización nacional y que pervive luego de la recuperación de la democracia de las garras de ese sistema de poder que necesitó provocar el genocidio de una generación para imponer un plan económico y político que dejara afuera a las grandes mayorías nacionales.
Basta con observar la realidad reciente de nuestra América para ver cual es el rol del Poder Judicial en esta parte del planeta. Hay hechos muy significativos: Honduras, donde entre gallos y medianoche se expulsa al presidente Zelaya con la anuencia del Poder Judicial, o en Paraguay con la farsa de juicio que dejó fuera del gobierno al presidente Lugo, legítimamente elegido por su pueblo.
Una mirada por nuestra realidad deja ver que la causa Papel Prensa es cajoneada de manera vergonzosa, el caso de Carlos Blaquier o de Vicente Massot, acusados de ser partícipes civiles de delitos de lesa humanidad son dejados en libertad por “ese” sistema judicial clasista y defensor del sistema de poder que no defiende el bienestar de los ciudadanos que eligen de manera democrática (salvo al Poder Judicial) a su gobierno.
Hay quienes sostienen que el Poder Judicial fue imaginado por Rousseau “para evitar el exceso de la democracia”. ¿No suena parecido a lo que dijo un genocida de 1976 cuando justificó el asesinato de jóvenes aduciendo que tenían “exceso de pensamiento”?
Estas reflexiones llevan a cuestionar el mismo sistema de división de poderes. Porque además de lo antedicho y profundizando el carácter de “clasista” o de casta de dicho poder, ellos no pagan impuestos y son vitalicios en sus funciones. Lo que no parece muy democrático.
Por eso planteo la pregunta ¿Es sano para la democracia tener un Poder Judicial que sea independiente del proyecto de país que la ciudadanía elige mediante el voto popular?
MEMORIA Y CONTEXTO
Hay momentos cruciales. En las historias personales y del país. Algunas veces esos cruces trascendentes atraviesan ambas dimensiones. Donde el futuro del país y el destino personal dependen de la misma decisión.
En esa introspección que cada individuo debe hacer para evaluar ya no tienen (o no deberían) tener cabida los ruidos mediáticos de la parafernalia electoral. Porque por lo general los ruidos aturden cuando cada uno repasa el derrotero de los últimos años. Aquí la memoria es fundamental.
Por eso los medios aturden. Para confundir la memoria y embarullar ese espacio de reflexión necesario donde miramos como en una película cada uno de los últimos eventos que nos marcaron a fuego. Para bien o para mal. Es diferente analizar una película que una foto.
Si vemos la foto de un grupo de personas desesperadas agolpadas contra un banco en actitud de reclamo, podemos inferir varias causas. Pero si recordamos el contexto. Que hubo un mega canje que algunos funcionarios de determinados partidos acordaron con entidades financieras y que le costaron a país cincuenta mil millones de dólares.
Entendemos un poco más. Si le agregamos que en determinados programas, periodistas y funcionarios gubernamentales le decían a la población que esa medida traería tranquilidad y que no había por qué preocuparse. Ya contamos con más elementos que ayuden a decidir.
Porque ya aparecen personas responsables, periodistas que mintieron a sabiendas y funcionarios que pensaron más en beneficiar a los bancos que a los ahorristas. Entonces esa foto se transforma en una película que me brinda información útil para decidir mi futuro y también el futuro del país. Es el contexto.
Es cuestión de estar atentos. Porque algunos medios y candidatos sólo esperan que miremos fotos y escuchemos frases. Que por más lindas palabras que contengan, agreguemos el contexto. Qué hizo ese señor que nos habla como si llegara recién a la política cuando se decidió esa medida que hoy elogia. Como es en su distrito la política que dice que va a implementar en la Nación. Nada más y nada menos.
NO DETENGAMOS LA PELÍCULA
La realidad nacional siempre nos propone estar alertas. No dormirnos sobre los logros obtenidos. Porque estamos en medio de una película que se sigue desarrollando mientras algunos tratan que nos detengamos en la foto del último domingo.
No tenemos que olvidar cuando comenzó este film que protagonizamos los cuarenta millones de argentinos. Las primeras escenas nos llevan al doloroso desenlace del gobierno de la alianza. Muchos de los actores de entonces se han cambiado de ropa con la pretensión de que olvidemos el rol que cumplieron en la pérdida de “la felicidad” que mentaba el entonces presidente por “el milagro” que no llegó.
Si tuviéramos que identificarlos hoy más allá de sus disfraces discursivos y sus máscaras de sonrisa holyboodense basta mentar el color “amarillo” y enseguida se alinean uno junto al otro tratando de ocultar al gurú extranjero que funge de ideólogo de quienes reniegan de la ideología.
Lo bueno de tomar conciencia de esta continuidad es que hay que sumarle la lucha de estos doce años transcurridos desde entonces y mirarnos al espejo con una simple pregunta ¿cómo estamos hoy en comparación con aquel momento?
Todo balance contiene sumas y restas, cosas buenas y cosas no tanto. Alegrías y tristezas. Objetivos cumplidos y metas por conseguir.
Una sola cosa es segura. Si nos quedamos mirando la foto que se empeñan en mostrarnos desde diferentes camarines vamos a perder de vista las metas que nos propusimos y que todavía no logramos.
De esa manera quedaremos detenidos, paralizados. Tratando de analizar cada detalle de la foto. Entonces, como en muchas de las películas que ya vimos, la vuelta al pasado de la felicidad perdida y el milagro que no llegó será un hecho.
Habremos perdido la oportunidad de cumplir con nuestros sueños. Esos que vinieron a proponernos un 25 de Mayo de 2003.
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